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El cine nacional más fantástico llega a Sitges2024

Ya queda menos de un mes para el inicio de la 57ª edición del SITGES – Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya, que vuelve a ofrecernos una selección con el mejor cine de género nacional del año, con nombres más que conocidos para los aficionados del certamen como Nacho Vigalondo, Galder Gaztelu-Urrutia o Miguel Llansó… en total, más de 50 títulos.
Se acerca el inicio del Festival de Sitges y con ello se intensifican los anuncios. Hoy toca desvelar los títulos españoles que se unen a las anteriores confirmaciones de Una ballena, de Pablo Hernando, Apocalipsis Z: El principio del fin, de Carles Torrens, Exorcismo, de Alberto Sedano o The Birthday (4K), de Eugenio Mira, cuya celebración del 20 aniversario de su estreno estará acompañada por la presencia de Corey Feldman (podéis consultar dicho anuncio completo a través de este enlace).

Cine nacional en la Secció Oficial Fantàstic a Competició (SOFC)
Empezamos la batería de nuevas incorporaciones por la Secció Oficial Fantàstic a Competició (SOFC), en la que encontramos algunos nombres que ya saben lo que es estar en ella (y que incluso se han coronado allí).
Nacho Vigalondo y Daniela Forever, su último trabajo, no se podían perder esta cita. Protagonizada por Henry Golding y Beatrice Grannò, la película trata sobre un hombre que decide tomar parte de un ensayo clínico con tal de poder controlar sus sueños y conseguir volver a reunirse con su novia fallecida. Evidentemente, este experimento tiene sus riesgos, y en este caso los que afronta Nicolas son los de perderse en sus sueños para siempre. Daniela Forever fue el proyecto presentado por el Festival de Sitges como parte del Fantastic 7 en el Marché du Film – Festival de Cannes, y se trata de uno de los trabajos más personales del director cántabro.

Otro “sospechoso habitual” que regresa a la SOFC es Galder Gaztelu-Urrutia, quien quiere conseguir revalidar premio tras alzarse con el galardón a la Mejor Película en 2020 con El Hoyo. El director bilbaíno vuelve a explorar los temas de la avaricia, la ambición y la riqueza desmedida en Rich Flu, un largometraje en el que un virus está matando a todo aquél que posea cualquier tipo de riqueza, por lo que todo el mundo se está intentando deshacer de unas posesiones que acaban siendo una auténtica maldición. La película cuenta con un reparto de lujo en el que destacan nombres como el de Mary Elizabeth Winstead, Jonah Hauer-King o Timothy Spall.
Un film que promete dar mucho que hablar es Luna, de Alfonso Cortés-Cavanillas, una propuesta de ciencia ficción en el que una expedición privada viaja a la luna para fotografiar un cometa. Un fragmento de éste termina impactando contra la Tierra, cortando toda comunicación y dejándoles completamente aislados, luchando desesperadamente por sobrevivir en el vacío lunar. Con un reparto encabezado por Marian Álvarez, Greta Fernández, Asier Etxeandía y Roberto Álamo Luna podría convertirse en una de las grandes sorpresas de la SOFC.
El último de los largometrajes españoles que estará presente en la Sección Oficial a Competición será la ópera prima de Enrique Buleo, Bodegón con fantasmas, nueva y prometedora voz de la comedia del absurdo avalada por Juan Cavestany que coproduce junto a Alejandra Mora y Sideral. La cinta, que cuenta con una trayectoria impecable por mercados nacionales e internacionales, formó parte de la Incubadora de la ECAM y está recién aterrizada del First Look de Locarno. Se trata de una deliciosa comedia negra coral, con elementos autobiográficos y típicos de la idiosincrasia española como el esperpento o la picaresca, donde la creencia en lo paranormal está totalmente aceptada. En definitiva, un retrato único de la Manchuela que hará las delicias de los espectadores del Auditori.

Cine nacional en las demás secciones oficiales
En Sitges Collection, sección que se estrena en el Festival dedicada al fantástico que ya ha causado sensación en otros grandes certámenes, también podremos encontrar dos nuevas propuestas nacionales que darán mucho que hablar. La primera de ellas es un largometraje de animación que participó en la Sección Contrechamp de la pasada edición del Festival de Annecy. Estamos hablando de Mariposas negras de David Baute, una historia inspirada por mujeres reales que propone un viaje desde África, el Caribe y Asia hacia un futuro incierto para la humanidad. ¿El motivo por el que estos seres tienen que migrar? Un cambio climático que avanza despiadadamente y cuyas víctimas siempre son los más vulnerables.
La segunda incorporación nacional a Sitges Collection (tercera si contamos con la ya anunciada Apocalipsis Z: El principio del fin de Carles Torrens) es El llanto, primer largometraje del director vallisoletano Pedro Martín-Calero. La película trata sobre Andrea (interpretada por Ester Expósito), quien se ve acechada por algo o alguien que ella no es capaz de ver. Veinte años antes, esto mismo le había pasado a Marie (Mathilde Ollivier) y sólo hubo una persona que fue capaz de entender lo que ocurría, una mujer llamada Camila (Malena Villa). Las tres se enfrentarán a esta amenaza en la sombra y las tres escucharán un mismo sonido sobrecogedor: el de un llanto.

La sección Noves Visions siempre nos ofrece algunas de las propuestas cinematográficas más interesantes del año. Centaures de la nit e Infinite Summer son muestras perfectas del espíritu de la sección. La primera de ellas la firma uno de los directores catalanes con más prestigio en la actualidad, Marc Recha. Centaures de la nit, su décimo largometraje, está rodado mayoritariamente con actores invidentes, y está libremente inspirada en el mundo surrealista del fotógrafo invidente esloveno Evgen Bavèar y el imaginario de Luis Buñuel: cine libre, radicalmente independiente, global y transversal. Por otro lado, Infinite Summer llega de la mano de un director más que conocido para los aficionados al Festival de Sitges: Miguel Llansó. La película nos sitúa en una playa estonia, en la que las vacaciones de tres jóvenes se convertirán en un misterio transhumanista. Una exploración de la juventud, la sexualidad y la amistad con los giros surrealistas a los que nos tiene acostumbrados el director madrileño.
En la sección Panorama tendremos una coproducción española y mexicana filmada en Jalisco destinada a convertirse en una de las cintas más inquietantes de esta edición del Festival. Dirigida por Adrián Araujo, Estela es la historia de una pareja que decide mudarse a una mansión frente a un lago, en busca de una tranquilidad que les permita convertirse en padres. Su obsesión termina por atraer al fantasma de una niña que busca una madre. Además de Estela, también tendremos en Panorama Historias de Halloween, lo último de Kiko Prada. Trata sobre el periplo de Luis, quien en una noche de Halloween termina en un viejo anticuario que esconde muchos secretos. La película cuenta con un gran reparto coral en el que encontramos nombres como los de Macarena Gómez, Christian Thomas y Javier Botet.
En Anima’t también tendremos otra coproducción, en la que en este caso participan España, Argentina, Perú, Brasil, Ecuador y Colombia. Estamos hablando de Dalia y el Libro Rojo, de David Bisbano, una cinta de animación fantástica en la que Dalia se convertirá en parte del libro que estaba escribiendo su padre fallecido, enfrentándose cara a cara con los personajes que había creado.
Recuperando cine español de culto
En Julio ya avanzamos que dedicaríamos una retrospectiva dedicada a la figura de León Klimovsky y también que recuperaríamos algún clásico de culto del gran Jesús Franco. En el caso del primero, ya anunciamos las proyecciones de Dr. Jekyll y el hombre lobo y Último deseo. A ellas, se le suman dos de las grandes películas de vampiros que realizó el director nacido en Argentina pero que realizó la mayor parte de su obra en España: El extraño amor de los vampiros y La saga de los Drácula. Nos mantenemos en territorio vampírico con Las Vampiras, Drácula contra Frankenstein (4K) y El conde Drácula, obras de culto de Jesús Franco. A todos estos tesoros añadimos un título que encaja como anillo al dedo a leitmotiv feriante y circense de este año: Balada triste de trompeta, de Álex de la Iglesia.

Cortometrajes con sello nacional
A los largometrajes anunciados hay que añadirle un buen puñado de cortometrajes que se podrán ver en las distintas secciones del certamen sitgetano. En Sección Oficial, se proyectarán Imago, de Rafa Dengrá, Malet de Roger Danès y Alfred Pérez Fargas y Triangle de Joseph Díaz. Como sesiones especiales tendremos la presencia de Los comensales de Mj Fuentes, The Merchant de Gabriel Campoy y Guillem Lafoz y Tengo que acabar el puto TFM de Estíbaliz Burgaleta y Andrea Casaseca. La primera, recordemos, fue la ganadora de la primera edición del Concurso de Creación de Corto-Teaser WomanInFan.
La sección Anima’t – Curts contará con un total de cuatro producciones nacionales: The Hunt de Diogo Costa, Crimson Harbor de Victor Bonafonte, When It Comes (It Will Have Your Eyes) de Izibene Oñederra y La valla de Sam Orti. Por último, destacar también la presencia del cortometraje hispano-andorrano El mal donat, de Hector Mas y Alfons Casal, que participará en Noves Visions – Curts.
Cine español en Brigadoon
Siguiendo con la temática de cortometrajes nacionales, en la sección Brigadoon podemos encontrar una selección más que interesante, que además competirán por el Premio Brigadoon Paul Naschy. Son un total de cuatro: El Cristo de la Calavera de Chus Lara, Voyager de Pablo Pagán, The Harvest, de David Barrera y Manuel Carballo y Céntrico, de Luso Martínez.
En cuanto a largometrajes, hay que destacar la proyección de La tumba de la isla maldita (1973), de Julio Salvador y Ray Danton, que se proyectará como una sesión homenaje a Teresa Gimpera. También estarán presentes los documentales, empezando por José Lifante, una aventura en el cine, que dirige David García Sariñena. Otro documental que se proyectará será Este será el último. Naxo Fiol y su camarita de Carlos J. Lafuente Cerdán y Xavier Gullaumes que estará en una sesión acompañado del cortometraje El fantasma de la mediocridad de Naxo Fiol. Por último, en una sesión organizada por CineAsia podrá verse Los albores del Kaiju Eiga de Jonathan Bellés.

Sitges Family
En Sitges Family también podemos encontrar una buena cantidad de propuestas españolas. En cuanto a largometrajes, tendremos la presencia de Superklaus, de Steve Majaury y Andrea Sebastiá, una coproducción entre España y Canadá que nos cuenta la historia de Papá Noel que, tras golpearse la cabeza, se cree un superhéroe y se enfrenta a un empresario obsesionado con vender juguetes.
En cuanto a cortometrajes, la selección es muy extensa, llegando a los siete títulos nacionales: La gran cita de Conej de Pablo Río Gómez, Flocky de Esther Casas Roura, Gizaki de Xanti Rodríguez, El atrapasueños, de Guillermo Patrikios, Cuando llegue la inundación, de Antonio Lomas Domingo, Sincopat, de Pol Diggler, Un placer (A pleasure), de Sonia Estevez, Buffet Paradís, de Héctor Zafra y Santi Amézqueta y Malas hierbas, de Cristina Merino.
SOFC
‘Bodegón con fantasmas’ – Enrique Buleo (Estreno Mundial)
‘Daniela Forever’ – Nacho Vigalondo (Estreno Europeo)
‘Luna’ – Alfonso Cortés-Cavanillas (Estreno Mundial)
‘Rich Flu’ – Galder Gaztelu-Urrutia (Estreno Mundial)
‘Una ballena’ – Pablo Hernando (Estreno Europeo)
Sitges Collection
‘Apocalipsis Z: El principio del fin’ – Carles Torrens (Estreno Mundial)
‘El llanto’ – Pedro Martín-Calero
‘Mariposas, negras’ – David Baute (Estreno Español)
Noves Visions
‘Centaures de la nit’ – Marc Recha (Estrena Mundial)
‘Infinite Summer’ – Miguel Llansó (Estreno Español)
Anima’t
‘Dalia y el Libro Rojo’ – David Bisbano (Estreno Mundial)
Panorama
‘Estela’ – Adrián Araujo (Estreno Mundial)
‘Historias de Halloween’ – Kiko Prada
Sitges Clàssics
‘Drácula contra Frankenstein’ (4K) – Jesús Franco
‘Dr. Jekyll y el hombre lobo’ – León Klimovsky
‘El conde Drácula’ – Jesús Franco
‘El extraño amor de los vampiros’ – León Klimovsky
‘La saga de los Drácula’ – León Klimovsky
‘Las vampiras’ – Jesús Franco
‘The Birthday’ (4K) – Eugenio Mira
‘Último deseo’ – León Klimovsky
‘Balada triste de trompeta’ – Álex de la Iglesia
Cortometrajes
‘Crimson Harbor’ – Víctor Bonafonte (Anima’t)
‘El mal donat’ – Hector Mas y Alfons Casal (Noves Visions)
‘Imago’ – Rafa Dengrá (SOFC)
La valla – Sam Orti (Anima’t)
‘Los comensales’ – MJ Fuentes (Sesiones Especiales)
‘Malet’ – Roger Danès y Alfred Pérez Fargas (SOFC)
‘Tengo que acabar el puto TFM’ – Estíbaliz Burgaleta y Andrea Casaseca (Sesiones Especiales)
‘The Merchant’ – Gabriel Campoy y Guillem Lafoz (Sesiones Especiales)
‘Triangle’ – Joseph Díaz (SOFC)
‘When It Comes (It Will Have Your Eyes)’ – Izibene Oñederra (Anima’t)
Brigadoon
‘Céntrico’ – Luso Martínez (Cortometrajes)
‘El Cristo de la Calavera’ – Chus Lara (Cortometrajes)
‘El fantasma de la mediocridad’ – Naxo Fiol (Cortometrajes)
‘Este será el último. Naxo Fiol y su camarita’ – Carlos J. Lafuente Cerdán & Xavier Gullaumes (Largometrajes Documental)
‘José Lifante, una aventura en el cine’ – David García Sariñena (Largometrajes Documental)
‘La tumba de la isla maldita’ – Julio Salvador & Ray Danton (Largometrajes)
‘Los albores del Kaiju Eiga’ – Jonathan Bellés (Mediometrajes)
‘The Harvest’ – David Barrera y Manuel Carballo (Cortometrajes)
‘Voyager’ – Pablo Pagán (Cortometrajes)
Sitges Family
‘Cuando llegue la inundación’ – Antonio Lomas Domingo (Cortometrajes)
‘El atrapasueños’ – Guillermo Patrikios (Cortometrajes)
‘Flocky’ – Esther Casas Roura (Cortometrajes)
‘Gizaki’ – Xanti Rodríguez (Cortometrajes)
‘La gran cita de Conej’ – Pablo Río Gómez (Cortometrajes)
‘Sincopat’ – Pol Diggler (Cortometrajes)
‘Superklaus’ – de Steve Majaury & Andrea Sebastiá (Largometrajes)
‘Un placer (A pleasure)’ – Sonia Estevez (Cortometrajes)
‘Malas hierbas’ – Cristina Merino (Cortometrajes)
‘Buffet Paradís’ – Héctor Zafra y Santi Amézqueta (Cortometrajes)
Sitges2024. Primeros títulos e invitados estrella: comienza la cuenta atrás

Cada vez queda menos para dar el pistoletazo de salida a la 57ª edición del SITGES – Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya y ya podemos anunciar una primera batería de títulos como ‘Terrifier 3’, ‘Exhuma’, ‘Azrael’, ‘El baño del diablo’ o ‘A Different Man’ y de nombres como los de Quentin Dupieux, Carles Torrens, Kiyoshi Kurosawa, Soi Cheang o Pablo Hernando. También anunciamos nuevos premiados de la talla de Nick Frost, Corey Feldman, Christophe Gans y Fred Dekker.
Menos de tres meses para el inicio de la 57ª edición del SITGES – Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya. Ángel Sala y Mònica Garcia i Massagué, Director Artístico del certamen y Directora de la Fundación, han presentado hoy en la Fábrica Moritz de Barcelona los primeros títulos que formarán parte de esta nueva edición y han confirmado nuevos invitados de lujo.
Nick Frost se suma al anunciado Mike Flanagan como uno de los galardonados con el Premio Honorífico Màquina del Temps. El actor y guionista británico empezó su carrera interpretativa en la fantástica serie ‘Spaced’, pero su salto a la fama a nivel internacional no llegaría hasta Zombies Party (2004), el brillante inicio de la Trilogía del Cornetto de Edgar Wright, que coprotagonizó junto a Simon Pegg. El resto de las películas de la saga, Arma Fatal (2007) y Bienvenidos al fin del mundo (2013), sirvieron para encumbrarlo como uno de los actores británicos más hilarantes de los últimos tiempos.
También nos rencontraremos con Corey Feldman, actor estadounidense que también recibirá el Premio Honorífico Màquina del Temps. De este modo, el Festival de Sitges homenajea la carrera de uno de los actores clave del cine fantástico. Su carrera de casi cincuenta años le ha llevado a prácticamente una veintena de grandes éxitos en taquilla en cada década desde los años 70 con Los pasajeros del tiempo y el clásico de Disney Tod y Toby, pasando por los años 80 con múltiples éxitos desde Gremlins hasta Jóvenes ocultos, los años 90 con Las Tortugas Ninja o Maverick, y los años 2000 con el célebre título de culto The Birthday, de Eugenio Mira, y su reciente documental de producción propia My Truth. En paralelo a una exitosa carrera musical, su trayectoria fílmica continua con tres nuevas películas de inminente estreno, incluida la presentación de la restauración de la mencionada The Birthday.

Siguiendo con esta temática ochentera, también podemos anunciar la presencia de otros invitados que nos hacen especial ilusión, como es el caso de Heather Langenkamp (inmortal protagonista de Pesadilla en Elm Street’), otro de los flamantes Premios Màquina del Temps de esta edición. Más allá de su inolvidable rol como Nancy Thompson en la saga de Freddy Krueger, la actriz norteamericana ha participado en otros grandes filmes de género como Star Trek Into Darkness (2012) o Shocker (1989). También nos hace mucha ilusión la visita de Courtney Gains y John Franklin, los legendarios Malachai e Isaac de Los chicos del maíz, una de las grandes sagas de terror de culto de las últimas décadas.

Otro de los Premios Honoríficos Màquina del Temps que ya podemos desvelar es el del director, guionista y productor estadounidense Fred Dekker, que también recibirá dicho galardón. El californiano saltó a la fama en 1986, contribuyendo con la historia original que inspiraría a la saga de terror ‘House’. Ese mismo año se estrenó como director con el título de culto El terror llama a su puerta y un año después, también en calidad de director, colaboró por primera vez con Shane Black, quien se encargó del guion de Una pandilla alucinante. Como director, también participó en la saga RoboCop, dirigiendo una tercera parte que tuvo a Frank Miller como guionista. En 2018 se invertirían los papeles en Predator, con Shane Black como director y Fred Dekker como guionista. Con este premio, el Festival de Sitges homenajea una figura fundamental para algunas de las sagas de terror más reconocidas de las últimas décadas.
Terminamos con los anuncios de los galardonados con el Premio Honorífico Màquina del Temps con uno de los grandes directores de culto del cine de género italiano: Ovidio G. Assonitis. El director, productor, guionista y ejecutivo italiano (aunque nacido en Egipto) empezó su carrera en el cine como ejecutivo de una compañía de distribución. A finales de los años 60 empieza a producir títulos de género, tanto giallo como distintos tipos de explotaiton. En el año 1974 se estrena como director con Beyond the Door (título estrenado en España como ‘Poder maléfico’, y que podrá verse durante el Festival) y a partir de este momento iría intercalando producciones como Laure (1976) o The Visitor’(1979) con direcciones propias como Tentacles (1977) o Piraña II: Los vampiros del mar (1981). Con este premio, el Festival de Sitges celebra una carrera multifacética, así como su rol clave en el desarrollo del cine de género italiano.

Otro premiado que podemos desvelar, en este caso receptor del Premio Nosferatu, es el actor italiano Fabio Testi. Con este galardón, reivindicamos una larga carrera en el cine de género italiano desde finales de la década de los sesenta, transitando por el western, el poliziesco, el giallo… En este sentido, sus títulos más destacados podrían incluir a ¿Qué habéis hecho con Solange? (1972), Revolver (1973), Los cuatro del apocalipsis (1975) y Luca el contrabandista (1980) de Lucio Fulci o Tráfico de menores (1978) de Alberto Negrín. Más allá del género, ha colaborado con algunos de los grandes directores del siglo XX como Vittorio De Sica o Andrej Zulawski.
Por su parte, la Federación Internacional de Festivales de Méliès ha decidido otorgar el Premio Méliès Career al cineasta francés Christophe Gans. Desde El libro de los muertos (1993), su ópera prima, el director se convirtió en uno de los grandes referentes del cine fantástico europeo. Posteriormente, películas como El pacto de los lobos (2001) o Silent Hill (2006) se volvieron clásicos de culto instantáneos para los aficionados al cine de terror. Su nombre se suma al de una ilustre lista de galardonados que incluye los nombres de Paco Plaza, Lucile Hadzihalilovic o Álex de la Iglesia.
Una de las partes más fundamentales para un buen Festival es la presencia de un jurado de entidad y este año, cómo no, volvemos a estar orgullosos de los representantes elegidos para juzgar las películas seleccionadas en Sección Oficial a Competición (SOFC). Los responsables de dar el máximo galardón serán los ya mencionados Christophe Gans y Fred Dekker, la cineasta española Carlota Pereda, el escritor y músico británico Stephen Thrower y la directora del Fantastic Fest Lisa Dreyer.
El mejor cine fantástico nacional
Los numerosos aficionados a los zombies que acuden cada año al Festival de Sitges pueden estar de enhorabuena, ya que podemos confirmar la proyección de una de las producciones españolas (con importante participación catalana) de este género más esperadas de los últimos años. ‘Apocalipsis Z: El principio del fin’, adaptación del libro homónimo de Manuel Loureiro, podrá verse durante el Festival. Estamos ante una historia de infectados rabiosos, sí, pero también de duelo, de un viaje de supervivencia tanto físico como emocional y todo ello aderezado con acción, tensión y por supuesto, un poco de sangre… La dirige uno de nuestros cineastas más internacionales, Carles Torrens.
Otro título español que promete dar mucho que hablar es Una ballena que llega de la mano de Pablo Hernando. Ingrid Garcia Jonsson protagoniza en el papel de una asesina a sueldo despiadada, capaz de infiltrarse y desaparecer sin dejar ningún tipo de rastro. Pero este poder viene de otro mundo, un lugar habitado por criaturas monstruosas y del que cada vez emerge menos humana. El reparto lo completan nombres tan destacados como Ramón Barea o Kepa Errasti.

