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Importante cambio en la programación de Cardoterror IX
Lamentamos comunicar que finalmente Sergio Martino NO podrá asistir al Cardoterror IX debido a problemas personales.
Su hija Federica recogerá nuestro trofeo Audrey en su nombre. La presentación de la película Torso , violencia carnal, también contará con la colaboración de Diego López , editor del fanzine El buque maldito y responsable del Brigadoon en el Festival de Sitges. Durante el acto, Sergio Martino se dirigirá a los asistentes a través de un mensaje en vídeo grabado para Cardoterror
Federica Martino también es cineasta: Directora y guionista, también fue ayudante de dirección de su padre. Seguro que tendrá muchas cosas y anécdotas que contarnos.
En abril vuelven Los Vengadores
Sitges 2014, licántropos en el festival, Late Phases y Der Samurai
Contra el orden regular de la naturaleza se erige el monstruo. Como sustantivo deriva del vocablo latino ‘monstrum‘, con un significado inquietante: ‘aviso de los dioses’; el monstruo advierte de lo sobrenatural. Ahora bien, el monstruo no sólo muestra a, también es mostrado por el hombre para otros hombres con la finalidad de conjurar los miedos. El monstruo causa espanto y el espanto aviva la prudencia. Adversarios por excelencia de los héroes, nos repelen, y, sin embargo, también nos atraen; lo explicaba ya Friederich Schiller en Del arte trágico (1792): “es un fenómeno general en nuestra naturaleza que lo que es triste, terrible y hasta horrendo nos atrae con una fascinación irresistible; que las escenas de dolor y de terror nos repelen y nos atraen con la misma fuerza.” Es la atracción por lo desmesurado, por aquello que rompe con los límites e invita a la transgresión. Por lo sublime. En el monstruo se refleja también, pues, nuestra voluntad de contravenir nuestra condición finita y mortal, nuestra necesidad de asaltar el cielo y pensarnos dioses.
Máscaras de inmortalidad, los monstruos han poblado nuestras lecturas del mundo, primero en el mito, en la literatura después y en el cine más tarde. Su figura se ha convertido en ítem clásico de nuestro imaginario fantástico. Es por eso que cada año se dan cita en el Festival de Sitges un buen número de ellos. Desde los más modernos, zombies, asesinos seriales, a los más tradicionales como son los vampiros o los hombres lobo. En el licántropo nos vamos a entretener. El lobisón es probablemente la criatura legendaria que está presente en más culturas, hombre bestia, a través de él nos contamos el poder de los instintos y la necesidad de controlarlos. La naturaleza como mal frente a lo civilizado humano como bien, esa es la premisa que subyace en su articulación, pero estableciendo que esa naturaleza está también en la esencia de lo humano. Así el licántropo es manifestación del bifrontismo de nuestra especie. Leyenda arcana, el cine es el que ha armado los rasgos con los que nos lo representamos revitalizando el mito (poco presente en la literatura) y manteniendo su popularidad hasta nuestros días. A lo largo de la historia del séptimo arte se han dado diferentes versiones sobre la licantropía desde las más románticas (el hombre que se transforma en lobo está afectado por una maldición y sólo se librará de ella si se le da muerte por amor, Waldemar Daninsky por excelencia) hasta las más brutales (Un hombre lobo americano en Londres, la saga Aullidos iniciada por Joe Dante como ejemplos), pero el cine no ha agotado aún las representaciones sigue siendo posible acercarse al mito y darle una nueva interpretación. Muestra de ello son las desiguales Late Phases y Der Samurai, más convencional la primera, más particular la segunda.
Late Phases es el primer largometraje de Adrián García Bogliano rodado en inglés, el autor argentino nacido en Madrid debuta en el mercado de EE.UU. con este filme de hombres lobo. Esta vez no ha estado al cargo del guión sino que ha partido del trabajo de Eric Stolze (escritor del Under the Bed de Steven C. Miller), de ahí que pueda ser considerada como la más impersonal de sus obras. Pero impersonal no significa despreciable, Bogliano ha sabido trabajar como buen artesano y aprovechar los recursos con los que ha contado, superiores a sus anteriores producciones pero lejos de ser desorbitados.
El filme nos enfrenta de entrada a la vejez, esa última fase de la vida en la que se nos considera casi incapacitados para cuidar de nosotros mismos, a veces incluso poco menos que una carga para los demás. Probablemente así vea Will (Ethan Embry) a su padre Ambrose ( Nick Damici) militar retirado ciego, excombatiente de Vietnam, al que prácticamente obliga a vivir en Crescent Bay un barrio residencial, vigilado e idílico en apariencia, donde viven sólo ancianos. Pronto descubrimos que no es tan paradisíaco, la promesa de tranquilidad desaparece cuando unas criaturas extrañas atacan el complejo. Los ataques coinciden con la luna llena y no son los primeros que han tenido lugar. Nuestro veterano de guerra, tocado por todos los estigmas que asociamos a tal figura (amargado, casi borde, pero con un punto entrañable), va a ser el que se les enfrente. Sus deducciones apuntan a que se trata de unas criaturas enormes, demasiado grandes para ser alimañas, la coincidencia con la luna llena (la última fase de la luna) le hace sospechar que se trata de licántropos. Ambrose confirmará sus sospechas, desvelará la identidad (previsible) del hombre lobo, y acabará con las criaturas en un tercer acto en el que se saca todo el jugo a unos efectos voluntariamente artesanales, con transformaciones propias de la vieja escuela orquestadas por Robert Kurtzam.
