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El cine en zapatillas: 39 Escalones edita, en edición especial, ‘Pi, fe en el caos’ de Darren Aronofsky
Pi, fe en el caos. Edición Especial (39 Escalones) DVD, Blu-ray
T.O: Pi: Faith in Chaos. País: USA. Año: 1998. Director: Darren Aronofsky. Guión: Darren Aronofsky. Historia: Darren Aronofsky, Sean Gullette y Eric Watson. Música: Clint Mansell. Fotografía: Matthew Libatique (blanco y negro). Productora: Harvest Filmsworks, Truth & Soul Pictures, Plantain Films, Protozoa Pictures. Formato: 16 mm. 1.66: 1. Blanco y negro. Dolby.
Reparto: Sean Gullette, Mark Margolis, Ben Shenkman, Pamela Hart, Stephen Pearlman, Samia Shoaib, Ajay Naidu, Kristyn Mae-Anne Lao, Lauren Fox.
Audios: Castellano 5.1/ Inglés 5.1 Subtítulos: Castellano Duración: 85 min. Formato imagen: Widescreen
Extras: Audiocomentarios de Darren Aronofsky y Sean Gullette; Tras las cámaras; Escenas eliminadas; Tráiler. (Todos los contenidos extras en VOSC)
Un cohen o kohen, (en hebreo כּהן, «sacerdote») tiene un estatus especial en el judaísmo. El Kohen Gadol (Sumo Sacerdote), una vez al año, se revestía con un peto ceremonial en el que había engastadas 12 piedras de distinta naturaleza (una por cada tribu de Israel), y penetraba solemnemente en el Sanctasantorum del Templo para pronunciar el Shem Shemaforash ante el Arca de la Alianza, en voz baja. El Shemhamphorasch (una corrupción del hebreo שם המפורש Sem-ha Mephorash) es un epíteto del nombre de Dios compuesto por 216 letras, que deriva de cabalistas medievales del Libro del Éxodo, mediante la lectura de las letras de tres versos en un orden específico. Cohen es el apellido del protagonista de Pi, fe en el caos que por un error informático descubrirá una serie de 216 dígitos (téngase presente que el alfabeto hebreo es a la vez un sistema numérico) ambicionada al mismo tiempo por una agencia bursátil y una secta judía. Nada está dejado al azar en la opera prima de Darren Aronofsky.
Max Cohen (Sean Gullette), contra las advertencias de su madre, miró directamente al sol cuando tenía seis años. Este primer ensayo de asaltar los cielos contraviniendo al orden (y tras recuperar la visión de la que el deslumbramiento le privó) le dejó como herencia las migrañas y la pericia matemática. Conocimiento y dolor quedarán asociados trágica e indisolublemente para este niño prodigio que publicó su primer artículo científico con dieciséis años y se doctoró con veinte. Iluminado sosias de Ícaro, Max no acepta que el conocimiento humano sea por naturaleza limitado, él está dispuesto a demostrar que el azar es aparente y que hasta el sistema más entrópico es reductible a patrones de regularidad. Porque para Max, igual que para Galileo, la naturaleza está escrita en lenguaje matemático, todo lo que nos rodea se puede entender y representar mediante números. Así, si se hace un gráfico con los números de un sistema se forman modelos y esos modelos están por todo lo existente, ahí, ocultos bajo el cálculo, delante de nuestros ojos. Su experimento crucial es hallar el patrón que necesariamente ha de regir los movimientos bursátiles.
