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Serendipia’s Sitges Film Festival 2016. Primera cápsula
Sí, no se sorprendan por el título de nuestra serie de artículos. Lo que vamos a contar es nuestro festival de Sitges, ya que con tanta película programada, de las que pudimos ver cerca de cuarenta cintas, la selección de, por ejemplo usted, podría ser totalmente diferente, y así podríamos narrar dos festivales totalmente diferentes siendo, como es, el mismo.
Pero no solo hablaremos de películas. Nuestra estancia en el festival ha tenido un poco de todo: felices reencuentros, amenas charlas, carreras de una a otra sala, y puestas de largo de varias publicaciones. Pero sobre todo cine, mejor y peor cine, pero cine seleccionado por el equipo del festival de entre lo más granado proveniente de todos los continentes.
Nueve días dan para mucho. Tanto para que en tan solo un día parezca que uno lleve en Sitges un mes, como para sorprenderse de lo rápido que pasan los días. Y es que vivir el festival es entrar en una burbuja temporal en la que los problemas cotidianos quedan en suspenso y en lo que lo más importante es coger un buen asiento y penetrar en una nueva fantasía.
Quizá por ello nos gusta tanto vivir el festival de Sitges. A pesar de que después tengamos que atravesar un periodo de adaptación a la realidad, una vuelta a los problemas que dejamos aparcados y a recuperarnos físicamente de todo el cansancio que, de sala en sala, no notamos en su momento. Eso sí, nos hemos traído también un buen constipado… Pero todos esos ‘efectos secundarios’ se llevan mucho mejor gracias a ese puñado de buenos momentos vividos e imposibles de resumir, pero que vamos a compartir con ustedes en estas crónicas de nuestro 49 Festival de Sitges.
VIERNES 7 DE OCTUBRE
Instalados desde el día antes y con la nevera bien provista, Serendipia inicia su itinerario por el festival desde el mismísimo Auditori. Quiso la casualidad que al igual que el año pasado inauguramos con el remake americano de Martyrs, de Michael Goetz, este año abriéramos con otro remake y también de una memorable cinta francesa de terror como es el caso de À l’intérieur (2007), fantástica cinta de Bustillo y Maury que tiene un lugar privilegiado en el corazoncito de los fans del cine de terror más sangriento. En Inside, acompañaremos a la embarazadísima Sarah (Rachel Nichols), durante una noche que se convertirá en una auténtica pesadilla cuando una mujer (interpretada por Laura Harring, a la que recordarán por su participación en Mullholland Drive de Lynch) irrumpe en su casa dispuesto a arrebatarle a su bebé nonato. Y muy difícil lo tenía nuestro amigo Miguel Ángel Vivas con este nuevo tratamiento de aquel grand guignol que ha contado con una relectura de guión de Jaume Balagueró y su colaborador habitual, Manu Díez, los cuales han dotado de más profundidad al perfil psicológico de los personajes, calando más hondo en la pérdida y los efectos que causa en nuestro deambular cotidiano, retrasando el «entrar en materia» de la original. También han aportado una sordera residual en la protagonista, que la mantiene más aislada en su interior, donde oirá (oiremos) sus palpitaciones y las del feto que está a punto de dar a luz. Todo es más quirúrgico, más civilizado despojándose, el tratamiento de Vivas, de la visceralidad y del baño de sangre de la original. Sin que ello no signifique que la cinta no contenga buenas dosis de violencia.
Inside es efectiva y está realizada con el buen pulso que caracteriza al director de Secuestrados, y funcionará entre el público que no conozca la película original, aunque mucho nos tememos que no así entre los que hayan visto la obra de Bustillo y Maury. Y es que la virtud de la original es su esquematismo, el ser una película casi minimalista, cruda un, como ya hemos indicado, grand guignol. Y eso es lo que le da su entidad, su sencillez, su desnudez, a la que se le han querido añadir embellecedores que, paradójicamente, traicionan el sentido y el valor de la francesa. Es como si se pretendiera mejorar la animación de los maestros checos mediante nuevas versiones en 3D: carecerían de lo que hace únicas a las clásicas.
