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Los límites de la ciencia: Splice
«No se debe abandonar la generación de homúnculos; en efecto, hay cierta verdad en esta materia, aunque durante mucho tiempo fue vista como muy oculta y secreta. Largamente algunos filósofos antiguos discutieron y dudaron si sería posible, por la naturaleza y por el arte, engendrar un hombre fuera del cuerpo de la mujer y de una madre natural. A lo cual yo respondo que esto no repugna para nada al arte espagírico ni a la naturaleza; es más, se trata de algo muy posible. Para lograrlo se procede así: Encierre durante cuarenta días en un alambique licor espermático del hombre, que allí se pudra y continúe a componerse en un recipiente lleno de estiércol de caballo, hasta que comience a vivir y moverse, lo cual es fácil de reconocer. Después de ese tiempo aparecerá una forma parecida a la de un hombre, pero transparente y casi sin sustancia. Si, luego de esto, se alimenta todos los días este joven producto, prudente y cuidadosamente, con sangre humana secreta (es decir una preparación alquímica roja), y se lo conserva durante cuarenta semanas a un calor constantemente igual al del vientre del caballo, este producto viene a ser un verdadero y viviente niño, con todos sus miembros como el nacido de la mujer, pero sólo más pequeño y al que llamamos un homúnculo. Es necesario educarlo con gran esmero y cuidados hasta que crezca y comience a manifestar la inteligencia. Es éste uno de los mayores secretos que Dios haya revelado al hombre mortal y pecador (… ). Aunque dicho secreto haya estado siempre ignorado por los hombres, fue conocido en la remota antigüedad por los Faunos, las Ninfas y los Gigantes, seres que asimismo se originaron de esa forma.» Así formulaba Paracelso (1493-1541) la receta para crear un hombre por métodos artificiales. Ser creador de vida ha sido uno de los sueños perseguidos desde siempre por la humanidad, vencer así las limitaciones, emular a los dioses y sustituirles. Paracelso se basaba en los principios de la alquimia, la concepción del universo como un ser orgánico que podía ser interconectado mediante la magia, por eso se le pone en relación con nigromantes como Cornelio Agrippa y Alberto Magno. La alquimia, por su parte guarda relación con la cábala y dentro de la tradición cabalística nos encontramos con una de las primeras leyendas sobre la posibilidad de crear vida, el Golem.
Golem significa materia y la leyenda praguense refiere que el rabino Judah Loew Bezalel en el Siglo XVI habría logrado animar una figura humanoide de arcilla para defender el gheto judío, sin embargo, su creación se habría rebelado y habría acabado convirtiéndose en un problema mayor que el que se intentaba solucionar con él. El Golem lograba animarse escribiendo en su frente el nombre secreto de Dios, Emeth (verdad) y para destruirle había que borrar la primera letra quedando la palabra Meth (muerte). La tradición hebraica, pues, introducía ya la alerta sobre las consecuencias negativas de jugar a ser dioses, Mary Shelley también le dio a su obra, Frankenstein o El Moderno Prometeo Encadenado, esa misma orientación moral, salvo que en su caso no sólo se juzgan las concepciones antiguas sino las de la moderna ciencia recién nacida que empezaba a dar tintes de posibilidad real a lo que había sido sólo un sueño. Mary concluía que la ciencia conducía a una insensata curiosidad y sus creaciones traían más complicaciones que soluciones. Como en el grabado de Goya , para ella el sueño de la razón sólo produce monstruos. Pero pese a las reticencias morales el avance de la ciencia ha sido imparable y si bien no se ha logrado engendrar humanos sin el concurso de lo natural, cada vez parece más próximo, ahí está la clonación y todos los debates bioéticos que genera y hace apenas unos meses nos despertábamos con la noticia de que se había podido crear la primera célula sintética. El proceso para su creación no fue nada sencillo. Para empezar, los científicos tuvieron que fabricar unidades básicas con síntesis químicas, cuando se consiguió, el siguiente paso era encajarlas como si de una compleja maqueta se tratase. Después de muchos intentos, lo consiguieron utilizando una célula de levadura para que se diera la fusión en su interior sin más complicaciones. Lo siguiente era depositar esa configuración en otra bacteria a la cual se le había extraído, con anterioridad, su ADN, y colocarle entonces la secuencia de ADN artificial, formado por computadora. Cuando Vincenzo Natali concibió la idea de la trama de Splice hace doce años no imaginaba lo cerca de la realidad que iba a estar aquello que entonces sólo le parecía ficción.