“¿Qué es la Bolsa? Una inmensidad de números que representa la economía global. Millones de manos y de mentes trabajando, una red inmensa llena de vida; un organismo, un organismo natural”. Demostrar que la bolsa forma un sistema predecible es equivalente a probar que la verdad última del organicismo (el universo entendido como ser vivo) es el mecanicismo (el universo entendido como máquina), que la vida responde a un absoluto matemático calculable y, por ende, cognoscible. El empeño de Max es desentrañar ese código cifrado, se abandona (literalmente) a los cálculos de su macrordenador (al que llama Euclides) sin más relación social que las partidas de go que juega con su mentor Sol Robeson (Mark Margolis). Elegir el go tiene también significación narrativa dentro del filme, pues este juego de estrategia nacido en la China imperial es toda una parábola de cómo sobre la simplicidad de un universo euclidiano (el tablero y su cuadrícula), se sobrepone lo complejo e incalculable (las infinitas partidas posibles). La paradoja del go le sirve a Robeson para advertir a su alumno sobre la insensatez de su proyecto, el mundo no es reductible a cifra, a número, pretender lo contrario es abandonar el rigor científico, abandonar la matemática y caer en la falaz numerología. Pero Max sabe que lo que puede aparentar locura, puede ser genialidad en verdad y está dispuesto a demostrarlo, a pesar de que cada paso que avanza en ese terreno pantanoso le supone ataques de migraña cada vez más insoportables.
Aronofsky se adentra, así, en su opera prima, en el debatido problema de los límites del conocimiento humano. Hasta dónde es posible hacer ciencia sin caer en paradojas, contradicciones y falacias. Para ello usa la falsilla del espacio en el que la matemática roza la metafísica y se vuelve fascinante porque nos hace sentir que la aprehensión del absoluto es posible, que podemos descifrar el sentido de nuestra existencia. En palabras de Sergi Sánchez, “la inteligencia de ‘Pi’, la película, reside en su capacidad para traducir la angustia existencial del hombre ultramoderno -que es como decir del hombre primitivo- en una compleja trama que relaciona a un mismo nivel matemática, música electrónica, religión y economía”. El cineasta no pretende elaborar un ensayo matemático (por eso son absurdas ciertas críticas que hacen hincapié en la ausencia de rigor de sus conceptos) por más que sus imágenes se llenen de proporciones áureas (esas espirales que se retratan en la crema del café o en las volutas del tabaco y nos llevan a advertir que la espiral es la pieza clave de todas las figuras), lo que está en juego es otra cosa: la eterna pregunta sobre qué es el hombre y qué sentido tiene la vida inteligente y autoconsciente. Aronofsky se plantea la pregunta kantiana sobre qué podemos conocer y lo hace desde la perspectiva de la tragedia griega: el conocimiento es la causa del dolor (recuérdese el Edipo de Sófocles como ejemplo). Saber más no nos hará más felices, casi al contrario parece decirnos con su final, Max se lobotomiza a sí mismo para escapar de sus perseguidores y, sobre todo, para acabar con su enfermedad. El ansia desmesurada de conocimiento nos arranca la inocencia, nos aparta de la vida vista como cotidianidad plácida y nos aboca al abismo.
Con un presupuesto de 60.000 dólares, recaudados con participaciones de cien entre amigos y familiares (el micromecenazgo antes de la eclosión del crowdfunding), Pi, fe en el caos es una propuesta compleja (y osada) en su concepto y arriesgada en su forma. Aronofsky se nutre de las bases del thriller para desarrollar su búsqueda existencialista: Max se convierte en el punto de mira de una feroz firma de Wall Street y una secta Kabbalah que pretende descifrar el concepto de Dios a través de la matemática, el acoso creciente de ambos grupos es tratado en clave de intriga, una intriga bien trabada que permite disfrutar de la cinta al margen de sus implicaciones filosóficas. Pero ahí termina su concesión al público más generalista. El neoyorquino opta por el blanco y negro trabajado con una fotografía que juega continuamente con el grano y una cierta saturación expositiva que hace desaparecer la gama de grises y quema el blanco. El resultado de esta elección es una atmósfera agobiante que nos instala en el interior de Max para sufrir su misma angustia, una asfixia vital que se ve reforzada por la reiteración de primeros planos y movimientos rápidos con auténtico valor de imágenes subliminales. A la experimentación visual hay que sumar la banda sonora de Clint Mansell, músico de cabecera del cineasta, una pieza de música electrónica generada únicamente por sintetizadores y computadores, sin la intervención de instrumento musical alguno. Formalmente, pues, Pi, fe en el caos es un viaje al corazón de la paranoia que nos mantiene en constante tensión y nos remite a la experiencia del abismo. Un valiente debut, el de Aronofsky, que le supuso alzarse con el premio al mejor director en el Festival de Sundance.
