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Serendipia’s Sitges Film Festival 2018: Cuarta cápsula

DOMINGO 7 DE OCTUBRE                                              (Fotos: Serendipia)

Después del atracón cinéfio del día anterior, Serendipia decide añadir más acción y emoción al combinado ¿Qué tal cuatro películas, dos de ellas con Elle Fanning, una rueda de prensa y una entrevista? ¿Y si a todo esto añadimos la caza del autógrafo de, por ejemplo, Alex Proyas? ¿Lo conseguiremos? Si quieren saberlo sigan leyendo…

I Think Were Alone Now es un resultón drama postapocalíptico dirigido por Reed Morano, conocida, sobre todo, por su trabajo como profesional en la cinematografía televisiva (cámara, dirección de fotografía) y que debutó como directora en 2015 con Dentro del dolor (Meadowland), un thriller dramático que nos hacía prever que Morano tenía mucho que decir sobre el cine de género, un tratamiento personal de la intriga en el que el intimismo es fuente de expresión. Su segundo largo de ficción confirma las impresiones que nos habíamos formado, nuevamente la sensibilidad de la autora es un elemento narrativo que enriquece a un género, aquí la ciencia ficción postapocalíptica. Protagonizada por Peter Dinklage, el conocido actor enano, tan popular por su papel en Juego de Tronos y una de nuestras jóvenes actrices favoritas, Elle Fanning, a los que se suman los siempre magníficos Paul Giamatti y Charlotte Gainsbourg, la cinta de Morano nos lleva a un paraje en el que el lugar se traduce en estado.¿Recuerdan los efectos de la bomba de neutrones? Escalofriantes, ¿eh? Pues algo así sucede en la ciudad -¿y en el resto del mundo?- en la que habita nuestro protagonista, antiguo bibliotecario del lugar que decidirá vivir una rutina diaria que le permita limpiar el vecindario de cadáveres y tener, de paso, algo con lo que ocupar el tiempo. Pero su vida dará un giro cuando aparezca la chica… El protagonista viaja de la aceptación de la soledad a la esperanza de un proyecto común para ser decepcionado de ello. Y de ahí de pasar de antihéroe a héroe al rescate. En su tercer acto el filme terminará asemejándose a una zombie movie, pero no se alarmen, nadie de andar torpe reclamará cerebros para cenar, en esta ocasión se nos demostrará que los muertos andantes son los vivos. Esa clase media tan civilizada que se vuelve cosificadora. Nosotros mismos.

Pascal Laugier nos mira con cara de pocos amigos…

I Think Were Alone Now es, pues, una pequeña gran película que merecía haber tenido más público. Como Ghostland, una de nuestras favoritas de este certamen. Puro American Gothic de la mano de Pascal Laugier, cuyas Martyrs (2008) y El hombre de las sombras (The Tall Man, 2012) ya lo habían encumbrado como uno de los cineastas más interesantes que ha dado el género en las últimas décadas. Laugier es provocador, pero su provocación no se agota en sí misma, apunta más allá, al lugar en el que las preguntas se vuelven incómodas. En Martyrs nos propuso un viaje al final del dolor como vía por la que trascender, una película violenta no por sus imágenes (algunos no vieron más allá, todo hay que decirlo) sino por el sentido que estas llevan impreso, una violación extrema a la pregunta kantiana sobre ¿qué nos cabe esperar? resuelta en un final que es suspensión pura. Cuatro años después se ganaba enemigos hasta entre quienes le habían aplaudido a rabiar su osadía, y es que con El hombre de las sombras nos llevaba de nuevo a mirar al fondo de nuestras esperanzas, a indagar qué ocurre si nuestras causas en favor de los desfavorecidos tropiezan con la ruindad de estos, y ahí nos daba duro porque nos asomaba al abismo de nuestras contradicciones como cultura. Laugier, pues, se había puesto a sí mismo el listón muy alto y con Ghostland no  defrauda: muñecas de porcelana, caserones antiguos, payasos maléficos, niñas, brujas y ogros malvados en una película que hace de los arquetipos del cuento un recurso para ir más allá de ellos y volvernos a poner sobre la pista del sufrimiento (o la superación del mismo, si se quiere) como camino para encontrarnos a nosotros mismos, tal como la protagonista hallará su propia voz. Además de crispar los nervios del más templado, contiene un magnífico giro que demuestra que Laugier, autor también del guión, va más allá de un mero ejercicio estético, la parafernalia del gótico americano está puesta al servicio de una historia que nos habla de la literatura como subterfugio para sobreponerse a lo real. De mundos imaginarios. De Alicia atravesando el espejo. Maravillosa.

