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Serendipia’s Sitges Film Festival 2019: Segunda cápsula

VIERNES 4 DE OCTUBRE                                                     (Fotos: Serendipia)

Un nuevo día y cuatro títulos más esperan a Serendipia. Pero antes de de continuar permitan que les contemos algo que, aunque puede que les resulta ciertamente extraño de entender, sucede habitualmente en este festival y en especial y con mayor grado durante esta edición. Hablamos de…

EL MISTERIO DE LOS PASES DE PRENSA SIN ACCESO PARA PRENSA

Les explicamos: la prensa acreditada tiene derecho, tras abonar la cantidad estipulada, a pedir los pases que estime necesario dentro de unos límites que marca la categoría de la acreditación. Los pases reservados para prensa pero abiertos al público, matinales, no deberían plantear ningún problema a la hora de reservar las entradas pero… hubo problemas. Y más que en otras ocasiones. Prensa tiene que solicitar todos los pases que desee un día concreto, así que, quien más quien menos, está atento al comienzo del plazo para que no se terminen las entradas, pues son limitadas. Pero resulta que a los diez minutos de comenzar el plazo muchos vimos como varios de estos pases de prensa se habían agotado. En el caso de Serendipia nos quedamos sin siete de estos pases, teniendo que optar, en estos casos y siempre que coincidiera más o menos el horario, a pedir entradas de otras salas (la mayoría en el Tramontana al ser la más cercana de l’Auditori) y de títulos pertenecientes a otras secciones como Novas Visions. Cierto es que luego dice la organización que ‘se liberan’ entradas -por no haberse vendido- y así sucedió que hubo entradas para algunas de estas cintas, así como sesiones con poco público y prensa sin entradas… pero el planing es el planing y Serendipia es un ente organizado, así que nos quedamos con los pases que conseguimos durante el plazo de solicitudes inicial, haciendo honor a nuestro apodo, aceptamos las serendipias que el azar ponía ante nosotros, seguros de que a veces lo inesperado es el mejor tesoro. Hay que añadir que de aquellas cintas que nos parecían de visión obligada en nuestra selección inicial y no obtuvimos pase, compramos la entrada. ¡Somos así de flamencos!

Eso si, esperamos que estos desbarajustes vayan solventándose en futuras ediciones.

Comenzamos el día con un título del que teníamos tan pésimas referencias que no pudo más que gustarnos. Paradise Hills (2018) es una parábola feminista muy bien orquestada (ya les hablaremos más adelante de Judy & Punch, ya), con guión de nuestro admirado Nacho Vigalondo  que se desarrolla en una isla llamada Paradise, donde se encuentra un centro de rehabilitación, spa, resort comandado por La Duquesa (Milla Jovovich). Allí las ovejas descarriadas de las clases privilegiadas son reeducadas y convertidas en bellas y serviciales princesas. La insultantemente joven Alice Waddington (27 años), firma este debut en el largo tras su exitoso Disco Inferno (2015) que, dejando aparte que para Serendipia toda película en la que salga la Jovovich es digna de visionado, nos pareció un cuento de hadas bien resuelto y delicioso en su delirio de colores pastel. Y más allá de eso consigue intrigar y sorprender con ese universo de princesa Disney mezclado con El prisionero (1967-68) una serie que muchos de ustedes no han visto y que demuestra que lejos de descubrir la sopa de ajo, las series interesantes y barrocas ya existían en la infancia de Serendipia.

Les dejamos con la rueda de prensa posterior al pase:

La cinta, que realmente nos dejó buen sabor de boca, fue seguida por otra de Sección Oficial Fantastic Competition, The Lodge (2019) de los austríacos Severin Fiala y Veronika Franz, viejos conocidos por el público del festival gracias a Goodnight Mommy (2014) y que firman aquí otro nuevo e impactante relato de relaciones materno-filiales protagonizado por dos niños que tendrán que vivir la tragedia de quedar huérfanos de madre y tener que habituarse a convivir con su joven e inquietante madrastra. El frío del exterior de la casa competirá con la gélida frialdad de los niños hacia ella, pero nada preparará al espectador para la extraña situación que sucederá al amanecer. La película mejora conforme vuelve a nuestra memoria. Y es que los  austríacos se manejan a las mil maravillas en estos relatos que mezclan infancia y terror, en The Lodge administran con inteligencia la intriga sabiendo mantener en el aire todas las hipótesis del espectador sobre la trama, incluida la sobrenatural, y consiguiendo así que el final nos resulte coherente a la par que inesperado, como corresponde a los buenos relatos. Un buen filme, atmosférico con arranque impactante y que nos va helando el corazón según avanza la gélida tormenta exterior e interna a los personajes. Una producción Hammer que los directores, por cierto tía y sobrino, confiesan haber rodado de forma cronológica y en localizaciones reales. Es posible que les resulte familiar el rostro de la actriz que abre la cinta interpretando a la madre de los pequeños. Si, es Alicia Silverstone. Y si, el tiempo es inclemente.