La magnífica edición que ha puesto a la venta 39 Escalones nos ofrece, además de una magnífica copia del filme, con todo su contrastado y granuloso blanco y negro, unos interesantes extras que incluyen dos audiocomentarios, uno de su director y otro a cargo de su protagonista, Sean Gullette; cuatro escenas cortadas y comentadas por su director; y un documental rodado en video en el que podemos ver escenas del rodaje de Pi a color, comentadas también por el director y el actor. Una magnífica pieza y una oportunidad de revisar este filme con la calidad que se merece.
Loving, la lucha que no cesa
“Buen servicio, pero no damos propinas a los negros”, así rezaba la nota que dos clientes dejaron en la cuenta del restaurante Anita’s de Ashburn (Virginia). Una pareja de treintañeros blanca que habían sido servidos por Kelly Carter, la camarera negra que lleva tiempo atendiendo a los parroquianos de ese restaurante con la fama de ofrecer un trato sin mácula (hay que aclarar que en EE. UU. el sueldo de los camareros debe ser completado con las propinas). “Me gustaría que regresasen –declaró Carter– y servirles de nuevo. Un comentario de odio no me hará cambiar”.
No es el episodio racista más sangrante que ha tenido lugar en EE. UU. recientemente, pero hemos querido destacarlo, precisamente, porque nos habla de un segregacionismo más corriente, más como de andar por casa, al alcance de cualquiera. Un acto discriminatorio para el que no hace falta dejar de ser civilizado, incluso amable (la pareja se comportó con normalidad y hasta se les escuchó elogiar la comida). Es un racismo del gesto, del desaire, apenas violento, pero igual de dañino que los asesinatos. Si no más, porque es más sutil y aparentemente menos reprobable. Casi anecdótico, es repulsivo porque da cuenta de cuánto ha permeado en la sociedad la lacra del odio racial.
Esto ocurre ahora, en el Siglo XXI, después de que la Casa Blanca haya albergado durante ocho años al primer presidente negro. Es desalentador. Quizás por ello el cine ha reaccionado y en los últimos tiempos nos ha ofrecido varios filmes que nos hablan del problema, remontándose al momento fundacional (The Birth of a Nation, Nate Parker) o a mediados del Siglo XX cuando la lucha por los derechos civiles de la población negra en Norteamérica tomó protagonismo. Este último es el caso de las dos cintas que llegan ahora a nuestras salas, Figuras ocultas (Theodore Melfi) y el último trabajo de Jeff Nichols, Loving, ambas basadas en hechos reales, pero muy distintas en su planteamiento y concepción.
Melfi usa la gran pantalla para sacar de la sombra el relevante papel de Katherine Johnson (Taraji P. Henson), Dorothy Vaughn (Octavia Spencer) y Mary Jackson (Janelle Monáe) en la carrera espacial, tres científicas superdotadas que tuvieron que luchar contra la segregación para ser consideradas, incluso dentro de la propia NASA. Su filme es el típico (¿tópico?) trabajo de autocrítica que busca en realidad la loa de los valores estadounidenses, un mea culpa que se sabe perdonado de antemano por sus propios méritos. Un ejercicio al gusto del americano medio que ve así tranquilizada su conciencia (lo analizamos con más detalle aquí). La mirada de Jeff Nichols es distinta, no está cortada por los patrones del cine académico y comercial, por eso su película vuela por otros espacios que no son los de la épica (de cartón) y el panegírico (huero). En Loving el drama se juega a ras de suelo, en la partida de un humanismo cercano y nada enfático, por eso nos alcanza a todos.
Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia, y disfrutarán de iguales derechos en cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disolución del matrimonio. Así reza el artículo 16 de la Declaración de Derechos Humanos aprobada en las Naciones Unidas en 1948. Diez años más tarde Mildred y Richard Loving eran sacados de la cama en su casa de Central Point (Virginia) y arrestados a las dos de la madrugada, ¿su delito? Haber contraído matrimonio. Un matrimonio interarracial considerado ilegal en el estado de Virginia. El país líder de los aliados, el abanderado de las libertades democráticas, escondía en su interior su propio negativo. Tuvieron que pasar diez años más para que el Tribunal Supremo dictaminara a su favor, declarando todas las leyes de uniones segregacionistas del país inconstitucionales. Las más de medio millón de parejas mixtas que existían en aquel tiempo les deben su libertad a los Loving. Sin embargo, ellos nunca quisieron verse como héroes, revolucionarios o meros activistas de la lucha por los derechos civiles. “No lo hacemos porque alguien tenga que hacerlo y queramos ser nosotros. Lo hacemos por nosotros, y porque queremos vivir aquí”.
Mientras Melfi ofrece una dirección invisible e impersonal, Jeff Nichols aporta su visión particular al drama. La suya es una mirada de autor sobre una historia que le ha cautivado antes de llevarla a la pantalla. La apertura del filme, ese plano-contraplano cerrado y pausado en el que la joven anuncia su embarazo, ya nos indica que estamos ante una cinta diferente. Una película que va a saber exprimir la cara más íntima de la gesta. Nichols junto al gran trabajo de sus protagonistas, un irreconocible Joel Edgerton en el papel de Richard Loving y una Ruth Negga ajustada como un guante a la piel de Mildred, nos saben transmitir el espíritu de su batalla: fue su voluntad de luchar por ellos la que les impulsó a enfrentarse a todo un estado. La suya fue una revuelta por su derecho propio, igual al de tantos otros, a vivir en paz. Una revolución sin ánimo de protagonismo ni liderazgo surgida de su legítimo empecinamiento de amarse sin tenerse que ocultar ni renunciar a hacerlo en la tierra que les vio nacer.
Nichols nos habla desde los detalles, sin subrayados enfáticos, de una historia de amor que se trascendió a sí misma. Su puesta en escena destila sutileza y fluidez, anclada en lo cotidiano, nos informa de ese racismo a pie de calle que contamina a toda una sociedad. Pero su gran acierto reside en haberle imprimido a la cinta un ritmo y un tono de película de suspense. Porque nos parece tener más información que los protagonistas, estamos siempre a la espera de la gran conmoción, el gran y efectista episodio violento. Magistral, en este sentido, es el montaje de la secuencia que supone el punto de inflexión en el posicionamiento de los protagonistas, ese momento en el que uno de los hijos del matrimonio es atropellado. Un mero accidente, que Nichols cuenta a modo de acción paralela entre el recorrido del niño y el trabajo en la obra del padre. Una sacudida que nos toca por su cercanía. Esto no es Arde Mississippi (1988, Alan Parker), lo que les ocurre a los personajes puede sucedernos a todos y, sin embargo, de su historia corriente se derivó uno de los mayores logros del combate por la igualdad.
Porque se amaban. Porque todos podemos amarnos. Porque fueron cuestionados por su propio entorno de afines, como puede serlo todo aquel que se separa de lo habitual. Loving cala bien hondo porque nos habla de un segregacionismo más corriente, más como de andar por casa, al alcance de cualquiera.
VAMOS DE ESTRENO (o no) * Viernes 20 de enero de 2017 *
CALLBACK (Carles Torras, 2016)
- España. Duración: 80 min. Guión: Carles Torras, Martin Bacigalupo Fotografía: Juan Sebastián Vásquez Productora: Zabriskie Films / TV3 / Glass Eye Pix Género: Thriller
- Reparto: Martin Bacigalupo, Lilli Stein, Larry Fessenden, Timothy Gibbs, Rigoberto Garcia,Kathryn Kuhn, Paulina Simkin, Dave Bobb, Butch McCain
- Sinopsis: Larry (Martin Bacigalupo) es un ferviente cristiano evangélico que trabaja como mozo de mudanzas, aunque su gran aspiración es convertirse en actor profesional de anuncios publicitarios. Vive inmerso en una solitaria rutina de traslados en casas ajenas, disputas con su jefe (Larry Fessenden) y continuos cástings, a la espera de una gran oportunidad. Su suerte parece cambiar el día que Alexandra (Lilli Stein) entra en su vida, sin embargo, pronto las cosas empezarán a torcerse, cada vez más.