Sospechosos habituales
La proyección de ‘Rubber’ en 2011 convirtió instantáneamente a Quentin Dupieux en uno de los directores más queridos por los fans de Sitges. El francés se confirmó desde entonces en una presencia constante en el Festival, presentando grandes éxitos como La chaqueta de piel de ciervo (2019) o Mandíbulas (2020). En esta edición, el francés regresa a Sitges con The Second Act, una suerte de cine dentro de cine que difumina los límites entre realidad y ficción y que abrió la última edición del Festival de Cannes. Además, cuenta con un reparto de lujo encabezado por Léa Seydoux, Louis Garrel, Vincent Lindon y Raphaël Quenard. Imprescindible para los numerosos fanáticos del particular cineasta francés que ofrece una de sus obras más reflexivas (y autorreflexivas).

Otro «sospechoso habitual” que promete volver a dar mucho que hablar es Soi Cheang, quizás el gran referente del thriller hongkonés contemporáneo. En esta ocasión presentará Twilight of the Warriors: Walled In, filme que se proyectó en sesión de Medianoche en la pasada edición del Festival de Cannes. Este neo-noir repleto de acción y artes marciales empezó como un proyecto que iba a ser codirigido nada más y nada menos que por Johnnie To y John Woo. Finalmente, el director de Limbo tomó las riendas del proyecto y la película ha sido un absoluto éxito comercial en Hong Kong, convirtiéndose en la segunda película más taquillera de su historia. Se trata, sin duda, de una de las mejores cintas de acción del año y su proyección en el Auditori promete ser de las que se recuerdan durante muchos años.
Allá por el 2014, la película ‘Goodnight Mommy’ impactaba al público de Sitges. Firmada a cuatro manos por Severin Fiala y Veronika Franz, no sólo la audiencia se enamoró de la película, sino que la pareja austríaca también se enamoró del festival, presentando desde entonces todos sus largometrajes a concurso. Este año no podía ser diferente y su último trabajo, El baño del diablo, presentada en la Berlinale, podrá verse también en el certamen sitgetano. En esta ocasión, estamos ante un ejemplo de drama histórico terrorífico sobre el suicidio de las mujeres en el siglo XVIII, ofreciendo un retrato oscuro pero hermoso sobre la depresión femenina en la Austria de los inicios de la Edad Moderna.
También tendremos lo último de Alice Lowe, directora de ‘Prevenge’ (2016), película que se llevó una Mención Especial en la sección Noves Visions. Timestalker es una divertida cinta de viajes temporales en la que una mujer del siglo XVII se irá reencarnando cada vez que se enamore del hombre equivocado. Protagonizada por Alice Lowe, el filme tiene un reparto de lujo con nombres como Nick Frost y Jacob Anderson, entre otros.
Otro título que los aficionados de Sitges muy probablemente vayan a recordar es ‘Cheap Thrills’, que causó furor en su paso por el Auditori en 2013. Su director, E. L. Katz regresa a Sitges para presentar su última película Azrael, un filme que está dando mucho que hablar desde su premiere en el South by Southwest (SXSW). En ella una joven (interpretada por Samara Weaving, que ofrece un auténtico tour de force) escapa a su encierro y deberá ser sacrificada para apaciguar un antiguo mal que habita en lo más profundo de las tierras salvajes que la rodean. Deliciosa mezcla de folk y survival horror ambientada en un mundo en el que nadie habla, lo que convierte a la actriz australiana en una auténtica scream queen despojada del grito.

El cine más fantástico de todo el mundo
El Festival de Sitges ha sido siempre un lugar de encuentro para el mejor cine de género de cualquier rincón del mundo. Una de las películas evento del año será el desembarco de Terrifier 3 en el Auditori. Vuelven las macabras fechorías del terrorífico payaso Art the Clown, que volverá a hacer de las suyas esta vez durante el período navideño. Damien Leone se mantiene al timón de la saga dirigiendo esta tercera parte que vuelven a protagonizar David Howard Thornton y Lauren LaVera.
Tras proyectarse en Sundance y Berlinale llega muy en conjunción con nuestra temática de este año, A Different Man, de Aaron Schimberg, una producción de A24 que protagoniza Sebastian Stan, actor de moda al que hemos visto como el Winter Soldier de Marvel en la saga de Capitán América, pero también como un joven Donald Trump en The Apprentice de Ali Abassi, proyectada en el último Festival de Cannes. La película cuenta la odisea de un actor aspirando a alcanzar el estrellato que decide someterse a una cirugía para corregir los tumores en su rostro y de este modo conseguir más papeles. Sin embargo, la falta de ofertas tras el procedimiento y una obra de teatro inspirada en su apariencia interior, despertarán en él una obsesión que lo empujará al límite y lo llevará a hacer todo por recuperar lo que pudo haberle pertenecido desde el inicio.
Si hay un país que es conocido por su cine fantástico, este es Francia, que este año cuenta con algunas de las grandes sensaciones del cine de género de esta primera mitad de año, empezando por Mads que promete ser una de las grandes sensaciones de este año. Se trata del último trabajo del cineasta francés David Moreau, a quien los
fans del terror recordarán por ser el codirector de Ellos (Ils), una cinta que causó furor en su paso por Sitges en el año 2006. Ahora nos propone un solo plano secuencia y un viaje que se torna surrealista son los ingredientes de esta cinta de terror que destaca por un reparto joven encabezado por las actrices Lucile Guillaume y Laurie Pavy. Por otro lado, Emma Benestan presenta Animale, su segunda película. En Camargue, región francesa conocida por sus espectáculos de toros, Nejma (interpretada por Oulaya Amamra) se entrena sin descanso para ganar una competición anual dominada por hombres. Todo se torcerá cuando, en plena temporada de espectáculos, varias personas desaparecen y empieza a correr el rumor de que una bestia salvaje está al acecho…
Uno de los países que ha ganado más protagonismo en el Festival en los últimos años es Corea del Sur. En este primer avance, podemos anunciar hasta tres títulos, destacando primero a una de las grandes sensaciones del cine de terror asiático en esta primera mitad de año: Exhuma. El filme dirigido por Jang Jae-hyun tuvo su premiere
mundial en la Berlinale y poco después se estrenó en Corea del Sur, siendo uno de los mayores éxitos de taquilla de su historia (superando los 12 millones de espectadores para un total de más de 80 millones de dólares recaudados). Se trata de una de las mejores muestras de terror sobrenatural de los últimos años y también cuenta con Choi Min-sik, uno de los actores más queridos para los fanáticos de Sitges desde su inolvidable papel protagonista en Oldboy. A ella, se le suman dos películas más que también prometen dar mucho que hablar: Handsome Guys y Noise. La primera es un remake dirigido por Nam Dong-hyub de la cinta canadiense Tucker and Dale vs Evil (Mejor Película en la Sección Panorama 2010). Handsome Guys se mantiene tan hilarante como el original y además explora los elementos sobrenaturales que en versión de Eli Craig quedaban más en segundo plano. Por su parte, Noise es un thriller de terror dirigido por Kim Soo-jin sobre una mujer atormentada por un ruido de fondo que escucha constantemente y que relaciona con la misteriosa desaparición de su hermana.
De Hong Kong llega Peg O’ My Heart una terrorífica cinta que firma y protagoniza Nick Cheung, una de las grandes estrellas de la televisión y el cine de Hong Kong. En ella, un taxista empieza a tener graves problemas para dormir, suponiendo un peligro para sí mismo, así como para sus clientes. Un día, una de sus clientes será una psiquiatra que, afectada por problemas de sueño similares, empezará a investigar el caso por su cuenta.
Desde Irlanda llega una de las sorpresas del cine de terror de esta primera mitad de año. Se trata de Oddity, que firma Damian Mc Carthy. Objetos malditos, médiums y una atmósfera realmente inquietante han hecho de esta película una de las sorpresas del cine de terror en la primera mitad del año, conquistando al público en South by Southwest (SXSW) hasta el punto de llevarse el Premio del Público en la sección Midnighter. Krazy House llega también desde Europa, en este caso Países Bajos. En este caso, nos alejamos del terror con una sátira sobre las comedias americanas de los años 80 y los miedos de la Guerra Fría que cuenta con un reparto de categoría que incluye a Alicia Silverstone, Kevin Connolly y, de nuevo, Nick Frost. Muy cerca, de Gran Bretaña, llega Sister Midnight del director indio pero afincado en Inglaterra Karan Kandhari. La película, presentada en la Quincena de los Realizadores del Festival de Cannes, nos sitúa justamente en su India natal, y nos cuenta la historia de un
matrimonio concertado que entra poco a poco en una espiral de oscuridad. Una historia de autorrealización con toques de humor que supone una aportación muy interesante al cine fantástico en lengua hindi.
Otro país europeo representado será Polonia, con la proyección de lo último del cineasta Bartosz M. Kowalski (conocido sobre todo por Playground, su ópera prima). Night Silence (Cisza Nocna) es la historia de Lucjian, un prestigioso actor jubilado que entra (en un principio de forma temporal) en una residencia de ancianos. Aunque en un principio todo el mundo parece muy amigable, poco a poco empezará a experimentar extraños sueños y visiones que irán difuminando cada vez más su percepción de lo que es real y lo que no.
El Festival de Sitges siempre apuesta por el mejor fantástico latinoamericano y Mi bestia, de la directora colombiana Camila Beltrán es una buena prueba de ello. Ambientada en Bogotá en el año 1996, la película cuenta la historia de Mila, una niña de 13 años aterrada por el rumor que circula de que, en el próximo eclipse de Luna, vendrá el Diablo. Todo a su alrededor empieza a volverse más extraño, incluso siente que ella también está cambiando: ¿No será ella ese diablo que todo el mundo está esperando?
Y por supuesto no podían faltar más propuestas estadounidenses que se suman a las ya mencionadas. Una de ellas es A Desert, una película de terror sobre un fotógrafo de lugares abandonados con tintes de neo-noir y elementos propios de la road movie que ofrece una atmósfera inquietante y unos efectos visuales muy potentes. Por su parte, Dead Mail, codirigida por Joe DeBoer y Kyle McConaghy presenta una estética documental que se mezcla con el slasher, hablándonos sobre un caso en los años 80 en el que una misteriosa nota llega a una oficina de correos. Una película muy ochentera tanto en su trama como en su estética. Otro título que podemos
anunciar es Shelby Oaks el esperado debut en el largometraje del crítico y creador de contenido de Ohio Chris Stuckmann. El filme se inspira en la misteriosa desaparición de los youtubers llamados Paranormal Paranoids, arrancando con la aparición de una última cinta que recibe una chica llamada Riley, que empezará a obsesionarse y a pensar que quizás los demonios imaginarios de su infancia eran más reales de lo que piensa… Por último, el director alemán Tilman Singer, autor del título de culto Luz, firma Cuckoo, una coproducción estadounidense y alemana que promete convertirse en una película de culto. En ella, seguimos a Gretchen (interpretada por Hunter Schafer), una joven que viaja con su padre y su madrastra a un pequeño pueblo de los Alpes alemanes, donde empezarán a suceder cosas extrañas. El reparto incluye otros nombres de primer nivel como Dan Stevens, Jessica Henwick o Greta Fernández.
Más allá del fantástico
El Festival de Sitges es también un lugar de encuentro para aquellos géneros limítrofes con el fantástico. En este sentido, el thriller francés promete ser uno de los grandes protagonistas de esta edición, con títulos como Night Call que dirige Michiel Blanchart. En ella, Mady es un joven estudiante de día y para ganarse la vida, trabaja de cerrajero de noche. Un día, abrirá la puerta equivocada, convirtiéndose en cómplice de un delito a gran escala. También desde Francia llega The Kingdom que firma Julien Colonna. La película nos sitúa en el año 1995, y seguimos los pasos de Lesia, una niña de 15 años que vive tranquila hasta que vuelve a vivir con su padre, un conocido jefe criminal. Una guerra entre bandas estallará y pondrá a prueba tanto su malograda relación como su capacidad de supervivencia.
Otro thriller muy apetitoso para los aficionados de Sitges es Steppenwolf, la última película del director kazajo Adilkhan Yerzhanov. Presentada en el Festival de Róterdam, se trata de una de las películas más nihilistas y despiadadas que han pasado por Sitges estos últimos años. Una introducción, por la puerta grande, a la obra de uno de los directores de cinematografías periféricas más interesantes del panorama cinematográfico actual.
Siguiendo en el mismo género, aunque en este caso con tintes de terror, este año tenemos el regreso de uno de los grandes maestros japoneses: Kiyoshi Kurosawa nos traerá su último trabajo, Cloud. El nipón vuelve a tratar los horrores y peligros de internet (tema con el que aterrorizó a Sitges en 2001
con ‘Kairo’) con la historia de un joven que trata de ganar dinero revendiendo productos a través de internet. Poco a poco irán pasando sucesos sospechosos a su alrededor y su vida cotidiana se verá alterada de formas escalofriantes.
Por último, otro “repetidor” regresa al Festival para presentar su último trabajo: se trata de Jean Luc Herbulot, director nacido en la República del Congo y que hace dos años presentó Saloum en Noves Visions. En esta ocasión, el cineasta presenta Zero una producción estadounidense en la que dos americanos terminan en Dakar, Senegal, con bombas pegadas a su cuerpo y 10 horas para descubrir porqué y lograr desactivarlas para seguir con vida.
La mejor animación de la temporada
Como cada año, el Festival de Sitges vuelve a ser un lugar de reunión para la animación más fantástica y también irreverente del panorama internacional. Este es el caso de Spermageddon, una comedia desenfadada e hilarante sobre el despertar sexual en la adolescencia, en la que unos espermatozoides deberán competir en una carrera en la que sólo puede ganar uno. Nuestro querido Tommy Wirkola hace dupla con Rasmus A. Sivertsen para esta delirante propuesta de animación.

Otra propuesta que promete ser de las más inventivas y fascinantes del certamen es Schirkoa: In Lies We Trust, una producción francesa que llega de la mano del director indio Ishan Shukla. El cineasta nos presenta una sociedad en la que todo el mundo lleva cajas en la cabeza con tal de eliminar cualquier diferencia. En este contexto,
empieza a circular el rumor de que existe una tierra casi mítica en la que la libertad es total. Combinando animación 3D y 2D y un sorprendente plantel de voces que incluye las de Asia Argento, Lav Diaz y Gaspar Noé, Ishan Shukla nos ofrece una rareza reflexiva con ecos evidentes de 1984, de George Orwell.
Por su parte, el director suizo Claude Barras (conocido especialmente por la maravillosa La vida de Calabacín) presenta Sauvages, una emocionante y poética aventura ecológica sobre las graves consecuencias de la deforestación generalizada en la selva de Borneo. En ella, un niño, una niña y una cría de orangután desafiarán todos los obstáculos para defenderse de esta salvaje destrucción.
Hablando de animación no podía faltar alguna propuesta japonesa, maestros absolutos del medio a nivel mundial. Ghost Cat Anzu se estrenó en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes y se trata, sin duda, de una de las propuestas de anime más interesantes del año. Nobuhiro Yamahita y Yôko Kuno dirigen esta historia sobre una niña de 11 años y su amistad con el gato fantasma de su abuelo.
La animación china gana enteros como una de las grandes potencias a nivel mundial. El año pasado tuvimos la proyección de Deep Sea, un filme sobrecogedor
a nivel visual y este año tendremos a The Umbrella Fairy y The Storm como representantes del gigante asiático. Estas películas dirigidas respectivamente por Shen Jie y por Yang Zhigang tienen algunos de los elementos que gustan tanto de la animación china: un aspecto visual y técnico impecable y una historia fantástica que bebe de la mitología del país.
Para terminar, el último título de animación que podemos anunciar es una película que supone un punto de inflexión para la cinematografía de su país. Presentada en el Festival de Annecy, Diplodocus es la primera película de animación en 3D de la historia de Polonia. Dirigida por Wojtek Wawszczyk y basada en el legendario cómic de Tadeusz Baranowski, nos cuenta la historia de un dinosaurio que emprende una aventura para salvar a sus padres, que han desaparecido en misteriosas circunstancias.
Los documentales más fantásticos
En cuanto a la no-ficción, regresa uno de los directores más habituales de Sitges en los últimos años. Alexandre O. Philippe, responsable de 78/52: La escena que cambió la historia del cine (2017) o Memory: los orígenes de Alien (2019) presentará, en esta ocasión, la premiere española de Chain Reactions, un documental sobre La matanza de Texas (1974) que cuenta con las intervenciones del maestro del terror Stephen King, cineastas ilustres como Takashi Miike o Karyn Kusama, del actor Patton Oswalt o la experta en cine de terror Alexandra Heller-Nicholas, jurado el año pasado en la SOFC.

Otra propuesta fascinante que podrá verse es el documental Grand Theft Hamlet. Presentado en el South by Southwest, trata sobre dos actores en apuros que, durante la pandemia, decidieron escenificar la obra de Hamlet en el contexto del modo online conocido juego Grand Theft Auto. Sam Crane y Pinny Grylls dirigen este divertido e incisivo documental que también ofrece una historia sobre la creación artística en tiempos de crisis.
Por último, Exorcismo de Alberto Sedano explora el cine de género español después de la muerte de Franco, poniendo el foco en las películas que eran consideradas como “clasificadas S”, por su uso del sexo y la violencia. A través de entrevistas con directores, actores e historiadores, así como fragmentos de películas de Jess Franco, José Ramon Larraz o Ignacio Iquino entre otros, ‘Exorcismo’ reivindica un movimiento cinematográfico que no solo tuvo un profundo efecto en la sociedad y la historia del cine español, sino que también tuvo una gran influencia en el cine de género del resto del mundo.
Recuperando clásicos de culto
El Festival de Sitges homenajea este año al clásico Freaks (1932) de Tod Browning, que cuenta con una flamante edición restaurada. En su honor, se realizará un ciclo que pondrá el foco el poder transformador del cine fantástico, con películas que aborden el espacio del circo, las ferias… También se rendirá tributo a dos de los directores fundamentales en el desarrollo del cine de género en España: León Klimovsky y Jesús Franco. Del primero, ya podemos decir que se proyectarán Dr. Jekyll y el hombre lobo (1971) y Último deseo (1976), entre otras aún por anunciar. Siguiendo con los directores de culto, otro gran director del que podrá verse uno de sus clásicos es Ovidio G. Assonitis, del que se podrá ver el título de culto Chi sei?.
Por otro lado, podemos anunciar ya uno de los grandes “eventos” de esta edición: la proyección en 4K del título de culto The Birthday, que cumple su 20 aniversario. En la proyección estarán presentes tanto Corey Feldman, su protagonista, como Eugenio Mira, el director. Otra gran proyección para los aficionados al terror será la versión en 35mm de un indiscutible clásico del género como es La matanza de Texas de Tobe Hooper. Una oportunidad única para recuperar un título inmortal de la mejor forma posible.
También podemos anunciar ya las dos películas que formarán parte de “Catalunya Imaginària”, iniciativa dentro de Sitges Classics que pretende reivindicar algunos títulos clásicos del cine de género catalán. Las selecciones de este año serán Pastel de sangre’ (1971), una película de terror episódica dirigida por Francesc Bellmunt, Jaime Chávarri, Emilio Martínez-Lázaro y José María Vallés; y Acosada (1985), cinta de terror de Sebastià D’Arbó, con Victoria Vera en el papel protagonista.
Primeros títulos en Brigadoon
Este año la sección Brigadoon repite en la sala Llevant en el Hotel Meliá Sitges, para ofrecernos una selección cargada de joyas clásicas del cine de género a descubrir (o redescubrir), documentales y también una sección competitiva de cortometrajes (en la que se otorga el Premio Brigadoon Paul Naschy) con algunos de los títulos de
terror más interesantes y descarados del año.
En cuanto a largometrajes, se podrá ver Traumatika, una historia de posesiones infernales que firma Pierre Tsigaridis (que ya estuvo en el Festival presentando Two Witches). También tendremos la proyección de Dick Dynamite 1944 la última locura del británico Robbie Davidson en la que Dick deberá enfrentarse a científicos nazis que planean convertir en zombis a la población de Nueva York; y Marisa y Gomoso una irreverente comedia argentina que llega de la mano de Pablo Parés.
En el apartado de no-ficción, podremos descubrir la increíble carrera del director de culto estadounidense Albert Pyun en Albert Pyun: King of Cult Movies de la directora Lisa D’Apolito y los aficionados al formato físico no pueden perderse Boutique: to Preserve and Collect de Ry Levy, un documental que repasa la historia de los medios físicos y su rol en la restauración y preservación de un cine que de otra forma se hubiera perdido.
Niñxs, cámaras… acción!
Hemos anunciado la puesta en marcha de Kids en Acció, un proyecto impulsado por Acció Cinema, de Catalunya Film Festivals, la Agencia Catalana de Cooperación al Desarrollo y el Sitges Festival Internacional.
Se trata de un programa ideado para el público infantil y juvenil donde, a través de una selección de títulos, se tratan temáticas sociales, como la pobreza, la infancia en riesgo de exclusión, la vulnerabilidad por razón de género, etc. Además, la selección responde a los valores impulsados por WomanInFan y su voluntad de visibilizar el trabajo de las mujeres creadoras dentro del género fantástico, aportando el mayor número posible de películas dirigidas por mujeres.
Cada proyección irá precedida de la presentación a manos de una ONG invitada, con sede en Sitges o Garraf, encargadas de proyectos para abordar las temáticas tratadas. Habrá sesiones tanto familiares como escolares, donde contaremos con la presencia del alumnado de las escuelas e institutos de Sitges.
Los libros del festival
El 1973 se estrenó la primera película de terror dirigida por una mujer en España. El filme era ‘Vera, un cuento cruel’ y su responsable Josefina Molina. Más de cincuenta años más tarde solo una veintena de directoras se ha aproximado al género en nuestro país. Qué factores políticos, sociales y culturales han influido en hacer del fantástico un terreno de abrumadora autoría masculina forman parte del análisis del nuevo volumen de WomanInFan, centrado en la producción europea, y titulado Horror Girls. WomanInFan Europa. El título rinde homenaje al desaparecido historiador cinematográfico David J. Skal, que se definia como un “monster boy”. En este sentido, el volumen expone a las pioneras y referentes ‘horror girls’ europeas con un foco especial en cuatro filmografías: España, Francia, Alemania e Italia.
El volumen saldrá a la venta en el mes de octubre, durante el Festival, y en él participan Mònica Garcia Massagué (que también actúa cómo coordinadora), Alexandra Heller-Nicholas, Ángel Sala, Olivia Cooper-Hadjian, Marcus Stiglegger y Manlio Gomarasca.
¿Qué nos lleva a realizar un estudio sobre un puñado de filmes con las temáticas de la feria, del circo y del género de terror como ejes? El cine ha sabido captar esa esencia intrigante del circo esencialmente a través de dos géneros: el melodrama y el terror, como gemelos siameses, uno trágico y circunspecto y el otro histriónico y malcarado. El circo concentra todo lo necesario para describir el viaje iniciático a través de un relato donde cada uno de los componentes de la comunidad son un atributo —solo uno— de un último héroe. El payaso, la domadora, el equilibrista y la funambulista son un gigante que duerme cuando viaja, se despereza de madrugada y cada semana cobra vida en un lugar diferente. en su palacio de telas y lona.
Disfruten con La feria de las sombras: fantasmagorías, fenómenos y circos en el cine de terror de un paseo por un descampado iluminado con añejas bombillas, un sendero marchito entre carromatos de la mano de Mònica Garcia i Massagué, Pepe Aracil, Jorge Loser, Xavi Sánchez Pons y Lluis Rueda, una troupe coordinada por Ángel Sala y Jordi Sánchez-Navarro.
Listado de títulos anunciados de Secciones Oficiales
‘A Desert’ – Joshua Erkman (Estados Unidos)
‘A Different Man’ – Aaron Schimberg (Estados Unidos)
‘Apocalipsis Z: El principio del fin’ – Carles Torrens (España)
‘Animale’ – Emma Benestan (Francia, Bélgica, Arabia Saudí)
‘Azrael’ – E. L. Katz (Estados Unidos)
‘Chain Reactions’ – Alexandre O. Philippe (Estados Unidos)
‘Cloud’ – Kiyoshi Kurosawa (Japón)
‘Cuckoo’ – Tilman Singer (Alemania / Estados Unidos)
‘Dead Mail’ – Joe DeBoer & Kyle McConaghy (Estados Unidos)
‘Diplodocus’ – Wojtek Wawszcyk (Polonia)
‘El baño del diablo’ – Severin Fiala & Veronika Franz (Austria)
‘Exhuma’ – Jang Jae-hyun (Corea del Sur)
‘Exorcismo’ – Alberto Sedano (España)
‘Ghost Cat Anzu’ – Nobuhiro Yamashita & Yoko Kuno (Japón)
‘Grand Theft Hamlet’ – Sam Crane & Pinny Grylls (Gran Bretaña)
‘Handsome Guys’ – Nam Dong-hyup (Corea del Sur)
‘Krazy House’ – Steffen Haars & Flip Van der Kuil (Países Bajos)
‘MadS’ – David Moreau (Francia)
‘Mi bestia’ – Camila Beltrán (Colombia)
‘Night Call’ – Michiel Blanchart (Francia, Bélgica)
‘Night Silence (Cisza Nocna)’ – Bartosz M. Kowalski (Polonia)
‘Noise’ – Kim Soo-jin (Corea del Sur)
‘Oddity’ – Damian Mc Carthy (Irlanda)
‘Peg O’ My Heart’ – Nick Cheung (Hong Kong)
‘Sauvages’ – Claude Barras (Suiza)
‘Schirkoa: In Lies We Trust’ – Ishan Shukla (Francia)
‘Shelby Oaks’ – Chris Stuckmann (Estados Unidos)
‘Sister Midnight’ – Karan Kandhari (Gran Bretaña)
‘Spermageddon’ – Rasmus A. Sivertsen & Tommy Wirkola (Noruega)
‘Steppenwolf’ – Adilkhan Yerzhanov (Kazajistán)
‘Terrifier 3’ – Damien Leone (Estados Unidos)
‘The Kingdom’ – Julien Colonna (Francia)
‘The Second Act’ – Quentin Dupieux (Francia)
‘The Storm’ – Yang Zhigang (China)
‘The Umbrella Fairy’ – Shen Jie (China)
‘Timestalker’ – Alice Lowe (Gran Bretaña)
‘Twilight of the Warriors: Walled In’ – Soi Cheang (Hong Kong)
‘Una ballena’ – Pablo Hernando (España)
‘Zero’ – Jean Luc Herbulot (Estados Unidos)
Clásicos
‘Acosada’ (1985) – Sebastià D’Arbó (España)
‘Beyond the Door’ (1974) – Ovidio G. Assonitis (Italia)
‘Dr. Jekyll y el hombre lobo’ (1971) – León Klimovsky (España)
‘La matanza de Texas’ (1974) – Tobe Hooper (Estados Unidos)
‘Pastel de sangre’ (1971) – Francesc Bellmunt, Jaime Chávarri, Emilio Martínez-Lázaro & José María Vallés (España)
‘The Birthday’ (2004) – Eugenio Mira (España)
‘Último deseo’ (1976) – León Klimovsky (España)
Brigadoon
‘Albert Pyun – King of Cult Movies’ – Lisa D’Apolito (Estados Unidos)
‘Boutique: To Preserve and Collect’ – Ry Levey (Estados Unidos)
‘Dick Dynamite 1944’ – Robbie Davidson (Gran Bretaña)
‘Marisa y Gomoso’ – Pablo Parés (Argentina)
‘Traumatika’ – Pierre Tsigaridis (Estados Unidos)
Diario de Serendipia en Sitges 2023: Décima cápsula

