Cartas de amor a una monja portuguesa
De nuevo Sergio Colmenar, nuestro colaborador de lujo, comparte un artículo en Proyecto Naschy. En este caso le toca a Jesús Franco y a su película Cartas de amor a una monja portuguesa, que el amigo Sergio analiza con el conocimiento y la idiosincrasia que le caracteriza.
La etapa suiza jessfranquiana con Dietrich me flipa tanto, o casi, como la de nacionalidad múltiple con H.A. Towers. En calidad, cuidado, planteamiento, color y presupuesto, de hecho, van de la mano como nunca en el cine jessfranquiano desde el genial díptico formado por Bésame monstruo (1969) y El caso de las dos bellezas (1969), e incluso un poco antes con la primera obra maestra de horror sexy a todo color de Jess Franco, Succubus (1968), si queremos atenernos a una idiosincrasia turbia y demencial que se les aproxime.
Cartas de amor a una monja portuguesa (1977), aunque ligeramente por debajo de gozadas inclasificables de Franco y Dietrich como Greta, haus ohne männer (1977)(apócrifa pero superior al resto de secuelas de la saga de la loba nazi Ilsa -encarnada por la impresionante y justamente mítica Dyanne Thorne, aquí pelirroja- a la que pertenece) o Jack the ripper (1976), es una sinvergonzonería rijosa, sórdida (monja adolescente confundida, humillada, acosada y follada por satanistas en un estricto convento en Lisboa, tal y como cuenta la novela homónima de Mariana Alcoforado) y de qualité (muy aplicada técnica y formalmente aun sin dar todo de sí) que te vuelve amoral, si no lo eras ya, desde el minuto uno.
La resolución es floja, sin embargo, pecando de la misma ambigua denuncia (un confuso pero no demasiado importante “hasta aquí llegó la gamberrada”) que la de la también soberbia El proceso de las brujas (1970), pero la ennoblece lo siguiente: su condición de híbrido jessfranquiano, precisamente empezando por la consabida peli protagonizada por Christopher Lee y Maria Rohm, y continuando con desparpajo con la algo floja de contenido y casi nada fiel al texto original Marquis de Sade: Justine (1969) y la, esta sí, absolutamente magistral, inusitada y 100% de Sade y Franco Eugenie (la del 69), contando, encima, con los logros interpretativos de William Berger como el padre Vicente, un cura abusón que se corre en el confesionario, Susan Hemingway como la monja menor y, sobre todo, una escalofriante Ana Zannatti, la súper puta madre superiora satánica, décadas más tarde desempeñando un rol importante en ‘Medico de familia’. La música de Walter Baumgartner, quedando ya lejos los tiempos de mi compositor favorito haciendo maravillas para montones de pelis de Jess Franco anteriores, Bruno Nicolai, es más que apañadita y erotiza con esas peculiares melodías medievales la sinuosidad de las imágenes, cuidadas plano a plano, a cual más malintencionado y fotografiados por el propio padre del compositor.
No me olvido de las breves pero intensas apariciones del mismísimo Satán a lo “Rosemary’s Baby” (diría que hasta mejor aún) enculando a monjas y arañando pezones, ni de las varias escenas soft, lejos de la torpeza y la desgana sexual de muchas nunsploitations o sexploitations del palo y de la época.
Sea el tuyo mi caso, ser un rendido admirador con implicado conocimiento de causa, o no, duda no hay ante el hecho de que Jess Franco fue el más moderno y visceral director de los dedicados no solo al eurohorror, sino a la libertad de géneros y manías personales.
Sergio Colmenar.
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