Si la creación de la primera célula sintética es la mayor noticia que nos ha traído este 2010 la investigación genética, hace quince años, en 1995 fue la fotografía de un ratón al que le habían injertado algo que parece una oreja humana la que dio la vuelta al mundo. La oreja fue cultivada en la cubeta de un laboratorio por investigadores del Centro Médico de la Universidad de Massachusetts en Worcester y luego fue injertada en la espalda de un ratón.
El éxito del experimento abría nuevas posibilidades a los trasplantes, la falta de órganos podría compensarse con el cultivo de órganos artificiales. Siendo científico nos hace pensar en una película de ciencia ficción recientemente estrenada, Repo Men (2009, Miguel Sapochnick), no es, pues, extraño que el pequeño ratón freak estimulara la imaginación de Vincenzo Natali. Escribió el guión de un cortometraje que se llamaría Mutants, tres años después, arropado por el éxito mundial de su ópera prima, Cube (1997), le mostró al productor Steve Hoban el guión de ese corto y ese fue el germen de Splice. El proyecto atrajo el interés de Robert Lantos, que acababa de dejar Alliance Atlantis y de fundar Serendipity Point films, Splice era aspirante a ser la película inaugural de la productora, no obstante, fue desbancada por Men with Brooms. En verdad la realización de la película estuvo en punto muerto durante años, debido en gran medida a que, según Natali, los efectos especiales necesarios para la creación de Dren en la época superaban con mucho el presupuesto de la película. 2005 fue el año decisivo, Hoban y Natali habían trabajado juntos en Nothing, antes por su cuenta Natali realizó Cipher, y Hoban terminaba la trilogía de Ginger Snaps así como el cortometraje Ryan, dirigido por Chris Landreth y ganador de un Óscar.
A ambos hombres les pareció el momento para conquistar definitivamente Hollywood y volvieron a Splice, después de revisar y rehacer el guión con la colaboración del escritor Doug Taylor comprobaron que había valido la pena el retraso porque la tecnología por fin permitía lo que siete u ocho años antes era si no imposible si laborioso y costosísimo como, por ejemplo, el alargamiento de los ojos de Dren, la criatura, que en el guión remodelado se presentaba ya como una criatura de Frankenstein moderna y tremendamente atractiva. La creación imaginada por Natali no podía ser confiada a la animación por ordenador que había tenido a Gollum ( El Señor de los Anillos) como producto más sofisticado, lo que Natali quería hacer era mucho más avanzado que eso y sólo a partir de 2006 se hizo posible el ensamblaje perfecto entre imagen real e imagen digital necesario para darle a Dren ese aspecto entre montruoso e inmensamente tierno. Así Splice vio la luz once años después de haber sido concebida y se había convertido en un parto muy esperado. Se estrenó mundialmente en el Festival de Sitges 2009 donde obtuvo el Premio a los Mejores Efectos Especiales, pero la acogida del público fue más bien tibia y algunas críticas fueron poco elogiosas. Esa recepción se debió en gran medida a la expectación que se había creado en torno al film, ya que durante esos más de diez años que estuvo en proceso se habían filtrado muchas imágenes en la red a la vez que Natali, también gracias a la red, se había convertido en director de culto para buena parte del fandom. Y el fandom a veces puede ser muy cruel.
