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Diario de Serendipia en Sitges 2022: Retorno a la normalidad. Octava cápsula
Segundo viernes de festival y esta edición va terminando, pero todavía quedan algunas perlas inolvidables por ver en el cajón. Algunas recuperadas (Condenados a vivir) y otras que hacen su puesta de largo (The Stranger y La Exorcista), mientras otras llegan con ecos de su éxito en otros festivales (As Bestas).
Comenzamos la mañana con una cinta australiana, The Stranger (Thomas M. Wright), que sin mostrar, tan solo sugiriendo y gracias al importante duelo interpretativo de sus dos protagonistas, consigue poner mal cuerpo al espectador. El tema ya es escabroso, el asesinato de un niño. Y el sistema escogido por los investigadores del caso para obtener la confesión del principal y hermético sospechoso será infiltrar a uno de sus hombres en su entorno y, haciéndose pasar por un criminal, ganarse la confianza del mismo. Basado en un caso real sucedido en Australia, este thriller está protagonizado por Sean Harris, como el extraño villano carente de todo tipo de sentimiento y Joel Edgerton como el policía que deberá intentar obtener su confesión. Dos personajes toscos, duros y misteriosos entre los que se creará una una intensa e íntima relación. Sin duda un
buen inicio de jornada que prosiguió con La Exorcista, una cinta de terror que representa el retorno a l’Auditori del director madrileño, pero afincado en México, Adrián García Bogliano. Y lo hace con un film del que se podría decir que es a El Exorcista lo que El Vampiro de Fernando Méndez era hacia el Drácula de Fisher: una adaptación del mito, ampliada y adaptada al sabor e idiosincracia mexicana. Bien interpretada y atmosférica, la película está ambientada en una colorista población agrícola, San Ramón, donde Ofelia, una tan estupenda como improbable monja interpretada por María Evoli, deberá realizar un exorcismo a una mujer embarazada. Cine mexicano orgulloso de serlo y de terror tradicional totalmente alejado de lo que se conoce como Elevated Horror, tal y como proclamó su productor (además de director/fundador del festival Mórbido), Pablo Guisa Koestinger. Lo cierto es que fue una alegría ver este film en la pantalla de l’Auditori, pues Adrián tiene una extensa carrera a sus espaldas que ya va siendo hora de ir reconociendo sus meritos como merece.
La jornada prosiguió con nuestra última visita al Prado de este año, donde dentro de la sección Seven Chances se proyecto una versión reataurada por la Filmoteca de Madrid del western Condenados a vivir, una película dirigida en 1972 por Joaquín Luis Romero Marchent. En el film, un sargento (Alberto Dalbés) al que acompaña su hija (Emma Cohen), deberá escoltar a siete sádicos y malencarados prisioneros a un destino señalado. Lo que sucederá a continuación ya se lo pueden suponer. La película, en su versión internacional, cuenta con sorprendentes escenas gore que la convirtieron, bajo el nombre de Cut-Throats Nine, en una cinta de culto en Estados Unidos. Tanto, que sirvió de inspiración a Tarantino para su Los odiosos ocho. Lo cierto es que la película luce estupenda tras el gran trabajo de restauración realizado por la Filmoteca, labor que detalló y explicó su responsable durante la presentación, que debería haber realizado Alejandro G. Calvo, que al no poder estar presente, envió una
grabación con su parecer sobre la película y lo que le decidió a incluirla en la sección Seven Chances de esta edición. Una presentación realizada con un fastidioso estilo youtuber totalmente fuera de lugar, todo hay que decirlo, condicionada a que la versión que se iba a proyectar fuera la internacional, repetimos, más popular y sangrienta. Pero no fue así, pues tal y como explicó el restaurador, de momento y a pesar de disponer de las escenas cortadas, se había optado por restaurar la versión española, sin gore ni erotismo, algo no del todo cierto, pues se les escapó un fugaz desnudo de Emma Cohen que estamos más que seguros que no pertenecía a la versión casta vista en los cines españoles. Con todo, Condenados a vivir sigue siendo, sin lugar a duda, un entretenido y potente western, pero no el que había reunido a todos los presentes en el Prado. Y no solo eso, tampoco la que esperaba el propio festival, pues en todas las reseñas de sus publicaciones se destacaba claramente el tema de la casquería. Aún así fue un placer disfrutar de buen cine añejo con sabor a sesión doble con rostros tan admirados como los de los actores nombrados, a los que hay que sumar a Antonio Iranzo, Manuel Tejada, Xan das Bolas o Mabel Karr. Esperemos que un sello respetuoso con este tipo de cine (¿Ediciones 79?), edite una versión doméstica de Condenados a vivir, eso sí, completa y totalmente restaurada. O mejor aún, con ambas versiones.