Premios
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2016: Festival de Málaga: Mejor película, guión y actor (Martin Bacigalupo)2016: Festival de Bruselas: Premio del Jurado
Gira, il mondo gira
Nello spazio senza fine
Con gli amori appena nati
Con gli amori già finiti
Con la gioia e col dolore
Della gente come me
Carles Torras, que ya sorprendió a propios y extraños con su película anterior, Open 24 h. (2009), sigue una carrera, ya de carácter internacional (está rodada en Nueva York con actores americanos) demostrando que, si bien quizás ya no hay historias nuevas que contar, sí que hay formas diferentes de hacerlo. Callback es una de ellas, elegante y que evita caer en fuegos de artificio.
SHIN GODZILLA (シン・ゴジラ Shin Gojira, Hideaki Anno y Shinji Higuchi, 2016)
Japón. Duración: 120 min. Guión: Hideaki Anno Música: Shirô Sagisu Fotografía: Kosuke Yamada Productora: Toho Company / TFC Género: Ciencia ficción
Reparto: Satomi Ishihara, Hiroki Hasegawa, Yutaka Takenouchi, Akira Emoto, Kengo Kôra,Jun Kunimura, Ren Ohsugi, Mikako Ichikawa, Pierre Taki, Mark Chinnery
Sinopsis: Godzilla, fuerza destructiva insondable para el hombre, resucita en el Tokio de hoy en día para acosar de nuevo a la civilización. Un país aún atormentado por las secuelas de un desastre natural, experimenta de repente el horror catastrófico de Godzilla. Apremiado por la muerte y la desesperación, Japón deberá encontrar el poder para superar este desafío.
Estamos ante la primera película de Godzilla realizada en Japón desde Godzilla: Final Wars (2004) de Ryuhei Kitamura. Dirigida por Hideaki Anno («Evangelion») y Shinji Higuchi («Attack on Titan») nos encontramos ante una película que muy difícilmente gustará a todos, pues nos hemos encontrado tanto ante los que, en vista del trailer, se han alegrado de que el protagonista de la misma no sea el saurio gigante; como ante los que se quejan, precisamente, del poco protagonismo que tiene el monstruo, en beneficio de interminables escenas de reuniones de gabinetes de crisis con cierto tono crítico ante la burocracia del gobierno japonés. Emula la ingenuidad de los Kaiju Eiga originales, utilizando la peripecia para analizar las coyunturas políticas del Japón actual, la injerencia americana y la ya nombrada burocracia, que mantiene el país inmovilizado mientras el monstruo va avanzando en poder destructivo. Sus personajes son esquemáticos, su historia de amor, tan blanca que se queda en intuida, e incluye un canto al orgullo nacional ante la dependencia a otras naciones. Incluye también chistes cinéfilos para fans de la serie e incluso la banda sonora original al final de la cinta, aunque definitivamente ya no son maquetas lo que destruye Godzilla, ni estas son pisoteadas por un hombre dentro de un traje de monstruo. Tenemos un monstruo animado por elementos digitales, más temible, pero también mucho menos entrañable.
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FIGURAS OCULTAS (Hidden Figures, Theodore Melfi, 2016)
USA Duración: 127 min. Guión: Allison Schroeder (Novela: Margot Lee Shetterly) Música: Benjamin Wallfisch, Pharrell Williams, Hans Zimmer Fotografía: Mandy Walker Productora: Fox 2000 Pictures Género: Drama
Reparto: Octavia Spencer, Taraji P. Henson, Janelle Monáe, Kirsten Dunst, Kevin Costner, Mahershala Ali, Glen Powell, Rhoda Griffis, Ariana Neal, Maria Howell, Alkoya Brunson, Jaiden Kaine, Wilbur Fitzgerald, Saniyya Sidney, Bob Jennings, Lidya Jewett, Ron Clinton Smith
Sinopsis: Narra la historia nunca contada de tres brillantes mujeres científicas afroamericanas que trabajaron en la NASA a comienzos de los años sesenta, en plena carrera espacial y también en mitad de la lucha por los derechos civiles de la gente de color, en el ambicioso proyecto de poner en órbita al astronauta John Glenn.