Adrián García Bogliano es un autor que va madurando con cada nuevo filme, lejos de encorsetarse, a lo largo de su obra ha ido recorriendo los distintos subgéneros del terror y los ha ido abordando, además, desde diversas narrativas y estilos cinematográficos. Late Phases supone su incursión en el terreno de las monster movies, de la que cabe destacar su elección de un personaje central atípico en este tipo de películas, su protagonista es un anciano que se revela todo un héroe otoñal, un sosias del Eastwood actual metido a cazador de licántropos. Esto permite darle a la cinta una dimensión peculiar, la caza del monstruo está puesta al servicio de la dignificación de la vejez tratada además con mucho humor (cosa esta última en la que coincide con otros retratos de personajes similares, un ejemplo sería El anciano que saltó por la ventana y se largó). Valor que quizás no sea apreciado por todos, pero que la hace ser distinta sin tener que apartarse de los estándares de los relatos licantrópicos.
La cinta del argentino no deja de tener toques peculiares, pero no tantos como para ser arriesgada. Sí lo es y mucho la propuesta de Till Kleinert, Der Samurai. Producción de bajo coste, financiada mediante crowdfunding, está ópera prima busca ser una rareza en toda la polisemia del término, extraña y singular. Su historia nos lleva a una aldea alemana que está siendo amenazada por los lobos, Jakob (Michel Diercks), jefe de la policía local, con la intención de apartar las fieras de las viviendas, deja cada día carne en el bosque. Jakob es un hombre taciturno y apocado, apenas respetado como autoridad por sus convecinos (especialmente por los jóvenes). Un día llega a comisaría un extraño paquete destinado a «Lobo Solitario», ese mismo día más tarde recibe una extraña llamada pidiéndole que lleve personalmente el paquete a una casa abandonada en el bosque. Jacob, después de finalizar la jornada, se dispone a cumplir el encargo. En la casa se encuentra con un enigmático personaje: un hombre ataviado de mujer con un vestido blanco (semejante al de una novia), él es el destinatario del paquete, que contiene una katana. A partir de ese momento empieza un juego sádico entre los dos personajes, el travestido samurai (Pit Bukowski) emprende una espiral de violencia contra el pueblo a la que trata de arrastrar a Jacob, quien se ve desbordado por la incontrolable situación.
La película aparenta a primera vista ser una historia de suspense de policía persiguiendo a psicópata asesino tocada con una estética queer. Pero es mucho más que eso. Der Samurai es toda una exploración de los impulsos reprimidos. La odisea de Jacob persiguiendo y combatiendo al travestido es un paralelismo de su autonegación, de esa contención que cree necesaria para integrarse en su medio, una sociedad pequeñoburguesa, rural y pacata (que bien pudiera trasponerse a cualquier otra sociedad occidental) en la que el diferente no es bien visto. Los atropellos del travesti semejan actos de venganza contra ese orden represor y censurador, la desinhibición airada y justiciadora. Es la rebelación de la naturaleza. El samurai es el trasunto del lobo, un lobo que como el de Caperucita representa la pulsión sexual. Personaje sin nombre, es el alter ego del propio Jacob. Si alimentando al lobo conseguía alejarlo del pueblo, del orden castrador, para liberarse de esa carga habrá de darle muerte. Matar la fiera es tanto como asumirla (todo un acto de entrega la escena final).
Conceptualmente rompedora, Der Samurai viene de la mano de una puesta en escena elegante en la que es especialmente reseñable la paleta cromática de su fotografía. La peripecia nocturna viene retratada con una luz dorada que resalta los colores haciendo cada vez más presente el rojo sangre. Esa fotografía ayuda a crear el ambiente misterioso y dramático, a la vez que (simultánea y paradojicamente) consigue la distanciación irónica que le da un áurea de exageración caricaturesca. Sin ser totalmente redonda, la propuesta de Till Kleinert es de las que nos agrada ver en un festival, pues una de las funciones de un certamen es descubrir nuevos discursos y nuevos valores.
Der Samurai es un canto a la liberación de los corsés castradores de la sociedad conservadora que nos rodea. Como dijo el propio Kleinert al presentarla, es una invitación a bailar. A bailar con lobos.
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