A Natali la pasión por el cine, como a muchos otros, le llegó ya en la infancia, su primera cámara, súper 8, la tuvo entre manos con once años. Natali llama a esa étapa » Época de plastilina», ya había asistido a un curso infantil de animación de stop motion y rodaba sus primeras películas plagadas de monstruos que asolaban ciudades. Recuerda Natali que los monstruos le obsesionan desde que tiene uso de razón, sus películas favoritas ya en la infancia fueron los clásicos de terror de la Universal, especialmente las de James Whale y sus recreaciones de Frankenstein. Ya decíamos al principio de este artículo que la novela de Mary Shelley reflexiona sobre los límites de la acción humana, de la posibilidad de rebelarnos contra el destino haciéndonos creadores de vida. Probablemente eso es lo que caló en la imaginación del niño Natali, la pregunta por el sentido y así su ópera prima nos presentaba un universo surrealista, deudor del teatro del absurdo y la imaginería kafkiana, en el que bajo la apariencia de problema matemático se nos hace reflexionar sobre nuestros propios esquemas de convivencia, esquemas que se ha fabricado el hombre moderno de cara a los demás, meras apariencias que en situaciones límite, donde entra en juego la supervivencia, caen como falsos decorados saliendo a la luz la verdadera naturaleza humana. El infierno son los otros, al modo sartreano, parecía decirnos Natali en 1997 cuando dio a luz Cube. Se trata de una inquietante historia en la que seis personas desconocidas entre sí, despiertan un día y se encuentran atrapadas en una prisión extraña y surrealista. Seis personas, atrapadas en un laberinto sin fin de habitaciones cúbicas dotadas de trampas mortales. A no ser que entre todos cooperen para descubrir el secreto de su mortal encierro, es seguro que ninguno de ellos saldrá con vida. Pronto descubren como cada uno de ellos posee, en cierta medida, una «clave» para descifrar tan diabólico plan. Los conflictos de personalidad y las luchas por el poder estallarán de inmediato entre todos ellos. Su presupuesto fue de 900.000 dólares, una cifra no demasiado alta que forzó a suplir con ingenio la escasez de recursos, su mejor baza es el ritmo narrativo acompañado de los efectos de sonido, la luz y la desnudez de los escenarios, elementos que logran sumergirnos en un ambiente opresivo e intrigante. Natali se confirmaba como director de atmósferas, tal como ya se había manifestado en su primer trabajo, el premiado corto Elevated. Estrenada en España el 12 de noviembre de 1998 y calificada como «no recomendada menores de 13 años», exhibida exclusivamente en V.O CUBE fue vista por más de veintinueve mil espectadores, llegando a recaudar cerca de veintiún millones de pesetas. Fue el boca oreja el que permitió este resultado que no puede más que calificarse de exitoso dadas las condiciones en que se estrenó. Desde el primer momento Cube fue recibida como obra de culto y al rededor de Natali se creó un colectivo de seguidores que le veían como un director revelación. Con todo el espaldarazo comercial, no le sonrió su segundo largometraje, Cipher (2002), de nuevo una cinta de ciencia ficción que nos sitúa en un futuro donde el poder se lo disputan dos compañías informáticas que rivalizan para dominar el mercado, marco en el que se inserta una trama de espionaje, no llegó a
España hasta 2004, con dos años de retraso y con menos publicidad aún de la que tuvo Cube, en parte debido al fracaso de Cube 2: Hperycube (2002) que no fue dirigida por Natali sino por el también canadiense Andrzej Sekula. Se había podido ver ya en el mismo 2002 en los dos festivales más importantes de cine fantástico de la península: el Festival de Sitges y en la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián, alzándose en Sitges con el Premio al Mejor Actor para Jeremy Northam, no llegó, pues, a estar a la altura de Cube que en 1998 había obtenido en ese mismo certámen el Premio a Mejor Película, pero sí dejó muy buen sabor de boca. El segundo largometraje de Vincenzo Natali es una historia de espionaje industrial que sirve como vehículo ideal para plantear cuestiones de actualidad como la alienación del individuo, la incapacidad de decisión, la puesta en duda de un concepto trascendental en la historia del pensamiento occidental como el libre albedrío, o el hastío rutinario. Y a todos los aficionados les recordó el universo del fabuloso Philipp K. Dick.
