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VAMOS DE ESTRENO (o no) * Viernes 10 de junio *
SI DIOS QUIERE (Se Dio vuole, Edoarde Maria Falcone, 2015)
Italia. Duración: 77 min. Guión: Edoardo Maria Falcone, Marco Martani Música: Carlo Virzì Fotografía: Tommaso Borgstrom Productora: Wildside / Rai Cinema Género: Comedia
Reparto: Marco Giallini, Alessandro Gassman, Laura Morante, Ilaria Spada, Edoardo Pesce, Enrico Oetiker, Carlo De Ruggeri, Giuseppina Cervizzi, Alex Cendron, Fabrizio Giannini, Silvia Munguia
Sinopsis: Tommaso, un cardiólogo de fama, es un hombre de firmes creencias ateas y liberales. Está casado y tiene dos hijos. Uno de ellos, Andrea, prometedor estudiante de medicina, revoluciona a la familia cuando les anuncia que quiere hacerse cura.
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DOS BUENOS TIPOS (The Nice Guys, Shane Black, 2016)
UK/USA. Duración: 116 min. Guión: Shane Black, Anthony Bagarozzi Música: David Buckley, John Ottman Fotografía: Philippe Rousselot Productora: WB / Silver Pictures / Waypoint Entertainment / Misty Mountains Género: Comedia
Reparto: Ryan Gosling, Russell Crowe, Matt Bomer, Kim Basinger, Yvonne Zima, Keith David, Margaret Qualley, Beau Knapp, Angourie Rice, Daisy Tahan, Abbie Dunn, Michael Beasley, Joanne Spracklen, Dale Ritchey, Terence Rosemore, Chace Beck,
Sinopsis: Ambientada en Los Ángeles durante los años 70, gira en torno al policía Holland March (Ryan Gosling) y el detective y matón a sueldo Jackson Healy (Russell Crowe), los cuales se ven forzados a colaborar para resolver el caso de una joven desaparecida, la muerte de una estrella porno y una conspiración criminal que llega hasta las altas esferas.
Competente comedia, casi una parodia de las que se realizaban en otros tiempos con un buen punto de partida que deja al espectador pegado en la pantalla pendiente de los continuos gags, muy aceptables, que convierten la cinta en una película de lo más disfrutable, y con un impecable diseño de producción que nos traslada, sin chirriar, a los años setenta. Vale la pena aunque solo sea por ver a estos actores, Gosling y Crowe, siempre tan duros y serios, parodiándose a sí mismos con resultados altamente gratificantes. Aunque, para qué engañarles, la función se la arrebata por la banda la joven actriz Angourie Rice, de la que ya les avisamos que estuvieran pendientes tras verla en el filme apocalíptico Las últimas horas (These Final Hours, Zak Hilditch, 2013). Con más que saludables brotes de incorrección política; lenguaje deslenguado; Crowe repartiendo leches como panes y Gosling homenajeando a Lou Costello, esta cinta, reencuentro de Kim Basinger y Russell Crowe 19 años después de L. A. Confidential, cumple perfectamente con su objetivo de hacer pasar un buen rato al espectador. ¿Intrascendente?, puede, sí, pero, ¿no les apetece a veces pasar sencillamente un buen rato? Pues qué mejor que pasarlo con Dos buenos tipos
RUMBOS (Manuela Burló Moreno, 2016)
España. Duración: 93 min. Guión: Manuela Burló Moreno Música: Mikel Salas Fotografía: Unax Mendía Productora: Arcadia Motion Pictures / Jano Pictures AIE / Atresmedia Cine Género: Comedia dramática

SUMMER CAMP (Alberto Marini, 2015)
España. Duración: 85 min. Guión: Alberto Marini, Danielle Schleif Música: Arnau Bataller Fotografía: Pablo Rosso Productora: Filmax / The Safran Company / Rebelión Terrestre Género: Terror
Reparto: Diego Boneta, Maiara Walsh, Jocelin Donahue, Andrés Velencoso, Mark Schardan, Rick Zingale, Xavier Capdet
Sinopsis: En la búsqueda de diversión y nuevas experiencias, tres jóvenes estadounidenses y uno autóctono, se apuntan como monitores en un campamento de verano en Europa. Están preparados para todo: insectos, noches en vela, niños gamberros… pero no para que ese sea su último verano. Al llegar al campamento, una extraña infección que causa furia extrema sumerge al grupo en una espiral de terror y locura. Comienza entonces una carrera a contrarreloj para encontrar la fuente del contagio y poder salvar sus vidas. ¡Bienvenidos a Summer Camp!