Con este artículo y el fotográfico, que ofrecemos conjuntamente, damos por cerrada esta edición del festival de Sitges, que a su vez cerramos, como es habitual y tanto nos gusta, en el Prado, viendo clásicos y películas antiguas. Lo mejor. Y si se trata de una canallada con la que el aforo se puede echar unas risas, pues mejor que mejor, por su sabor a catarsis. Pero también estuvimos en el Tramontana, donde su equipo nos trata tan bien, tan cómodos estamos y donde pudirmos ver la última de Brad Anderson, Blood; y finalmente, en el Prado revisamos el King Kong original de 1933 y el último descubrimiento relacionado con Santo, el enmascarado de plata, las escenas con desnudos de Los jinetes del terror, una inocente cinta de luchadores mexicanos y vaqueros que, con estos insertos se convertía en…Los leprosos y el sexo. Imposible pedir mejor fin de fiesta ¡Viva el Santo!

Mientras empezaba a ensayar el «lástima que terminó el festival de hoy«, Serendipia encaminaba sus pasos hacia la que había sido casi su segunda casa, la Sala Tramontana. La última visita. Y es que, nuevamente, y como venía siendo casi una constante en esta edición, también el último día se decantó por la alternativa menos mayoritaria. La mayoría se acomodó en el Auditori para celebrar un nuevo filme con Nicolas Cage, Dream Scenario (Kristoffer Borgli), al que le fue encomendada la labor de clausurar el certamen. Nada en contra, pero a Serendipia le apeteció más echarle un vistazo al último trabajo de Brad Anderson, viejo conocido del que había admirado El maquinista (2004), con producción española, pero al que ya empezó a seguir la pista desde la singular Sesión 9 (2001). Invitado al festival para recoger una Màquina del
Temps como reconocimiento a su carrera. Serendipia tuvo la ocasión de hacerse con su autógrafo (¿hemos dicho ya que la colección de Serendipia ha ganado 64 firmas más?), eterna alma de fan la nuestra, eso sí, siempre desde el respeto a la intimidad. ¿Qué menos que corresponder a su gentileza que viendo su último filme?
La carrera de Brad Anderson se ha fraguado más en televisión que en cine, pero ha ido dando alegrías a los amantes del séptimo arte con pequeñas incursiones de notable valor, como pueden ser Transsiberian (2008), La última llamada (2013) o Fractura (2019). En 2022 rodó la que nos llega ahora, Blood (que en todas partes es referida con el nombre del director como coletilla). Un bonito ejercicio de hibridación entre el drama familiar y el terror más… (¿creen que vamos a decir puro?): estricto. En la cinta, conoceremos a la enfermera y madre recientemente separada, Jess (magnífica Michelle Monaghan). Para seguir adelante y crear una buena vida para ella y sus criaturas, traslada a su hija, Tyler (Skylar Morgan Jones), y a su hijo pequeño, Owen (Finlay Wojtak-Hissong), a la granja de su familia. Es una casa antigua un poco alejada de todo, pero es la única opción que cuadra con su economía. El paisaje y el tono del arranque nos hace pensar que volvemos a estar ante una película de casas encantadas, pero no, es más original que eso. Es el tropo del vampirismo el que se va a ver transfigurado en manos de Anderson. Sigamos con el argumento. Poco después de mudarse a la granja, el perro de la familia (que el padre les había regalado a los niños) huye hacia el bosque. Los niños están angustiados y la madre está perdida. En las pelis de miedo los perretes lo tienen siempre crudo. El de Tyler y Owen regresa, pero muy trastornado. ¿Rabia? Sea lo que sea ataca a Owen, en una escena a la que Anderson le da un tratamiento realista y cruento. Tras ser mordido en el cuello, también el pequeño se infectará. Es trasladado al hospital en el que trabaja Jess, pero su estado es crítico, nada parecen hacer los cuidados de los que la propia madre se encarga. Languidece y languidece, hasta que despierta repentinamente y busca la bolsa de sangre al lado de su cama. Y sin pensárselo dos veces la ingiere como quien toma un biberón. Ésa es la cura. Owen necesita sangre y mucha. De hecho, si no recibe sangre, su comportamiento se volverá tan aterrador como el del perrete. El trabajo de Jess va a ser a partir de ahora alimentar con el rojo líquido al niño y no vacilará ante nada para hacerse con la sangre necesaria para su cachorro. No desvelemos más.
El lema «la sangre es vida» en Blood da lugar a una cinta atípica, que sólo ha gustado a medias a la crítica (58% en Rotten Tomatoes), demasiado sangrienta (jeje) para los amantes del drama, y
demasiada tragedia familiar para los gorekids. Sin embargo, somos de la opinión de que al armazón no se le notan demasiado las costuras. La figura de Jess, encarnada por una inspirada Michelle Monaghan, es la central, una insana madre coraje que hace las veces de metáfora desquiciada de la sobreprotección parental que viven las últimas generaciones. No podríamos decir (o sí) qué es más terrorífico, que un niño beba sangre humana, o que una madre esté dispuesta a todo con tal de protegerle. No falta tampoco la hipótesis sobrenatural que explica la afección, poco desarrollada, eso sí, pero a Serendipia ya le gusta que se deje intuir, lo prefiere a que se insista en describir a toda costa. No salimos alborozados, pero sí satisfechos.
Y decimos hasta el año que viene a la Sala Tramontana, para dirigirnos sin prisa, pero sin pausa, al Cine Prado, nuestra última parada. Dos películas, dos, nos atienden. La primera cita es con el gorila más emblemático del Festival, el King Kong original, que se proyectó en una copia restaurada exquisita. Lástima que algunos problemas técnicos hicieran deslucir la sesión. Por suerte, el entrañable Phil Tippett nos compensó.
Phil Tippett, mago de los modernos efectos especiales (pre-digitales), estuvo en Sitges para recibir un merecido Gran Premio Honorífico del Festival. Fundador de Tippet Studios, ha ganado dos Oscar a los efectos especiales por El retorno del Jedi (Return of the Jedi, Richard Marquand, 1982) y Parque Jurásico (Jurassic Park, Steven Spielberg, 1993) y ha sido
director de Mad God, la estupenda película que maravilló a Serendipia y a todos los que tuvieron la suerte de verla durante la edición de 2021. Campechano y carismático, Tippett se paseó por Sitges con total tranquilidad, hablando con todo el que se le acercaba, maravillando con su cercanía. Durante la rueda de prensa que dio, opinó sobre cuestiones que han revolucionado los efectos especiales, comentando que a pesar de que su mente, en sus propias palabras, «trabaja analógicamente», no solo no reniega de los efectos digitales, sino que le parecen sorprendentes y reconoce que todo se revolucionó a partir de Parque Jurásico, pues no se había visto nada parecido hasta entonces. También dio su opinión sobre la IA, que para él nadie puede rehusar y debe integrarse en el cine. De hecho, confesó estar muy emocionado respecto a lo que pueda realizar esta nueva tecnología en las películas.
Presencia constante durante los días de festival, al enterarse de que se iba a proyectar King Kong (Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, 1933) en la pantalla del entrañable cine Prado (cuya arquitectura y murales admiró), el creador de Jabba the Hut se ofreció a presentarla ante el
público, con el que se quedó a verla. En su charla inicial, Phil Tippett recordó lo que le impresionó la película cuando la vio por primera vez en 1956, en un pequeño televisor, cuando tenía seis años, en como «me cambió la vida«, al igual que antes que a él a Harryhausen y tantos otros mitos de los efectos especiales artesanales y aficionados al cine fantástico en general. Comentó que tuvo el honor de conocer a Marcel Delgado, estrecho colaborador de Willis O’Brian y que aquel todavía tenía en su poder los scrapbooks de El gran gorila (Mighty Joe Young, Ernest B. Schoedsack, 1949), que misteriosamente, tras su muerte, desaparecieron.
Pero ¿quienes son Willis O’Brian y Marcel Delgado? porque, si bien el nombre de Ray Harryhausen todavía resulta familiar para las últimas generaciones de aficionados, prensa y críticos cinematográficos especializados en cine fantástico de nuestro país, poco o nada es reconocido ni reivindicado el de Willis O’Brien y Marcel Delgado, padres de la animación stop-motion y los efectos especiales y mentores de Harryhausen y todos sus herederos. O’Brien y Delgado fueron los hombres que hicieron cobrar vida a King Kong. Y todo, absolutamente todo lo referente a efectos especiales, comenzó en 1933 con King Kong, a pesar de que 8 años antes
Marcel Delgado y el esqueleto del Sr. Kong
ambos hombres ya hubieran colaborado animando dinosaurios en una historia muy similar a la de Kong, El mundo perdido (The Lost World, Harry O. Hoyt, 1925). Delgado innovó la animación stop-motion en la que O’Brien era especialista, añadiendo a los modelos, hasta entonces de arcilla y plastilina, un armazón hecho de dural, una resistente aleación de aluminio que Delgado forraba con músculos de hule y goma y recubría después con una piel de látex, que daba a los modelos un aspecto más natural y realista. En algunas ocasiones colocaba también una vejiga inflable dentro de sus pechos, que creaba la sensación de que sus figuras respiraban, todo lo cual puede percibirse perfectamente en King Kong. Tanto en el enorme gorila, como en los diferentes dinosaurios. Willis O’Brian y Marcel Delgado formaron equipo y continuaron trabajando juntos en diversas películas, como El hijo de Kong (The Son of Kong, Ernest B. Schoedsack, 1933) o El gran gorila (Mighty Joe Young, Ernest B. Schoedsack, 1949). A pesar de todo, el trabajo de Delgado nunca recibió acreditación, permaneciendo a la sombra de O’Brien, posiblemente por cuestiones de corte racistas, pues Delgado cruzó junto a su familia la frontera a los 6 años al estallar la revolución mexicana. Aunque también es posible que fuera debido a lo poco que se respetaba entonces la labor de estos artistas y técnicos, pues el trabajo de Willis O’Brien tampoco fue acreditado en varias de las películas en las cuales trabajó.
Uno de los armazones que Delgado construyó para Kong ha sobrevivido, como mudo testigo de la historia del cine. La misma historia a la que no pasará, pero indudablemente nos hizo pasar un estupendo rato, Los leprosos y el sexo (René Cardona, 1970), película con la que cerramos, en gran gala particular y rodeado de amigos, la edición número 56 del festival.
En 1952 nació el cine de luchadores mejicano. Ese año se estrenó, también en España, La bestia magnífica (Chano Urueta), un drama que se desarrollaba en el ambiente de la lucha libre. Pero el honor de inaugurar el cine de luchadores enmascarados, tal y como lo entendemos, fue de El enmascarado de plata (1954) de René Cardona, que nada tiene que ver con nuestro chaparro héroe, pues estaba protagonizada por otro luchador profesional enmascarado, El médico asesino. Santo, tras cuya máscara de plata estaba, aunque era uno de los secretos mejor guardados, Rodolfo Guzmán Huerta, y que se dedicaba a la lucha desde 1942, se hizo muy popular, especialmente entre la chiquillería, por protagonizar historietas
en forma de fotonovelas semanales, que desde 1952 se comercializaron con el título Santo, El Enmascarado de Plata ¡Una aventura atómica!, de las que se vendieron miles de ejemplares. Pero lo que convirtió al luchador en referente mediático internacional fue el cine, donde debutó en 1961 (aunque otras fuentes datan 1958), con Santo contra el cerebro del mal de Joselito Rodríguez, una película realizada en régimen de coproducción entre México y Cuba que recientemente fue remasterizada por la compañía de Nicolas Winding Refn y proyectada, entre otros festivales, en el de Sitges. Desde esa primera y hasta 1982, el enmascarado de plata protagonizó 52 películas, en las cuales se enfrentó a distintos enemigos como hombres lobo, mujeres vampiro, el barón Brakola y el propio conde Drácula, extraterrestres, momias, brujas, la llorona, las mafias del vicio, la hija de Frankestein (sic) e incluso a los karatekas, dependiendo de la moda imperante en ese momento en el cine popular, compartiendo aventuras en diversas ocasiones con otros luchadores, como Mil Máscaras o Blue Demon, el más popular tras Santo. Dichas películas fueron un éxito de taquilla no solo en México, sino en gran parte de América Latina, Europa y algunos lugares tan distantes como Líbano o Turquía. Se trataba de películas de bajo presupuesto, amables y aptas para todos los públicos. En las cuales primaban los buenos sentimientos y la defensa del débil.
Había varias luchas pero siempre ganaba el bien frente a los malvados. Muchas de ellas contaban con un humorista que hacía de compañero del luchador, siendo de largo lo que peor ha envejecido de estos entrañables productos, que cuentan con muchos seguidores y coleccionistas. Una popularidad y tradición de la que supieron sacar partido los norteamericanos con el Pressing Catch de los años ochenta. Una imitación que ni de lejos posee el sabor de estos luchadores enmascarados mexicanos, lo cuales son, merecidamente, todo un icono cultural de su país.
Tantas fueron las aventuras y desventuras de Santo, el enmascarado de plata, que se rodaron escenas para versiones alternativas de algunas de sus películas. Escenas sexys, con desnudos femeninos, destinadas a la exportación. Algo que casi formaba parte de la leyenda, pero de lo que existía constancia por algunas imágenes en revistas y libros y que parecían corroborarlo. Serendipia tuvo noticia de El vampiro y el sexo por las fotos incluidas en el libro El vampiro en el cine, de David Pirie, que se publicó en España en 1977. Viviana García Besné, archivista y heredera de los derechos de las películas de Santo y otros luchadores, así como de aquel cine soft conocido como de ficheras (o sexycomedias), fue quien encontró el metraje «prohibido». Mientras entrevistaba a su tío-abuelo, el productor Guillermo Calderón para un documental que estaba realizando sobre películas perdidas, salió el tema de estas dobles versiones de las películas de Santo, algo que ella desconocía, concretamente sobre El vampiro y el sexo: “Me quedé con mucha curiosidad y empecé a hacer un poco de investigación en redes sociales y en periódicos para ver qué
información había sobre la película El vampiro y el sexo. Me encontré con mucha controversia y ya que yo tenía acceso a la bodega de la productora Permanencia Voluntaria, me puse a buscar y entonces descubrí que sí existía”.
Besné, para la que era importante que esta película pudiera verse, pues estamos hablando de historia viva del cine mexicano, recibió amenazas incluso de El hijo del Santo, que de pensar que ese material no existía, cuando apareció se decantó por oponerse a su exhibición, a pesar de no poseer los derechos sobre el mismo. Pero Viviana encontró más material. Como explica José Antonio Monterrosas Figueiras en la revista online Los Cínicos, de la que están tomadas las declaraciones de Viviana García Besné, todo comenzó cuando, nuevamente en la productora Permanencia Voluntaria, «entre miles de rollos de 35 milímetros, había una lata que decía las sugerentes palabras: “Jinetes sexy”. Al mirarla, sorprendida, descubrió que era una película que estaba perdida por años, Los leprosos y el sexo, la versión soft porn de Santo vs los jinetes del terror, el único western del Enmascarado