Natali seguía siendo visto por los aficionados al fantástico como un director al que no se debía perder la pista, pero las distribuidoras no tenían el mismo interés, Nothing (2003) no se estrenó en España siquiera en DVD. Con su tercera película el canadiense se introducía por los caminos de la comedia pero sin abandonar el terreno de lo fantástico. ¿Qué ocurre cuando a dos perdedores se les da el poder de hacer desaparecer de la faz de la tierra las cosas que no les gustan? Esa es la premisa de Nothing, un viaje hacia la nada de dos perdedores y de la pesadilla daliniana que ellos mismos crean de manera inconsciente. Internet es quien permite que siga creciendo el culto en torno a Natali, de Nothing sólo se tiene noticias en foros y blogs especializados los cuales se encargan de hacer circular los pocos enlaces de descarga que existen. Hubo que esperar hasta 2006 para poder ver en pantalla grande a Natali, esta vez dirigiendo uno de los dieciocho cortos (tantos como departamentos tiene la ciudad) que componen la película colectiva Paris je t’aime. Natali se encarga de ilustrar el episodio dedoicado al Barrio de La Madeleine con una historia romántica de vampiros con estética gótica que tiene como protagonista al tolkiniano Elijah Wood.
En 2006, como hemos dicho Vincenzo Natali estaba ya trabajando en Splice, se empezaban a filtrar imágenes y noticias y las expectativas creándose. Después vino la decepción de los fans, pero el espectador medio no siempre se deja llevar por el criterio de los expertos. Estrenada tan sólo en 77 salas en todo el país, consiguió colarse en el Top Ten y recaudar en su primer fin de semana 133.000 euros. Y es que es cierto que en Splice hay deficiencias porque podríamos calificarla de película cóctel: es un cóctel de referencias cinematográficas especialmente a las monsters movies de los 50 ¿Recuerdan La Bestia de Otro Planeta (20 Millions milles to earth, 1957, Nathan Juran)?
Aunque allí el monstruito que crece es alienígena, los piesecicos son idénticos a los de la nínfulamonstruo, mezclado con algo de Estoy Vivo, e incluso con la alargada sombra de Aliens cuando la criatura nace, más otras referencias más evidentes como sería el caso de Species. Todo un cóctel de géneros: monsters movies, como ya he dicho, sci-fi, terror (y gótico además), melodrama familiar, algunos dicen que thriller, e indie, pues hay voluntad de autoría. Y los cócteles es lo que tienen, si no los agitas bien, en vez de un combinado lo que obtienes es una emulsión en fase dispersa (como cuando se mezcla agua y aceite y se deja en reposo). A Natali le falla el pulso y se va perdiendo el tono a lo largo del film para acabar precipitándose hacia un final operístico (o de opereta, si lo prefieren). Ahora bien, hay que calibrar esas críticas, porque, con todos sus fallos (incluida la napia del Brody) entretiene, pero sobre todo porque sus virtudes superan a sus defectos: los efectos especiales son dignos merecedores del premio con el que se alzaron en la edición de Sitges de 2009; la construcción sintáctica de los planos y secuencias es mucho más que correcta, Natali mueve la cámara de forma interesante, con exceso de barroquismo en ocasiones pero con muy buen tino en otras muchas (el arranque donde rueda el parto en cámara subjetiva, el uso narrativo de la angulación, los fundidos a blanco y a negro aunque sean más tópicos); y, quizás, la iluminación sea uno de sus mayores logros, ese azul metalizado que vira los colores crea atmósfera y es la atmósfera la que evita la total fractura del film, es en la atmósfera donde se da la continuidad porque es la que va acompañando la trama profunda. Bajo la superficie de la acción se va desarrollando un hilo interno que es el que no se quiebra pese a las mezclas que comentábamos, no ya por lo que se refiere a las subtramas, sino, sobre todo, al tema de reflexión para el que el argumento es excusa: la pregunta por cuáles son, o debieran ser, los límites de la ciencia. Veamos más despacio todas estas virtudes enumeradas.
