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Diario de Serendipia en Sitges 2021: Remontando la pandemia. Décima cápsula y Coda

Y llega la última jornada. Y lo cierto es que el cansancio ya -casi- puede con Serendipia. No va a ser un día maratoniano, tan solo tres películas. Si ayer nos despedíamos por todo lo alto del cine Prado hasta el próximo año (el Retiro no lo hemos pisado en esta edición), este será el día en que lo hagamos del Tramontana, donde hemos visto 22 películas de las 40 del total. 

Fotos: Serendipia

El último madrugón del festival y con una película que, a priori, promete ser la más divertida y loca del festival, pues, ¿Qué puede fallar con la unión del director japonés Sino Sono y del actor Nicolas Cage? ¿Qué puede salir mal? Pues las expectativas en gran medida fallaron, pues Prisoners of the Ghostland (2021), última película de Sono, no ha gustado a casi nadie. Y eso que es una locura protagonizada por Cage embutido en cuero en un ciudad del siglo XXI habitada por  samuráis, vaqueros y geishas. Pero esta versión de Mad Max salida de la pluma de un loco no llega a convencer, a pesar de contar con la participación de la actriz argelina Sofia Bouteda, a la que pudimos ver como letal agente en Kingsman: Servicio Secreto (Kingsman: The Secret Service, Matthew Vaughn, 2014); como princesa resucitada en La momia (The Mummy, Alex Kurtzman, 2017) o en Climax, de Gaspar Noé, donde también tuvo ocasión de exhibir sus habilidades con la danza; y que es lo mejor de este show. Poderosa en el plano de lo visual, esta parodia casi onírica de las películas de acción, no termina de cocinar bien sus dosis de excentricidad y acaba desperdiciando su potencial. Su calificación en Rotten Tomatoes demuestra que, la cierta indulgencia con la que la ha visto la crítica, no ha calado en el público (6,3 de los profesionales, frente al 2,5 de la audiencia) y esto es casi lo peor que podía pasarle a un filme de estas características.

Tides (Tim Fehlbaum, 2021) fue la siguiente propuesta y última que vimos dentro de la sección Oficial Fantàstic Competició, una correcta producción germano-suiza de ciencia-ficción de cariz ecologista ambientada en un escenario postapocalíptico, con todo lo cual no extrañará a nadie que esté producida por Roland Emmerich. Una nave retorna a la Tierra para comprobar si vuelve a ser habitable, pues a causa de las guerras, las pandemias y el cambio climático ha habido un éxodo de la especie hacia el exoplaneta Kepler-209, cuya atmósfera ha vuelto estériles a sus habitantes. Antes de ellos hubo una nave avanzadilla, la Misión Ulises, con la que se perdió el contacto. En ella iba el padre de Blake, la protagonista (Nora Arnezeder), que embarcó en esta segunda misión con la esperanza de encontrarlo. Con una primera parte muy similar a El planeta de los simios (hablo de la original de 1969), incluidos los humanos asilvestrados, la intriga se va desarrollando y, naturalmente, Blake, única superviviente de la nave descubrirá lo que pasó con los integrantes de la Ulises y con su padre. También por primera vez le vendrá el periodo. Conclusión: no tenemos remedio pero… siempre hay una pequeña  esperanza (al menos en la ficción). Todo en una interesante cinta que, con su crítica social y su denuncia del espíritu del colonialismo, se alzó con cuatro estatuillas en los Premios del cine alemán, incluyendo el de banda sonora. La película de Fehlbaum se estrenará comercialmente con el título internacional en inglés, The Colony. Ya nos pilló con todo el agotamiento del mundo pero lo cierto es que gana enteros cuando la recordamos con perspectiva, lo que no obsta para concluir que con un poco más de pulso y mejor calibrado de la intriga podría haber salido de la medianía en la que se instala. Tides fue proyectada en compañía de un cortometraje de lujo, Mask of Evil Apparition, de Alex Proyas, que parecía más el teaser de una producción de más envergadura. En sus veinte densos minutos de duración puede apreciarse todo el imaginario del mejor Proyas (clones, gemelos, ciudad nocturna, art decó…), que también es guionista del proyecto.