El adjetivo que debe recibir esta cinta es claramente el de bienintencionada. Pero, vaya usted a saber si es porque cada poco recibimos noticias de abusos policiales (incluidos tiroteos mortales) a ciudadanos estadounidenses afroamericanos desarmados; o porque los informativos hablan del frío que pasan los refugiados mientras esperan en tierra de nadie ser acogidos en Europa; o, quizás porque personalmente no andamos muy animados respecto al funcionamiento del mundo actual, el caso es que este dulcificado mea culpa no nos lo terminamos de creer. El que se abuse de los conocimientos de tres superdotadas intelectuales de raza negra en la NASA durante los sesenta a cambio de un trato insultante nos lo creemos, por supuesto, pero también resulta insultante el tono que tiene esta película, con un alegato a la bondad universal que haría palidecer de vergüenza ajena al mismísimo Mahatma Gandhi.
Vayamos por partes. En un escenario con la guerra fría como fondo; con dos potencias en lucha por ganar la carrera espacial; con la amenaza nuclear sobrevolando la vida cotidiana; y todo esto multiplicado por 1000 si se es mujer, y además, negra, resulta más que admirable, milagroso, que tres damas superdotadas en ciencias lograran sobresalir en un mundo tan de hombres y cerrado como la NASA. Y en los años sesenta. Y siendo mujeres. Y negras. El como se consigue es a base de aceptar tanta injusticia como el cuerpo aguante, y esto es parte importante de este ameno relato, que se edulcora con ciertas dosis de comedia a ritmo de un primerizo Soul. Todo bien, pero todo va tan bien y todos los personajes son tan maravillosos que, en algún momento la película comienza a resultar banal. Y es que, americanos blancos: si. Autocríticos: si, pero también, los buenos de la película, que viven en el mejor país del mundo, la tierra de las oportunidades. Y oigan, con tanta desigualdad social la cosa hoy por hoy no nos cuela. Se habla de estas mujeres negras porque consiguieron un objetivo. Nadie habla de los y las que quedaron por el camino. No. Así no. Sin lugar a dudas una interesante y poco conocida historia que, de haber caído en manos de, pongamos, Clint Eastwood, sin duda habría tenido unos resultados menos edulcorados que habrían causado menos sonrisas optimistas a la salida del cine, pero también habría resultado más solida y realista.
Y todo ello a pesar de la buena intención que ponen su actores. Desde las tres actrices protagonistas, Octavia Spencer, Taraji P. Henson y Janelle Monáe; pasando por una irreconocible Kirsten Dunst realizando un papel de adulta; llegando a un correcto Kevin Costner (de lo mejor de la función, con ello les digo todo) y finalizando con un Jim Parsons encarnando a un perfecto antepasado de Sheldon Cooper.
TONI ERMANN (Maren Ade, 2016)
Alemania Duración: 162 min. Guión: Maren Ade Fotografía: Patrick Orth Productora: Komplizen Film / Coop99 Filmproduktion / KNM Género: Comedia.
Reparto: Peter Simonischek, Sandra Hüller, Lucy Russell, Trystan, Hadewych Minis,Vlad Ivanov, Ingrid Bisu, John Keogh, Ingo Wimmer, Cosmin Padureanu, Anna Maria Bergold, Radu Banzaru, Alexandru Papadopol, Sava Lolov, Jürg Löw, Miriam Rizea
Sinopsis: Ines (Sandra Hüller),se encuentra trabajando para una importante empresa alemana fuera del país, concretamente en Budapest. Un día su padre Winfried (Peter Simonischek) aparece en la ordenada vida de Ines de imprevisto, ya que está completamente seguro de que su hija ha perdido el sentido del humor y busca sorprenderla con una serie de bromas que tiene preparadas para ella. Incapaz de darle una respuesta a la pregunta de si es feliz, la existencia de Ines cambiará para siempre gracias al imaginativo personaje de su padre: Toni Erdmann.