Un fotograma de Los leprosos y el sexo en el que no hay leprosos a la vista pero parece que habrá algo de sexo…
de Plata, filmado por René Cardona, estrenada en 1970″. Financiada su restauración mediante crowdfunding, por fin ese material pudo ser montado y estrenado en el festival de Rotterdam, desde donde ha pasado a otros, entre ellos el del Sitges, donde Serendipia tuvo el hondo privilegio de disfrutarla en una sesión que fue toda una fiesta, pues naturalmente se trata de un cine de otra época, con comportamientos bien diferentes a los actuales y con unas escenas sexys que mueven casi a la hilaridad. O que serían objeto de tijeras. Insertos algo más picantes que los que recordamos de El vampiro y el sexo, pero siempre dentro del más estricto Softcore. En todo caso, la hilaridad que acompañó algunos momentos de la proyección del film, estuvo teñida de cariño y respeto.
Los leprosos y el sexo se inicia cuando unos leprosos escapan del hospicio en el que están internados, sembrando el terror, pues además de tener un mal contagioso, se dedican a robar. Pero, todo y con eso no serán, ni mucho menos, los villanos de la función. Para que vuelva la tranquilidad a la pequeña ciudad se reclamará la presencia de Santo, el enmascarado de plata, justiciero que acudirá a lomos de su caballo para enfrentarse y derrotar a los viles bandidos, retornando la paz a la ciudad. Santo, además, anunciará a los enfermos que ya existe un fármaco que cura la lepra. Final feliz para los justos en una aventura ¡A colores!
Y final feliz también para una gran jornada, y para un festival de Sitges que Serendipia culminó compartiendo unas cervezas con amigos y compañeros en la terraza del mismo Prado. El 56 festival de Sitges había terminado. Vendrían otros certámenes, pero Serendipia había sobrevivido, y con nota, a otra edición del mejor festival de cine fantástico del mundo. Eso sí, durante el mismo nos llegó la noticia del fallecimiento del gran Carlos Pumares, al que sin duda todos echaremos de menos. También se han jubilado los entrañables encargados del Prado, lo que ha dado paso a la llegada de un marcial caballerete de gesto siempre adusto. En fin…en todo caso…
¡¡¡Nos veremos en Sitges 2024!!!
Y ahora, les dejamos con el…
PALMARES DE LA 55ª EDICIÓN SITGES FILM FESTIVAL
SECCIÓ OFICIAL FANTÀSTIC A COMPETICIÓ
Mejor película
Cuando acecha la maldad
Premio especial del Jurado
Ex-aequo:
Stopmotion (Por su exploración creativa del lado oscuro de la creatividad)
Vermin: la plaga (Vermines) (Por ser una película de monstruos poderosa y política)
Mejor dirección
Baloji por Omen
Mejor interpretación femenina
Kate Lyn Sheil por The Seeding
Menció especial per:
Zafreen Zairizai por Tiger Stripes (Por su talento emergente)
Mejor interpretación masculina
Karim Leklou por Vincent debe morir (Vincent Must Die)
Mejor guion
Colin y Cameron Cairnes por Late Night with the Devil
Mejores efectos especiales, visuales o de maquillaje
Frédéric Lainé, Jean-Christophe Spadaccini, Pascal Molina, Cyrille Bonjean-Jean, Bruno Sommier y Jean-Louis Autret por El reino animal (Animal Kingdom)
Mejor música
Markus Binder por Club Zero
Mejor fotografía
Martin Roux por La Morsure
Menciones Especiales
Moscas (Por su bonita visión del lado feo de Buenos Aires)
Riddle of Fire (Porque ha hecho al jurado muy feliz)
NOVES VISIONS
Mejor película
Moon Garden
Mejor dirección
David Kapac y Andrija Mardesic por The Uncle
Mejor corto Noves
The Old Young Crow
Menciones Especiales
Halfway Home
Humanist Vampire Seeks Consenting Suicidal Person (Por su guion)
Mimì – Prince of Darkness (Por su fotografia)
JURAT MÉLIÈS D’ARGENT
Premio Méliès d’Argent a la mejor película de género fantástico
La morsure
Premi0 Méliès d’Argent al mejor corto europeo de género fantástico
Cultes
ANIMA’T
Mejor largometraje de animación
Tony, Shelly i la llanterna màgica (Tony, Shelly and the Magic Light)
Mejor cortometraje de animación
Ghost of the Dark Path
ÒRBITA
Mejor pel·lícula
The Last Stop in Yuma County
BLOOD WINDOW
Premio Blood Window a la mejor película
Cuando acecha la maldad
JURADO DE LA CRÍTICA
La teoría universal
Premio Citizen Kane para el mejor director revelación
Stéphan Castang por Vincent debe morir
Mejor cortometraje
I’m Not a Robot
PREMIO BRIGADOON
Premio Brigadoon Paul Naschy al mejor corto
Ellos (Néstor López y Óscar Romero)
SGAE NOVA AUTORIA
Mejor dirección-realización
Mikel Garrido por Tenemos patria
Mejor guion
Karen Joaquín por O que me parta un rayo
Mejor música original
Márcio Echevarria por The Sun Thief
JURADO CARNET JOVE
millor pel·lícula
La morsure
Millor pel·lícula Sitges Documenta
Kim’s Video
PREMIOS DEL PÚBLICO
Gran Premio del Público a la mejor película
Robot Dreams
Premio del Público Panorama Fantàstic
El exorcismo de Eastfield
Premio del Público Focus Asia
Fuerza bruta: sin salida
Premio del Público Midnight X-treme
Os reviento
Y tras este último video, un enlace (aquí) a nuestro habitual álbum fotográfico.
Diario de Serendipia en Sitges 2023: octava cápsula

Con los entrañables Phil Tippett y Lamberto Bava ya merodeando por Sitges, Serendipia inicia una nueva jornada de festival, reduciendo, en esta ocasión, la ingesta de películas para coger impulso ante el largo fin de semana que se nos viene encima. Más Noves Visions en el Tramontana (Raging Grace, The Vourdalak) y nuestra última visita de este año a l’Auditori con Concrete Utopia, enmarcada en la sección Órbita y que agotó aforo con un lleno hasta la bandera.

Serendipia tiene algo con Filipinas. Quizás porque toda la filmografía filipina anterior a la II Guerra Mundial cayó bajo el fuego japonés y norteamericano y eso nos causa una gran congoja. Quizás por el cine de terror bizarro que allí se realizó en los años sesenta y setenta. Puede que
sea porque una de sus mayores estrellas haya sido el pequeño Weng Weng, nombre artístico de Ernesto de la Cruz. Quizás por la dictadura tan bizarra que sufrieron… vaya usted a saber, pero todo lo que tiene cierto sabor filipino, nos atrae. Si bien Raging Grace es una producción británica, su director y guionista, Paris Zarcilla, que debuta en el largo con esta cinta, es de origen británico-filipino. La historia que narra está protagonizada por Joy (Max Eigenmann) una emigrante indocumentada y madre soltera llegada, con su pequeña hija Grace (Jaeden Paige Boadilla), desde Filipinas a Inglaterra, donde se gana la vida como puede. Grace es un diablillo travieso, sus bromas pueden llegar a ser pesadas, pero manifiestan su inocencia y, en cierta forma, esa imaginación vivaracha alivia la carga de los días de Joy. La niña tiene que mantenerse escondida en el cubil que es su vivienda, agregando más tensión a Joy (en una ocasión tendrá que llevarla, escondida, a uno de sus trabajos proporcionando algunas de las situaciones más cómicas de la cinta). De modo que, cuando encuentra trabajo fijo con derecho a vivienda como cuidadora de Mr. Garrett (David Hayman), un anciano terminal que está en coma, Joy cree que sus problemas han finalizado. Pero lo cierto es que solo acaban de empezar. Pronto se percatará de que el anciano realmente está siendo sedado lentamente por su sobrina (Leanne Best). Así que la pregunta es ¿Por qué lo mantiene sedado? ¿Con qué fin? Cuando su sobrina se ausenta durante unos días, Joy logra reanimar al anciano con cuidados que ha aprendido en su tierra. Mr. Garrett está agradecido y atenderá con especial mimo a la niña. Una afabilidad que no extenderá a la madre, a la que trata con desdén, como si quisiera ponerla en su lugar: es una mera criada y debe estar a su servicio. El anciano había sido criado por una nani también filipina, habla con añoranza de ella, pero Joy descubre un día que las cartas a su familia se le habían secuestrado dejando a la nani en una situación de desamparo. Este descubrimiento será el punto de inflexión de la trama, un nuevo giro le descubre a Joy que quizás no ha sido buena idea ponerse de parte de Mr. Garrett, pues parece estar detrás de aquel sometimiento del que fue víctima su nani. La trama se complica y el horror cotidiano que había vivido la protagonista se tiñe de una opresión, un misterio que
desencadena, en el tercer acto de la cinta, un encadenado de situaciones que tiñen la película dándole naturaleza de terror.
Paris Zarcilla sale airoso en la realización de un filme que tiene más de sátira oscura que de terror, pero el hábil suspense que se mantiene durante todo el metraje permite que la hibridación no ofrezca fisuras. Eso sí, siendo un debut sólido, no deja de utilizar recursos convencionales, así que su ubicación en la sección más alternativa del festival no parece del todo ajustada. Más original que la media de las que son exhibidas en Panorama Fantástico, se diría que no se confió suficientemente en ella como para incluirla en la sección oficial. Película agradable de ver, efectiva en esa crítica de un colonialismo que aún sigue vigente tantos años después de que desaparecieran las colonías, comprendemos que el programador que la seleccionó quisiera traerla al festival, pero se debió apostar más fuerte.
Sí nos parece apropiada la inclusión en Noves visions de la siguiente película, que degustamos sin abandonar la Tramontana. Otra de las cintas que pocos se aventuraron a ver, y suponemos que no solo porque le colgaron el dudoso eslogan promocional de ser «arte y ensayo cercana al cine de Albert Serra«. La producción francesa Le Vourdalak, que como puede suponerse adapta el
relato de Alekséi Tolstói sobre vampirismo que tan bien llevara a la pantalla Mario Bava en 1963 en uno de los episodios que componen Las tres caras del miedo (I tre volti della paura) y que aquí, tal y como expresó su propio director, Adrien Beau, adapta de «una manera artesanal«. Y si, pero muy efectiva, añadimos, pues si bien el presupuesto se adivina escaso, con la mayor parte de la acción rodada en un bosque, la intriga y los personajes están bien modelados, desde el Marqués Jacques Antoine Saturnin d’Urfé, un petrimetre noble interpretado por Kacey Mottet Klein, que perdido por el bosque encontrará cobijo en un caserón arruinado habitado por una extraña familia; desde la exótica Sdenka (Ariane Labed); pasando por su aún más exótico hermano, Piotr (Vassili Schneider); y terminando con el patriarca de la familia, casi un cadáver, encarnado por una convincente marioneta tallada por el propio director. Para lograr el aspecto de fantasía de la vieja escuela, Beau renunció al rodaje en digital, hubiera dado a la imagen una apariencia demasiado precisa y los efectos logrados en la postproducción le hubiesen restado atmósfera, se utilizó una cámara de súper 16 y los efectos, como la propia marioneta, fueron físicos. Le Vourdalak es una cinta minimalista, a los aspectos técnicos señalados, se suma un elenco reducido, sólo siete actores a los que se pidió que llevaran a cabo una interpretación marcadamente teatral, que expresan más con sus movimientos, casi coreográficos, que con la declamación de las palabras. Y el minimalismo se traduce en un aura fantasmal, como si todos los personajes llevaran tiempo muertos, y la propia película vagara como un fantasma entre fantasmas. El director, pues, confeso amante de las transformaciones corporales, de las criaturas monstruosas, tenía muy claro qué es lo que intentaba trabajar dentro del género: nada interesado en los aspectos violentos ni en los sobresaltos típicos del terror más comercial, lo que le atrae es «explorar el lado oscuro del mundo, un poco como en los cuentos de hadas, a través de la brecha entre la crueldad y la ingenuidad» (declaraciones para Cineuropa). Todo este cóctel se adereza con unas gotas de sano humor que acaban de convertir Le Vourdalak en un petit plaisir.
Y como Serendipia pasó una hora y media deliciosa con esta producció ingeniosa y atmosférica que captura las dos almas del relato original (fue publicada en francés en vida de Tolstoi y en ruso de forma póstuma), les dejamos su trailer a modo de degustación.
Última película de la jornada, última sesión en l’Auditori de esta edición. Toca despedirse de la sala estrella. Y la verdad es que está más que bien hacerlo con una super producción a la altura de las condiciones de l’Auditori como es la surcoreana Concrete Utopia (콘크리트 유토피아, Tae-hwa Eom), adaptación de un célebre webtoon (cómic coreano serial), que fue la tercera película más taquillera del año en su país y seleccionada como candidata surcoreana a la mejor película internacional en los Óscar 2024. Como curiosidad, aún no estaba lista para el
estreno cuando se anunció el proyecto de otra película que, aunque está ambientada en una época muy posterior, comparte el mundo de Concrete Utopia. Es un hecho inusual en la industria cinematográfica surcoreana comenzar la producción de la segunda parte cuando la primera aún no se ha estrenado. Se concretó que sería el primer largometraje dirigido por el especialista en artes marciales Huh Myung-haeng, y que contaría con la presencia de Ma Dong-seok como protagonista. Un hecho insólito que aventura la calidad de la película que tenemos entre manos.
Y es que Concrete utopía es una epopeya de más de dos horas que confirma, definitivamente, que la especie humana merece la extinción. Veamos porqué. La película se inicia después de un fortísimo terremoto, con Seúl reducida a escombros. Todo en la ciudad se ha derrumbado excepto un edificio, los apartamentos Hwang Gung, que permanecen en pie. Cuando los supervivientes del exterior se enteran de esto, comienzan a reunirse allí, lo cual hace que los residentes originales del edificio empiecen a sentirse amenazados y decidan unirse para su supervivencia. Eligen a Young-tak (Lee Byung-hun) como delegado de los residentes y bajo su liderazgo se prohíbe estrictamente la entrada de personas externas. También se elabora un nuevo reglamento pero, en medio de las continuas amenazas a la supervivencia de los residentes, comienzan a surgir entre ellos conflictos inesperados.
Hostilidad en un mundo hostil, no hace falta ser muy listo para ver que el film coreano es una llamada a la solidaridad, o mejor dicho, a la falta de solidaridad existente entre los países. Entre las ciudades. Entre los vecinos. Pero hay más, pues destaca el tema de la gentrificación de los barrios populares, el clasismo y el totalitarismo, pues Young-tak termina siendo poco menos que
un dictadorzuelo al que todos siguen ciegamente. Vamos, como los que estos días se están reuniendo en Ferraz. Y, al igual que ocurre con los disturbios ante la sede del PSOE, con lo dramático de la situación, aun queda algún -puto- espacio para la comedia. Concrete Utopia no es cine de catástrofes al uso, aunque la acción se inicie tras un terremoto y se centre en ese único edificio que queda en pie y en las ruinas de los colindantes. Habla de un estado de guerra que nos resulta cotidiano. De una guerra entre los que no han perdido nada y los que lo han perdido todo. Entre los de dentro y los de fuera. O sea, lo de siempre. El pan nuestro de nuestras vidas. La radicalidad de la acusación y el fatalismo con el que se aborda la descripción de la naturaleza humana no nos deja sin esperanza, sin embargo. Porque Um Tae-hwa logra también hacernos comprender la presión social que lleva a la gente promedio, como nosotros, a abandonar todos los valores humanistas. También porque deja entrever que hay otros mundos, fuera de esta utopía segura, donde otra lógica es posible. Pero, sobre todo, porque sabe darle todo el protagonismo a la joven Myeong-hwa, la antagonista del líder carismático, una enfermera que se niega a abandonar la promesa que hizo de ayudar a los más vulnerables. Todavía se puede empezar de cero, parece decirnos la conclusión del filme.
Concrete utopia fue proyectada dentro de la sección Órbita que, no nos engañemos, bendita sea, por las películas que permite incluir en el festival sin complejo de culpa. No pertenecen, claramente, ni al género fantástico ni al terror, son en su mayoría thrillers de alto octanaje que se interseccionan en algún punto con la fantasía y el horror, por sus aspectos más visuales, por sus temáticas, por el tratamiento de la tensión, sin caer dentro del espectro global del género. Flotan en torno a él sin mimetizarlo plenamente. De ahí lo de órbita. Una sección que enriquece aún más el panorama de Sitges, sin duda.
Nos vamos de l’Auditori, toca recogerse. Decimos hasta mañana y les dejamos con unos dibujos animados gentileza del Quim Crusellas Team:
Diario de Serendipia en Sitges 2023: séptima cápsula

Serendipia se planta ya en la séptima jornada de festival. El cansancio comienza a hacer mella pero… ello no quita para que haya seleccionado cuatro películas más: tres de ellas de la sección Oficial Fantàstic Competició (Divinity, Vermin y El reino animal) y una en Noves Visions (Hundred of Beavers). Serendipia también estuvo tentado de acudir a ver un documental que pintaba francamente bien, Enter the Clones of Bruce Lee, pero dada la hora en la que se ofrecía, no nos hubiera permitido madrugar o soportar con dignidad las sesiones del siguiente día. Así que, con todo nuestro dolor, tuvimos que dejar el documental para mejor ocasión…

fotos: Serendipia
Y Serendipia escoge iniciar la jornada en la sala Tramontana con Divinity (Eddie Alcazar), una extraña película que tenía todos los ingredientes para pertenecer a la sección Noves Visions,
pero que inexplicablemente fue a parar a Oficial Fantàstic Competició. Y es toda una lástima, pues si bien en Noves Visions hubiera tenido posibilidades de rascar algo, en Oficial Fantàstic fue prácticamente ignorada. A esta circunstancia cabe añadir que esta sesión tuvo lugar mientras en l’Auditori se proyectaba la última de Takeshi Kitano y que los dos pases restantes del film se programaron a horas algo intempestivas, uno de ellos dentro de una maratón nocturna. Así fue poco -o nada- vista por prensa y público asistente. Rodada en blanco y negro y en 16mm, esta fábula futurista se desarrolla en una sociedad distópica en la que el prima el culto al cuerpo, a la belleza y juventud (bueno, aún mucho más que ahora). Divinity ve al científico Sterling Pierce (Scott Bakula) dedicar su vida a la búsqueda de la inmortalidad, creando lentamente los componentes básicos de un suero innovador llamado Divinity. Años más tarde, su hijo Jaxxon Pierce (Stephen Dorff) controla y fabrica la droga, dando como resultado un planeta hedonista que ha quedado 97% infértil, pero inmortal. La acción arranca con la llegada a la mansión del magnate de dos misteriosos hermanos (¿extraterrestes? ¿ángeles), que le inmovilizan con la ayuda de una seductora mujer llamada Nikita (Karrueche Tran). El suero de la eterna juventud no consigue, todavía, que el cerebro deje de deteriorarse y los semigemelos convierten al propio Pierce en conejillo de indias para hacerle probar las consecuencias de su invento. Producida por Steven Soderbergh, motivo, posiblemente, de que la cinta participara en la sección «grande», el extraño filme contiene escenas rodadas en stop-motion, que lejos de chirriar con el conjunto le añaden extrañeza y fascinación, consiguiendo que sus imágenes permanezcan en la retina del espectador una vez finalizada. Hay quien alegremente le pone el cartelito de «película de culto». No nos atreveríamos a tanto, pues pensamos que actualmente se eleva muy a la ligera a cualquier película a la calificación de cinta de culto u obra maestra («masterpiece» para los guais) sólo con que se salga un tanto de los cánones. Lo que sí es cierto es que, sin llegar a las cotas de radicalidad de Skinamarink (Kyle Edward Ball, 2023), ya saben, esa cinta que Variety considera mejor película de terror del año, pero que ha llegado directa a plataformas, Divinity, lo que se dice extraña, lo es un rato la jodía.
Si el año pasado el gran momento friki del festival se produjo durante la proyección del documental Ummo, la España alienígena por los incidentes que causó José Luis Jordán Moreno, el autoproclamado «hijo y coheredero de José Luis Jordán Peña, emisario del planeta Ummo en la Tierra», este año el show estuvo protagonizado por los protagonistas de Hundred
of Beavers (Mike Cheslik), una locura súper independiente, ingeniosa, divertida y, por desgracia, un tanto larga con la que culminan varios años de trabajo. Se trata de una epopeya que se desarrolla en el siglo XIX, en América del Norte y en pleno invierno, donde un vendedor de aguardiente de manzana arruinado querrá convertirse en el mayor cazador de pieles de castor para conquistar a la hija del comerciante local, que es quien se las compra. Para ello deberá cazar cientos de ellos, lo cual hará mediante locas trampas que, en muchos casos, se volverán contra sí mismo. Rodada en blanco y negro, utilizando técnicas del viejo slapstick mudo -no hay diálogos-, Hundred of Beavers es una de las óperas primas más salvajes de la temporada, un cartoon viviente de la Warner con gotas de Terry Gilliam cuyos 15.000 planos tardaron cuatro años en rodarse. Con sus casi dos horas de gags continuos, que hicieron las delicias del público del Tramontana, el film es tan consciente de su deuda con los dibujos animados de la Warner, y en concreto con los del Coyote y el Correcaminos, que incluso alguna de las trampas del cazador son marca Acme.
Pero, ¿por qué decimos que fue un momento friki? pues por el show que organizaron durante la presentación su director, Mike Cheslik, y su protagonista (y coguionista) Ryland Brickson Cole Tews. Tras tomar el director un tanto el pelo a la traductora, el actor saltó sobre un castor que apareció en el cine, reduciéndolo con una llave de lucha. Otro funny animal apareció, en este caso un perro, al que raudo venció otra vez, al igual que al tercero, un conejo que llegó a subir al escenario antes de caer a los pies del bizarro cazador de castores. Serendipia, al igual que el resto del público, no creía lo que estaba viviendo. Pero les garantizamos que sucedió. Cuando la película finalmente comenzó, quedó rápidamente demostrado que Hundred of Beavers es una divertida cinta a disfrutar en compañía, pues el Tramontana se convirtió en una auténtica fiesta.