Y sin prisa, pero sin pausa, una última incursión en e l’Auditori para ver una de las últimas sensaciones del cine español de esta temporada, As Bestas, un drama rural dirigido por Rodrigo Sorogoyen, un tipo muy joven y muy listo, que tiene en su haber una filmografía corta pero llena de aciertos (El reino, Que Dios nos perdone, Antidisturbios -Serie TV-) y que con As Bestas vuelve a apuntar muy alto. Este drama, basado en los hechos reales que ya trató con especial solvencia el excepcional documental Santoalla (Andrew Becker y Daniel Mehrer, 2016), narra las tensiones que, a su pesar, causan una pareja francesa, Antoine (Denis Ménochet) y Olga (Marina Foïs), cuando se instalan en una aldea del interior de la Galicia profunda, tierra empobrecida y desesperada y en la que los franceses creen haber hallado su paraiso particular. Allí llevan una vida tranquila, dedicada a la agricultura ecológica, aunque la convivencia con los lugareños no es tan idílica como desearían y son mirados con suspicacia, sobre todo a partir de que sean los únicos que se opongan a aceptar un suculento contrato con una empresa de energía renovable. Un conflicto de intereses que elevará la tensión, especialmente, con sus vecinos más próximos, los hermanos Anta (Luis Zahera y Diego Anido). Una presión que alcanzará un punto de no retorno.
En comparación con otras de las obras del director, en las que una de sus características era el montaje frenético, As Bestas tiene un ritmo diferente, más pausado. Algo que tal y como cuenta el propio Sorogoyen, ha sido buscado, «As bestas es una película a fuego lento. Todo lo contrario que El reino, por ejemplo. Me interesaba en este sentido la posibilidad de tener nuevos retos. En este sentido, la vida de campo tiene algo de no-frenético que me interesaba mucho y que imprime ese tempo más pausado. En As bestas, la violencia se va mascando poco a poco. Mi intención con esta película era hacer algo más clásico«.
En As bestas todo funciona como un reloj. De hecho, hay tantas cosas que funcionan con perfecta precisión, que cuesta destacar alguna, pero intentaremos nombrar las que más importantes nos han parecido. Como el pulso que Sorogoyen otorga a la narración, pausado en su mayor parte, pero implacable, que no permite que decaiga en ningún momento el interés del espectador hacia lo que sucede en la pantalla. O el propio lugar escogido. Escenario de vida y de muerte, con su humedad y desolación de cementerio habitado por los espectros que una vez recorrieron sus abandonadas calles y vivieron en la ahora ruinosas casas. Pero sobre todo cabe destacar a los actores. Todos. Pero en especial los cuatro que hemos nombrado, que son merecidamente carne de premio. Todo ello en una historia que tiene buenos y malos (que no héroes y villanos), que no juzga y en la que el director muestra todas las razones de unos y otros. Todas respetables y justificadas y que permitirán que sea el propio espectador el que deba intentar comprender los resortes que llevan a que una situación tal pueda llegar a alcanzar ese desenlace.
Una magnífica guinda, inmejorable para cerrar ese viernes en una edición que ya está a punto de terminar, como este quinto Making of, último de esta edición y protagonizado por todo el equipo del festival. Tanto por los de delante como los de atrás. Los que se ven y los que no. Todos ellos imprescindibles para conseguir que un festival como el de Sitges obtenga el éxito alcanzado.
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