De entre todas las sinopsis que pueden encontrarse sobre esta multipremiada película, la que hemos escogido es quizás una de las más cercanas a lo que podemos ver en el film de Maren Ade, pero es tan solo un acercamiento a su trama. Vamos a ver, se nos está intentando vender Toni Ermann como una comedia y aunque ciertamente contiene momentos hilarantes, conforme se va digiriendo uno descubre que, ante todo, nos encontramos frente a un drama. Las cosas no tienen fácil solución, pero añadir de vez en cuando un gramo de locura, sin duda puede ayudar a sobrellevar la dura existencia. Pero Toni Erdmann no es un sabio, un ‘Pacomartinezsoria’ que viene a sanar la vida de su hija mostrándole los parabienes que ofrece detenerse a disfrutar del paisaje y evitar vivir con menos dramatismo. No, Winfried también posee una personalidad que lo convierte en un marginado. Con un extraño humor y unos métodos de pesadilla que incluso pueden perjudicar involuntariamente a sus semejantes. Al final ambos aprenderán la lección bebiendo el uno del otro. Pero lo que se dice cambiar, no cambiará nada en esa carrera de ratas que para algunos es la vida y que representa el día a día de Ines. Aunque puntualmente pueda contemplarse con unos dientes de pega puestos. Pero no tan solo nos hará pensar y nos dejará, en su conclusión, con un sabor agridulce, la cinta de Ade también deja ver una muy saludable e incisiva crítica al sistema capitalista y al sexismo.
Toni Ermann es la tercera película que ha dirigido por la directora y productora alemana Maren Ade. Se beneficia de unos muy bien escogidos protagonistas: Sandra Hüller es una reputada actriz de teatro alemana que con su debut cinematográfico en Requiem ( Hans-Christian Schmid, 2006) obtuvo el Oso de Plata en el Festival de Berlín y el Premio a la Mejor Interpretación Femenina en la Gala del Cine Alemán. Recientemente ha obtenido el galardón a Mejor Actriz en los Premios del Cine Europeo por su soberbia interpretación en Toni Erdmann. Por su parte Peter Simonischek es un veterano actor alemán de cine, teatro y televisión que ha trabajado con prestigiosos directores como Margarethe von Trotta, Hans Steinbichler, Felix Fuchssteiner, Dani Levy y Götz Spielmann entre otros. Por su original trabajo en esta película ha obtenido el galardón a Mejor Actor en los Premios del Cine Europeo.
Tras su participación en importantes festivales, Toni Erdmann ha dejado una estela de elogios que se han traducido en importantes premios y nominaciones, entre los que destacan: cinco premios del Cine Europeo (Película, Directora, Actriz, Actor y Guion), dos galardones en el Festival de Sevilla (Gran Premio del Público y Premio Eurimages), el Premio Fispresci del Festival de Cannes, el Gran Premio Fipresci de la Crítica a la mejor película del año y el Premio Lux del Cine Europeo. La película, que está preseleccionada para los Premios Oscar, ha recibido recientemente una nominación a Mejor Película de Habla No Inglesa en los premios BAFTA.
Una interesante propuesta, no apta quizás para todo tipo de estómagos, pero sin duda original que si peca de algo, es quizás de jugar peligrosamente con nuestra vejiga dada su duración de casi tres horas.
LOVING (Jeff Nichols, 2016)
UK/USA Duración: 123 min. Guión: Jeff Nichols Música: David Wingo Fotografía: Adam Stone Productora: Big Beach Films / Raindog Films Género: Drama
Reparto: Joel Edgerton, Ruth Negga, Michael Shannon, Marton Csokas, Nick Kroll, Jon Bass, Bill Camp, David Jensen, Alano Miller, Sharon Blackwood, Chris Greene
Sinopsis: La historia real de Mildred y Richard Loving, una pareja que se casó en Virginia en 1958. Debido a la naturaleza interracial de su matrimonio, fueron arrestados, encarcelados y exiliados. Durante una década la pareja luchó por su derecho a regresar a casa.
(RESEÑA COMPLETA EN ESTE ENLACE)
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