(Reseña completa en un CLICK)
Summer Camp: un cierto desconcierto
A pesar de que la habíamos visto en su pase durante el Festival de Sitges, quisimos revisarla para ver si nos convencía en esta ocasión. A veces, el gran número de películas que se digieren en un certamen, pueden conseguir que los posibles valores de una cinta puedan pasarnos desapercibidos. Así que le dimos otra oportunidad … pero mantenemos aquella primera crítica.
SUMMER CAMP (Alberto Marini, 2015)
España. Duración: 85 min. Guión: Alberto Marini, Danielle Schleif Música: Arnau Bataller Fotografía: Pablo Rosso Productora: Filmax / The Safran Company / Rebelión Terrestre Género: Terror
Reparto: Diego Boneta, Maiara Walsh, Jocelin Donahue, Andrés Velencoso, Mark Schardan, Rick Zingale, Xavier Capdet
Sinopsis: En búsqueda de diversión y nuevas experiencias, cuatro jóvenes estadounidenses se apuntan como monitores en un campamento de verano en Europa. Están preparados para todo: insectos, noches en vela, niños gamberros… pero no para que ese sea su último verano. Al llegar al campamento, una extraña infección que causa furia extrema sumerge al grupo en una espiral de terror y locura. Comienza entonces una carrera a contrarreloj para encontrar la fuente del contagio y poder salvar sus vidas. ¡Bienvenidos a Summer Camp!
Con este argumento que hemos resumido, se nos abría el apetito de acercarnos a Summer Camp. Teníamos ganas de ver este nuevo filme presentado por Filmax, principalmente, porque nos declaramos fans de la labor que viene realizando esta productora por el fantástico en España (y que parece que no se valora lo suficiente). Pero también, en segundo lugar, porque es el debut en la dirección (de un largo, ya que previamente había dirigido dos cortos) de Alberto Marini, conocido sobre todo por ser guionista de algunas de las más interesantes películas que ha dado el género que nos ocupa en su renacimiento de las últimas décadas, como son Mientras duermes (2011) de Jaume Balagueró, cinta cuyo argumento nos encantó por su reflejo de la cara oculta de la cotidianidad y de la muy interesante El desconocido (Dani de la Torre, 2015), entre otras.
Definida por su propio director como “una peli de terror gamberro“, Summer Camp pretende ser exactamente eso, entretenimiento puro y duro. Es quizás por ello que, ni Marini ni su compañera de guión, Danielle Schleif, se han estrujado mucho el cerebro en su escritura, poniendo más el acento en los efectos sangrientos y en las persecuciones que en la trabazón de la historia. Summer Camp mezcla comedia, terror y diversos fluidos a golpe de efecto con mucho de Posesión infernal (incluido un plano que homenajea su cartel). El resultado no deja de ser entretenido, cierto, pero sobre todo lo que es, es manido. Caer en lo tópico, pese a contar con un elemento atractivo (los efectos de la infección aparecen y desaparecen a lo largo de la acción en un twister imprevisible), no es lo peor de la cinta con la que debuta Marini; lo peor es que no parece encontrar el correcto tono narrativo. Esto es, la película viene lastrada por un primer acto insulso en el que se dan detalles que no tendrán la menor relevancia en el resto de la trama, y en el que no llegamos a saber si estamos viendo una parodia o un filme que se toma en serio a sí mismo pero cae repetidamente en el humor involuntario. Según parece, en el montaje previo que fue exhibido en Estados Unidos, el elemento cómico era patente, pero no funcionó con los espectadores americanos, motivo que llevó a sus creadores a remontar el primer acto reduciendo su comicidad. A todas luces un gran error, porque lo único que se logra con el montaje proyectado en Sitges es que dé la impresión de que la película no arranca ni se define, para cuando encuentra su camino humorístico ya es demasiado tarde para conferirle ese tono de cine gamberro que se prometía en la promoción de la obra.
Rodada en inglés con reparto internacional y repleta de efectismos y sustos de esos que se ven venir, lo mejor de la película es que el personaje interpretado por Andrés Velencoso muere al poco de comenzar la acción… y no vuelve.