Por cierto, si el año pasado tras el incidente Ummo vimos Les cinq diables (Léa Mysius), protagonizada por Adèle Exarchopoulos, en esta ocasión repetiríamos circunstancia: performance bizarra y actriz, pues la bella parisina también es una de las protagonistas de El reino animal, última cinta que veríamos durante esta jornada.
Pero antes… llegaron las arañas.
La francesa Vermin: la plaga (Vermines), con la que debuta en el largo Sébastien Vanicek, director criado en los suburbios parisinos donde sitúa la acción, fue una de las películas que, dentro del más estricto terror (no puro, recuerden), gustaron más a Serendipia, algo que casi parecía asemejarse a un placer culpable, pues si bien en los mentideros del festival todo el mundo estaba de acuerdo en lo bien que se lo había pasado con el film, nadie parecía tenerla en cuenta a la hora del palmarés. Y es una lástima y algo que Serendipia no llega a comprender. En TerrorMolins, por ejemplo, donde también fue programada, lo hizo dentro de una larga maratón. Todo y con ello, obtuvo en Sitges el Premio Especial del Jurado.
Vermin: la plaga es una muy digna producción de terror, enmarcada dentro del subgénero de invasiones de insectos. Una rebelión de la que, naturalmente, el culpable será el hombre. Kaleb (Théo Christine), es un joven que está a punto de cumplir 30 años y nunca ha estado más solo. Peleado con su hermana por un asunto de herencia, también ha cortado los lazos con su mejor amigo. Vive en un barrio parisino que está siendo devorado por la especulación, y su único consuelo es su gran pasión son los animales
exóticos, muchos de ellos especies protegidas que adquiere de manera ilegal. Un día llega a casa con una extraña y violenta araña proveniente del desierto, que se escapa y multiplica rápidamente, provocando una plaga en el bloque de pisos. Cuando el edificio es puesto en cuarentena, los vecinos se verán forzados a combatir a los arácnidos, que se vuelven más mortíferos conforme pasa el tiempo. ¡Y también más grandes!
Y Serendipia finaliza la jornada con El reino animal (Le règne animal, Thomas Cailley), otra producción francesa en la que los animales también tienen su protagonismo, pero digamos que de una forma más pacífica, menos molesta. Una pandemia causa mutaciones en la población, trasfiriendo características de diferentes animales a los afectados. Aunque no suponen una amenaza real, los mutantes son tratados con rechazo por buena parte de la sociedad. La película de Cailley nos enfrenta a una fábula que refleja la crispación pospandémica, enfrentarnos a la circunstancia extrema de vivir una situación límite no nos ha hecho mejores, casi todo lo contrario. En El reino animal se explora el lugar común del bosque como espacio de lo misterioso (cuando no de lo estremecedor) para alumbrar un fantástico, que la crítica de cine
Desirée de Fez adjetiva como luminoso, en el que lo real muy real se cruza con éxito con lo sobrenatural sin generar fisuras. Lo fantástico es utilizado como la herramienta útil que es para denunciar los males de una época. Cailley elige, además, el tono intimista para su relato y lejos de ofrecernos la descripción objetiva de cómo está desarrollándose la situación general, se centra en las vivencias subjetivas de una familia que se ha visto afectada en primera persona por la plaga. Elegir la perspectiva del caso particular apela a la empatía del espectador, haciendo al relato más efectivo para cumplir sus pretensiones.
El reino animal sigue a François Marindaze (Romain Duris) que hace todo lo posible por salvar a su esposa, aquejada por la misteriosa enfermedad. Mientras la sociedad parece abocada a un nuevo orden, François buscará un remedio a todo ello, sobre todo cuando Émile (Paul Kircher), su hijo de 16 años, comience a mutar y vea como todo se resquebraja a su alrededor. Juntos comprenderán que el remedio es dejar que suceda, que la especie evolucione. Que la vida siga. El mensaje nos cala gracias a nuestra identificación con los protagonistas (muy bien recreados por sus interpretes), al fin y al cabo lo que se nos plantea no es más que la estilización fantástica de problemas que todos podríamos haber enfrentado. Amén de que nos hace reflexionar sobre nuestro presente en el que la responsabilidad del hombre en el desastre ecológico, cada vez más evidente, hace cuestionarnos nuestra racionalidad. Nos hemos considerado centro del universo y ahora el orden desestabilizado que nos rodea nos lleva a replegarnos, a descubrir nuestras facetas más oscuras y a ensayar respuestas que devuelvan el equilibrio. Cailley entona un bello canto a la búsqueda de una nueva armonía que reponga los equilibrios y nos ponga en nuestro lugar.
Resulta cuanto menos inevitable recordar a H. G. Wells y La isla del Dr. Moreau, una novela publicada en 1896 y varias veces adaptada al cine en la que el buen doctor protagonista realizaba dolorosos cruces quirúrgicos entre especies animales y seres humanos, obteniendo unos
resultados que eran tratados como bestias salvajes carentes de humanidad. Pero también es lícito traer a colación a los X-Men originales, de Stan Lee y Jack Kirby, donde se trataba el tema del diferente y de los cambios hormonales de la adolescencia. Aquí los mutantes no tienen superpoderes, si acaso el de lograr contagiarnos su voluntad de posicionarse ante un mundo que parece preferir la violencia a la convivencia. El reino animal rezuma un humanismo tan sincero, casi ingenuo, que nos enternece y le perdonamos que caiga en algunos desajustes en el tono y que dilate en exceso su desenlace. Defectos que no empañan su condición de fábula cautivadora ambientada en impresionantes decorados naturales y con unos efectos especiales que tienen mucho de poético y que le valieron el premio del festival en esta categoría.
La última cinta del día nos pilló algo cansados, así que casi la hemos disfrutado más al remebrarla que al ingerirla. Así que nos recogemos, ya está bien por hoy, que al día siguiente quedaban todavía perlas por descubrir y un largo fin de semana que gestionar. Cerramos con el cuarto Making of de lo que acontece por Sitges, realizado por Quim Crusellas y su equipo. Unos estupendos cortometrajes en sí mismos, repletos de humor y buen hacer que miden el ambiente del festival.
Diario de Serendipia en Sitges 2023: Sexta cápsula

La jornada promete ser fuerte: 4 películas, 4. Y las cuatro pertenecientes a la sección Oficial Fantàstic Competició. Entre ellas la que ganaría el premio a la mejor película. Comenzando en l’Auditori con Pobres criaturas de Yorgos Lanthimos, fuera de competición y que esperábamos con auténtica expectación. También la extraña producción japonesa Best Wishes to All (みなに幸あれ) de Yûta Shimotsu. Y ya en nuestro segundo hogar, el Tramontana, Cuando acecha la maldad (Demián Rugna), que para nada nos esperábamos el impacto que iba a obtener. Y La espera, el retorno a casa de Francisco Javier Gutiérrez tras su aventura americana.

Fotos: Serendipia
No sabemos a qué hora se acuestan las gallinas, pero ha de ser lo suficientemente temprana como para estar prestas al alba cuando cante el gallo. Y Serendipia se acostó con las gallinas porque sabía que la luna aún reinaría en el firmamento cuando estuviese haciendo cola frente a l’Auditori. Necesitaba estar frescx (más que las rosas) para no perder detalle de la cinta que más
esperaba, Pobres criaturas, bastante más de dos horas que iban a requerir toda su atención. La estrategia funcionó y la experiencia fue tan fructífera como esperaba.
Pobres criaturas (Poor Things), la última barrabasada de Yorgos Lanthimos fue, de largo, la mejor película que se proyectó durante esta edición del festival, aunque se ofreciera fuera de competición. La flamante cinta se alzó con el León de Oro en el pasado Festival de Venecia, donde la película fue ovacionada con ocho minutos de aplausos. Y estamos seguros de que hubiera encantado a los surrealistas, que entrarían de buen grado en el laboratorio del Dr. Godwin Baxter (Willem Dafoe) y disfrutarían con sus bizarras criaturas y su más compleja creación: Bella (gran Emma Stone), resultado de sustituir el cerebro de una suicida por el de un nonato.
Bella, es un bebé que todo lo descubre y aprende con pasmosa velocidad, pero con el cuerpo de una mujer adulta, diciéndolo freudianamente, es puro ello, pura amalgama de pulsiones regidas exclusivamente por el Principio del placer (siguiendo con la jerga de Freud). Bella es una hermosa paradoja, una mente sin censura, anterior, no solo al superyo (conciencia moral), sino al mismo yo (sentido corporal-emocional del sí-mismo), en un cuerpo que está en su plena madurez. La inspira un hedonismo inocente como el de los recién nacidos, así va descubriendo el mundo, así también va descubriendo el propio cuerpo. Se palpa como se palpan los bebés y se autosatisface con todo lo que le da placer sin que ningún Principio de realidad (Freud de nuevo) la aliente a posponer sus deseos. Todos al nacer somos así, desvergonzados, nadie nos ha
descubierto el pudor, eso es algo que se nos irá inculcando de a poco desde las primeras cucharadas de papilla con cada estonosehace/estonosetoca, para que antes de la pubertad sepamos comportarnos. Bella, en cambio, luce espléndida como una fruta madura, pero con la estructura interna de un primer brote. Su mente, brillante y primitiva, la convierten en la imagen de una adulta no reprimida, espontánea y sin prejuicios, algo que, como cabía esperar, se pondrá de manifiesto, con todas sus consecuencias, cuando descubra la sexualidad.
Hasta el momento de ese despertar, Bella ha vivido en un mundo en blanco y negro encerrada entre los muros de la mansión/laboratorio de Godwin Baxter. Porque su creador/padre necesita unas condiciones ideales para seguir la evolución del experimento que es ella. No la aísla por celo represor sino en aras de alcanzar el mayor rigor científico en la observación de su mejor criatura. En su jaula de oro nada le falta, ni el contacto amoroso, pues el propio Goodwin alienta a su ayudante, el joven Max McCandles (Ramy Youssef) a que dé rienda suelta a su pasión platónica tomándola como prometida. Todo es ordenado y meticuloso hasta que Bella descubre la fruición sexual y con ella la pasión por conocer, lo que la lleva a descubrir el mundo junto al abogado de la familia, un libertino canallita interpretado por Mark Ruffalo. El mundo de la joven se llena de un color vivo en un viaje que va desde una Lisboa retrofuturista (con esos zepelines y ese monoraíl aéreo surcando los cielos) a los barrios bajos de Alejandría y los burdeles de París. Un recorrido quijotesco en el que a medida que Bella adquiere mayores conocimientos, empieza a entender el mundo en el que vive, aprende a comportarse de acuerdo con las normas de la sociedad y toma consciencia de sus derechos. Así, cuando Bella regresa, es un ser totalmente diferente, experimentado en todos los aspectos y dueña de sí misma. No como mujer liberada, nunca fue prisionera, sino como mujer consciente de su libertad.
Fácil es descubrir en Bella a un trasunto de Mary Shelley a la que su padre describía a sus quince años como una chica «singularmente valiente, un tanto impetuosa y de mente abierta. Sus ansias de conocimiento son enormes, y su perseverancia en todo lo que hace es casi invencible». El trasunto shelleyniano estaba ya en el material del que parte Lanthimos, la novela casi homónima del singular escocés Alasdair Gray, ¡Pobres criaturas!: episodios de la juventud del Dr. Archibald McCandless, funcionario de Salud Pública, algo que se aprecia ya en el nombre del personaje que interpreta Willem DaFoe, Godwin, como el apellido del anarquista padre de la Shelley, y Baxter, apellido del mentor escocés de la autora del Frankenstein (o moderno Prometeo encadenado), el botánico y filósofo radical, que habría terminado de formar el espíritu revolucionario de Mary. La novela, un buen ejemplo de literatura postmoderna, es un pastiche (en la acepción positiva del término) que teje entre sí los modos narrativos del clásico de Mary Shelley con los del Drácula de Bram Stoker, para ofrecer una pieza que en clave satírica se hace eco de las críticas sociales de ambas obras. Y Lanthymos profundiza, también con mucho de comedia, en la reflexión sobre si todo es válido para el desarrollo de la ciencia junto a otros de sus temas más queridos. La Pobres criaturas del griego es, ante todo, un canto al libre albedrío y la libertad de la mujer para decidir y seguir su propio camino. Pero eso se destaca sobre una crítica más ambiciosa que ahonda en el análisis de la complejidad de las dinámicas sociales, los estatus asumidos y el valor de la rebelión. Algo que no reflejaban las primeras y equívocas sinopsis que llegaban en las que se tildaba al personaje de Bella como una especie de criatura de Frankenstein ninfómana.

La mirada del griego hacia la especie humana se vuelve aquí menos inclemente y cruel, pues, aunque refleja los aspectos negativos de los desarrollos de la humanidad, también tienen cabida la exposición más amable de los perfiles positivos de la especie, deja asomar también la bondad, la empatía y la solidaridad. Y mientras se estiliza en sus contenidos temáticos se radicaliza en su barroquismo visual. Yendo un paso más allá de lo experimentado en La favorita (2018), nos regala una puesta en escena extrema en la que no sólo destaca la transición narrativa del blanco a negro al color, sino que asalta al espectador con imágenes deformadas por lentes de ojo de pez, con zooms violentos y con grandes escenarios construidos en estudio y digitalmente. Y no se trata de un ejercicio megalómano de un director encantado de conocerse, como sugerían algunas voces al terminar la proyección, sino que sus decisiones formales barrocas resultan perfectamente ajustadas al espíritu que quiere imprimir a su relato. Todo ese artificio e imaginación se ajustan perfectamente a lo que requiere la historia. Toda esa acumulación de elementos resulta coherente y plena de sentido. El espectador atento sabe comprender que la historia no podría haber fluido si se hubiese contado con la parquedad de recursos visuales. Las columnas salomónicas tuvieron razón de ser, por más que las sobrias columnas dóricas cumplían de igual modo su función de sostén.
Es la primera ocasión en la que el director griego ha trabajado con material ajeno, aunque tenía muy claro lo que quería y así se lo pidió a su guionista, Tony McNamara, nombrándole tres películas como referencia al tono que quería para la suya: Y la nave va (E la nave va, Federico Fellini, 1983), Belle de Jour (Luis Buñuel, 1967) y El jovencito Frankenstein (Young Frankenstein, Mel Brooks, 1974). Y en vista de los resultados puede decirse que se fabricó un híbrido perfecto.
Emma Stone repite con Lanthimos tras La favorita (The Favourite, 2018) y el cortometraje Vlihi (2022), como actriz, y en esta ocasión, como productora, demostrando tener muy buen ojo, pues el director sabe sacar de ella unas interpretaciones antológicas. La actriz ha tenido que a inventarse una nueva forma de andar, una nueva forma de hablar, una nueva forma de actuar. Porque se trataba de alumbrar a la nueva mujer con suficiente histrionismo y suficiente temple como para no caer en la caricatura. Stone asume riesgos que son poco transitados por las estrellas de Hollywood y que pasan también por entregarse sin remilgos a las escenas de sexo.
Lanthymos firma un excelente trabajo de género. ¿De cuál? De uno inclasificable que no se deja resumir en las etiquetas: ¿Es fantasía?, ¿Es humor?, ¿Es sátira? Es todo ello y mucho más. El griego diluye las fronteras en otra obra de rico mestizaje genérico.
Con la cinta de Lanthymos nos acercamos a la prometida reflexión sobre qué narices puede ser la pureza del terror, pero antes haremos otra escala para hablar de la opera prima de Yûta Shimotsu, que es el plato que degustó Serendipia en su antepenúltima sesión en el Auditori.
Shimotsu llegaba a la presentación de su opera prima ataviado con la camiseta del festival. Divertido nos contó que había tenido que comprar ropa de urgencia porque la aerolínea le había extraviado la maleta. Puro entusiasmo, el japonés, sin darse cuenta, hacía todo un spoiler de su largo, procedente de su corto homónimo que se alzó en 2022 con el gran premio de la Japan Horror Movie Competition de Kadokawa: confesó haberse inspirado en una leyenda nipona según la cual ser feliz depende directamente de la infelicidad de otros.
Best Wishes to All (みなに幸あれ) nos sumerge en una pesadilla doméstica. Una llena de extrañeza, que recuerda las atmósferas de Junji Ito, y en la que su joven protagonista (Kotone Furukawa), una estudiante de enfermería, descubrirá en una visita a casa de sus abuelos que las cosas no están bien. Que estos tienen un comportamiento extraño. Y que, además, suenan golpes provenientes del trastero. Ella parece ser la única de la familia que se percata de todo, pero pronto descubrirá, por las malas, que todo ello es producto de una peculiar tradición ancestral para alejar la infelicidad.
El arranque de Best Wishes to All nos hace recordar La visita (The Visit, 2015) de M. Night Shyamalan, con esos abuelos que incluso en los primeros compases resultan intrigantes. haciendo anticipar que algo va a torcerse hacia una esfera de perversidad. Pero pronto, cuando, por ejemplo, los ancianos empiezan a gruñir como los cerdos ante el cochinillo que van a comer, mientras sostienen que los cerdos están satisfechos de ser sacrificados para deleitar nuestros ágapes, y, sobre todo, cuando se arrastra hacia el comedor un personaje semidesnudo que tiene cosidos los párpados y los labios, la cinta de Shimotsu deriva hacia territorios más autóctonos del terror. Takashi Shimizu, uno de los fundadores del terror japonés moderno (y que ya produjo el corto que extiende esta opera prima), saluda a Yûta Shimotsu como nueva savia que va a renacer al J-horror, que parecía haberse aletargado en las últimas décadas.
Aunque aquí no exista la presencia de ningún yūrei, esos fantasmas femeninos que nos deleitaron en el The Ring (リング, 1998) de Hideo Nakata, sí nos movemos en el terreno de los cuentos y leyendas sobrenaturales que han distinguido al País del sol naciente, explotando a las mil maravillas un terror surreal y psicológico. Shimotsu dibuja una pesadilla poblada por monstruos muy humanos con una gran dosis de humor negrísimo, utilizando los efectos visuales y el sonido con moderación para crear una sensación de pavor y terror que se infiltra en nuestra conciencia. Logra un terror que es local y a la vez universal, porque no podemos dejar de mirar pasmados sus extravagantes viñetas de comedia oscura, divertidos a la par que un punto horrorizados. Reímos, pero a la vez se nos queda un gesto sombrío, sobre todo ante su plano final (Spoiler Alert) en el que tomamos conciencia de que nuestra protagonista ha acabado por aceptar la locura de dañar a otros para procurarnos bienestar.
¿Qué harías por la felicidad? Es la interrogación con la que se promocionan estos mejores deseos para todos. Sabemos al terminar que se está preguntando por los límites de lo ético. Esa es la clave conceptual de este cuento de horror en familia, una premisa temática que recuerda la crítica similar de Kiyoshi Kurosawa al consumismo contemporáneo y su correspondiente narcisismo en Creepy (クリーピー 偽りの隣人, 2016). Aún sin llegar a la altura del maestro más autoral del J-horror, el debut de Shimotsu resulta un excelente y atmosférico ejercicio de terror. ¿Puro? Llegamos ya a la gran disquisición, justo cuando cambiamos de sala y vemos la próxima película.
Serendipia vuelve a instalarse en el paraíso de la primera fila del Tramontana, le gusta comerse la pantalla y sólo aquí le es posible. Toca ver otro de los títulos que han despertado expectativas desde que fue anunciada su participación en la sección Oficial Fantàstic Competició: el segundo largo de Demián Rugna, Cuando acecha la maldad. En 2018 Serendipia había disfrutado con su prometedora opera prima, Aterrados, una visceral y efectiva película de terror sobrenatural con elementos de comedia. Y el arranque de Cuando acecha la maldad no podía ser más prometedor, parecíamos estar ante un weird western gaucho: Una hacienda, noche, los perros ladran, se oyen disparos; por la mañana los dos hermanos que guardan la finca inspeccionan el terreno, hallan un cadáver decapitado y todo los lleva a la casa de unos masoveros indígenas, allí descubren que el hijo mayor, Uriel, se ha convertido en una masa de carne hinchada y llena de fístulas: es un embichado. Serendipia se relame acariciando la idea de estar ante un enigmático mal ancestral de color autóctono. La producción argentina (con parte de capital norteamericano) envuelve su atmósfera malsana con toques de humor muy oscuro, ambas cosas van in crescendo hasta que el primer acto culmina con un festín de muertes bastante gore. Qué es lo que sea un embichado se desgrana, en este primer momento, dosificando la información paulatina y sosegadamente, manteniendo alta la intriga y haciendo cómplice al espectador de la reconstrucción de la lógica de esa particular mitología. Pero la cosa cambia: se abandona la apariencia de western rural, para introducirnos en una especie de road movie de huida de la maldad que acecha a los protagonistas. Lo peor es que se abandona también el desarrollo de la acción progresivo, y las claves de la trama avanzan a golpe de diálogo, puesto en boca de los nuevos personajes que van incorporándose. Nada molesta más a Serendipia que los subrayados discursivos, sobre todo cuando, a su juicio, el metraje de la cinta hubiera sido suficiente como para continuar acudiendo a los elementos puramente visuales para desarrollar la acción. Además, la naturaleza de los embichados no era todo lo original que habíamos esperado. La acción va derivando hacia unos derroteros más trillados, los embichados no son otra cosa que un cruce entre infectados y poseídos, que sí, es novedoso, pero no deja de ser la fusión de figuras ya establecidas con anterioridad en el género. Como sentencia Wilson Chapman, donde se nos prometía una pesadilla febril de alta temperatura, acabamos encontrando un resfriadillo tejido con los mimbres de un recital de sustos que son más espeluznantes y escandalosos que aterradores. Rugna malogra el potencial de lo que él mismo había planteado. O esa fue la impresión de Serendipia, al menos, porque, al salir, sus compañeros de platea celebraban exaltados lo visto ¡Por fin terror!

