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VAMOS DE ESTRENO (o no) * Viernes 18 de noviembre *

LA LLEGADA (Arrival, Denis Villeneuve, 2016)

USA Duración: 116 min. Guión: Eric Heisserer (Relato: Ted Chiang) Música: Jóhann Jóhannsson Fotografía: Bradford Young Productora: Paramount / FilmNation / Lava Bear Films / 21 Laps Entertainment Género: Ciencia ficción

Reparto: Amy Adams, Jeremy Renner, Forest Whitaker, Michael Stuhlbarg, Mark O’Brien,Tzi Ma, Nathaly Thibault, Pat Kiely, Joe Cobden, Julian Casey, Larry Day, Russell Yuen, Abigail Pniowsky, Philippe Hartmann, Andrew Shaver

Sinopsis: Cuando naves extraterrestres comienzan a llegar a la Tierra, los altos mandos militares contratan a una experta lingüista (Amy Adams) para intentar averiguar si los alienígenas vienen en son de paz o suponen una amenaza. Conforme la mujer aprende a comunicarse con los extraterrestres, comienza también a experimentar flashbacks extremadamente realistas que llegarán a ser la clave que dará significado a la verdadera razón y gran misterio de esta visita extraterrestre… Adaptación del relato corto «The Story of Your Life» del escritor Ted Chiang, ganador de los reconocidos premios de ciencia ficción Hugo y Nebula.

Nadie es serio a los 17 años cuando hay tilos en el paseo”, escribió Rimbaud. El adolescente está abierto a la sensualidad, ante su ingenuidad todo parece circundado de emoción, sus ojos lo aspiran todo y su corazón se arroba ante la inmensidad por descubrir. El adolescente se busca a sí mismo investigando el mundo, definirse es en parte buscar las claves del todo, es por eso que a los 17 toda idea que nos llega, que nos toca, arraiga y construye auténticas autopistas por las que circularán siempre más nuestros modos de pensar la vida. De interpretarla. De sentirla.

arrival-poster2¿Por qué hablo de esto? Porque quiero retrotraerme, no a mis 17 sino a mis 18 años, para tratar de explicar por  qué me emociona tanto Arrival. A esa edad llegaba yo por primera vez a la universidad, con sed de conocimiento, con hambre de aprehender todas las esencias, las intelectuales y las vitales, esto es, las existenciales. Maleable como el estaño, una afirmación que no dejó de repetir el Dr Valverde, mi profesor de Historia de la Filosofía, se me quedó grabada a fuego: el pensamiento es lenguaje. No podemos pensar sin usar significantes y significados, la naturaleza de la palabra nos condiciona. Condiciona nuestra manera de interpretarnos y, más allá aún, condiciona nuestra manera de entender el mundo y la vida. Para mí aquello fue todo un descubrimiento y siempre más he perseguido la comprensión de las estructuras del lenguaje para iluminarme sobre cuál es el sentido de que esté aquí (en esta existencia condenada a muerte) y ahora, en un horizonte de tiempo limitado que, sin embargo, me permite esbozar (casi rozar) la idea de eternidad.

Si, como yo, ustedes son de aquellos a los que el pensamiento abstracto les hace vibrar, entonces deben detener su lectura de inmediato si aún no han disfrutado de la última obra de Denis Villeneuve, porque todo lo que yo escriba y ustedes lean a partir de aquí es susceptible de ser considerado spoiler (me temo que, a los que no amen las abstracciones, les he perdido hace ya muchas líneas). Hecha la advertencia, continúo mi exposición con la compañía de quienes quieran adentrarse en mi escritura, que es en verdad mi lectura (estaría bien que por una vez, y aunque no haya de servir de antecedente, quienes la compartan o la rebatan, dejen aquí su comentario).

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Amy Adams es la Dra. Louise Banks, excepcional filóloga, reputada, especialmente, por sus dotes de traductora. Para Banks el lenguaje es el pegamento que nos aglutina, el vehículo del afecto y la comprensión, pero también puede ser el arma que nos ponga en pie de guerra cuando caemos en malentendidos lingüístico-culturales. Herramienta privilegiada de comunicación cuando es bien usado, cuando se generan equívocos, en cambio, puede ser fuente de conflictos encarnizados. Como traductora sabe bien que hay que hilar muy fino en la asignación de significados a la lengua traducida, si se hace bien esa labor, estamos facilitando la comunicación entre dos sistemas de pensamiento distintos, que es tanto como decir que estamos tendiendo un puente entre dos culturas. El término ‘Arma’ designa a los dispositivos usados para atacar o defenderse, los instrumentos para matar; pero también puede hacer meramente referencia a un inofensivo medio para conseguir algo, una simple herramienta de trabajo. Dirimir en qué sentido lo está usando el interlocutor puede evitar una guerra o, al contrario, provocarla. Así de trascendente es su trabajo cuando el ejército estadounidense la reclama para hacer de intérprete de los extraños seres cuyas naves han descendido (como monolitos, sí) sobre distintos puntos de la tierra. De ella puede depender la paz mundial.

