Serendipia’s Sitges Film Festival 2019: Quinta cápsula
LUNES 7 DE OCTUBRE (Fotos: Serendipia)
De nuevo calma tras la tempestad del fin de semana. Y de nuevo al cine con cinco propuestas bien diferentes entre sí : Corporate Animals, El hoyo y Judy & Punch, títulos pertenecientes a la sección Oficial Fantàstic a competició y Starfish e It Comes (Kuru), adscritas en Noves Visions. Comencemos
Ciertamente apetecía comenzar con una comedia negra como Corporate Animals (Patrick Brice, 2019) que nos cuenta como, basándose en absurdas teorías, en este caso el team-building, unos empleados y su jefa bajan a una cueva con intención de estrechar lazos entre el grupo y superar dificultades. Pero también alimentar la competitividad y rivalidad entre ellos. El problema comienza cuando se quedan incomunicados y sin comida. Es entonces cuando saldrá lo peor de todos. Con una Demi Moore maravillosamente odiosa como jefa de todos, Corporate Animals funciona a la perfección como una deliciosa comedia que demuestra la hipocresía y mezquindad que todos llevamos dentro, lista para saltar ante el primer obstáculo.
Tras este entremés lúdico-festivo le llegaba el turno a una de las apuestas personales de Serendipia: El Hoyo. Y es que la sinopsis argumental la hacía apetitosa: Goreng (Iván Massagué) se levanta junto a Trimagasi (Zorion Eguileor) en la planta treinta y tres de un lugar con aires de prisión, atravesado por un agujero por el cual una plataforma baja los restos de comida de los pisos más altos. Trimagasi conoce las reglas: si vas hacia arriba, sobrevivirás… pero si piensas demasiado no tardarás en descender de nuevo. Y, claro, nadie quiere llegar al fondo, donde la comida es escasa y sólo queda confiar en tus agallas. Estos mimbres nos hacían pensar que nos encontraríamos con una de esas distopías tramadas en torno a un espacio simbólico sobre el que se proyecta una crítica social a nuestro propio presente. Y venían a nuestra mente ejemplos como Snowpiercer (Bong Joon-ho, 2009), la fundacional novela de J. G. Ballard, Rascacielos, que fue llevada al cine por Ben Wheatley en 2016, con una acogida dispar, o, la más cañí, Después de tanto tiempo de José Luis Cuerda, pieza que carece, quizás, de la chispa de su clásico Amanece que no es poco, pero que no deja de agradar a los más fans del subgénero. El Hoyo no decepcionó nuestras expectativas, aunque, en verdad, nos negará la mayor, porque no es una distopía ya que nada hace pensar que la acción se sitúe en un futuro, más bien está alegoría podría remitirse a cualquier lugar del tiempo, por eso afirmamos que se trata de una parábola ucrónica.
Próxima al corto de Denis Villeneuve, Next floor, la ópera prima de Galder Gaztelu-Urrutia nos habla de la mezquindad inherente a la condición humana. El mal no parte, necesariamente de arriba, en la planta superior ignoran a los niveles que les siguen, viven sin saber de ellos inmersos como están en su mundo de colores. Los de abajo, o mejor, su desorganización y su falta de solidaridad, son cómplices de la situación en la que viven. Todas las miserias humanas están representadas en El Hoyo, pero sobre todo lo está el hobbesiano Homo homini lupus, en su estado de naturaleza la vida humana es una guerra de todos contra todos. Cada uno vela exclusivamente por su necesidad individual y, paradójicamente, al ponerse por delante del interés colectivo, lo que hace es cavarse su propia desdicha. Solo si se consigue poner coto a egoísmo personal, se hará llegar el mensaje de las demandas sociales a los de arriba. Ese será el propósito de Goreng y sólo lo logrará con todas sus armas, sin despreciar el uso de la fuerza cuando las palabras se manifiesten insuficientes. No se trata de que el fin justifique los medios, sino de tomar conciencia de que, sin lucha, los de arriba nunca reconocerán a los de abajo. Nunca se ampliarán los derechos sin reclamarlos organizadamente. Obvio, como repite Trimagasi una y otra vez al protagonista. Y a nosotros.
Todo esto nos lo cuenta Gaztelu-Urrutia con un diseño de producción esmerado, una fotografía que saca el mayor partido a los geométricos decorados y con una elaborada caracterización de los personajes, especialmente el de Trimagasi, esa especie de conciencia sardónica que introduce el punto de humor necesario para que el mensaje sea efectivo. Destaca en el apartado de guion, Pedro Rivero, que ya nos demostró su imaginación desbordante y sensibilidad en sus películas de animación La crisis carnívora (2007), Psiconautas, los niños olvidados (2015) y el cortometraje Birdboy (2011). Pero, sobre todo, El hoyo demuestra la gran valía de su novel director. Toda una revelación que el festival supo premiar como merecía.
Les dejamos con la rueda de prensa de El hoyo, por gentileza del Sitges Film Festival. A donde nosotros no llegamos, llega la tecnología:
Todavía con el buen sabor de boca de esta cinta nos dispusimos a deglutir la siguiente: Judy & Punch (2019), opera prima de la también actriz Mirrah Foulkes. Una fábula deliciosamente narrada que denuncia en su primera parte la violencia contra la mujer, cayendo en su segunda parte, y sin paracaídas, en un feminismo, bienintencionado, pero postizo. El desarrollo de la trama no hace más que recalcar lo que el espectador está viendo y de manera exasperantemente didáctica. Con un notable diseño de producción y una magnífica Mia Wasikowska, lo más increíble es que, precisamente, su guión recibiera, tal y como veremos, el máximo reconocimiento en el palmarés del festival.
Y el día terminó con dos cintas pertenecientes a la sección Noves Visions. La produccion Indie Starfish (A. T. White, 2018) nos habla de la pérdida y el duelo. La ausencia del ser querido, que todos hemos sufrido alguna vez y que hemos sentido, virtualmente, como el fin del mundo. Algo que, en esta ocasión, dejará de ser simbólico pues la (no) acción se desarrolla en un escenario apocalíptico. Lenta, esteticista y plagada de imágenes sugerentes, en las que su director se recrea, casi consigue que el espectador caiga en el más soporífero aburrimiento, estado del que es rescatado, en parte, gracias a la esforzada actuación de su protagonista, Virginia Gardner. ¿Opera prima? Si, y se nota.
Finalmente volvemos a Japón para ver Kuru (It Comes, 2019) una cinta que, enmascarada como historia de exorcismos, pone el dedo sobre la llaga de la paternidad responsable. Dirigida por Tetsuya Nakashima, que tiene en su haber piezas de prestigio como Confessions (Kokuhaku, 2010) y El mundo de Kanako (Kawaki, 2014), consigue que nos perdamos en algún momento (o es posible que acusáramos las secuelas de un cansancio acumulado), pero su conclusión, tras 135 minutos, con el exorcismo más espectacular y de más alto nivel que ha dado la historia del cine, consigue cautivar al espectador. Un fin de fiesta delirante.
También estuvo Asia Argento, pero fue en otro festival, no en el de Serendipia…¡Lástima! otra vez será.
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