Comentábamos que en buena medida el proceso de creación de Splice se dilató tanto en el tiempo a causa de los efectos especiales, la verdad es que valió la pena esperar. Para lograr que Dren, la criatura, tenga ese aspecto a la vez seductor y pavoroso, se hizo necesario combinar imagen digital e imagen real. De los CGI se encargó la compañía canadiense, tristemente desaparecida el pasado marzo de 2010, C.O.R.E., recordada por su trabajo en Mimic (1997, Guillermo del Toro), que ya había colaborado con Natali en Cube, Cypher y Nothing. Si la Dren bebé es 100% digital, la Dren niña (Abigail Chu) lo es en un 50%, mientras que la adolescente ya sólo lo es en un 30%, el 70% restante corresponde a la actriz Delphine Chanéac, auténtica alma de la criatura. C.O.R.E se ocupó de añadir una sección extra a las patas de Dren para que tuvieran tres articulaciones, ensamblarle una cola (que es 100% digital para la Dren adulta y 80% digital para la Dren niña), prescindir del cuarto dedo de ambas manos y del ombligo (dado que no nace de un útero) y colocarle alas. Sin embargo, el trabajo más importante respecto a estos Efectos Visuales fueron los ojos, declaraba Bob Munroe, responsable de C.O.R.E. : “Estamos ensanchando los ojos de Delphine excediendo ligeramente las proporciones humanas y luego, sustituiremos los ojos de la Dren niña por los de Delphine haciendo uso de una técnica ideada por el supervisor de imagen digital Terry Bradley, que es algo que no he visto nunca.” Además de los CGI fueron necesarios, por supuesto, efectos de maquillaje, de los cuales se encargó el oscarizado Howard Berger quien leyó el guión de Splice a instancias de Guillermo del Toro (productor ejecutivo, que ha dejado su huella claramente impresa en el film). Para del Toro la presencia de Berger era una garantía de obtener los resultados deseados, y no se equivocó. La directriz principal de Berger era el realismo y decidió conseguirlo dedicando un esfuerzo exhaustivo a los detalles, tales como la piel, los ojos y la cola.
La fórmula que Berger encuentra más eficaz es la combinación pormenorizada de los efectos prácticos y digitales llevados a cabo por C.O.R.E. “Es un truco de magia. Dren es realmente el patito feo que comienza siendo algo poco definido y evoluciona en algo bello.” Para diseñar los ojos de Dren, Berger creó diez versiones diferentes de la cuales Natali escogió una a la que posteriormente se añadieron unas pupilas en forma de cruz. Para este fin, Berger creó para Chanéac unas lentes de contacto esclerales que cubrían todo el globo ocular. El resultado fue más que brillante, pero todo este ingenio de magia cinematográfica no habría producido el mismo impacto de no haber podido contar con Delphine Chanéac, el propio Berger así lo declaraba: “En general, los animales son peligrosos e impredecibles. Eso es lo que hace que Dren sea genial. Delphine ha puesto toda la carne en el asador. Este personaje no existiría sin ella. Todo en ella es muy específico, desde su aspecto hasta sus movimientos, creados por ella misma. Ella es como un pajarito y al mismo tiempo un auténtico depredador. Incluso los sonidos que hace son invención de Delphine. Su agilidad y su resistencia son impresionantes. Vincenzo creó este personaje en sus sueños, pero Delphine le ha dado vida.”
