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Diario de Serendipia en Sitges 2021: Remontando la pandemia. Primera cápsula
Si la edición de 2020 del Sitges Film Festival se realizó en plena pandemia con poca afluencia de público y prensa y las medidas de seguridad agravadas durante la segunda semana, dando lugar a escenas desoladoras de pueblo fantasma, este año ya podemos hablar de una clara recuperación, materializada en el total levantamiento de las medidas preventivas, con excepción de la mascarilla en interiores, y la recuperación de la afluencia de público. Y todo en una variopinta edición que ha sido recibida con tanto entusiasmo como frialdad. Lo habitual, vamos. Vuelta a la normalidad.

Foto: Serendipia
Serendipia ya está instalado en Sitges. Más cerca de l’Auditori que en años anteriores y con la parte más torpe del ente recuperándose de una reciente operación, de la que todavía quedaba una sonda introducida en salva sea la parte, que hizo aún más interesantes y emocionantes las jornadas vividas en el festival. A ello se sumaba cierto fastidio por no haber podido conseguir buena parte de las entradas de prensa deseadas, pues se agotaron en lo que se tarda en espirar, a resultas de lo cual hubo que recurrir a un plan B y decantarse por «lo que surgiera», conformándose con las entradas disponibles a películas alternativas, ello que dio pie a sorpresas y batacazos. Y no debería sorprenderlo, pues es el pan de cada año y en vista de lo sucedido, va a peor (o no).
Pero como dijo aquella pequeña gran sabia: «peor es morirse«, así que: comenzamos.
Y lo hacemos con Noves Visions y El apego, una producción argentina ambientada en los años setenta rodada con una preciosa fotografía en blanco y negro que recoge temas siempre actuales, como los abortos clandestinos, muchas veces por embarazos producto de violaciones; los abusos en la infancia; y la adopción ilegal de niños. Todo ello en una historia protagonizada por mujeres. Distintas generaciones de mujeres. Historias en las que habrá amores «prohibidos», un tardío despertar sexual cuya pasión dará, textualmente, color a la película, y un crimen. Un completo catálogo melodramático narrado de manera realista hasta que, inesperadamente, todo se torna truculento. El apego está dirigida y escrita por Javier Diment, que ya participó anteriormente en otra edición del festival con El eslabón podrido (2015).
Comienzo ligero, pero ideal para atenuar el ansia de cine que a estas alturas nos invade. Vamos a por más. Tras el no demasiado sorprendente cortometraje La inquilina (Lucas Paulino y Ángel Torres, 2021), protagonizado por una de las tres personalidades premiadas con el Gran Premio Honorífico de esta edición del festival, Belén Rueda, llegó la esperada Mona Lisa and the Blood Moon, cinta inaugural dirigida por Ana Lily Amirpour, cineasta británica que no dejó a nadie indiferente con su debut, A Girl Walks Home Alone at Night (2014), película que arrasó en Sitges obteniendo tres premios y que, con la apocalíptica The Bad Bach (2016), confirmó su adscripción al fantástico. Ana Lily, presente en el festival, demostró además que ya es de la familia, repartiendo simpatía con todos. Se la pudo ver siempre en compañía de uno de los actores del film, el perrito Benny, con quien también estuvo en Venecia, levantando los habituales chismorreos entre la prensa del corazón.
Mona Lisa and the Blood Moon es un cuento, una fábula protagonizada por una joven con poderes psíquicos, Mona Lisa Lee (la coreana Jeon Jong-seo), que, tras diez años recluida, escapa del manicomio en el que está internada y se pasea, cual Makoki, por las calles de Nueva Orleans ataviada con su camisa de fuerza. Allí hará extrañas amistades con diversas aves nocturnas, entre ellas la stripper Bonnie (Kate Hudson), todo ello de nuevo en una historia de mujeres fuertes en la que la banda sonora tendrá un importante peso. Su excelente factura visual, con perfecto ensamblaje con su score, hace de este cuento de hadas perverso un delicioso caramelo cinematográfico de agradable consumo. Un buen final catártico la culmina y nos deja una amplia sonrisa cuando abandonamos la sala.