Cuando acecha la maldad convenció a casi todos, incluidos los miembros del jurado, que la coronarían mejor película del certamen. Como explicaron en el palmarés: «nos gusta el cine de terror, las películas de terror y creemos que a veces no tienen el reconocimiento que deberían tener y por eso hemos escogido esta película porque creemos que es la mejor de las películas que hemos visto». Incluso la organización se felicitaba pues «la película supone un éxito para Sitges Industry ya que fue un proyecto que empezó a gestarse en el contexto del Sitges Fanpitch«. Cuanto menos, curioso.
Ante tamaños festejos, la cabeza más secundaria del monstruo que esto escribe empezó a plantearse si acaso eso del terror no iba con ella y, entonces, no tenía derecho a acudir a un festival que está consagrado a ello. Y, a partir de ahí, de su pequeño trauma (diciéndolo un tanto hiperbólicamente), se enfrascó en toda una indagación sobre qué narices es eso del terror que tantos habían calificado de puro. Y ahora es cuando va a soltar la digresión prometida desde el día anterior.
Para el catedrático Sebastián Serrano, somos hijos del miedo. De un miedo con alto valor adaptativo que tiene por antónimo la temeridad. Los temerarios no le tienen tomado el pulso al peligro, por eso se arriesgan sin tino, juansinmiedos de la vida, se atreven con todo, su falta de juicio les expone y… no llegan a viejos. Los temerosos, en cambio, no corren riesgos innecesarios, actúan con prudencia y sobreviven dejando su herencia genética para la especie. Una perpetuación biológica de los miedicas que se refuerza con la educación. A sus vástagos les legan sus genes y los cuentos. Las leyendas y el folklore vestían los peligros naturales con el ropaje de entes dañinos y taimados, así, si no tienes vértigo, un barranco puede resultar hasta atractivo, pero si es la oscura morada de una legión de trolls (por poner), y eres niño, la cosa ya se pone más seria. Vino la Ilustración queriendo poner coto a las supersticiones en nombre del reinado de la recta Razón, pero la generación romántica que la sucedió volvió a elevar y dar valor a lo sobrenatural. Movimiento pendular de la historia en el que tuvo su peso descubrir que el sueño de la razón produce monstruos. Terror por antonomasia es el método expeditivo de represión revolucionaria (o contrarrevolucionaria) que instauraron Robespierre y su pandilla. No es de extrañar la reacción de la generación siguiente que empezó a poner en valor lo medieval y lo oscuro, siguieron la estela de Horace Walpole que en 1764 escribía El castillo de Otranto haciendo nacer la literatura de terror. Si el arte desconfiaba de la Razón, también la propia filosofía la ponía en cuestión: en el siglo XIX nacía la que se ha denominado Filosofía de la Sospecha, que tiene en Marx, Nietzsche y Freud sus
cabezas de cartel. Es el vienés el que va a adentrarse en la mente y sus traumas y, claro, pondrá sus miras sobre qué es y qué produce el terror, esa emoción que ahora sabemos que nace en una región del cerebro denominada amígdala, ubicada en el sistema límbico, que se encarga de regular las funciones de conservación del individuo. Aunque admira a Darwin, Freud da una explicación que no es biologista sino una lectura que podríamos denominar (un poco a bulto) metafísica. El padre del psicoanálisis se interesa por el terror desde bien temprano, pero es después de la Gran Guerra cuando dará su definición más elaborada, distinguiendo entre angustia, miedo y terror. Si el miedo es el temor a un peligro presente, conocido, y la angustia la señal de alarma de la mente, que lo anticipa sirviendo de entrenamiento, el terror está relacionado a un estado en que se encuentra el sujeto cuando se ve sorprendido por un peligro para el cual no estaba preparado. Según esta lógica, aterrarse es estar al borde del colapso, enfrentarnos a una adversidad, tan grande, que quedamos paralizados y, en el peor de los casos, condenados a repetir mentalmente el trauma que hemos vivido (algo que Freud observó entre los veteranos de la Gran Guerra). El miedo nos cualifica, el terror nos incapacita. Así las cosas, deberíamos concluir que los que ven cine de terror somos unos absolutos masocas. Pero es que la cosa no es tan simple. Si disfrutamos del género es porque mientras vemos estas producciones nuestro cuerpo está tensionado y libera cortisol, una hormona que está relacionada con el estrés, por eso, asustarse con una película mejora el estado de ánimo y ayuda a sentirse mejor. El miedo que vivimos en la sala oscura nos activa, nos despierta, hasta nos enardece. Definiéndolo coloquialmente: vivimos un “subidón” químico que nos provoca una euforia
momentánea. Sobre todo si el final es catártico. Se disfruta del terror que no paraliza, que es tanto como decir que no aterra, ergo no puede existir algo así como películas de terror puro. De haberlas nos lisiarían, nos dejarían traumatizados (en el sentido fuerte del término) de por vida. Casi muertos. Defender la pureza del género es defender algo que no lleva a parte alguna. Lo puro es lo que está libre y exento de toda mezcla de otra cosa. Lo que es fiel a una esencia imperturbable, impermeable a cualquier cambio. Pero el terror es también un reflejo de la sociedad, de los miedos de una época, por eso no puede ser invariable. Cada momento histórico vive sus propios espantos y los expresa bajo formas narrativas acordes. En definitiva, no es más puro, ni menos, el terror gótico de Walpole que eso que llaman horror elevado. Sólo son distintos rostros del miedo. Bienvenidas sean todas las manifestaciones del monstruo.
Aliviados tras la perorata, ya podemos continuar con el relato de la jornada que tuvo para Serendipia un bonito final de fiesta: La espera, otra cinta que usa los caminos del western rural, ahora ambientado en la Andalucía natal de su director, Francisco Javier Gutiérrez.
Gutiérrez en La espera incluye varios guiños a su recordada cinta de 2008, 3 Días, con la que debutó en el largometraje y que le supuso bastante reconocimiento en la época. Recupera a uno de sus protagonistas, Víctor Clavijo, que realiza nuevamente un trabajo excepcional. Al igual que el resto de su escogido reparto: Pedro Casablanc, Luis Callejo y Manuel Morón, entre otros. Clavijo encarna a Eladio, guarda de una finca que organiza partidas de caza y que acepta el soborno de uno de los señoritos, el secretario del hacendado, que sabedor de la necesidad que se pasa en el hogar del guarda, le tienta con un cuantioso soborno para que descuide la seguridad y reparta más lotes de caza en la montería. Semanas después su vida entera colapsa. Lo que parecía un vuelco favorable del destino se convertirá en un macabro descenso a los infiernos en el que Eladio sufrirá la trágica pérdida de su familia y verá puesta a prueba su cordura con algo mucho más oscuro.
Después de su poco afortunada aventura americana, Gutiérrez sintió la necesidad de volver a España, a Andalucía, su tierra, y rodar algo más íntimo, más personal, «España me devuelve a mis raíces, a mis recuerdos, así como a mi narrativa más personal. Trato de ahondar en las emociones, explorando una vez más la complejidad, oscuridad, belleza y fragilidad de la naturaleza humana. Todo ello disfrazado de un thriller de terror brutal, sin concesiones, descarnado, con alma de wéstern». Una vez en este blog hablamos de Los santos inocentes (Mario Camus, 1984) y decíamos de ella: «No es una película de terror, pero sí una película sobre el miedo, ¿o acaso no es terrorífico ese abuso de poder de los señoritos, su absoluto desprecio por las vidas ajenas? Los miedos cotidianos son más sórdidos que los fabulados, por eso tienen más
cuerpo y nos remueven más«. La espera entronca con el relato de Miguel Delibes, con la película de Camus, pues estos nos hablaban del monstruo, el que representan los hacendados, esos cazadores de hombres, y también los otros, esos que hacen honor a la etimología del término, los que son dignos de ser mostrados. Azarías es nuestro héroe, el inocente capaz de derramar sangre y conducirnos a la liberación de acabar con mano certera con el servilismo. Pero si Los santos inocentes dejaba margen a la catarsis, eso no ocurrirá en La espera. En el filme del andaluz las partidas de caza se convierten en algo directamente tenebroso y se encauza el drama rural hacia el sendero de lo siniestro, magia negra y sociedades secretas incluidas. El terror se irá cociendo asentado sobre la dilación, sobre la angustia de lo que no llega, pero sí se espera. Y se teme.
La película de Francisco Javier Gutiérrez tiene en la espera del título el centro mismo de su funcionamiento narrativo. Con un sol inmisericorde y un calor constante, que baña de sudor a los personajes, La espera es un trabajo sobre el dolor, la pérdida y el infierno de la culpa. Así como sobre la imbatibilidad del poder, hambriento de sacrificios con los que perpetuarse. Filme de puesta en escena brillante, no faltan las voces que catalogan este ejercicio de realismo, más que mágico, maléfico, de muestra de folk horror nacional.
Más allá de la etiquetas, la propuesta de Gutiérrez se manifestaba como una de las más sugestivas de esta edición. Incluida en la sección Oficial Fantàstic Competició, habría merecido mayor eco de sus bondades. El público que compartió la sala Tramontana disfrutó, además, de las palabras de presentación del propio director.
Cerrar con el filme de Gutiérrez fue un magnífico broche para un día casi perfecto, repleto de importantes títulos de autores ya consagrados, de debutantes y de otros prometedores que aún siguen en la liga de haber de darnos todavía mucho más.
Mientras tanto, en Sitges continuaban pasando cosas…
Diario de Serendipia en Sitges 2023: Quinta cápsula

De nuevo en el Melià tras la enorme afluencia de público que representa el fin de semana, Serendipia inicia una nueva con dos sesiones en el Tramontana, ergo, Noves Visions y dos más en l’Auditori -desde la distancia- con dos pertenecientes a Oficial Fantàstic Competició.

Fotos: Serendipia
Mientras l’Auditori estaba repleto de almas para ver La sociedad de la nieve, última película de J. Bayona, con menú carnívoro ultracongelado, Serendipia escoge seguir el olor a podredumbre y sordidez que emana del Tramontana y ver The Funeral (Cenaze), que, por la sinopsis del propio festival, prometía una historia
de amor necrófilo entre un conductor de coche fúnebre y su pasajera. Junto al encanto de premisa, Serendipia se sintió atraid@ por tratarse de una producción turca, con todo lo que ello conlleva, y por estar dirigida por Orçun Behram, del que vimos, en este mismo festival, pero en 2019, su opera prima, The Antenna (Bina).
The Funeral se inicia cuando a Cemal (Ahmet Rifat Sungar), que como hemos indicado se gana la vida conduciendo un furgón fúnebre, le encomiendan transportar y ocultar durante un mes (y sin despertar sospechas, claro), el cadáver de una joven (Cansu Türedi) a petición de su familia. Extraño encargo al que Cemal no pone trabas, simplemente acepta el fajo de billetes que le ofrecen y emprende su misión. Pero una noche abre las puertas traseras del coche fúnebre y encuentra a la muerta emitiendo extraños gruñidos, retira el sudario y descubre a la joven aniñada respirando y sin pulso. La retornada a la vida, además de tener escasa conversación, despierta con unos apetitos muy peculiares, lo que obligará a su pretendiente a facilitarle la necesaria carne fresca. Primero la suya propia, después la del reguero de cadáveres que irán sembrando a su paso. Este Déjame entrar (Låt den rätte komma in, 2008, Tomas Alfredson) versión no-muerta se desarrolla en pasajes desolados, vertederos, ruinas y barrios bajos, inmejorables escenarios para una historia de amor desaforada. Un cuento gótico envuelto en una niebla opresiva permanente que podría haber salido de la pluma de algún autor romántico, amantes como eran de lo siniestro y de las pasiones extremas que desafían los límites de lo racional. Zeynep, la joven renacida, lleva consigo, además, el recuerdo de los horrores de su muerte, víctima de un siniestro ritual. Por ello, buscará venganza.
La cinta concluye en un tercer acto que brinda un festival de sangre en una secuencia de acción filmada de noche (que el director destacó que fue muy difícil para todo el equipo). Y cierra con la única escena luminosa: ambos protagonistas al frente del furgón, ya sin que Zeynep tenga que ocultarse, en lo que se adivina una huida hacia el futuro…¿feliz?
Breve pausa, vuelta a la Sala Tramontana y más bucles con The Uncle (Stric, David Kapac y Andrija Mardesic), una producción croata (con participación serbia) ambientada, aparentemente, en los años ochenta en Yugoslavia. Allí, una familia se prepara,
como cada año, para recibir a su querido tío que viene de Alemania, cargado de regalos, a pasar las fiestas navideñas al calor familiar. Nervios antes de la celebración, se rompe un plato de la vajilla buena, el hijo lleva el mismo jersey de la última vez… Nervios durante la celebración, el pavo estaba crudo, las galletitas de canela quemadas… «La Navidad es en realidad el mayor ataque subliminal al subconsciente, donde la forma se apodera de la sustancia» declaran David Kapac y Andrija Mardesic, que no parecen amar la celebración. Pero parece haber algo más detrás del comportamiento histriónico de la familia (cuyos miembros no tienen apellido, ni nombre), no hay naturalidad y todo resulta exagerado y extraño. Como si se tratara de una mala obra de teatro. La revelación nos llega la jornada siguiente, la familia se prepara, como cada año, para recibir a su querido tío que viene de Alemania, cargado de regalos, a pasar las fiestas navideñas al calor familiar. Y la siguiente cuando la familia se prepara, como cada año, para recibir a su querido tío que viene de Alemania, cargado de regalos, a pasar las fiestas navideñas al calor familiar. La representación se repite día tras día, siempre igual, las mismas frases, los mismos actos, pero siempre algo no está bien, despertando la ira del obsequioso tío. El ingenioso guion del que también son responsables Kapac y Mardesic, sabe jugar bien la baza de la repetición con variaciones para mantener el suspense, el humor impera, pero poco a poco se nos va torciendo el gesto, pues con cada cambio, el ambiente supuestamente festivo se vuelve cada vez más tenso y desequilibrado. También dudamos de la época en la que se están dando los hechos, porque según todo, desde el modelo del mercedes del tío, hasta la decoración de la casa y el vestuario de todos, deberíamos estar en los 80. Pero hay teléfonos móviles que suenan de improviso, alterando el guion. La verdad irá emergiendo de manera vacilante y poco sistemática, pero no nos impacientamos porque el ejercicio fílmico está perfectamente orquestado y nuestra atención está rendida. Vamos sabiendo de un secuestro, vemos a la coerción violenta convertirse en abuso psicológico, un abuso que cada vez raya más en la tortura mental. En cada etapa, la tensión aumenta constantemente, preparándonos para un clímax de derramamiento de sangre y catarsis que inevitablemente llegará.
El talento de los dos jóvenes croatas, que debutan en el largo con esta The uncle, fue premiado con el galardón a mejor director de la sección Noves Visions. Porque la suya es una manera particualr de entender el género, algo que ya se intuía en su mediometraje para televisión, Zagorski specijalitet (2012) que mezclaba pijos perdidos en el monte jugando al paintball, lugareños afables y…canibalismo. Claro que, la pregunta del millón es a qué género nos referimos exactamente, porque aquí hay una deriva desde la comedia a la tensión (tensión como la del título de aquella serie de la infancia de Serendipia), y de la intriga al desenlace violento. Si le buscamos paralelismos o influencias, tendríamos que referirnos al Michael Haneke de Funny games o al Yorgos Lanthimos de Canino, y seguimos moviéndonos en las marismas. No nos atreveríamos a decir que es terror puro, pero quizás es más aterrador que cintas que sí cabrían en esa pureza. Quizás Serendipia, la cabeza más secundaria de Serendipia, estaba a punto de descubrir que a lo mejor no le gusta el género. O sí. Continuaremos esta disquisición mañana, es decir en la sexta cápsula, pero no adelantemos acontecimientos. Vayámonos a cambiar de sala no sin antes destacar que en el rol de tío nos encontramos con ‘Miki’ Manojlovic, a quien los amantes de Emir Kusturica recordarán bien y cuya presencia en este filme fue todo un deseo cumplido para los jóvenes directores: «Cuando nuestros productores nos preguntaron a quién queríamos para el papel, dijimos: Miki Manojlović. Parecía una fantasía, pero los productores tenían su email y le enviaron el guion sin muchas expectativas. Respondió muy rápido, exaltado ante un guion escrito por dos jóvenes cineastas cuyas obras nunca había visto. ¡El resto es historia!«
Con un buen promedio de interesantes propuestas, Serendipia prosigue su itinerario cinéfago del lunes, ya en l’Auditori, con Brujería (Christopher Murray), una cinta coproducida entre Chile, México y Alemania que denuncia el déspota colonialismo de los europeos contra los nativos, mediante la recreación de unos hechos ocurridos en Chiloé a finales del siglo XIX: el juicio contra «La Mayoría» (sociedad huilliche) bajo el cargo de asociación ilícita. Cuando empieza la película de Christopher Murray (que es autor del guion, además, junto a Pablo Paredes), estamos en 1880 en isla de Chiloé, al sur de Chile, donde el colono alemán, Stefan (Sebastian Hülk), vive junto a su familia en una aldea criando ganado. Cuando sus ovejas mueren misteriosamente, reacciona de forma violenta contra el pastor y padre de la criada, Rosa (Valentina Véliz Caileo), enviando a los perros para que acaben con su vida. Todo lo cual sucede delante de Rosa, de 13 años, que a continuación es despedida. Rosa y su padre son indios huilliches y Rosa, además, es cristiana. En busca de justicia recurre al subdelegado, que no le hace ni caso («a los perros no se les mete en la cárcel«), después al sacerdote, que la emplaza a no buscar justicia divina sino humana, a la vez que le indica que vaya a hablar con Mateo (Daniel Antivilo), un huilliche anciano. Mateo está al frente de La Recta Provincia, una sociedad indígena, real, anterior a la independencia, pero será Aurora Quinchen, la machi (curandera) (Neddiel Muñoz Millalonco), la que le explicará su origen y sentido: el piloto español José Manuel de Moraleda se presentó como un poderoso hechicero y desafió el poder de la machi Chillpila, oriunda de Quetalco, en una competencia de magia. Ella lo derrotó dejando su barco en seco y él le obsequió un libro de magia, conocido como el Libro de arte, el Levisterio o Revisorio, con el que se instruyeron posteriormente algunos indígenas y crearon esta sociedad secreta. Y es ahí donde la historia de venganza de Rosa se transforma definitivamente en una de magia y hechicería, que se hace eco de la leyenda más que de la historia de los hechos a los que se remite. Murray nos mueve por una Chiloé más inventada que real para conseguir su objetivo de denuncia, lo que hace más rica su lectura y la engloba dentro del fantástico.
Su fuerte, el de la película, es la atmósfera, como señala Aaron Rodríguez, en El antepenúltimo mohicano, mediante «una fotografía húmeda y apagada, acuosa, de verdes musgosos, azules apagados y dominantes del gris«. Con esa tonalidad nos mueve por el paisaje, un paisaje que invita a la pausa, al uso del fuera de campo como mejor recurso para transmitir no sólo los hechos sino la sensación que de ellos se desprende. Murray baraja bien el tempo, porque sabe que la dilación es la que le va a permitir abordar el fondo de la cuestión. Ese debate interno de Rosa por reivindicar(se), que la enfrenta a dos realidades, su cristianismo de nacimiento, la religión colona, frente a las creencias huilliches que parecen vivir en su propio rostro, como le hizo ver el sacerdote. Siendo fantástica, Brujería es también un relato de crecimiento en el que está en juego, no sólo el paso a la madurez de una adolescente, sino la conservación de la propia raíz genética de un pueblo. Aquel al que Murray quiere dar la palabra. Él, que por su tez blanca y su cabello taheño, recuerda más al colono opresor que al indio que clama por su realidad y su tierra. Y es que Brujería va más allá de ser un mero reflejo de creencias y dialécticas anteriores, diciéndolo nuevamente con Aaron Rodríguez, «tiene mucho de los conflictos éticos a los que se asoma el espectador moderno, de sus dudas, de su necesidad de pertenecer a una comunidad que no se base únicamente en las líneas de explotación, pero al mismo tiempo, de la necesidad de cantar, de aprender, de mantener otra relación con la realidad y con la Historia». Murray usa la falsilla del fantástico como metáfora para hablar de temas socioculturales, que aún siendo locales, es capaz de hacérnoslos sentir cercanos. Ahí estamos, de nuevo, con los límites del género.
Hablada en español, mapuche y alemán y coproducida por Pablo Larraín, esta cinta, que algunos calificarían como otra pieza de Folk Horror, que parece englobar ahora todo lo que sucede fuera de las ciudades, y otros no dudarían en colocar dentro del Elevated Horror (categorías tan de moda que acabarán por englobarlo casi todo y no significar nada), esta pequeña(gran) película juega a la mixtura, por tanto, no es pura. ¿O acaso sí? ¿Qué será la pureza genérica? Ya saben mañana en la sexta cápsula. De momento ahora nos vamos de Brujería a Salem. Y todo sin movernos de l’Auditori.
Cualquiera diría que continuamos en tierras de brujas, pero no es así, el Salem que da título al film que Serendipia ve a continuación, y con el que cierra la jornada, no es el tristemente célebre proceso contra las «ocho perras brujas» de la población norteamericana. El salem al que se refiere el título es en realidad un saludo que significa paz. La acción de Salem se desarrolla en los suburbios de Marsella, donde una pareja de adolescentes pertenecientes a barrios/bandas -y etnias- rivales (Cigarras y Grillos), se enamoran: Djibril, negro, de origen comorano y musulmán; y Camilla, de sangre gitana y cristiana. Todo empeorará cuando ella quede embarazada y culminará con una muerte y la entrada de Djibril en prisión. Pasados los años, cuando por fin cumple su condena, en régimen psiquiátrico, Djibril cree poseer poderes de curación y que su hija, que al parecer los ha heredado, puede ser la clave para salvar al mundo del odio que bulle en los suburbios de su ciudad. Jean-Bernard Marlin dirige y firma el guion, el marsellés, crecido en uno de los barrios más pobres y conflictivos de la ciudad, el 13ème arrondissement, parece haberse especializado en filmes que dan voz a los marginados después de haber ganado el César a mejor opera prima con su película de 2018, Shéhérazade, otra historia de amor en los suburbios interpretada (como Salem) por actores no profesionales. Se podría decir que su segundo largo, el que nos ocupa, es un Romeo y Julieta suburbial en la línea del clásico de Robert Wise, West side story, pero va más allá de ser la adaptación «quinqui» (a la
marsellesa) de la tragedia de Shakespeare: Salem es una película ambiciosa y personal en la que se dan la mano el drama shakesperiano, sí, pero también el cine de bandas callejeras y la fantasía esotérica, que es la que le ha dado cabida en la Sección Oficial Fantástico Competición de esta edición del Festival de Sitges.
Y es que Djibril es, desde su adolescencia, un visionario, se figura y cree con facilidad cosas quiméricas, por ello cumple condena en el psiquiátrico y no en el penal. Como decíamos al principio, cree tener poderes de sanación y que estos además los habrá heredado su hija, Ali, por lo que ella será la profeta que llevará la paz (salem) a los dos barrios enfrentados en constante pugna territorial. ¿Lo cree o los posee realmente? Salem sabe jugar la doble baza, todo podría tener una explicación racional, o ser verdaderamente fruto de una verdad mística. El filme logra un casi perfecto equilibrio entre el relato naturalista y la ilusión onírica representada por esas cigarras doradas que, a la vez, persiguen y guían a Djibril. Un equilibrio que es logrado con la imagen, con el lenguaje cinematográfico. La cinta combina la cámara fija y efectos visuales de gran plasticidad. Como declaraba el propio Marlin en Cannes: «Por un lado, estamos cerca de los personajes respetando un cierto clasicismo y, por el otro, podemos ver aspectos visuales experimentales, como los sueños. Al igual que con la música original, el lema de las imágenes era ser una película alucinante». Salem tiene una ferocidad y una ambición que merecen llamar la atención por la película y su talentoso director.
Salem como la Brujería de Murray es una película liminar, un film frontera, tejido con el espíritu del mestizaje entre la denuncia social y el fantástico más surrealista. Estamos otra vez ante la discusión sobre los límites del género, también la película de Marlin es impura si es que existe algo así como la pureza del terror y lo fantástico. ¿No es género si el subtexto tiene casi tanto peso como el texto? ¿Es necesaria la ortodoxia, sea esta lo que sea, para estar en un festival como el de Sitges? ¿Es algo que puede espantar al público natural del certamen o es la mixtura la que lo hace todo más atractivo? Las respuestas, ya saben, tal vez las encontremos mañana en la sexta cápsula.
De momento, y como ya cuadra, les dejamos con el tercero de los cinco videos sobre los entresijos del festival, en el cual se visitan otros lugares y donde se desarrollan otras actividades de las que les contamos aquí.
Diario de Serendipia en Sitges 2023: Interludio en ‘El otro lado’