Para esta jornada tan solo nos quedaba una sesión, el pase de prensa de la cinta de clausura, The Green Knight (David Lowery, 2021), que pudimos ver en Tramontana junto al cortometraje Goya 3 de mayo (2021), de Carlos Saura, el cual en 14 minutos recrea los antecedentes que culminan en la escena que inspiró a Goya una de sus grandes obras maestras. De factura impecable, nos pareció mucho más interesante su inicio, donde la imagen nos sumerge en el horror por medio de los grabados que componen la serie Los desastres de la guerra, que el cuerpo del relato, pues no logra transmitir el dramatismo de la pintura de Goya. Y de un viaje a la historia de nuestras tierras, por arte de magia de la sala oscura, descendimos sobre un lienzo cinematográfico pintado por David Lowery en el que nos remontamos todavía más en la historia, hasta la Edad Media, pues The Green Night es la última adaptación del romance artúrico Sir Gawain y el Caballero Verde, un poema que representa la típica fábula de tentación de la literatura medieval en la que el héroe es sometido una serie de adversidades reunidas como exámenes o «pruebas» de la virtud moral. El director de A Ghost Story (2017) despoja al relato de cualquier asomo de ropaje épico, baja a los héroes de Camelot a pie de calle con una clara voluntad desmitificadora, pero, lejos de convertirlo en un sumario prosaico, lo dota de la poesía que se desprende de lo usual si se tiene la suficiente sensibilidad para verlo. Descender a la altura de lo diario lo que la tradición ha enaltecido como maravilloso es una carta que ya jugaba en su obra de 2017 (y que agradó más a Serendipia que la que nos ocupa), Lowery parece explorar nuestro mundo desacralizado a través de los tropos de lo fantástico, haciendo que sumen del mismo lado fuerzas contrapuestas como pueden ser la voluntad de desmitificar y la capacidad de crear nuevas fantasías, en su obra nos encontramos con la magia que permanece después de eliminar lo insólito y extra-ordinario. Podría decirse que hace humano al misterio. Su Sir Gawain es el héroe menos heroico que nos ha regalado cualquier viaje a lo artúrico, la cinta de Lowery se aparta de las adaptaciones hollywoodienses, pero también, en buena medida, de la Excalibur de John Boorman con la que buena parte de la crítica se empeña en ponerla en relación, cuando lo único que comparten es ser dos tratamientos autorales del material legendario. Lowery cuestiona la idealización en una medida en que Boorman no lo hace, reduce lo feérico a lo imprescindible y el peso de su relato lo tiene la condición trivial del sobrino de Arturo, movido más por lo que otros esperan, que por su propia aspiración. Dev Patel encarna a un Gawain aniñado que obra conforme se espera de un aspirante a caballero de la mesa redonda, más que bravura lo que posee es una inocente inconsciencia y un gran afán por agradar, cuando concluya su viaje y haya madurado, ante la visión de lo que le deparará el futuro, declinará la oferta del destino y preferirá acabar antes de haber empezado. El viaje de aprendizaje y prueba es ocasión para que fluya lo sobrenatural, Lowery no lo escatima, pero parece más interesado en dejar ver la parte más humana (más mísera, si se quiere) que la leyenda ocultaba o, mejor dicho, sublimaba. El director de Milwaukee no es un materialista, pero sí que busca ser naturalista, lo imaginario es subsidiario de lo real en su obra, poblada esta por antihéroes con una pátina de melancolía que les confiere cierta magia. La magia de lo humano florece sirviéndose de lo feérico para dejarlo atrás, en un mundo que siempre tiene carácter pictórico gracias a la estrecha colaboración de Andrew Droz en la dirección de fotografía de sus dos últimos filmes. La cadencia narrativa de Lowery no es plato de gusto para todos los paladares, pero, sin duda, el suyo es uno de los nombres que habrá de ser tenido en cuenta cuando hablemos del fantástico del S. XXI (dejemos, lo de si es elevado o no, para otros más amantes de las etiquetas).

Serendipia se recogió con buen sabor de boca, mientras iba tropezándose con las opiniones más dispares sobre lo que acababa de ver. Y es que Sitges es más que un certamen, hay casi tantos festivales personales como espectadores convoca.

CODA: Diario de Serendipia en Sitges 2021: Remontando la pandemia. Décima cápsula y 1/2

El domingo es un día habitualmente dedicado a maratones cinéfagos para el público en general pero, en tiempos de pandemia, ha pasado a ser una jornada más tranquila con sesiones individuales de películas ya ofrecidas durante el festival. Es una jornada que Serendipia suele emplear en dormir y en preparar el equipaje para la vuelta, pero este año se ofreció la película sorpresa en domingo, lo que daba opción a verla como prensa, así que nos apuntamos. Además, tocaba degustar un menú especial en Aigüadolç con unas personas también muy especiales, Quim Crusellas y Víctor. Y vaya si el menú fue especial, ¡basta ver la foto que lo inmortaliza!  Previamente al ágape, en l’Auditori, Serendipia tuvo ocasión de hablar con Emilio Gutiérrez Caba, toda una institución del cine y teatro español que forma parte de la memoria sentimental de varias generaciones y que, además, es un señor muy amable y muy cercano que se fue a casa con un merecidísimo Premio Nosferatu. También nos topamos, y no nos lo esperábamos, con Carlos Saura, a quien pudimos saludar brevemente y que recibió el Gran Premio Honorífico.

Y con el estómago agradecido nos aventuramos a ver la película sorpresa, con la que nos despediríamos este año, de l’Auditori y del festival. Dashcam (2021) es una divertida propuesta de Rob Savage, el director que, hasta ahora, ha sacado más rédito de la pandemia con Host, una fantasía de terror que se desarrolla durante una llamada de Zoom entre varios amigos que, como esta, tan solo puede entenderse en este marco que estamos viviendo. Tanto una como otra, representan un tipo de cine, de carácter totalmente independiente, que conecta más con el público joven, pues le habla en el mismo idioma que ellos utilizan a diario. En esta ocasión el director llevará al espectador a una emisión en streaming protagonizada por una negacionista del Covid y activista pro-Trump que se encontrará cara a cara con el terror y que, en lugar de huir despavoridamente, se meterá de cabeza en el mismo. Con mucho de comedia, servida por la protagonista, Annie Hardy, y por supuestos espectadores que van dejando comentarios en vivo durante la sesión, Dahscam es terror del siglo XXI realizado con los medios y el lenguaje del siglo XXI, y cuenta con el apoyo de Blumhouse, compañía que ha sabido ver el filón y con la que Savage ha firmado un contrato para tres películas.

Finalizada la proyección, tanto el director como su alocada protagonista saltaron a la arena de l’Auditori para hacer frente a una sesión de Q+A, pero Serendipia optó por retirarse y recogerse. Habían sido 10 días sumergidos en una burbuja de cine con muchos amigos dentro, y ya era hora de ir volviendo a la (cruda) realidad.

Tan solo quedan las conclusiones de esta edición y el Palmarés, pero serán en la próxima, y última, entrada en el Diario de Serendipia en Sitges 2021.

Categorías: Sitges Film Festival
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