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Sitges 2013: la comedia negra dentro del festival

31 octubre 2013 Deja un comentario

Si una impresión es generalizada, es la de que en las últimas ediciones han escaseado las muestras de género estricto. Así ha sido también en la presente. Ello debe de obedecer, en parte a, las nuevas lecturas y revisiones que amplían las fronteras de lo fantástico, claro ejemplo de lo cual lo teníamos en el ensayo de Ángel Sala, Profanando el sueño de los muertos. No queremos abrir aquí un debate, sólo constatar el hecho. Lo cierto es que lo que sí ha abundado es la presencia de filmes pertenecientes a géneros concomitantes, como puede ser el thriller, a veces casi policíaco, y la comedia negra. Dentro de esta última se adscriben dos de las películas más celebradas, Cheap Thrills y Big Bad Wolves.

Hemos dicho comedia negra, pero Big Bad Wolves no lo es puramente, en el caso de la cinta hebrea nos encontramos con un thriller dramático, salpicado de grandes dosis de humor negro. Mezcolanza que no todo el mundo acogió bien, sobre todo porque en el fondo nos encontrábamos ante un caso de pederastia y no todos aceptan que se frivolice sobre un tema que tanto nos sensibiliza. Nos enfrentamos a una serie de brutales asesinatos que ponen en rumbo de colisión la vida de tres hombres: el padre de la última víctima, sediento de venganza; un justiciero detective de policía que opera en los límites de la ley; y el principal sospechoso de los homicidios, un estudiante de religión arrestado y luego liberado debido a una negligencia policial (argumento extraído de Filmaffinity). Próxima en su argumento a Prisoners, se separa de la película de Denis Villeneuve por su tratamiento: si la primera hacía hincapié en el drama para explorar los límites morales de la venganza, Big Bad Wolves se apoya en la sátira para ponernos igualmente ante el mismo dilema moral, una forma más cáustica de encararnos a la dialéctica entre la ley racional y la justicia.

Considerada por Tarantino como la mejor película del 2013, se alzaba en Sitges con el premio a la mejor dirección para Aharon Keshales y Navot Papushado, viejos conocidos de los aficionados por su ópera prima,  Rabies,  también vista en una anterior edición (año 2010). La película arranca con una secuencia prólogo de tintes casi oníricos en la que de forma elegante se nos explica la desaparición de una niña, tras ella asistimos a un radical cambio de tono: nos trasladamos a los sótanos de una escuela donde tiene lugar el violento interrogatorio a un supuesto sospechoso practicado al margen de las ordenanzas, una violencia tiznada de comicidad en alguno de sus momentos. Así desde el arranque nos encontramos con lo que será el tono de todo el filme, esos tres hilos que se van trenzando: la violencia, el humor negro y la elegante estilización cuando se nos presenta a las pequeñas víctimas.

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Aunque su carácter híbrido no haya sido disfrutado por todos, hay que reconocerle a los israelitas que han sabido huir con acierto de la corrección política para abordar temas a la par universales y de rabiosa actualidad (la pedofilia, la tortura, los límites racionales de la ley y la justicia…), a la vez que ironizar con problemas más circunscritos a la cuestión israelita como el papel del ejército o la convivencia con los palestinos. De modo que no puede decirse que Big Bad Wolves no cumpla con la dimensión crítica del cine: con su acidez y mordacidad nos golpea bien hondo, porque nos incomoda ante nosotros mismos y nos hace reflexionar sobre nuestros propios principios; y en ello es más efectiva que otras cintas más de tesis como la ya mencionada Prisoners (que es también una notable película, por supuesto). En definitiva, un filme que busca removernos y lo consigue, que nos pone sonrisas en los labios pero para sacudirnos las entrañas.

Igualmente conmocionadora resultó ser Cheap Thrills, está sí claramente comedia, pero con tintes tan negros que al final más que una sonrisa nos deja una mueca de consternación.  Porque E.L. Katz en su debut ha querido abordar una de las más punzantes aristas de nuestra actualidad, el arrinconamiento contra las cuerdas de la clase media engullida por las voraces fauces de un capitalismo que juega con ellas a placer como un niño lo hace con un bibelot.

Cheap Thrills nos cuenta la peripecia de Craig (Pat Healy), trabajador y padre de familia que acaba de perder su trabajo y está a punto de perder su casa por no poder afrontar la hipoteca (¿les suena de algo el panorama?). Cuando se encuentre en el pub con un antiguo compañero de estudios (Ethan Embry), más looser que él mismo, llamarán la atención de una pareja formada por una atractiva y fría rubia (Sara Paxton) y un excéntrico hombre maduro (David Koechner) con cierto aire de mafioso. Los cuatro iniciarán un largo viaje hasta el fin de la noche en el que los dos amigos serán usados para el perverso juego que la pareja ha ideado para combatir el tedio en el aniversario de la joven. El singular acaudalado les irá proponiendo apuestas cada vez más delirantes y vejatorias hasta que la diversión de unos se convierta en la humillación y la degradación de los otros.

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Una comedia punzante que va escalando poco a poco en la violencia, tan poco a poco que no sabemos en qué momento se ha convertido en un festín de sangre y horror. También es gradual la pérdida de dignidad de los dos amigos, al principio es sólo un juego de pesadas cheap cartelbromas, al final lo que estará en juego (valga la redundancia) es su propia persona. La premisa parece simple, ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar por dinero? pero conforme avance la trama la pregunta se convierte en otra más descarnada: ¿cuál es nuestro precio?Mediante la broma, se nos está cuestionando por cuánto estamos dispuestos a vendernos, y qué estamos dispuestos a perder por el camino. Lo que empieza como divertimento, acaba como auténtico descenso a los infiernos en el que lo peor es casi la futilidad de esos Mefistófeles que son la adinerada pareja. No actúan como lo hacen llevados por la perfidia, ni menos por el deseo de averiguar los límites del mal al modo de Sade, más bien parece que su comportamiento obedece a su saciedad, tienen todo lo material a su alcance, así que la extorsión al pobre  es un mero divertimento, afanan la manipulación por la manipulación.

No es difícil ver tras la cortina del humor negro una metáfora de nuestro hoy. La crisis que padecemos todos (aunque unos más que otros) nos hace empatizar con la figura de los jugadores-perdedores y el último plano nos resulta aterrador porque en él vemos nuestra humillación como clase y la derrota de los valores en los que habíamos creído.

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Categorías: Sitges Film Festival
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