VAMOS DE ESTRENO * Viernes 22 de abril de 2022 *
EL HOMBRE DEL NORTE (The Northman, Robert Eggers, 2022)
USA. Duración: 136 min. Guion: Robert Eggers, Sjón Sigurdsson Música: Robin Carolan, Sebastian Gainsborough Fotografía: Jarin Blaschke Productora: Regency Television, Focus Features. Distribuidora: Focus Features Género: Drama.
Reparto: Alexander Skarsgård, Nicole Kidman, Anya Taylor-Joy, Willem Dafoe, Ethan Hawke, Björk, Claes Bang, Ralph Ineson, Kate Dickie, Murray McArthur, Ian Gerard Whyte, Hafþór Júlíus Björnsson, Ian Whyte.
Sinopsis: En Islandia, en pleno siglo X, un príncipe nórdico (Skarsgard) busca venganza a toda costa por la muerte de su padre.
Si los anteriores trabajos de Robert Eggers eran ejercicios tirando a minimalistas, protagonizados por un reducido elenco y con una acción más bien sostenida y contemplativa, con El hombre del Norte Eggers se toma la revancha, moviendo ejércitos, destruyendo poblados y aullando a los cuatro vientos. Pero todo es aparente, sigue siendo una historia personal. La de su protagonista. Alrededor del cual girará todo y todos.
Como en La bruja (The Witch, 2015) y El faro (Lighthouse, 2019), sus dos fabulosos trabajos anteriores, el director introduce en su última obra el fantástico de manera ambivalente, dejando que sea el propio espectador el que decida si la interpretación histórica y social, en la línea del evemerismo, que entiende el mito como alegoría de lo real, es la dominante, o si la apuesta es por entender lo fantástico como explicación verdadera de lo narrado. Ambas, la racional y la mágica son plausibles, porque, sobre todo, en sus finales, todo queda en suspensión. Y, al igual que en las predecesoras, la extrañeza comparte espacio con lo natural.
Con interiores cálidos y exteriores gélidos, la fotografía de El hombre del Norte es pictórica, y su banda sonora majestuosa, atronadora. La historia que narra es clásica y gira sobre la venganza, motor de tantas y tantas otras historias. Su desarrollo es el de una cinta clásica, colosal, de aventuras, que quizás no encuentre a su público en el espectador actual, pero que, como sus anteriores trabajos, es un gozo para los sentidos que no se queda en el esteticismo hueco. El hombre del Norte es un ejercicio perfecto en la que todos sus elementos funcionan impecablemente yendo, además, más allá del objetivo del mero entretenimiento y la evasión, porque también (y diríamos que sobre todo) apunta al goce intelectual. Como los buenos clásicos, la trama es leíble desde varios niveles que van desde los más superficiales e inmediatos, que compran el Macguffin como auténtica esencia de la trama (como aquel uranio de Notorius), hasta las lecturas que aprecian el verdadero tema en juego que subyace sobre la mera anécdota argumental (igual que en el clásico de Hitchcock lo que sustentaba el relato era la reinterpretación del mito de Orfeo, del descenso iniciático a los infiernos). Todas las capas se sostienen y tienen (cierta) validez. Narración poliédrica, que, apoyada semejante reparto, no podían dejar de funcionar: Alexander Skarsgård, Anya Taylor-Joy, Nicole Kidman, Ethan Hawke, Willem Dafoe y Björk, realizan un gran trabajo, al igual que todo el elenco de secundarios.
Creo que no erramos si sostenemos que serán los felices lectores de Borges quienes más goce extraigan de esta trágica epopeya. Y su disfrute será proporcional a la información previa que tengan sobre la cinta: a menor conocimiento, mayor será el deleite. Porque, ya desde los primeros compases visuales de esta pieza impetuosa como la naturaleza que circunda la acción, vendrá a su memoria la devoción del ciego ilustre por las Eddas y su principal recurso retórico, las Kenningar. Se instalarán en el marco del Mito como espacio estructural que permite conocer la dinámica del espíritu humano en lo que tiene de atemporal. Esencias. Arquetipos en el sentido más noble del término. Esta leyenda escandinava, de la que Eggers, en su síntesis, toma su dimensión más heroica, cifra en la aventura de Amleth (nombre que es una kenning para el mar), una compleja gama de problemas éticos y filosóficos alrededor del fratricidio, la venganza preparada y el deseo frustrado. Porque sabe que el protagonista es el predecesor directo de aquel príncipe de Dinamarca al que inmortalizó Shakaspeare con su prosa más inspirada. Una reflexión sobre el sentido del actuar y su encadenamiento al peso de las Nornas que la hilvanan al Destino como fuerza ineludible y reparadora. A quien colabora de grado con lo ineluctable le espera el sueño del
Mucho más que una película de vikingos, pero tampoco menos, en El Hombre del Norte se combinan dolorosos mandobles, hachazos, traiciones, fuego y amor, pues hay espacio también para el romanticismo. Una brillante reelaboración, nada esteticista (ni menos superflua), del cine clásico de aventuras que, como sucedió con La bruja y El faro, encontrará enfurecidos detractores y maravillados seguidores pero que a nadie dejará indiferente. Y es que el cine de Eggers está en las antípodas de ese lugar común de la crítica que desprecia ciertas películas por ser insultos a la inteligencia. No sólo no insulta a la capacidad de entender, sino que la reclama. El cine de Eggers exige una contemplación activa, no basta con sentarse a ver, hay que corresponder, a esas imágenes que nos interpelan, con una mirada participativa que intente responder a los enigmas lanzados desde la pantalla y a la vez formularle a la cinta las preguntas adecuadas para poder libar todo el jugo intelectual que rezuma. El Hombre del Norte le exige al espectador un esfuerzo inteligente para obtener el disfrute y eso es algo a lo que el espectador de hoy, profesional o no, pocas veces está dispuesto. Así que nada más fácil que decidir cómo concluir el comentario de este film: sospechen ustedes de todos aquellos que lancen exabruptos en su contra. El de Eggers no es cine para los tardos de comprensión.
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