VAMOS DE ESTRENO (o no) * Viernes 23 de septiembre de 2016 *
BASKIN (Can Evrenol, 2015)
Turkia Duración: 97 min. Guión: Ogulcan Eren Akay, Can Evrenol, Cem Ozuduru, Ercin Sadikoglu Música: Ulas Pakkan Fotografía: Alp Korfali Género: Terror
Reparto: Muharrem Bayrak, Mehmet Akif Budak, Fadik Bülbül, Mehmet Cerrahoglu, Elif Dag, Mehmet Fatih Dokgoz, Aslihan Erguvan, Mümin Kaar, Gorkem Kasal, Sevinc Kaya, Serhat Mustafa Kiliç, Ergun Kuyucu .

Aciertos tiene: la atmósfera insana de ese inframundo al que desciende la patrulla, con su gore a lo Fulci y que tiene su clímax con la salida a escena de ese enano-maestro de ceremonias infernal; el intento de construir un relato en el que el plano de lo onírico se confunde con el plano de lo real, para acabar manifestándose como narración de un auténtico bucle temporal; la escena casi costumbrista en la que se nos presenta a los protagonistas (y que a mí, llaménme rara, es lo que más me interesa del filme)… Pero (uno de esos peros en los que uno se apoya en la sílaba tónica para alargarlo hasta el infinito) no, la película es un no. Y lo es porque no puede ocultar que su origen es un corto que aquí se ha hinchado con planos innecesarios, escenas alargadas a fuerza de utilizar la cámara lenta y episodios inconexos que poco aportan, hasta conseguir unos escasos noventa minutos que puedan hacerlo pasar por un largo. Escaso sentido del ritmo, una intriga que se apoya en la acumulación y no en la tensión dramática, mera suma de momentos más que trabazón narrativa, son lastres que empañan el resultado cuanto menos cuando ya conoces el argumento. Baskin es una de esas películas que es disfrutable en el marco de un certamen, pero que vista en solitario, y sin el cansancio eufórico que arrastra el espectador durante un festival, no tiene solidez suficiente como para funcionar por ella misma.
Un debut justito el de Can Evrenol y cuidado que ya está trabajando en la secuela. No sé si nos quedarán ganas.
NERUDA (Pablo Larraín, 2016)
Chile/España/Francia. Duración: 107 min. Guión: Guillermo Calderón Música: Federico Jusid Fotografía: Sergio Armstrong Productora: AZ Films / Fabula / Funny Balloons / Participant Media / Setembro Cine / TELEFE Género: Drama biográfico
Reparto: Luis Gnecco, Gael García Bernal, Mercedes Morán, Alfredo Castro, Pablo Derqui, Marcelo Alonso, Alejandro Goic, Antonia Zegers, Jaime Vadell, Diego Muñoz, Francisco Reyes, Michael Silva, Victor Montero
Sinopsis: En 1948, el senador y escritor Pablo Neruda acusa al gobierno chileno de traicionar a los comunistas en el congreso. El presidente González Videla lo desafuera y ordena su captura. El poeta emprende la huida del país junto a su mujer. Mientras es perseguido por el prefecto de la policía, Neruda comienza a escribir «Canto general» y se convierte en símbolo de la libertad y leyenda literaria.
Pablo Larraín no ha querido hacer un biopic al uso, él mismo declaraba tras su estreno en Cannes, que la suya “más que una película sobre Neruda, es una película nerudiana”. Larraín toma la figura del poeta y construye un relato poético más cercano a la obra que a un prosaíco documento sobre el autor de la Canción desesperada. El suyo es un retrato ficcionado que juega a mostrarnos la construcción del mito, sin dejar de entrar para ello en su cara oculta, en la húmeda intimidad gástrica como la llamaba Sartre (no es baladí que la película arranque en los lavabos del senado chileno con los políticos discutiéndo allí).
Tomando la falsilla de un momento concreto de la vida de Neruda, el período en el que por la ilegalización del Partido Comunista se vio forzado a la clandestinidad, primero, y al exilio, después, Larraín penetra en el Neruda hombre, con su complejidad y sus contradicciones: mujeriego, megalómano, aburguesado en ocasiones, pero también entrañable, idealista y generoso en otras. Y así nos irá desgranando el reverso de su imagen idealizada y lírica. Pero el director chileno no se limita a ello, si se hubiese limitado a desvelar el lado antiheroíco, su cinta habría sido un retrato plano más, lo que dimensiona el filme del autor de No es haber introducido en la trama la figura del perseguidor, así lo emparenta con el género policíaco pero para llevarlo mucho más allá. La voz narrativa se entreteje con el objeto a narrar y aporta un punto de vista que permitirá la digresión y el metadiscurso.
