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Sitges 2013: el renacer del vampiro, Jim Jarmusch&Neil Jordan
Cada época genera sus propios monstruos y en la nuestra el que se lleva la palma es el zombie, un revivido que cada vez más toma la forma de infectado. Sin duda, esto es así porque la figura del zombie recoge los miedos de nuestra sociedad capitalista presente en la que los temores nos llegan provocados por la propia masificación del mundo que nos convierte en individuos devorados por lo anónimo. Así el zombie es un monstruo colectivo sin un rostro definido que siembra su mal indiscriminadamente y sin conciencia.
El zombie es nuestro monstruo moderno, pero lo cierto es que empieza a fatigarnos su omnipresencia en cine y literatura, así que se ha visto como un alivio que en esta edición del Festival de Sitges haya regresado a la pantalla una figura más clásica como es la del vampiro. Un mito que ahora aparece remozado como no podía ser de otro modo después de que ya en la década de los noventa Neil Jordan lo retratara con una nueva visión en su Entrevista con el vampiro. El no muerto que se alimenta de sangre ya no es una alimaña como el Nosferatu de Murnau, ni siquiera una fiera rebosante de sexualidad como el que compuso Christopher Lee, no, ahora el vampiro está más cerca del Drácula de Bela Lugosi, todo un dandy, pero todavía más delicuescente. Como ya comentábamos a raíz de Kiss of de Damned, nos enfrentamos ahora con vampiros civilizados cuya moralidad es superior a la humana, así no es el vampiro la lacra sino los propios humanos y su degeneración.
En esta nueva interpretación del mito se inscribe sobre todo la última película de Jim Jarmusch, Only lovers left alive, pero también las vampiras de Neil Jordan en Byzantium.
En Byzantium la dulce voz de Saorise Ronnan (Lovely Bones) nos acompaña en off para adentrarnos en la delicuescencia de un relato sobre la necesidad de compartir nuestra historia para librarnos de la opresión de los secretos que no nos dejan mostrarnos como somos. Una narración mórbida y decadente sobre vampiros que necesitan amar y ser amados. Saorise es Eleanor, una eterna adolescente que convive con una eternamente joven Clara (Gemma Arterton), su madre, cada una mantiene una distinta relación con su condición vampírica: para Clara supone la fuerza de la vida eterna y se aferra a su existencia sin vacilar en vender su cuerpo para mantener a ambas y en cometer violentos crímenes para salvarse; para Eleanor supone el peso de vagar eternamente escondiendo su identidad, reniega de la violencia y se alimenta sólo de la sangre de enfermos terminales como si fuera un ángel de la dulce muerte. Huyendo de la escena de un crimen violento recalan en un ciudad vacacional costera (un lánguido Brighton) que conoció mejores épocas, allí Eleanor conocerá a Frank (Caleb Landry Jones), un adolescente enfermo de leucemia que va a cambiar el rumbo de sus vidas.
La historia de ambas mujeres es contada mediante acertados flashbacks en dos épocas distintas, el presente y el momento pasado en el que accedieron a su condición de vampiro. De gran poderío visual gracias a la fotografía de Sean Bobbitt, la película de Jordan se nos presenta como una reflexión sobre el instinto de supervivencia, la identidad y la necesidad de amar y ser amados. Todo ello enmarcado además dentro de una consideración sobre la condición femenina desde la modernidad hasta nuestros días: subyugadas y perseguidas en un mundo de hombres, ellas encuentran al final el modo de afirmarse y liberarse de su maldición.
Con un tono intimista y reflexivo, Bizantium se degusta como un plato delicado de aroma agridulce, entre la melancolía y la esperanza. A destacar, junto a la interpretación de sus protagonistas, la belleza de esa cascada sanguínea que llena la pantalla en cada conversión y todo el trabajo de fotografía y cromatismo. En lo negativo, si hay que ponerle algún pero, estaría su final un tanto precipitado y demasiado rosa para un cuento cuya tonalidad se pinta con la amplia gama de los fríos grises y azules.
Con un tono todavía más crepuscular nos llega la incursión de Jim Jarmusch en el género vampírico. Un filme totalmente nocturno que nos cuenta la historia de Adam y Eve (nombres fundacionales donde los haya) dos vampiros amantes que deciden reencontrarse (él está en Detroit, ella en Tánger) para afrontar la enorme depresión que le produce a Adam la decadencia de nuestro tiempo. Only lovers left alive es una película hipnótica que nos regala algo más de dos horas de disertaciones existenciales sobre nuestra condición en el mundo.
Adam (Tom Hiddleston) y Eve (elegantísima Tilda Swinton) , igual que los inmortales de Borges habían sido todos y cada uno de los hombres, llevan deambulando durante siglos, han conocido todas las épocas y han aquilatado toda la cultura de aquellas que fueron más doradas que la presente. Son pedantes, en el buen sentido del término, porque han atesorado el acervo cultural de siglos, ahora viven aislados de un mundo que ya no entiende la delicadeza, contaminado por enfermedades más morales que corporales, y en la que los hombres actúan masificados como auténticos zombies. La humanidad está podrida y a la pareja protagonista no le queda otra que refugiarse en su propio mundo cerrado y marginal, donde se entregan a la música, la literatura, la ciencia y el arte en general.
Adam y Eve son vampiros refinados, degustan la sangre no contaminada (cada vez más difícil de encontrar) en vasos de cristal de Murano, rojo elemento que consiguen en bancos de sangre porque la que corre por la venas es cada vez más insalubre y porque ellos ya no son alimañas, las alimañas son los humanos. Frente a ellos contrasta la figura de Ava (Mia Wasikowska), hermana de Eve, quien (como ocurría en Kiss of de damned) todavía se alimenta asaltando humanos y pone en peligro a los protagonistas. Este personaje al que podríamos, clasificar de inadaptado dentro de los inadaptados, sirve al relato como motor de la acción, pues por su causa la pareja tendrá que darse a la fuga. Una fuga que les llevará al límite donde acabaremos descubriendo que sólo el amor nos permite dignificarnos y vivir.
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