Titane, segunda y laureada cinta de Julia Ducournau, que en Sitges se ofrecía fuera de competición, era otro de los platos fuertes. Desembarcada desde Cannes con la Palma de Oro bajo el brazo y cierto aire polémico por la supuesta dureza de alguna de sus imágenes, algo que también sucedió con su anterior trabajo, Crudo (Grave, 2016) y que, como en aquella, tan solo se trataba de un reclamo. Titane es ciertamente una película extraña, que nuevamente deja entrever un mensaje de diversidad sexual y que contiene ciertos toques del primer Cronenberg: mutaciones; carne y metal y transformación física en una colección de imágenes, algunas realmente bellas y potentes, hilvanadas por un fino hilo narrativo mediante escenas tan atractivas como surreales, algunas con repuntes filogay, como las protagonizadas por ese cuerpo de bomberos bailarín. Todo en una película muy loca, protagonizada por una Agathe Rousselle casi debutante, que se las tendrá que ver con el gran Vincent Lindon. Titane entusiasma tanto como desagrada, pero no defrauda y enriquece el imaginario de la joven directora francesa, a la que sin duda no hay que perder el rastro. Personalmente consideramos que es una de esas experiencias que pide ser repetida más de una vez.
Y Serendipia termina esta potente primera jornada de festival con Censor (2021), una narración ambientada en Inglaterra durante el mandato como Primer Ministro de la conservadora Margaret Thatcher, época en la que se hicieron célebres las denominadas Nasty Movies, películas prohibidas en los video club ingleses por, presuntamente, incitar a la violencia. Prohibición que, en verdad, era toda una cortina de humo para ocultar la fuerte crisis económica que se vivía, marcada por el paro, los recortes sociales y los duros conflictos con la minería. Censor demuestra una vez más que no por ocultar la ficción terrorífica desaparece el horror real, ya que este terror imaginario no es más que una válvula de escape, una catarsis del cotidiano, el que destruye hogares y esperanzas. Una interesante ópera prima dirigida por la galesa Prano Bailey-Bond que inevitablemente nos hace traer a la memoria Berberian Sound de Peter Strikland pues ambas son ejercicios de metacine desarrollados desde el punto de vista de un componente del relato fílmico al que, aún siendo fundamental, no siempre se le da el protagonismo que merece, en la segunda la acción se desarrolla de la mano de las circunstancias del ingeniero de sonido del filme que se dobla dentro del filme, en Censor la mirada se proyecta desde los avatares de Enid y su trabajo como censora, y en ambas cintas su personaje principal irá perdiendo pie a lo largo del relato. Siguiendo la peripecia de Enid, Censor se adentra en el terreno de la reflexión sobre como la censura, al contrario de lo que pretende, alimenta nuestro deseo de ver lo prohibido, lo que incomoda a la sociedad dominante, y encumbra lo que pretende ocultar. Aunque el debut de Bailey-Bond palidece en su comparación con la cinta de Strikland, no deja de ser interesante y meritorio y, desde luego, tiene muy merecido el haber sido incluida dentro de la Sección oficial Fantàstic Competició,
Cuatro películas ya nos parecieron suficientes para el primer día, pero Serendipia se quedó con la espina clavada de no haber podido ver The Deep House, la nueva propuesta gótico-submarina de Bustillo y Maury, pero el que su pase de prensa estuviera programado ¡a las 11 de la noche!, teniendo que madrugar no solo al día siguiente, sino durante todas las jornadas del festival, no ayudaba a hacerlo y sí a reservar energías ante lo que teníamos por delante.

Maury y Bustillo durante la rueda de prensa ofrecida por The Deep House (Foto Serendipia)
Finalmente, y mientras preparamos la segunda cápsula, les dejamos con el primero de los cinco estupendos video-resumen realizados por nuestro amigo Quim Crusellas y su equipo durante el festival. Hay otros festivales, tantos como sujetos, pero este es el oficial: el del glamour y el de las alfombras rojas, que aunque pilla lejos a Serendipia, también existe.
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