Al frente de la trama nos encontramos con una tríada protagonista, el poeta, el comisario encargado de detenerlo (de cuya existencia real sólo se conserva el nombre, Óscar Peluchonneau), que pone la voz en off como narrador en primera persona, y la “hormiguita”, Delia del Carril, segunda esposa de Neruda y auténtica artífice de su pátina legendaria. Lo humano y lo mítico se entremezclan en este juego de enfrentamiento entre el poeta y su antagonista, un juego entre gato y ratón que nos trae dos personajes que acaban confundiéndose en uno solo, pues ambos se necesitan para existir (como Los duelistas de Conrad adaptados al cine por Ridley Scott). La primera persona insertada en el filme permite auténticos juegos con el adentro de la ficción narrada y una estancia metadiscursiva en la que se cuece el afuera. No son pocas las escenas en la que este desdoblamiento se plasma con un cambio de eje que nos saca del decorado de la trama para instalarnos en el espacio de la metaficción más universal que la ficción misma. Desde ahí se introducen los hilos de la reflexión sobre el crear mismo que convierte a la cinta de Larraín en un ejercicio que es a la vez de antibiografía y de digresión literaria. Lo importante no es sólo alejarse de la descripción romántica de Neruda, lo verdaderamente significativo es analizar cómo se tejen los mitos, cómo se construyen los iconos y dilucidar quién es el verdadero autor del autor, quién escribe a quién y reparte los roles. En este sentido la secuencia más relevante es la que relata el encuentro (supuesto) entre Peluchonneau y Delia del Carril, secuencia en la que se ponen las cartas narrativas sobre la mesa y viene a concluir que poco importa la historia porque el espacio de la leyenda es el verdadero taller donde se confecciona el sentido. Neruda es también, así, la historia de un sacrificio, el de la esposa del poeta que se busca secundaria para contribuir a que el mito prevalezca, un mito en el que ella ha sido creadora activa pero del que borra su huella porque el vate es el que ha de pasar a la historia como dador de nombre y constructor de épica. Sólo de ese modo se da esperanza a los hombres.
FLORENCE FOSTER JENKINS (Stephan Frears, 2016)
UK Duración: 110 min. Guión: Nicholas Martin Música: Alexandre Desplat Fotografía: Danny Cohen Productora: Qwerty Films / Pathé / BBC Films Género: Comedia dramática
Reparto: Meryl Streep, Hugh Grant, Simon Helberg, Nina Arianda, Rebecca Ferguson, Neve Gachev, Dilyana Bouklieva, John Kavanagh, Jorge Leon Martinez, Danny Mahoney, Paola Dionisotti, David Menkin, Tony Paul West, Philip Rosch, Sid Phoenix
Sinopsis: Narra la historia real de Florence Foster Jenkins, una mujer que, al heredar la fortuna de su padre, pudo cumplir su sueño de estudiar para ser soprano. El problema era que carecía de talento, pero la gente acudía a sus recitales para comprobar si de verdad era tan mala cantante como decían los críticos.
Hace bien poco, concretamente a principios de abril de este mismo año, les hablábamos de Madame Marguerite, una producción europea que abordaba, en clave de ficción, el caso de una millonaria que desea, a pesar de hacerlo nefastamente, cantar ópera en público. Y realiza su sueño, siendo adoptada por unos divertidos anarquistas que harán de ella una figura que podría formar parte de un circo de fenómenos. La historia estaba basada en la de Florence Foster Jenkins, una adinerada norteamericana, y esa historia es la que ha dirigido Stephan Frears en lo que ha resultado ser una coincidencia que podría haber sido desafortunada y, sin embargo, no lo es porque ambas cintas tienen su valor y son dos modélicas producciones (cada una en su estilo y enfoque) que no tienen porque ser comparadas. Si acaso la más ficticia incide más en lo trágico e universal de la anécdota, pero ambas tratan a la imposible soprano con gran tacto, consiguiendo que el espectador ría, pero también sienta, a la vez, lástima y simpatía por ella. Ambas hacen gala de una extrema ternura.