Así como Dren, la criatura, es la pieza fundamental del film, la mejor interpretación es la que nos regala la joven parisina. La carrera de Delphine Chanéac antes de Splice se había desarrollado fundamentalmente en TV, medio en el que empezó a actuar con tan sólo 16 años. Su inclusión en el reparto llegó de manos de la casualidad, cuando Natali y Hoban se dirigían a las oficinas de la Gaumont para iniciar el casting para Dren, la vieron en la acera fumándose tranquilamente un cigarrillo (en 2007 la santa cruzada contra los fumadores todavía no alcanzaba las cotas actuales, aunque ya los talibanes antitabaco se estaban haciendo con el poder de dominar la opinión pública) y tuvieron claro que el papel había de ser para ella. Vieron a otras aspirantes pero ya ninguna les pareció capaz siquiera de rozar el listón de Delphine. La actriz elegida era determinante para dar carácter a la criatura, dado que sólo se iba a digitalizar en una mínima parte, Dren le debe más a Delphine que a los efectos especiales, ella describía así su impresión sobre el personaje: “Para mi, ésta es una historia de amor. Dren quiere amar y ser amada, pero, al mismo tiempo, se la mantiene apartada por no ser normal. Es bastante sensible y pura, como un niño, pero al mismo tiempo, se comporta de un modo agresivo. Me encantan estos sentimientos ya que yo soy un poco así. Tuve que concentrarme muchísimo para transmitir estas emociones debido a las duras exigencias físicas.” Esas exigencias físicas eran acostumbrarse a patas de tres articulaciones, tres dedos, una cola y alas. Pero la penetración psicológica fue obra de la actriz, ella fue la que ideó su propio lenguaje de ronroneos y gorjeos para comunicar un amplio abanico de emociones.
Completan la tríada protagonista Sarah Polley y Adrien Brody interpretando a los científicos «padres» del monstruo. En el nombre de sus personajes, Natali rendía homenaje a La Novia de Frankenstein (The Bride Of Frankenstein, 1935, James Whale), Brody es en la ficción Clive Nicoli, clara alusión a Colin Clive, actor que interpretó a Víctor Frankenstein en la película de Whale, y el personaje que interpreta Sarah se llama Elsa Cast homenaje a Elsa Lanchester, que interpretó a Mary Shelley (además de a la novia de la criatura) en la misma película. Clive y Elsa son un matrimonio de científicos consagrados a la ingeniería genética que no se detendrán a la hora de dar el salto a crear vida incluyendo ADN humano, auténticos mad doctors, la diferencia que introduce en ellos Natali respecto a la tradición es que les dota de profundidad piscológica, los hace humanos y no simples fanáticos. Eso es lo que más indignó al fandom, que se mezclara en la trama tintes de drama de pareja y se entretuviera en retratar los conflictos internos que se pueden presentar al chocar los intereses por el éxito profesional con la creación de una familia. Elsa supedita la maternidad a su carrera para luego sublimar ese instinto en su consagración a Dren; por su parte Clive se deja plegar a la voluntad de Elsa tanto en lo profesional como en lo familiar aunque vea lo insano de sus actitudes. Igual que este giro hacia el melodrama fue lo que más disgustó a la crítica especializada, también las actuaciones de Adrien y Polley fueron las más denostadas. No comparte esa opinión quien esto escribe. Brody y Polley componen un retrato del científico alejado de los tópicos con los que nos ha sido presentado siempre, se meten perfectamente en la piel del nerd casi afectado por el Síndrome de Asperger y nos transmiten sus contradicciones y la gama de emociones que les generan su comportamiento y sus deseos. Splice no es una película de mad doctors más, va más allá porque impregna de realismo a la historia y a los personajes sin renunciar, por ello, a lo fantástico.
