
CROMOS, CROMOS Y CROMOS.
UN VIAJE POR LAS COLECCIONES DE LOS ÚLTIMOS 100 AÑOS
Guillem Medina
Diábolo Ediciones, 2022. Tapa dura, 17 x 24. 290 pgs. Color
A muchos de los que fuimos niños en los años sesenta y, sobre todo en los setenta, se les desarrolló un afán coleccionista que se instaló con tal virulencia en sus genes que, todavía hoy, les lleva a seguir coleccionado, ya sea discos, libros, cómics, películas, ropa interior femenina o todo a la vez. Y es que coleccionar es un juego, pero también un ejercicio didáctico que consigue transmitir algunas nociones al individuo como el orden, pues cada cromo tiene su número y lugar. Pues bien, muchos de esos niños iniciaron ese hábito gracias (o no) al coleccionismo de cromos.
En mi familia, sin ir más lejos, hubo dos grandes coleccionistas: mi hermana mayor (años sesenta) y yo, (años setenta), que soy el menor. El de enmedio, como en casi todo, picó, pero se cansó pronto, de tal modo que si se terminaban los álbumes era porque yo le ponía dedicación y me ocupaba de hacer la «lista de los cromos». Hicimos entre los tres multitud de colecciones, unas más didácticas y otras más divertidas, basadas en personajes del mundo del cine, música y televisión. Todos esos álbumes estaban metidos en una gran maleta encima de un armario, y cuando uno de nosotros caía enfermo y debía guardar cama, lo primero que solicitaba era que le bajaran los álbumes para ojearlos durante su convalecencia.
Y es que en los años sesenta y en especial los setenta, era muy difícil encontrar a alguien que no se estuviera «haciendo una cole» o varias a la vez, pues había gran variedad de temáticas (cine, películas y series de TV, animales, estrellas de la canción, automóviles, medios de transporte…). Practicamente de todo lo que se les pueda ocurrir había una colección de cromos, y de eso, naturalmente, va
Cromos, cromos y cromos, un trabajo en el que

su autor,
Guillem Medina, recopila de manera temática un buen número de las colecciones editadas durante los últimos 100 años. Desde los antigüos cromos de chocolate hasta las modernas
trading cards de origen norteamericano, aunque deteniéndose especialmente en los álbumes de cromos publicados por las grandes editoriales como
Fher (una de las mejores, si no la mejor en el tema),
Maga,
Bruguera,
Luis Romero o por productos alimenticios como
Bimbo y
Cropán. «Coles» dedicadas a temáticas como cine, desde las más antigüas como las de Nestlé y Bruguera; pasando por las que se detienen en películas como
Robin de los bosques o
Las minas del rey Salomón, que llegaron a causar, en su infancia y años después, todo un arrebato a
Iván Zulueta. El autor incluye un apartado especial dedicado a las colecciones basadas en películas de
Walt Disney, y una de las partes más deliciosas del tomo es la dedicada a la televisión, cuya popularidad hizo que proliferaran algunas coleccion
es que hoy son tesoros, como
Bonanza, Autos Locos, Aventuras de Gaby, Fofo y Miliki, con Fofito o
Sandokan, incluyéndose asímismo otras de
Bimbo,
Danone,
Panrico e incluso de la revista
Pronto, colecciones de cromos que no se adquirían en quioscos o papelerías dentro de un sobre sorpresa.
También se repasan colecciones sobre naturaleza y razas humanas, como los celebérrimos
Vida y color, aunque del segundo tomo tan solo se hace referencia, sin detenerse en su contenido, que centrado en las diferentes civilizaciones humanas y sus costumbres, tuvo tal éxito que fue editado en dos tamaños siendo, todavía hoy, una de las colecciones de cromos más importantes editadas en España. También ha espacio para álbumes dedicados a la geografía e historia, incluidos algunos de tema bélico, entre los que brillaron especialmente, -y no es un chiste debido a sus cromos plateados-,
Siglo XX de
Maga y uno que, lamentáblemente, no se ha incluido,
Batallas
históricas, uno de los más populares entre la chiquillería por ser bastante sangriento y tener unos cromos troquelados y adhesivos, con los cuales se completaban artísticos dioramas. También fue el primero que, y hablamos de 1973, llevaba el título y los textos en todas las lenguas del Estado español. Y mucho más, colecciones sobre banderas, razas de perros, billetes y monedas, mariposas, muñecas para vestir (especialmente memorables las de chiclés Fleer), todo un mundo de color en un libro que se complementa con los más exhaustivos
¡Andá!, la merienda y
¡Andá!, la merienda II, de
Vicente Pizarro, editados también por
Diábolo y que están centrados en los cromos y obsequios contenidos en los productos de pastelería industrial y otros alimentos y donde el apartado Bimbo y Cropán ya está más que bien representado. Posiblemente es aquí
donde estriba el problema que pueda tener el trabajo de Guillem Medina, en el querer acaparar tanto y no centrarse, por ejemplo, tan solo en los cromos y álbumes de venta en kioscos y papelerías. Incurriendo así, en no demasiadas, pero significativas ausencias, como las señaladas y otras, y que la clasificación resulte un tanto liosa, sobre todo al final del tomo. También motiva esto que haya cierta falta de detalle y se incluya algún producto que, en nuestra opinión, se encuentra algo fuera de lugar, como es el caso de
los Libro de Oro de estampas o los Libros Educativos, pues ambos se vendían con las planchas completas de cromos y tan solo había que recortarlos y pegarlos, alejándose de la filosofía, por llamarla de algún modo, «tengui, falti». Asímismo, podría haber habido algunas pistas sobre la cultura del cromo en España (lugares de cambio, mercados…). Y, para terminar, si se pretende que sea una historia del coleccionismo del cromo en nuestro país, no pueden ignorarse los pequeños cromos de tabaco, que se desarrollaron especialmente en Inglaterra y cuyas colecciones estaban destinadas a los adultos, con imágenes de personajes históricos o incluso cupletistas, antes de abordar el naciente séptimo arte. O los troquelados, que principalmente eran para jugar pero que reinaron durante finales del siglo XIX a inicios del XX. Todos los cuales evolucionaron hasta los que obsequiaban con el chocolate, colecciones de las que había muchísimas más de las enumeradas y que posiblemente necesitaran, por sí mismas, un tomo exclusivo.
En todo caso, esta es la opinión de alguien que se reconoce muy exigente, Cromos, cromos y cromos conforma un perfecto recorrido por la historia del coleccionismo de cromos en nuestro país, expone, desde luego, una amplia representación que, sin duda, despertará grandes dosis de añoranza en varias generaciones de españoles, pero en especial sobre los que crecieron en los setenta y los ochenta, cuyo viaje a la infancia muy posiblemente les sumerja en la (maldita) nostalgia.

‘Cambio de cromos’ Fotógrafo: Manel Armengol,1979
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