En esta, Meryl Streep encarna a la protagonista con la solvencia que la caracteriza, consiguiendo meterse en el personaje y realizando casi una transformación física a la altura de las de Lon Chaney; mientras que Hugh Grant demuestra que, a pesar de que ya no es aquel joven galán que vivió tan buenos momentos en los años noventa, sigue manteniendo el encanto de antaño y continúa siendo el mejor para interpretar a esos bribones simpáticos que tan bien sabe encarnar. Nos gana con su encanto y su clase. Sin olvidar a Simon Helberg, el tercero en discordia. Popular por ser uno de los protagonistas de la popular serie Big Bang Theory, escapa de su encasillamiento interpretando al pianista que acompaña a la Jenkins. También destaca la banda sonora de Alexandre Desplat.
Comedia agridulce pero, ante todo comedia, Florence Foster Jenkins es una magnífica y refinada propuesta cinematográfica compatible con Madame Marguerite, pues las dos cintas son lo suficientemente diferentes como para convivir e incluso soportar un programa doble conjunto.
EL HOMBRE DE LAS MIL CARAS (Alberto Rodríguez, 2016)
España Duración: 123 min. Guión: Alberto Rodríguez, Rafael Cobos (Libro: Manuel Cerdán) Música: Julio de la Rosa Fotografía: Alex Catalán Productora: Zeta Cinema / Atresmedia Cine / Atípica Films / Sacromonte Género: Thriller
Reparto: Eduard Fernández, José Coronado, Carlos Santos, Marta Etura, Emilio Gutiérrez Caba
El Hombre de las Mil Caras es la historia del hombre que engañó a todo un país. Inspirada en el libro periodístico de Manuel Cerdán Paesa, el espía de las mil caras, es un thriller ambientado en los años 90 que gira en torno a la vida del agente secreto español Francisco Paesa y su determinante papel en la fuga y posterior entrega del entonces jefe de la Guardia Civil, Luis Roldán. Pero es mucho más, es la confirmación de Alberto Rodríguez como un magnífico director de thriller, algo que ya demostró con La isla mínima (2014) y que corrobora ahora con esta mezcla de ficción y realidad, espionaje y corrupción. José Coronado, el actor mejor y peor aprovechado del cine español, realiza un magnífico papel como testigo y narrador de todos los acontecimientos en los cuales el principal protagonista es el súperespía español Paesa, magistralmente interpretado por Eduard Fernández, personaje para el cual los demás serán tan solo piezas del tablero a la espera de la jugada maestra.
El director mantiene la tensión durante las dos horas de duración de la cinta (que en este caso resultan justificadas) con el concurso imprescindible de la magnífica banda sonora de Julio de la Rosa, que acompasa el pulso de nuestro corazón con el vertiginoso ritmo de la narración hasta su desenlace. Algunos comentarios cuestionan la utilización de la voz en off, pero su compañía resulta necesaria, de entrada, si no queremos perdernos en la complejidad que en algunos momentos tiene la trama. Pero hay más argumentos en favor de ese recurso, la utilización de la primera persona para narrar nos mete más de lleno en la acción haciéndola más cercana al espectador e imprimiéndole aún mayor fuerza.
Saliendo de ver otra producción española, un crítico afirmaba que en España no se sabía hacer cine de género de calidad, yo defendí entonces (y defiendo ahora) lo contrario, poniendo como ejemplo destacado, precisamente, La isla mínima. El Hombre de las Mil Caras está nuevamente a la altura de las mejores producciones que ha dado el thriller: sabiamente narrada, con un sentido del ritmo del que sólo las mejores producciones hacen gala, más que meritoria en la construcción de personajes y destilación de la intriga, atenta a los detalles sin olvidar esos toques de humor que imprimen carácter a la trama y la hacen aún más ágil. Es cine corazón, cine con garra, pero también cine de preciosista factura y sabia puesta en escena, con unas interpretaciones sobresalientes y una dirección de pulso perfecto. El Hombre de las Mil Caras, impecable ejercicio de crónica política ficcionada, es cine. Cine de ese que puede escribirse con mayúsculas y perdurar en la historia.
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