¿Qué es en definitiva lo que nos cuenta Natali en Splice? El argumento (que ya iba siendo hora de que lo contásemos) nos sitúa ante Clive y Elsa Kast, dos jóvenes que trabajan en el campo de la genética. No sólo son un equipo, sino también pareja. Trabajan de manera conjunta en la creación de Fred y Ginger (más homenajes), dos animales híbridos totalmente funcionales, una combinación de vertebrado e invertebrado, algo totalmente innovador que les ha brindado gran reconocimiento público. Intoxicados por su éxito, pero obstaculizados por la decisión de Newstead de cerrar su proyecto (para centrarse en el aislamiento de la proteína CD-356, que tiene un potente valor medicinal para el ganado y constituye una mina de oro en potencia para la compañía), deciden crear en secreto una nueva criatura: Dren, una combinación de ADN humano y animal. Concretamente, Elsa inocula su propio ADN: la criatura resultante es a la par su obra y su descendiente. Llevado en secreto su experimento, al principio todo es satisfactorio, pero pronto se verán los aspectos menos positivos.
Elsa vive entregada a su creación, en parte como científca, en parte como mujer que está sublimando sus instintos maternales, todo bajo la alarma de Clive, mucho más consciente de los peligros de haber trasgredido los límites, intenta deshacerse de la criatura, pero no puede consumar un acto que en parte sería como asesinar a un humano. Si al principio Elsa y Clive vivían su relación y su investigación bajo el mismo signo pasional, la química entre ellos va viéndose deteriorada por la evolución de sus distintos planteamientos ante lo científico, la película avanza como un drama de pareja a la par que como reflexión bioética. El crecimiento de Dren, la criatura, es más acelerado que el de los humanos, cuando llega a la adolescencia los problemas se ven agravados, como híbrido de humano y bestia, despierta a la vez a sus ansias de libertad y aceptación y a sus instintos depredadores, en su ontogenia se resume toda la filogenia de lo vivo desde lo más primario a lo más refinado, desde la conducta fiera a la conciencia moral, desde los impulsos animales hasta el deseo de ser amada.
Y ese anhelo de ser amada regirá las relaciones creador-criatura, Dren vive la soledad del monstruo y buscará amar al propio creador. Desde su propio nombre ella es el reverso simétrico de sus creadores (Dren, leído al revés nos da la palabra nerd, y Elsa y Clive lo son), por tanto es lo contrario del conocimiento, esto es, ella es la fuerza de la naturaleza, por eso resume en sí los dos principios, el bien y el mal. Así, bajo su forma femenina las alas la aproximan icónográficamente a los ángeles, pero cuando su metamorfosis la lleve a convertirse en un ser masculino su belleza se eclipsa y esas alas, entonces, se convierten en un eco de la imaginería con la que los humanos representan al demonio. Resume pues los dos polos antagónicos asociándolo a lo femenino (la ternura) y a lo masculino (la agresividad), como fémina hará el amor con Clive, quien hasta entonces ha hecho las veces de padre (relación incestuosa, pues) y como macho violará a Elsa que es en verdad su madre biológica. Este es uno de los elementos que diferencian a Splice de otras películas de mad doctors, supone una vuelta de tuerca de lo que había planteado Mary Shelley, lo natural y lo científico pueden vivir un idilio pero también una relación de antagonismo extremo en la que se impondrá el poder de la naturaleza: el hombre no puede dominar plenamente lo natural, por eso si sigue agrediendo el equilibrio ecológico del planeta se verá abocado a su propia destrucción.
Natali denuncia lo que de negativo tiene la ciencia, no sólo por su afán de transgresión, sino especialmente por su dimensión de hipocresía cuando se convierte en aliada de la industria y antepone los intereses económicos a los éticos. Es portavoz de la sospecha de que no todo avance sale a luz pública y, por tanto, no queda sometido a la revisión de sus límites pudiendo poner en riesgo a los propios humanos. El mensaje de la cinta acaba teñido de pesimismo, el principio destructor es insoslayable por mucho que los humanos ansíen únicamente crear.
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