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No está sola en ese trabajo, la acompaña en su labor el Dr. en física Ian Donnelly, bien encarnado por Jeremy Renner. Humanidades y ciencia colaborando juntas para un mismo objetivo. Las dos culturas, como las denominó C. P. Snow, apoyándose y acabando así con el inconveniente que veía el propio Snow en su ruptura, para él la falta de interdisciplinariedad es uno de los principales escollos para la resolución de los problemas mundiales. No es, pues, casual que la adaptación del relato de Ted Chiang, Historia de tu vida, les haya dado esa formación a sus dos personajes centrales: sólo desde la cooperación de las dos ramas principales del saber humano podrá alumbrarse un horizonte de cero conflictos.

Pero, ¿qué es lo que puede llegar a tener en común la filología y la física? La búsqueda de pautas de regularidad a partir del único lenguaje universal: las matemáticas. Física y lingüística, además, se ocupan del estudio de uno de los objetos que más nos gustaría controlar: el tiempo. Y Arrival, que nos habla de la conciliación universal de las culturas, es también una película sobre paradojas temporales (no siendo, además, gratuito, que lo sea).

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La naturaleza del tiempo es una cuestión abierta en física, de una parte  tenemos una experiencia directa de que recordamos el pasado y no el futuro, a esto lo llamamos “la flecha del tiempo”, así, si lo miramos desde la física newtoniana, el tiempo es absoluto, todos los observadores miden el paso del tiempo de la misma forma y verifican que su ritmo es el mismo para todos ellos. Pero todo cambia desde la perspectiva del paradigma cuántico. En dicha teoría el tiempo no es igual que el resto de parámetros observables.  De hecho, se sabe que no podemos definir relojes cuánticos perfectos. No podemos definir un reloj basado en un sistema cuántico que nos dé un paso del tiempo usual, ¡siempre hay probabilidad de que el reloj funcione hacia atrás en el tiempo!

¿Qué ocurre con el tiempo teorizado por la lingüística? Es una categoría del verbo que nos permite establecer el antes y el después de un acto de habla. Podemos considerarlo como una línea doblemente orientada (hacia atrás, el antes, hacia delante, el después) respecto a un origen que no es absoluto sino variable. El tiempo verbal, que puede formularse como vector, nos permite imaginar temporalidades relativas desde las que se haga posible viajar en el tiempo hacia el pasado y hacia el futuro. Es el tiempo del lenguaje el que nos permite pensar el tiempo de la física, puesto que es la base de nuestras estructuras conceptuales.

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Desde ambas disciplinas se pueden enunciar paradojas temporales. Si Nolan, en Interestelar, partía de la física teórica para adentrarse en el terreno de la posibilidad de cambiar el futuro, Villeneuve hace lo mismo apoyándose en el universo que permite concebir mentalmente la lingüística. Si son las estructuras del lenguaje las que nos hacen posible conceptualizar el tiempo, determinando además nuestra percepción del mismo, bien podemos plantearnos la posibilidad de que existan lenguas con estructuras verbales que permitan otra percepción del tiempo en la que se difuminen las nociones de principio y final. Si esto fuera así, podríamos recordar el futuro e incidir en él.

En Arrival la llegada de las naves, las reacciones humanas ante ello, la operación militar para determinar la naturaleza del contacto, la distinta actitud ante ello de las potencias y países afectados, no son más que el macguffin de la historia (como lo es la intriga sobre el uranio en Encadenados, por poner un ejemplo). Un macguffin muy bien llevado, tanto que podemos disfrutar del filme quedándonos sólo con  ello. Villeneuve dosifica con maestría la intriga en una obra que destaca también por su imagenería visual, con los justos efectos especiales. Suficientes para dar espectacularidad, pero no tan excesivos que velen el tono intimista del enfoque. Porque el punto de vista desde el que seguimos la historia es el de la Dra. Banks, una protagonista casi absoluta, que no es una heroína de acción sino la mejor cabeza pensante implicada en la trama (cosa que nos vuelve a hacer repetir algo que hemos venido considerando: la mayor relevancia de los papeles femeninos en el cine reciente). Arrival nos mantiene en vilo hasta su plano final, inquietos y expectantes por cuál vaya a ser el desenlace.

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El final podrá parecer insuficiente a algunos espectadores. Por eso les recomiendo que no asistan al visionado esperando un final épico y efectista como lo tenían Encuentros en la tercera fase o Contact, (películas ambas que tienen concomitancias con esta cinta). Yo les digo que, aunque carezca de esa fastuosidad en su estructura superficial, eso queda compensado con la profundidad de su conclusión en la estructura profunda. Porque el mensaje último que contiene la cinta es que vivimos limitados por una temporalidad de la que sabemos muy poco, pero que eso no importa a la hora de afirmar la vida. Nuestro reloj biológico nos hace caducos, pero desde nuestra efemiridad somos capaces de enunciar la eternidad. Gracias al lenguaje podemos proyectarnos en el tiempo y reconocer que es bien poco lo que sabemos sobre finitudes o infinitudes. Pero lo importante es que siendo, como somos, capaces de nombrar la muerte futura, ello no nos es óbice para obstinarnos en vivir. Y decir con Zaratustra/Nietzsche: “¿Era esto la vida? ¡Sea otra vez!”

 

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