Serendipia’s Sitges Film Festival 2019: Octava cápsula
JUEVES 10 DE OCTUBRE (Fotos: Serendipia)
Para este día habíamos escogido tres cintas de Oficial Fantàstic Competició (Pelikan Blood, Le Daim y Swallow) y una de la sección Noves Visions (We Are Little Zombies) pero… dado que se habían terminado los pases de prensa de Swallow (Carlo Mirabella-Davis, 2019) a los cinco minutos de ponerse a disposición de los medios (¡Cuanta prensa acreditada, pensarán ustedes! Pues no, se trata de otra cosa. Si les decimos que son pases de prensa -en teoría- pero abiertos al público -igual ya lo van entendiendo, ¿no?, pues eso). Así que nos tuvimos que conformar con Depraved, una cinta perteneciente a Panorama, una de las secciones, según nuestra experiencia, menos recomendables del festival.
Pelikan Blood (Katrin Gebbe, 2019) narra el horror que sufre una madre soltera amaestradora de caballos problemáticos cuando, al adoptar a su segunda hija, Raya (Katerina Kipovska), descubra que no ha llevado a su casa precisamente un ángel pues la niña, haciendo honor a su nombre, irá rayando a todo el que se cruce en su camino convirtiendo progresivamente un hogar y una vida feliz en un infierno. Un horror doméstico que demuestra que la maternidad no siempre es la situación ideal. Con un magnífico elenco de actores, de entre los que destaca Nina Hoss, que interpreta a la sufridísima madre, y naturalmente la pequeña Katerina, que conseguirá que la lleguemos a odiar profundamente.
Por su parte Le Daim (Deerskin) fue una de las películas que más expectativas levantó entre el nutrido grupo de seguidores que Quentin Dupieux tiene en Sitges. Capaz de dividir al público de manera radical entre los que encuentran su gracia a los chascarrillos del cineasta y los que no, el filme goza de la presencia de Jean Dujardin y Adèle Haenel, dos populares rostros del cine francés que nos sumergen en el humor absurdo de Dupieux, que aprovecha esta historia para reírse de él mismo y de su público, de su supuesta autoría y de los concienzudos análisis a los que pueden haber dado pié sus cintas. Una agradable sandez.
Por su parte, Wî â Ritoru Zonbîzu (We Are Little Zombies, 2019), primer largo de Makoto Nagahisa cubrió nuestra saludable tasa oriental del día. Y es que a Serendipia, desde hace un tiempo, es el cine asiático el que más alegrías le está ofreciendo y el que más sorpresas y propuestas originales le ha deparado. Y Wî â Ritoru Zonbîzu, desde luego, no fue una excepción. Relato de crecimiento en el que la muerte hermanará a los jóvenes protagonistas y servirá para tratar otros temas como la sensación de no ser querido; la dificultad de expresar y mostrar sentimientos y emociones; o la rabiosa competitividad presente en la sociedad nipona. Sin olvidar otras problemáticas actuales derivadas de los fenómenos virales. Y Nagahisa, creativo de publicidad y realizador de videoclips, hará todo esto y mucho más experimentando con la imagen, jugando con multitud de recursos, la mayor parte de ellos provenientes de la estética de los videojuegos, pero también cromáticos como la utilización del blanco y negro y la saturación de color. En su contra tendrá la extensa duración del filme. O puede que acusáramos agotamiento.
Y nos tenemos que desdecir en parte, pues a pesar de pertenecer a la sección Panorama, la película que nos llevaría por única vez en esta edición al Retiro -que necesita un cambio de butacas urgente-, no estuvo nada mal. Tanto que quizás hubiera merecido una oportunidad en Sección Oficial. Depraved (Larry Fessenden, 2019), es una enésima vuelta de tuerca al tema del moderno Prometeo, en esta ocasión con la participación del Dr. West (vía cuento original de H. P. Lovecraft). Con un argumento que nos recuerda la memorable El cerebro de Frankenstein (Frankenstein Must Be Destroyed, Terence Fisher, 1969), en Depraved, Adam, la ‘criatura’, tiene flashes de su vida anterior, que intentará recuperar a pesar de contar con un cuerpo que no reconoce, con resultados trágicos, como no podría ser de otra manera. Con esta cinta, este hombre orquesta del cine que es Larry Fessender vuelve a un tema que no le es ajeno y que ya ha tratado en cortos y largometrajes, y lo hace abordando la novela de Mary Shelley y bautizando algunos de sus personajes como Henry, Polidori o, directamente, Shelley. La virtud de la cinta es que, dándole un nuevo formato, acercando la temática a nuestro presente, logra insertar los momentos claves de la novela y, más aún, los que el cine le ha ido adhiriendo desde la mítica adaptación de Whale. La película funciona de manera notable mientras la acción se mantiene dentro del loft donde criatura y creador desarrollan sus lazos, el crecimiento de Adam y la satisfacción de Henry ante su obra y su logro de derrotar a la muerte, pero cuando salimos de ese ámbito se altera el ritmo, se pierde ponderación y acaba haciendo aguas en un final excesivamente operístico. ¡Ah!, por cierto, también en su cartel hace un homenaje, en este sentido a Karloff y a uno de los pósteres originales del clásico de James Whale.
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