Si Dios quiere, la posibilidad del milagro
“Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa” reza la parábola en el Evangelio según San Mateo para advertir a los humanos que la muerte llega sin avisar y es mejor estar preparado para ello. Contra la muerte lucha Tommaso (Marco Giallini), cardiólogo de fama y hombre de firmes creencias, ateo y liberal. Cree en la ciencia y niega los milagros. Pero el mundo de Tommaso dará un vuelco cuando Andrea, su hijo y prometedor estudiante de medicina, revolucione a la familia con su noticia: quiere hacerse cura. La supuesta vocación de Andrea pondrá sobre la mesa la disfuncionalidad de su familia, acomodada y aparentemente ejemplar; pero el principal cambio que introduce es el encuentro entre su padre y el reverendo Don Pietro (Alessandro Gassman), figuras opuestas que acabarán tomando conciencia de que son las dos caras de la misma moneda. Se acabarán reconociendo como el otro, el mismo.
Edoardo Maria Falcone debuta en la dirección con este largometraje (del que es además autor del guión) y nos ofrece una comedia ágil apoyada, fundamentalmente, sobre el carisma de sus dos interpretes principales. Marco Giallini está soberbio en su encarnación de ese médico, sobresaliente por su talento, que destaca por su cinismo (como el Dr. House televisivo), tanto en sus planteamientos vitales como en el trato que da a sus colegas y pacientes. Descree de los milagros y no contempla la existencia de Dios, confía únicamente en la ciencia y la inteligencia humana. Y Alessandro Gassman le da la réplica a la perfección encarnando a ese reverendo poco ceremonioso, nada canónico, que levanta pasiones entre sus feligreses con su verbo ágil y coloquial. Exconvicto, Don Pietro es otro de esos personajes de carácter que llenan la escena con su sola presencia, un cura atípico, un tanto anárquico, que se gana la voluntad de quienes le escuchan por sus modos desenfadados, no por ello poco profundos. Del choque de ambos personajes, conducido por un excelente tratamiento de la intriga (aquí, ver quién puede dirigir la voluntad del joven Andrea), nacen momentos y situaciones hilarantes, bien coreadas por el resto de secundarios (tan bien dibujados como los protagonistas), con ciertos toques de caricatura en ocasiones y buen uso de la ironía siempre.
Falcone no sólo ha cuidado el diseño de los personajes y sus arcos de transformación, también ha atado en corto otro de los factores decisivos en toda comedia: el ritmo. Si Dios quiere modula a la perfección su tempo, agitado y percutante en algunas secuencias (con esa banda sonora que amplifica las acciones), moderado y cadencioso cuando lo requiere la situación, solemne cuando se hace presente el momento dramático, para acabar con una coda que resume todos los movimientos dejándonos una sonrisa agridulce en su final. El director se muestra hábil en la dosificación de las situaciones cómicas, nos gana con la ración justa de risas desde el principio, de modo que conforme avanza la trama y llega el último acto con su giro dramático, ya somos totalmente suyos y hemos evolucionado a la par que los personajes y su peripecia.
Quedarnos sólo con que Si Dios quiere es una de las mejores comedias que han llegado a nuestras pantallas este año, siendo cierto, sería caer en un reduccionismo que no haría justicia a la cinta. Porque esta ópera prima envuelve con ropajes de liviana comicidad reflexiones existenciales de alto calado, que son introducidas con la misma suavidad y precisión con las que un cirujano practica una incisión. En clave de humor, Falcone nos hace recapacitar sobre la familia, sobre los vínculos y los roles, nos mueve a considerar los límites de la tolerancia (o mejor nuestra propia limitación para tolerar pese a pretendernos liberales y demócratas), pero sobre todo nos obliga a meditar sobre nuestra condición humana.
A seis mil pies de altura, frente al lago de Silvaplana, más allá del hombre y del tiempo, en un momento, pues, de éxtasis, tuvo Nietzsche la revelación del Eterno Retorno, su particular manera de entender la eternidad. En un paraje similar, también frente a un lago, Pietro vivió su “camino de Damasco”, su conversión; solo y desconectado, aprehendió el Deus sive Natura de Spinoza. Su fe sólo toma la forma del cristianismo como falsilla a través de la que hacer patente su convicción: Dios está en la naturaleza y el hombre es sólo una figura minúscula en esa inmensidad. El prodigio no es más que el desplegarse de la naturaleza en su armonía silenciosa. Ese es el rostro omnipotente de Dios. Comprenderlo así es el único milagro. Así lo aprehenderá también Tommaso, por eso no importa si el milagro que desearían los espectadores, para que Si Dios quiere tuviese un final feliz, se haya dado o no. El verdadero milagro (que es también la redención del cirujano) ya se ha producido.
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