¡¡¡UN MOMENTO!!!
ANTES DE REPASAR MÁS PELÍCULAS,PERMITAN QUE NOS DETENGAMOS EN UNA SERIE. QUE NOS DETENGAMOS A COMPROBAR LO QUE HAY EN
EL OTRO LADO
Ya instalados en Sitges, pero con un día libre antes de comenzar nuestra particular ensalada de películas, Serendipia recibió, de mano de Movistar+, los enlaces de visionado que había solicitado de El otro lado, serie producida por la plataforma en colaboración con El Terrat y dirigida por Javier Ruiz Caldera y Alberto de Toro, que precisamente iba a presentarse durante esta edición del festival. Ocho episodios de veinte minutos que nos dispusimos a ojear y que no pudimos abandonar hasta su conclusión. Basada en una idea original de Berto Romero, El otro lado supone un avance en su carrera como actor, pues si bien la serie tiene mucho humor, este no viene dado especialmente por su personaje.
Pero no nos avancemos y veamos en qué es El otro lado, ¿una serie de terror? ¿una comedia? Pues todo eso y bastante más. En la serie Nacho Nieto (Berto Romero), periodista especializado en lo paranormal, pasa por su peor momento profesional y personal. Tiene dificultades para adaptarse a las nuevas tecnologías, para él una titánica tarea en la cual cuenta con la colaboración de un ayudante bastante inepto (Albert García). Y es que Nieto es un claro heredero de aquel periodismo, algo bizarro, todo hay que decirlo, que se cultivaba en espacios de radio y televisión como Más allá y publicaciones tipo Karma-7 y Mundos Desconocidos, durante los años setenta y ochenta.
Tras un intento fallido de suicidio, vuelve a la vida acompañado por el fantasma de su mentor, el doctor Estrada (Andreu Buenafuente), mítico comunicador del misterio, y una de las notas de humor de la serie, pues fallecido hace más de 20 años, su lenguaje y modo de comportarse resulta muy chocante para los parámetros del siglo XXI. En ese momento se cruza en la vida del periodista un virulento caso poltergeist en un piso del extrarradio de Barcelona, quizás el caso paranormal más importante de los últimos años. Nacho acude al piso de los fenómenos, donde viven Eva (María Botto) y Rubén (Hugo Morenilla), acompañado por el espíritu de su mentor y ayudado por Juana (Eva Ugarte), su mano derecha en su antiguo programa de radio. Mientras Nacho desenreda el misterio, se enfrentará a un oscuro secreto de su pasado. Un secreto que le relaciona directamente con Gorka Romero (Nacho Vigalondo), antiguo compañero de investigaciones, y que ahora se ha convertido en el referente del periodismo del misterio en España, un clarísimo y cómico sosias de Iker Jiménez.
En vista de este argumento, ¿puede considerarse El otro lado una serie de humor? Pues sí, lo cierto es que resulta muy cómica, sobre todo cuando intervienen los personajes interpretados por Andreu Buenafuente y Nacho Vigalondo, pero nos parece también una serie de terror. Y muy digna, con todo muy bien medido y equilibrado, como tuve ocasión de comentarle al mismo Buenafuente durante el festival. Algo que suponemos los responsables de El otro lado se habrán hartado de escuchar pero, es que se trata de algo muy meritorio por la dificultad que entraña. No predomina una cosa sobre la otra. El humor no pisa a la intriga y el terror.
Muchas han sido las propuestas de combinar humor y terror desde que en 1948 los estudios Universal mezclara a sus, hasta entonces, terroríficos monstruos con dos cómicos de vodevil, en Abbott y Costello contra los fantasmas (Bud Abbott and Lou Costello Meet Frankenstein, Chas T. Barton) y en la mayoría de ocasiones el resultado no ha pasado de ser eminentemente cómico, con el terror como complemento. En España muchas han sido las cintas que han intentado mezclar pavor y humor. Sin ser exhaustivos recordamos a los Hermanos Calatrava en Horror Story (Manuel Esteba, 1972); Joe Rígoli en El pobrecito Draculín (Juan Fortuny, 1977); Andrés Pajares en El liguero mágico (Mariano Ozores, ) o Martes y 13 en Aquí huele a muerto… (¡Pues yo no he sido!) (1991) y el gran Chiquito de la Calzada en Brácula. Condemor II (1997), perpetradas ambas por Álvaro Sáenz de Heredia. Por fortuna, El otro lado no tiene nada que ver con todo esto pues, repetimos, el equilibrio entre géneros funciona a la perfección, algo que se debe a que Berto Romero, responsable de la serie, es también un buen amante del cine de terror, algo que se deja entrever en los guiños que hace en la serie a dos terrores castizos (y bien diferentes) como son ¿Quién puede matar a un niño? (1976) de Chicho Ibáñez Serrador y Mil gritos tiene la noche (1982) de Juan Piquer Simón. Su cinefilia también queda bien latente en la serie Zombis (2009), así que no es extraño que se aventurara en ofrecer algo diferente: «Se juntaron dos elementos: por un lado, la voluntad de hacer algo nuevo y por otro poder, por fin, escribir algo de lo que a mí me gusta. Tenía muchas ganas de realizar un cambio de registro, de tratar temas que a mí me interesan más como espectador desde siempre, de toda la vida, de terror y de fantástico. No tanta comedia ni autoficción».
Para dirigir El otro lado se ha contado con Javier Ruiz Caldera, que ya dirigió a Berto Romero y Eva Ugarte en la magnífica serie Mira lo que has hecho (2018), también para El Terrat / Movistar+, y a Berto en 3 Bodas de más (2013). En esta ocasión Javier Ruiz Caldera ha optado por dirigir la serie a cuatro manos junto a Alberto de Toro, con el que ya dirigiera Malnazidos (2020), largometraje que tuvo muy mala suerte y que urge recuperar.
Berto Romero y Andreu Buenafuente han demostrado, sobre todo el primero, que pueden considerarse actores sin sonrojarse. Juntos participaron en la estupenda El pregón (Dani de la Orden, 2016), y Berto, por separado, ha realizado diversos papeles, la mayoría de comedia, pero tan variopintos como los que encarna en Algo muy gordo (Carlo Padial, 2017), Ocho apellidos catalanes (Emilio Martínez-Lázaro, 2015) o en el memorable cortometraje Hostiable (2015) de David Galán Galindo.
Así que no se llamen a engaño, si bien resulta inevitable comenzar a ver El otro lado con una sonrisa al ver aparecer en pantalla a Berto Romero, (viniendo de paso a la cabeza del espectador ciertos sketches televisivos en los que visitábamos ‘la nave del misterio)’, esa sonrisa desaparece pronto, pues también hay mucho terror sobrenatural, con una mezcla tan bien construida que tras el modélico primer episodio, no queda otra que seguir desentrañando los misterios que esperan en El otro lado. Aparecidos, poltergeist y sanadores se mezclarán con cosas más terrenales y mundanas hasta su conclusión, perfecta y, afortunadamente, abierta a una segunda temporada pues, en nuestro caso estamos dispuestos a volver a cruzar a El otro lado.
Al otro lado se estrena en doble episodio semanal el jueves 23 de noviembre en Movistar Plus+
Y AHORA, PROSEGUIMOS CON LA PROGRAMACIÓN HABITUAL DEL FESTIVAL EN NUESTRA CUARTA CÁPSULA
Diario de Serendipia en Sitges 2023: Tercera cápsula

Fotos: Serendipia
Primer fin de semana de festival y las cosas se van calentando. Ya se dejan ver algunos de los más esperados invitados y homenajeados y termina, en cierto modo, la tranquilidad con el máximo de pases que nos permite nuestra acreditación…¡Y nuestra salud! Este sábado será el día en el cual Serendipia podrá comprobar por qué tenía tantas ganas de ver la última de Pablo Berger, Robot Dreams, también descubrirá una perla oculta, Moon Garden (Ryan Stevens Harris) y revisará una, bastante mal envejecida, Siesta (1987), de Mary Lambert. Mientras tanto, Oriente Medio volvía a temblar víctima de un terror del que no da cuenta la ficción, pero permanecíamos ajenos a todo ello desde la oscuridad de los cines. Sitges es la mejor de las burbujas, una fiesta en su sentido griego. Un tiempo fuera del tiempo en el que los villanos sólo son de cartón piedra y maquillaje. Como los inofensivos muertos vivientes, protagonistas absolutos de la Zombie Walk, que llenaron las calles de la Blanca Subur la misma jornada en la que volvía a temblar la paz del orbe.

Este sábado, Serendipia se lo pasa íntegramente en la sala Tramontana, donde se dejará llevar por un maratón que irá de las 8,30 a cerca de las 17,30 horas. Nueve horas, pues, de buen cine que se inició de inmejorable manera con Moon Garden (Ryan Stevens Harris), una apuesta a la que no se apuntó
demasiado público, que al parecer prefirió volcarse con nuevas entregas de las 30 Monedas de Álex de la Iglesia. Moon Garden está rodada con celuloide caducado de 35 milímetros, una elección que, pudiera parecer absurda pero que, vistos los resultados, resulta fundamental para obtener la textura y la atmósfera onírica que requiere este film con sabor a cuento clásico, protagonizado por una niña y que cuenta con sus hadas y villanos. Un universo feérico en el que la protagonista se ve inmersa tras sufrir un terrible accidente y entrar en coma. Un mundo industrial, oscuro, y surrealista en el que es atormentada por un espectro de pesadilla que se alimenta de sus lágrimas. Deberá seguir la voz de su madre para encontrar el camino de regreso a la vida.
La mejor baza de la cinta es haber sabido penetrar en el mundo alucinado de la percepción durante un episodio de estado alterado de la mente. Ryan Stevens Harris parece saber cómo la realidad, en situaciones cerebrales extremas, queda mezclada y confundida con los materiales irreales de la alucinación, y da cuenta de ello con un excelente dominio de los dos planos de la narración. La cinta se centra en la acción que no tiene correlato real fuera de la mente de la pequeña, pero tiene la habilidad de no ignorar qué está ocurriendo allá fuera. Más aún, logra ilustrar cómo una mente, casi desconectada de la conciencia, transforma lo acontecido en el mundo objetivo en construcciones oníricas que sirven a efecto de explicación y herramienta con las que elaborar estrategias de subsistencia. Vemos el debate entre la vida y la muerte como nunca antes lo habíamos conocido. Y la cinta nos mantiene en vilo durante los 93 intensos minutos de su duración.
Realizada con efectos especiales tradicionales, el director no duda en utilizar stop-motion en algunos pasajes de la cinta los cuales, lejos de resultar postizos, añaden aún más encanto y autenticidad a la cinta. Dirigida y escrita por Ryan Stevens Harris, si la película se hubiera presentado como un desconocido título perdido en los años ochenta y hallado dentro de un baúl, les aseguramos que nos lo hubiéramos creído. Bajo presupuesto pero muy bien utilizado, y sobre todo mucha fantasía y cine. Puro cine fantástico que vio su esfuerzo recompensado con el premio a mejor película en la sección Noves Visions.
De la fantasía más desbordante al terror más extravagante con Where the Devil Roams, la última barrabasada de la familia Adams. Y no nos referimos a la deliciosa creación de Charles Addams que dio pie a
una inolvidable serie (y unas más olvidables películas), nos referimos a John y Zelda Adams y Toby Poser, directores, interpretes y compositores a los que conocimos con Hellbender (2021) y que se sumergen con Where the Devil Roams en el American Gothic, representado por las decadentes ferias de fenómenos en plena Gran Depresión. Y lo hacen a su modo, respetando los lugares comunes del género, pero llevándolos a su propia estética, en la que intercalan momentos con tempo de videoclip que realzan la banda sonora de la que son autores (casi como si asistiéramos a un recital), con otros en los que la oscuridad es reina reforzando un horror que huele a descomposición. Los rituales posteriores a los asesinatos implican de todo, desde tomar fotografías de las escenas del crimen hasta tocar un ukelele junto a los cadáveres, inyectando a las muertes una apariencia extrañamente bizarra.
Where the Devil Roams es una road movie que acompaña a la familia protagonista en su periplo sangriento, el cual coincide con el progresivo éxito de su número de feria. Un éxito que aumenta proporcionalmente a la escalada de violencia de los protagonistas. Hábil es su
tratamiento de la fotografía, que se vale por sí mismo para situarnos en el contexto temporal de la acción. Esa América de la Gran depresión, cuya desesperanza lo tiñe todo de desolación y añoranza, se deja retratar bien con los modos digitales que reproducen la textura de los daguerrotipos, esa antesala de la fotografía que nos ha llegado desvaída como si hubiera capturado un mundo espectral. Las imágenes van cambiando gradualmente del color al blanco y negro para reflejar el descenso de la propia familia en el horror y la putefracción, esto último literalmente, además.
Supersticiones, brujería, religión, música y una matriarca que entre sus tareas del hogar está incluido asesinar a todo el que estorba. Y amor. Seven, Maggie y Eve, así se llaman los integrantes del grupo familiar, manifiestan una delicada atención los unos por los otros. Así, la película intercala sus interludios más sangrientos con escenas de tipo doméstico: los vemos lavando la ropa, cenando alrededor de una fogata y quejándose de los ronquidos de los demás. Puede que sean asesinos descompuestos, pero también son extrañamente adorables, y eso es lo que nos mantiene atentos. Casi cómplices.
Un cóctel variopinto es Where the Devil Roams, levantado con un presupuesto más que ajustado, pero bien rentabilizado, que le da un inequívoco sabor a película indie con un resultado marciano. Una aproximación al American Gothic particular y moderna.
Y, de lo actual, marchamos de vuelta al sabor del cine de los ochenta, ahora real, con Siesta (1987), una producción que en España se estrenó, directa a video, como Relación fatal, por aquello de aprovecharse del éxito de la Fatal Attraction de Adrian Lyne (1987) que puso en boga en su momento los thrillers eróticos, subgénero en el que no todos los acercamientos resultaron igual de afortunados. Siesta no estuvo llamada a figurar entre los mejores ejemplos.
Rodada en España, resulta involuntariamente divertida por el modo de retratar nuestro país, en donde todo el mundo parece estar en constante sopor (a lo que pudiera contribuir la banda sonora de Miles Davis). Tampoco el paisanaje patrio sale bien parado, su más representativo exponente es un taxista sucio y de aviesas intenciones interpretado por el británico Alexei Sayle, al que los más viejos del lugar recordarán por sus locas intervenciones en la serie de culto The Young Ones (Els joves / Los jóvenes, 1982-84) donde interpretaba al inefable Balowski. La trama nos lleva de nuevo por terrenos oníricos cuando su protagonista (Ellen Barkin) despierta en una carretera cubierta de sangre que no es suya, sin recordar nada de las últimas 24 horas y con la convicción de que ha asesinado a alguien. Así que seguiremos sus pesquisas para recomponer ese último día. Con una abultada filmografía a
sus espaldas, Ellen Barkin se ganó el cielo con esta interpretación, bien acompañada por figuras como Gabriel Byrne, Isabella. Rossellini, Jodie Foster, Martin Sheen, Grace Jones o el recientemente fallecido Julian Sands, algunos de los cuales parecen preguntarse qué diablos hacen allí. Además de algunos rostros autóctonos como los de Daniel Martín, Santiago Álvarez, Blaki, Frank Braña o José María Cañete, que realizan pequeños papeles. Destaca la participación de la pareja de flamenco Lole y Manuel, mucho antes de que Tarantino escogiera una de sus canciones para Kill Bill, ante los que la Barkin nos sorprende con sus dotes de funambulista.
Con este hilarante engendro debutó en el cine Mary Lambert, eficaz directora de algunos de los videoclips más célebres de Madonna, The Go-Go’s o Janet Jackson que tiene su lugar en el fantástico por ser la primera mujer en dirigir un film de terror y que este fuera, con permiso de Stanley Kubrick, la mejor adaptación de una novela de Stephen King, El cementerio viviente (Pet Sematary, 1989), y su secuela en 1992, tras lo cual su labor se limitó, principalmente, a la televisión. La directora fue homenajeada con un premio Màquina del Temps.
Serendipia finaliza esta tercera jornada con la encantadora Robot Dreams de Pablo Berger, que participaba tanto en Oficial Fantàstic Competició, como en Anima’t y acabó alzándose con el Premio del Público. Una deliciosa película
de animación sobre la vida y el amor que se mira en la tradición del anime japonés a la hora de poner en movimiento a sus personajes. Protagonizada por Dog, un perro solitario que vive en Manhattan y que decide comprarse un robot armable para tener compañía. No sabemos si los androides sueñan con ovejas eléctricas, pero el de Berger sí tiene inquietudes y sentimientos: se sorprende y se entusiasma con todo lo que descubre en sus primeros pasos; se emociona hasta la risa con lo divertido y se entristece con lo infortunado, colmando los días de Dog con una amistad que va más allá de lo que éste había esperado. La que les une es, como la Annie Hall de Woody Allen, casi una historia de amor. Viven momentos mágicos que afianzan sus vínculos en un crescendo de felicidad que se diría no va a conocer fin. Pero toda comedia que se precie tiene su punto de inflexión dramático. Por un accidente Dog debe abandonar a su robot en la playa la última tarde del verano, la burocracia impedirá que vuelva con ayuda hasta el siguiente, y lejano, verano. Las estaciones se suceden parsimoniosas y la suerte que correrá cada uno juega en contra del feliz reencuentro. Ambos acabarán reiniciando su vida con nuevas compañías. Habrá un momento en el que sus caminos están a punto de volver a cruzarse, pero ¿Acaso sería deseable y justo que ello sucediese? El primer amor existe para vivir en nuestra memoria, idealizado e intocable, mientras lo sensato se impone, como si fuera ese beso que Peter Pan dejó prendido en las comisuras de los labios de Wendy.
Basada en el cómic de idéntico título de Sara Varon, editado por Norma, Pablo Berger traslada la acción a Nueva York (en la historieta no se concreta la ubicación) que, a la postre, se convierte en un protagonista más. Y firma el guion junto a la autora de la novela gráfica, a la que prometió que “respetaría el espíritu y el alma de la obra original”, algo con lo que Sara Varon está totalmente de acuerdo, llegando incluso a afirmar que “la película es más divertida”. El director también habló en la rueda de prensa sobre la banda sonora de Alfonso de Vilallonga, con el que vuelve a trabajar, y de cómo en una película que no tiene diálogos, “la música es la voz de los personajes”. Para el director era muy “importante que la banda sonora representara a la perfección la ciudad de Nueva York.” Earth, Wind & Fire y su canción September nunca ha sonado tan bien y ha trasmitido tanto buen rollo como en Robot Dreams. A pesar de que suene admonitoriamente con las torres gemelas de fondo.
Y tras Robot Dreams Serendipia se recoge, con una sonrisa agridulce, y abandona, después de nueve horas de cine, su Sitges particular por hoy. No sin dejarles un nuevo video con otra cara del festival, la más pública con los oropeles y el lujo; las alfombras rojas y las reuniones de industria. Dos días condensados en cuatro minutos y medio por Quim Crusellas y su estupendo equipo.
Diario de Serendipia en Sitges 2023: Segunda cápsula

Miyazaki es mucho Miyazaki, no cabe duda, pero El chico y la garza es una de las más ricas y fantásticas películas que ha realizado el venerable responsable de Ghibli. Club Zero (Jessica Hausner), a pesar de las reticencias que tuvimos a la hora de reservarla, terminaría siendo, de largo, la gran favorita de Serendipia de la sección Oficial Fantàstic Competició. Finalmente, Wake Up, sin ser nada del otro mundo, no dejó de ser una entretenida cinta dirigida a seis manos por los responsables de Turbo Kid. Este fue el menú gourmet que deleitó las retinas de Serendipia en su segunda jornada de madrugón y fiambrera.

No amanece más temprano, pero, a quien madruga, Miyazaki le regala un magnífico universo de fantasía pintado con todos los colores de los estados anímicos. Algunas películas nacen con vocación de testamento, aunque sus autores no se la hayan planteado así conscientemente. Ocurría con la Fedora de Billy Wilder, el Eyes wide shut de Stanley Kubrick o, la más reciente, Cerrar los ojos de Víctor Érice; también El chico y la garza juega en esta liga. Obras creadas en verdadero estado de gracia a través de las cuales fluye lo mejor de la savia de sus autores. Películas obsequio llamadas a perdurar como broches de oro de toda una producción. Capturan los rasgos estilísticos, las obsesiones temáticas y los modos narrativos que han hecho grandes a sus creadores, y están tocadas, además, con el halo de la melancolía de quien sabe que su labor está culminándose sin que haya alcanzado todas las respuestas. Tal vez ninguna está llamada a ser la mejor del conjunto de una obra, pero todas comparten una aureola de acendrada espiritualidad que las hace inasibles. Eternas.
Hayao Miyazaki a sus 82 años levanta una cinta que es un verdadero derroche de imaginación a través del que circulan todas sus convicciones y todos sus anhelos. Una pieza vibrante que, de pura madurez, transmite lozanía y en la que el fundador de Studio Ghibli crea un trabajo intransferible aunque esta vez haya partido de una novela ajena. ¿Cómo vives? (En japonés: Kimitachi wa Dō Ikiru ka, 君たちはどう生きるか) de Genzaburo Yoshino es la novela que Mahito, el niño de 12 años protagonista, lee en un momento crucial de la trama, auténtico ejercicio de meta-referencia pues es la misma pieza que inspira el guion de la película. Nos gusta observar que el japonés ha venido a construir su propia historia interminable, en la que al pequeño héroe le cabe la responsabilidad de mantener en pie un mundo de fantasía en el que la realidad encuentra su sentido. Miyazaki sigue siendo un mago desdoblando mundos como medio para trazar un coming of age que apunta más allá del propio individuo que crece, lo hizo en El viaje de Chihiro y lo ha vuelto a hacer magistralmente en El chico y la garza. Porque esta última sirve a modo de relato que habla de cómo superar los duelos, pero también informa de qué supone Japón como cultura y como forma de estar y de ser en el mundo. La madre del protagonista muere en un incendio en plena Segunda Guerra Mundial, una pérdida que ve engrosado su dolor por el hecho de que el padre haya contraído segundas nupcias con su propia cuñada, Mahito no se sobrepondrá hasta que entre en una especie mundo subterráneo en el que los vivos y los muertos conviven, guiado por una misteriosa Garza que cumple la misma función que el conejo de Alicia en su caída en el país de las maravillas. Una trama que el japonés añade de su propio magín al material literario original que le inspira y con la que aborda sus grandes obsesiones temáticas, que van desde la superación de las pérdidas y ausencias, hasta el repaso del legado cultural japonés y sus grandes hitos históricos (siempre la Meiji y la II Guerra mundial como raíces del Japón moderno), pasando por la condición mística de la naturaleza que carga de sentido universal y trascendente lo que, de otro modo, sería simple circunstancia individual.