Y de una producción española a otra, Proyecto Lázaro, film de ciencia ficción del canario Mateo Gil, conocido por su colaboración con Alejandro Amenábar en los guiones de Tesis o Abre los ojos, entre otros, y la dirección de Nadie conoce a nadie (1999) o Regreso a Moira (2006) una de las Películas para no dormir, nos habla del miedo a la muerte o, como declaró el propio director en la rueda de prensa que ofreció durante el festival, del «miedo a la vida». Cuestiones que atenazaban al canario desde el rodaje de Abre los ojos. Protagonizada por Tom Hughes y Oona Chaplin, que le acompañó en la presentación, Proyecto Lázaro, que se estrenará en las pantallas españolas en enero de 2017, resulta ser una cinta de ciencia ficción elegante en su desarrollo y con un imaginativo diseño de producción que toca fibras que a todos nos afectan, pero que no puede evitar resultar algo lenta en su desarrollo. Y es que aunque parte de una premisa interesante al tratarse de un tópico cultural, como es el conseguir dar vida a partir de la muerte, tema que tiene su ejemplo máximo en Frankenstein, o el moderno Prometeo, semejanza que el director ya se encarga de subrayar más allá del guiño, Proyecto Lázaro no le rinde a ese tema el mejor tratamiento. Son numerosos lo aciertos que le pueden destacar, algunos de los cuales ya hemos señalado, pero al director le pierde su afán de subrayado, que le hace gastar metraje en algo que puede contarse con dos planos. Sobre todo hincha el interés romántico hasta desvirtuarlo y hacernos perder el interés hacia los personajes. Una buena premisa la anima, la visión shopenhaueriana de la vida y la naturaleza como fuerzas ciegas que se perpetúan a costa de los individuos, Gil concluirá que lo único que puede salvarnos de esta fatalidad es el amor y, paradójicamente la propia muerte. Ahora bien, esta tesis no nos es mostrada por el desarrollo de la propia trama, se enunciará literalmente desde la voz en off del protagonista. Buenas intenciones, malos resultados.
Tras esta historia metafísica tocaba divertimento puro y duro, y en ello los orientales, y más concretamente los de Corea del Sur, son especialistas. Train to Busan (Busanhaeng), es una magnífica zombi movie con estructura de cinta de catástrofes de los setenta: nos presenta a los diferentes personajes, los introduce a todos en el tren y los hace convivir y luchar conjuntamente cuando se desata dentro del convoy la epidemia zombi que los protagonistas tendrán que combatir. Acción, humor y unas gotas de emotividad para esta cinta del director Yeon Sang-Ho, que pasa con nota alta su traslación al cine de imagen real desde el de animación. Una de las cintas de puro género que más unánimemente convenció a los asistentes al Festival de Sitges y que próximamente podrá disfrutarse en nuestras pantallas de la mano de A Contracorriente, una de las más activas distribuidoras cinematográficas del país.
Y ya para terminar esta inagotable primera jornada, dos locuras bien diferentes: Karaoke Crazies (Joong-Dok-No-Rae-Bang) del también surcoreano Kim Sang-chan que mezcla en un sórdido local de karaoke asesinos en serie, felaciones, espíritus solitarios y comedia disparatada con un fondo no tan simplón como aparenta. Multigénero e inclasificable, toda una gema bizarra a la altura de la primera cinta del director, Highway Star (Bokmyeon dalho, 2007). Y Colossal de Nacho Vigalondo, una película que no deja indiferente con un argumento que se diría surgido en una larga y productiva noche de copas. Con producción canadiense esta cinta, protagonizada por una radiante Anne Hathaway, nos narra como su protagonista, bebedora empedernida que no sabe muy bien que hacer con su vida, vuelve a su pequeña localidad de nacimiento y descubre que, cuando camina por cierta zona, se materializa como saurio gigante en Seúl, así que deberá controlar sus movimientos para no causar bajas y destrozos a la manera de los kaiju eiga japoneses. Lo mejor de la función es sin duda la protagonista, que interpreta un papel que es una proyección del propio director. Resulta muy saludable ver a una bella dama interpretando un papel que, en otras circunstancias, habría interpretado un hombre y que borda hasta hacerlo totalmente suyo. En otro orden de cosas, uno se pregunta cómo se puede proponer a una productora (y ya puestos a la Hathaway) un guión tan descabellado y tener éxito. Eso tan solo está al alcance del locuaz director de Los Cronocrímenes, que no duda en colar algunos guiños personales, con referencias a su desastrosa relación con twitter o al anterior monarca español. Una película de lo más divertida, original y refrescante que, de momento, no tiene distribución en España y con la que nosotros despedimos esta primera (y completa) jornada en el festival.
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