Con la siguiente sesión llegó el primer cambio, pues deseábamos ver Ready or Not (Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, 2019) también de la sección Oficial pero, al agotarse por lo que les hemos contado en el recuadro de arriba, tuvimos que tirar de Noves Visions. Y pensamos que en esta ocasión salimos ganando, pues Bor Mi Vanh Chark (The Long Walk, Mattie Do, 2019) demostró ser, además de una de las más estrambóticas coproducciones que conocemos (Laos, España, Malasia), una película atípica que combina historias de fantasmas, futuros distópicos y paradojas temporales. Mattie Do, nacida en Laos y criada en Estados Unidos, nos ofrece una mirada personal sobre la irreversibilidad (o no) del destino a través de la historia de un anciano (Yannawoutthi Chanthalungsy) a quien se le atribuye la capacidad de hablar con los espíritus en paralelo con la de un niño (Por Silatsa) que presencia un accidente y acompaña a la joven herida en su muerte. Pronto descubriremos que ambos son el mismo personaje en dos líneas temporales distintas que el anciano puede atravesar gracias a la presencia del espíritu de la joven accidentada (Noutnapha Soydara) que le acompaña como una sombra al no haber recibido sepultura. Asistiremos a los intentos del anciano de intervenir en su propio pasado interactuando con el niño que fue, quiere, sobre todo, impedir la dolorosa muerte de su madre, un ensayo que resulta infructuoso, porque, aunque se llegan a modificar circunstancias fundamentales, lo inevitable sucede y descubrimos que, en verdad, el personaje está condenado a vivir continuamente en bucle su ciclo. Do combina de forma inimitable la ciencia ficción con el budismo rural mientras nos retrata los contrastes entre la pobreza del campo y los adelantos de la ciudad (que no llegamos a ver pero se insinúan sus altos edificios en el lejano horizonte), para ello desplaza el relato a un futuro de tiempo indefinido que no ha erradicado la pobreza pese a los avances tecnológicos. La cinta resultó ser una delicia merecedora (en nuestra humilde opinión)de haber participado en Sección Oficial y nos preparó el cuerpo perfectamente para nuestra última ración cinematográfica de la jornada, el nuevo desmán del japonés Sion Sono, The Forest of Love (2019) otra producción original Netflix.

La cinta de Sono fue incluida también en la sección Noves Visions, ese cajón de sastre que parece amparar, además de nuevas formas de ver el fantástico, y propuestas marcianas, algunas piezas que parecen no haber tenido espacio en la Sección Oficial aunque su calidad las haría merecedoras de figurar en ella.  Dejarse llevar por los títulos de esta sección puede representar todo un bálsamo contra el cine más mainstream. Así, el último Sono no nos defraudó, pues, sobre la falsilla de los crímenes de un asesino serial inspirada en hechos reales, el inclasificable director ofrece sus constantes y sus salidas inesperadas, con escenas de comedia, pero también con sangre, colegialas y feliz transgresión. Nos deja un personaje icónico, Jo Murata (Kippei Shîna), un hombre despiadado que usa su carisma para manipular a la gente, sobre todo a las mujeres que parecen contraer una auténtica adicción a su figura dejándose arrastrar a dolorosos juegos sadomasoquistas, una constante del japonés, relatados aquí en clave de comedia salvaje plagada de sabroso gore. Es también cine dentro del cine, uno de sus ejes centrales es el rodaje de unos jóvenes aspirantes que tomarán, precisamente, a Murata como personaje, conforme avanza el metraje veremos cómo Murata acaba haciéndose con el control absoluto de la película que ruedan, mientras que la que protagonizan va convirtiéndose, también, en una loca cinta de fugas hacia adelante en el que van dejando atrás varios cadáveres que descuartizan con todo lujo de detralles. No le faltan dosis de crítica contra la hierática sociedad japonesa de la que se burla convirtiendo a una familia burguesa, de altos miramientos, en una pandilla de punks enloquecidos seguidores de, cómo no, Murata. Pero sobre todo denuncia la imposibilidad del amor romántico a través de la imposible adaptación de Romeo y Julieta por las jóvenes protagonistas en su adolescencia, un ítem que marca el desarrollo de sus personajes y da lugar a algunas de las escenas más impactantes del filme (como ese suicidio colectivo desde la terraza del instituto). En suma,151 minutos de locura que nos acompañaron mientras terminaba una jornada más de cinefagia en Sitges.

Categorías: Sitges Film Festival
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