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‘Lo tuyo y tú’, la cantante era calva
Una noche Youngsoo y su novia Minjung discuten por el supuesto flirteo de la chica con un desconocido y ella termina marchándose de casa. Al día siguiente Youngsoo vaga por las calles con la esperanza de encontrarla; mientras tanto Minjung (o una chica idéntica a ella) tiene citas con distintos hombres que dicen conocerla de antes.
La nueva película escrita y dirigida por el maestro Hong Sangsoo, ganadora de la Concha de Plata al Mejor Director en la pasada 64ª edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián-Donostia y protagonizada por Kim Joohyuck (Like for Likes, The Beauty Inside) y Lee Youyoung (The Treacherous, Late Spring), continúa explorando las relaciones de pareja, verdadera constante de su cine como ya tuvimos ocasión de comentar en Antes no, ahora sí. Hong Sangsoo reflexiona en ella sobre los límites del conocimiento mutuo en el seno de una pareja y sobre el valor de la confianza del uno en el otro. Dividida en escenas separadas por fundidos en negro (fundidos que prácticamente juegan el mismo papel que el telón en el teatro), un mismo tema musical sirve de nexo entre ellas, un tema que, por su naturaleza desenfadada y vivaz, indica claramente que Lo tuyo y tú es una comedia.
¿Es una comedia? El coreano nos trae cuadros escénicos disparatados retratados en plano fijo (prácticamente sólo el uso de aparatosos zooms introduce movimiento) en los que los personajes declaman diálogos, que en ocasiones se antojan casi sin sentido, mientras beben, sobre todo beben. La ruptura de la ilación lógica es la que funciona aquí como vehículo del humor, a algunos les podrá provocar hilaridad, a otros sólo una sonrisa, no faltarán los que no capten la gracia, pero lo que vivirán todos es el extrañamiento. Y el extrañamiento es ese lugar en el que lo habitual se deforma y pierde su confortabilidad, algo semejante a las imágenes reflejadas en espejos distorsionantes. Eso es Lo tuyo y tú, una suerte de palacio de los espejos en el que nos veremos obligados a ver de otro modo nuestras propias vivencias sobre el amor, la (des)confianza, la capacidad de comprender al otro, en suma, la posibilidad y sentido de formar una pareja.
“Sólo el amor verdadero tiene valor, lo demás es comer y cagar” dice en un momento el protagonista, todo un trasunto del pensamiento del propio director: “el amor es lo único que importa en esta vida aparte de la cerveza. Si encuentras a una persona a la que puedas amar y con quien puedas compartir tu vida, que en el resto de facetas de tu vida seas un desastre carece de gravedad”. Sangsoo se autoproclama vago porque no está dispuesto a inventar nada más allá de lo que él mismo aprecia y vive, por eso en todas sus películas se bebe tanto y por eso hablan todas ellas de amor, “yo mismo no tengo más aficiones que beber. Hablo de lo que sé, punto. Jamás me plantearía contar la historia de, por ejemplo, un piloto de carreras vegano y aficionado a la pesca. No conozco a nadie que sea así, y soy demasiado torpe para inventármelo”. Pero igual que reconoce su pereza, es consciente de su honestidad, “casi nada en mi cine es intencionado, porque me gusta ponerme a merced de los accidentes. Tampoco comparo mis películas entre sí. Cada una de ellas es un reflejo de quién soy yo en el momento de hacerla, una instantánea de quién soy en diferentes épocas de mi vida. En ese sentido soy un director brutalmente honesto”. El coreano no escribe detalladamente sus guiones, juega a la improvisación, se burla amablemente de la prensa que en su juicio rebusca demasiado en sus obras (niega incluso que el cine de Rohmer sea una influencia consciente) y respira sinceridad en cada palabra, una sinceridad que impregna cada fotograma en el que vierte su pensamiento y su sentimiento. Romántico empedernido, no se cansa de dar argumentos sobre como el amor es lo único. Y nosotros podemos amarle por ello.
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