Y es que Pascal Laugier, como demostró en la rueda de prensa, que les aconsejamos que no se pierdan, es uno de los nuestros.

Entre las dos películas y antes de la rueda de prensa del galo Serendipia cumplió, en parte, uno de sus sueños: poder entrevistar a Helga Liné. Y ponemos en parte porque fuimos cinco medios los que dispusimos de 20 minutos para hacerlo, con lo que ello conlleva. O sea, ni entrevista ni nada parecido, pero sí una agradable tertulia con la gran dama del cine de género europeo, que se dejo

Ahora ya saben porqué uno es tan poco amigo de hacerse fotos… Con ustedes Helga Liné y un merluzo, eso si, muy feliz (Foto: Juan Mari)

querer y demostró su gran clase. Fue todo un placer tener delante a la Mabille de Lancré de El espanto surge de la tumba; la Lorelei del film de Klimovsky; la Natasha de Pánico en el Transiberiano; y la Zanufer de La venganza de la momia. Todas en una.

Más cine: de nuevo en la carretera y de nuevo Elle Fanning dirigida por una mujer en Galveston (Mélanie Laurent), un thriller en el que la actriz interpreta a una casi infantil prostituta, pura basura blanca, que se juntará con un sicario al que persiguen unos matones y al que han diagnosticado una enfermedad que piensa que es mortal, por lo que nada tiene que perder. Y es que como Frank Miller escribió en Daredevil, «un hombre sin esperanza es un hombre sin miedo». Ambos personajes, improbables compañeros de viaje, emprenderán una huida hacia ninguna parte durante el cual obtendrán su redención. Poética de lo sórdido, Galveston es una de esas películas que nos dejan escenas cargadas de fuerza, como ese huracán que hace las veces de prólogo mientras anticipa el destino que espera (y que podría haber permitido un desenlace más conciso) o esa única cita entre los protagonistas (avanzado el metraje) ante la que nos sabemos ya espectadores de la última felicidad posible para los personajes. Después queda la espiral, pero una espiral que no tiene nada de épica porque a los desheredados no les espera siquiera el triunfo de una muerte justificada, mucho menos heroica. Seres ordinarios con finales opacos. Solo queda como redención la justicia poética de no haber arrastrado consigo todo lo que engendraron. Su penar abre camino a quienes les prosiguen. Una magnífica cinta que se ofreció dentro de la sección Órbita.

Pequeña pausa y vuelta a la oscuridad para ver Zan, una película dirigida, escrita y protagonizada por Shin’ya Tsukamoto, aquel japonés loco perdío que revolucionó el corazón de muchos fans en 1986 con Tetsuo: The Iron Man, una fantasía cyberpunk cuyo éxito intentó repetir con dos secuelas. Ahora nos propone una historia aparentemente más tradicional sobre unos ronins en busca de amo a quien servir. Violenta, sucia, con un acero vivo, que respira y aúlla, Zan añade la fuerza de la naturaleza a un relato de venganza, honor y valor, temas tan caros en el cine japonés de todos los tiempos. Y en juego siempre, como en aquella opera prima, el sentido de lo humano y lo que lo trasciende.

Sin lugar a dudas un día completo. Satisfactorio y con una calidad media de cine más que saludable. Y además Serendipia se llevó dos besos de Helga Liné. Y consiguió la rúbrica de Alex Proyas. ¿Qué más puede pedirse? Pues…¡Más y mejor!… ¡Y vaya si llegó!… pero eso ya sería al día siguiente.

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