Con El chico y la garza (君たちはどう生きるか), Miyazaki añade un nuevo eslabón a su universo de fantasía, aportando a su ya rica mitología personal nuevos personajes y seres maravillosos. En esta ocasión la galeria se llena con una pléyade de animales antropomórficos que van desde la garza del título español a unos aviesos y glotones periquitos que van siempre pertrechados con sus servilletas y sus cuchillos. Mención especial merecen los Warawara, pequeños seres de luz que se hinchan y flotan cuando un infante está próximo a su nacimiento y que nos hizo pensar en el Mito de Er que cierra La república de Platón en el que se da cuenta de cómo las almas eligen su propio fardo de hados cuando están prestas a reencarnar. Un plantel de criaturas que hará las delicias de quienes los adquieran una vez se hayan convertido en merchandising. Esta muestra de puro cine repleta de humanismo tiene múltiples lecturas y está salpicada de detalles, tanto que puede parecer críptica en muchos momentos cuando nos acrecamos a ella en un primer visionado. Desbordante, casi apabullante, siempre fascinante, El chico y la garza es una de esas películas que llega al corazón y nos hace (aunque sea por un breve lapso de tiempo), mejores personas. Habríamos apostado por ella como caballo ganador de no haberse presentado fuera de competición.
Sí pertenecía a la Sección Oficial Fantático Competición la siguiente parada fílmica: la última obra de la austríaca Jessica Hausner, Club Zero (2023). Parte de la cosecha recolectada por los organizadotres en el Marché du Film por excelencia, el Festival de Cannes.
La sinopsis argumental de Club Zero no nos terminaba de llamar, pero, casi por meras razones de cuadrar otros títulos que sí nos interesaban a priori, acabó incluida en nuestra selección. Cosas del bendito azar. Quizás por eso la sorpresa al verla, de quien escribe esto, fue máxima. Cuando no esperas nada y te plantas delante de un trabajo saldado con la excelencia con la que Hausner borda su último largo, no puedes por más que caer rendido de admiración. No haberla descartado, acabó revelándose como una sabia decisión.
Esa sinopsis rezaba: «Mia Wasikowska interpreta a Miss Novak, una maestra nutricionista en una escuela de élite, la cual establece un vínculo muy estrecho con cinco de sus alumnos, que comienzan a referirse a sí mismos como el Club Zero. Pronto, la verdadera naturaleza del grupo se revela y las alarmas saltan entre el resto del profesorado». Poco (o nada) hacía sospechar que el filme iba mucho más allá de abordar los excesos que pueden provocar los nuevos hábitos alimenticios en un grupo de jóvenes. Lo que se presentaban como thriller psicológico se desplegó como amarga y aterradora reflexión sobre el hoy que nos toca vivir. La austriaca nos enfrenta a nuestro mundo devorado por fanatismos de nuevo cuño que enarbolan las banderas del mesianismo, en este caso, centrados en los discursos sobre la alimentación responsable y sostenible. Y la cinta es eficaz porque todo es abordado desde una pátina de aparente asepsia formal, con una frialdad que ya es marca de la casa, recuérdese Little Joe (2019) -con la que comparte también el uso del color con valor narrativo-, una desafección aparente por lo mostrado que nos hace sentir que, las consecuencias nefastas de los actos de los personajes, caen inapelables sobre ellos (y nosotros) a modo de sentencias derivadas de la propia coherencia de la acción. Una acción que nos resulta próxima, pues la percibimos en el entorno que nos envuelve, cuando no hemos comulgado directamente con alguno de sus principios sin casi quererlo. Al fin y al cabo, la directora nos habla de la necesidad perentoria de creer en algo, aunque se intuya a leguas que
hay un timo detrás, como hacía en Lourdes (2009). Ahora, con un humor nada blanco, nos mueve a sonreír durante buena parte de la proyección, con esos adolescentes negándose a comer como vía para la ascesis, con esas madres a dieta perpetua, o con esos padres que, o bien repiten el modelo masculino de ordeno y mando, o bien son progres necios que contratan a gurús de moda para quitarse la culpa de no saber cómo educar a sus hijos. Pero poco a poco, conforme avanza el metraje, la sonrisa se nos va congelando y convirtiéndose en mueca. Nos adentramos en la senda de la captación sectaria por parte de iluminados que se valen de nuestras debilidades en horas críticas (y la adolescencia es pura crisis) para onnubilarnos y anularnos, conduciéndonos a un punto sin retorno racional posible. Club Zero es un auténtico ejemplo de cómo el verdadero terror de nuestros días no cae del lado de zombies, poseídos, infectados, y otras figuras de la retórica del género (las cuales, muchas veces, lo que logran es evadirnos de la realidad), sino que pasa por la disección irónica, casi cínica, del presente y sus premisas ideológicas. Porque lo que puede darnos miedo real es ver cómo las derivaciones de nuestros pequeños actos adscritos a las últimas tendencias, por moda, en muchos casos, por fanatismo, en otros tantos, se cernirán sobre nosotros arrollando las bases de la convivencia. Sumiendo a la humanidad en el mar del desastre colectivo. Así, inapelablemente y sin ornamento ficcional, bajo su ropaje de triller psicológico late un corazón que es puro terror, aunque no sea terror puro.
Lucidez, inteligencia y sobriedad son las constantes que definen el cine de esta directora austríaca, una autora que domina el arte de la puesta en escena y la dirección de actores a partes iguales. Si se acerca a lo fantástico siempre es con la mirilla puesta en los códigos que nos atosigan como sociedad, por eso el terror que nos lega está ligado a nuestra psique. Club Zero es quizás su ejemplo más maduro hasta la fecha. Cuando su luz en la pantalla incidió sobre las retinas de Serendipia, lo primero que impresionó fue su punto de vista. Una planificación que golpea por su pura precisión, una precisión que hace a las imágenes autosuficientes (los diálogos son continuación de lo visto, nunca sustitución) y que es la que traba la fatalidad que espera a los personajes. Su ritmo no tiene tacha, sincopado y lacerante, completado en una banda sonora percutante que mereció el galardón del jurado. Su cinismo formal nos cautiva. Su belleza nos acompañaría hasta el final del certamen en un puesto de honor en nuestras preferencias.
Serendipia finalizaba, después, la jornada con otro de los títulos de la sección Oficial Fantàstic Competició, Wake Up, película dirigida por RKSS (Roadkill Superstars) o lo que es lo mismo, el trío de zumbados canadienses François Simard, Anouk Whissell y Yoann-Karl Whissell, responsables de los largometrajes Turbo Kid (2015) y Verano del 84 (2018), ambos títulos deudores del cine de los ochenta. En esta ocasión llevarán al espectador a una enorme tienda de muebles y complementos del hogar llamada -ejem- HOMEIDEA, que un grupo de activistas medioambientales asaltará de noche como protesta política. No obstante, lo que no esperan es que allí dentro se encuentra un sanguinario guardia de seguridad con severos problemas de control de la ira, un sosias de Bud Spencer que intentará cazarlos uno a uno antes de que la noche termine. Esta sí una propuesta de género desacomplejada, que respeta la fórmula sin, por ello, dejar de aportar elementos personales a la misma.
Así, la habitual cinta de adolescentes que mueren sucesivamente uno tras otro en manos del psicópata de turno, aquí se materializa como una refrescante versión del cine de cazadores de hombres. Es como si fuera algo así como una adaptación para la Generación Z de clásicos como el influyente cuento de 1924 escrito por Richard Connell, The Most Dangerous Game (el cual, desde 1932, con una pieza que se conoció en España como El malvado Zaroff, se ha ido versionando para el séptimo arte con distinta calidad en sus resultados). Prima su aire cartoonesco, pero asentado sobre un fondo oscuro; después de todo la cinta nos dejará sin catarsis, con un plano casi final que tiene mucho de desolador (máxime cuando a continuación vemos que el mundo sigue sin haberse inmutado). El filme es una golosina para los amantes de las muertes vistosas y rezuma humor, un humor negrísimo, pero dejándonos clara conciencia de que lo que les sucede a los anarquistas pro animales y anticorporativos es inmerecido y demasiado violento. Wake Up da la impresión de ser una barra de chocolate con una hoja de afeitar en el centro. Una salvajada divertida, pero con suficiente personalidad como para deslindarse de la media.
Con guion de Alberto Marini (Mientras duermes, El desconocido, Summer Camp), fue para Serendipia una entretenida locura. Perfecta para culminar una poderosa jornada.

Mientras tanto, comenzaba a calentar motores (y vísceras) la Zombie Walk 2023, que se celebraría al día siguiente, con pregón de Mary Lambert y donde los incansables RKSS presentarían, dentro de los maratones nocturnos Midnight X-Treme, otra película más, We Are Zombies (2023), muy indicada para esa noche…
Diario de Serendipia en Sitges 2023: Primera cápsula

Una nueva edición del Festival de Sitges, la número 56, y llega con el público volcado en ella. Hay ganas de Sitges y se nota en el ambiente ya desde el primer día. Algunos problemas informáticos a la hora de reservar entradas agriaron el festival a más de uno, pero una vez en las colas para acceder a las salas, ese y todos los problemas tienden a olvidarse. Y de eso se trata, de compartir en compañía la fantasía, el caos y el terror que nos ofrecen las pantallas del festival con la esperanza de evadirnos de los horrores cotidianos

JUEVES 5 DE OCTUBRE
Serendipia inicia su itinerario harto pronto y en la sala Tramontana, donde más estará durante esta edición por diversos motivos: es la más accesible a la hora de hacer las reservas de prensa y, personalmente, es la única sala en la cual Serendipia puede sentarse en las primeras filas, algo vetado para prensa en el resto de cines del festival. Pero de las diferentes salas ya iremos hablando cuando toque. En Tramontana prácticamente ya formamos parte del mobiliario. El festival lo iniciamos, como ya va siendo tradición, con un film perteneciente a la sección Noves Visions, In my Mother’s Skin, película producida en régimen de coproducción entre Filipinas,
Singapur y Taiwán, bajo el manto de Amazon, que traslada al espectador al archipiélago filipino durante la II Guerra Mundial. El país insular sufrió los horrores de una cruel ocupación japonesa, primero, y de una liberación a base de bombardeos norteamericanos, después. Su rica historia y cultura quedó reducida a cenizas. Sangrada además por la infinidad de matanzas que cometieron los nipones durante su retirada con política de tierra quemada. El horror permea siempre todas las capas de la sociedad, ansiosos muchos de sacar la mejor tajada de la situación, todo lo corrompe la guerra haciendo aún más intenso el imperio de la crueldad.
De todo ello habla la segunda cinta de Kenneth Dagatan en clave de cuento de hadas sombrío. Es la historia de Tala (Felicity Kyle Napuli), la hija mayor de una rica familia filipina que está varada en una mansión con su madre, su hermano y su ama de llaves (Angeli Bayani) mientras su padre se va a luchar en el conflicto. Cuando su madre (Beauty González) sufre una misteriosa enfermedad, Tala confía ciegamente en una cautivadora hada del bosque (Jasmine Curtis-Smith) que promete curarla. ¿Qué podría salir mal? El director se adentra en el drama sirviéndose de todos los mimbres de un folklore popular en el que convive la imagenería cristiana, llevada a su expresión más paroxística, y los relatos ancestrales de un pueblo que batalla con la fuerza insondable de sus parajes selváticos. Ambas tradiciones se imbrincan, además, componiendo un sistema de creencias que tiene mucho de realismo mágico y que, aquí, en In my Mother’s Skin, muestra su rostro más oscuro. Con un presupuesto modesto, la cinta nos ofrece imágenes impresionantes que irán volviéndose espeluznantes conforme el hada vaya manifestando su auténtica naturaleza. Destacable es el ropaje que luce ese ser primordial, ansioso de sangre, una vestimenta que parece el reverso de los hábitos de esa virgen que preside el altar de la entrada de la mansión sitiada. Pero es sobre todo el acertado uso del sonido el que convierte el visionado en una experiencia inmersiva, aspecto que Serendipia puedo apreciar con su máximo esplendor pues el volumen de esta primera proyección en su sala preferida estaba especialmente alto. Atronador.
El director de In my Mother’s Skin, es nieto de un guerrillero filipino que se enfrentó a los japoneses, y su abuela, tuvo que lidiar con su ausencia y ese enemigo que constantemente amenazaba su seguridad y la de sus hijos. Ellos, como todos los supervivientes, tuvieron que vivir con las secuelas del horror sufrido. Ese horror se aborda en su segunda película, con un tono sombrío, inequívocamente pesimista, que el autor define como «un cuento de hadas para nuestros abuelos, padres, niños, amigos y vecinos, que han estado experimentando esos aterradores cambios«.

Jasmine Curtis-Smith como El Hada, y Felicity Kyle Napuli como Tala (Copyright – Amazon Studios)
Y más iconografía religiosa nos esperaba en Hermana Muerte, la precuela de la magnífica Verónica (2017) con la que Paco Plaza profundiza en uno de los personajes de aquella: la aterradora monja ciega. Es más un spin-off que un mero relato que pone los antecedentes de su película precedente, algo que da entidad propia y personal a esta obra que se inicia con el tono del terror clásico para derivar, en su desenlace, hacia un giro narrado con el ritmo acelerado del terror actual. Cambio de registro que no fragmenta el relato, sin embargo, sino que está puesto
al servicio de darle al clímax un carácter espectacular que impacte, sorprenda y atrape al espectador. Un final que está haciendo las delicias del público, pero que a quien esto escribe le pareció excesivamente operístico.
La cinta arranca en clave de esos documentales en blanco y negro que después trufaron el No-Do. Las imágenes nos sitúan en la España de la Guerra Civil, vemos a una aglomeración de fieles adorando a una niña. Como los pastorcillos de Fátima, supuestamente la infante es sujeto de visiones marianas. Un milagro que habrá de marcar su destino. La llamarán «Niña Santa» y su fama la irá precediendo cuando decida tomar los votos. Y el color irrumpe en la pantalla cuando, diez años más tarde, llega a un convento, antes de clausura pero que se ha reconvertido en asilo para niñas sin recursos, como Hermana Narcisa (Aria Bedmar). Plaza sabe tomarle el pulso a esa España devota y oscura que constriñó los destinos desde la postguerra hasta bien entrado el desarrollismo. Una España de cirios y hábitos que imperó auspiciada por el Movimiento. Pero no se queda sólo en el costumbrismo (en el que tan bien se mueve), más allá, también se hace eco del problema de la autenticidad de la fe, expresada en las dudas íntimas de esa protagonista que no sabe hasta dónde fue cierto lo vivido en su infancia y que espera una señal que confirme o no su vocación. Hermana muerte es una cinta que pivota en torno a la noción de visión en toda su polisemia, desde su aproximación al campo semático de la alucinación, hasta su acepción de discernimiento claro, pasando por su condición de sacar a la luz lo oculto y su índole de profecía. Cegarse puede ser la única manera de ver más allá de las apariencias. Y todo ello lo logra sin abandonar la perspectiva del género.
Hermana muerte avanza ligera como una película de misterio que no es simple. En ella se dan la mano los fenómenos paranormales y la depravación de quienes ocultan un secreto criminal. Un laberinto que se recorre con el ovillo de la inocencia, la de quienes pagan las atrocidades de unos y otros en un mundo en guerra, y aquella otra que reviste a los libres de culpa, que son los únicos capaces de alumbrar la justicia. Sin abusar de los sustos fáciles. Con la dosis justa de suspense. Un terror de efecto que sabe arrancar de lo cotidiano su raíz. Como en aquella otra cinta de la que ésta se quiere preludio.
Hermana Muerte se estrenó directamente en plataforma, concretamente el 27 de octubre en Netflix, así que el haberla podido disfrutar previamente en pantalla grande ha sido todo un privilegio.
Y Serendipia vuelve a Filipinas para concluir su primera jornada en el Festival de Sitges, pues allí (y en Corea del Sur), se desarrolla el hiper-violento thriller The Childe (귀공자) de Park Hoon-jung, responsable de la modélica New World (신세계, 2013). The Childe llegará a las salas comerciales de la mano de A contracorriente y cuenta la historia de Marco (Kang Tae-Ju), un kopino, que es como de forma despectiva se llama a los hijos de padre coreano y madre filipina. Un joven que pelea en estadios de boxeo ilegales en Filipinas y busca a su padre coreano para conseguir dinero para la operación de su madre enferma. Un día, recibe un mensaje de alguien que dice ser su progenitor, y vuela a Corea del Sur para encontrarse con él. Al llegar será perseguido por distintos bandos sin saber la razón de su persecución. Un desconocimiento que comparte con el espectador. Esta es la trama con la que el director jugará ofreciendo giros y equívocos, mezclando las imágenes violentas con las situaciones cómicas. Un trabajo de enredo que consigue difuminar quien juega en el bando del bien y quien es el malvado. Acción, mucha acción y humor, en su mayor parte protagonizado por el dandi, y brutal asesino, encarnado por Kim Seon-Ho. Una manera buena y adrenalítica de cerrar la jornada con una sonrisa en los labios.
Finalizamos esta primera entrega de nuestro diario con el primer y espectacular, como siempre, Making Of del festival, reflejo de ese Sitges glamouroso, oficial, que no tiene nada que ver con el nuestro de guerrilla: colas, madrugones, calor y fiambrera.
‘Dream Scenario’ clausurará la 56ª edición del festival de Sitges

La 56ª edición del SITGES – Festival de Cinema Fantàstic de Catalunya ya tiene película de clausura: la comedia de terror ‘Dream Scenario’, producida por A24 y protagonizada por Nicolas Cage, será la encargada de cerrar el festival en una proyección que promete ser toda una fiesta.
Sinopsis: Paul Matthews (Nicolas Cage) es un profesor y padre de familia corriente; con una vida aparentemente normal, pero todo cambia cuando, de repente, millones de personas empiezan a soñar con él. Al principio, este extraño suceso resulta una bendición para Paul, pero a medida que los sueños empiezan a cambiar en su tono, empezará a convertirse en una pesadilla…
Ari Aster produce, junto al sello A24, esta ambiciosa comedia surrealista con guion y dirección a cargo del noruego Kristoffer Borgli, director de la sorprendente comedia negra Sick of Myself (Syk pike, 2022). Nicolas Cage encabeza un reparto de lujo que cuenta con nombres de primer nivel como Julianne Nicholson, Michael Cera y el veterano Dylan Baker.
Dream Scenario llega a Sitges tras su exitoso paso por el Festival de Toronto (TIFF), donde el clamor por parte de público y crítica ha sido unánime, destacando especialmente la interpretación de un Nicolas Cage en su salsa. La película, supone además la primera colaboración entre el veterano actor estadounidense y el estudio A24, que ha revolucionado el cine de terror en la última década. Su pase en Sitges será además el primero fuera de Estados Unidos y se producirá un mes antes de su estreno en Norteamerica.



y un argumento en el que caben también chips neuronales y mucha sangre. Géiseres de sangre brotando de gargantas seccionadas. A Serendipia la sació, pero algunos se quedaron sedientos de más hemoglobina. Y de más violencia. Y de más personalidad. Y… Vamos que no faltaron voces que tildaron a esta cinta de mediocre. ¿Qué hay de ello? El propio director declaraba en la rueda de prensa que cuando se tiene un mayor presupuesto, se tiene que buscar más público y se reduce la violencia, pero que a sus 63 años se ha cansado del estilo ‘light’ y quiere «volver al punto de origen» más violento. Y eso es lo que parece estar tramando: su nuevo proyecto será «un remake de una obra muy explosiva, idóneo para Sitges«. Pese a los lamentos de unos y otros, tenemos que decir que 
joven protagonista, Sara Montpetit, que encarna a Sasha, la benjamina de una estirpe de chupasangres que no parece progresar adecuadamente, pues le están comenzando a salir los primeros colmillos y se niega a matar para obtener el néctar de la vida, conformándose con producto envasado. Acomplejada, cuando se cruza en su camino Paul (Félix-Antoine Bénard), que patética e infructuosamente intenta quitarse la vida, acordará con él chupar su sangre hasta la muerte y así ambos se beneficiarán, pues él dejará eficazmente este valle de lágrimas y ella conseguirá, por fin, iniciarse en la caza pero…
familiares, y autores influidos por su obra, en mayor o menor medida, como son Gaspar Noé y Guillermo del Toro. Todo ello ilustrado con fotos e imágenes provenientes de fondos privados y prensa, además de escenas de sus películas.
La aventura italiana de Serendipia continúo por la tarde de este día, uno de los pocos en los que pudo prescindir de la fiambrera y comer como como dios manda, sentadx en una mesa. Era el turno de un cambio de registro, no tocaba una película sino un encuentro organizado en la sección de industria del festival, al que seguimos desde la primera fila, por supuesto. Serendipia culminaba la jornada con una nueva cita con el padre de
Para el catedrático Sebastián Serrano, somos hijos del miedo. De un miedo con alto valor adaptativo que tiene por antónimo la temeridad. Los temerarios no le tienen tomado el pulso al peligro, por eso se arriesgan sin tino, juansinmiedos de la vida, se atreven con todo, su falta de juicio les expone y… no llegan a viejos. Los temerosos, en cambio, no corren riesgos innecesarios, actúan con prudencia y sobreviven dejando su herencia genética para la especie. Una perpetuación biológica de los miedicas que se refuerza con la educación. A sus vástagos les legan sus genes y los cuentos. Las leyendas y el folklore vestían los peligros naturales con el ropaje de entes dañinos y taimados, así, si no tienes vértigo, un barranco puede resultar hasta atractivo, pero si es la oscura morada de una legión de trolls (por poner), y eres niño, la cosa ya se pone más seria. Vino la Ilustración queriendo poner coto a las supersticiones en nombre del reinado de la recta Razón, pero la generación romántica que la sucedió volvió a elevar y dar valor a lo sobrenatural. Movimiento pendular de la historia en el que tuvo su peso descubrir que el sueño de la razón produce monstruos. Terror por antonomasia es el método expeditivo de represión revolucionaria (o contrarrevolucionaria) que instauraron Robespierre y su pandilla. No es de extrañar la reacción de la generación siguiente que empezó a poner en valor lo medieval y lo oscuro, siguieron la estela de Horace Walpole que en 1764 escribía
cabezas de cartel. Es el vienés el que va a adentrarse en la mente y sus traumas y, claro, pondrá sus miras sobre qué es y qué produce el terror, esa emoción que ahora sabemos que nace en una región del cerebro denominada amígdala, ubicada en el sistema límbico, que se encarga de regular las funciones de conservación del individuo. Aunque admira a Darwin, Freud da una explicación que no es biologista sino una lectura que podríamos denominar (un poco a bulto) metafísica. El padre del psicoanálisis se interesa por el terror desde bien temprano, pero es después de la Gran Guerra cuando dará su definición más elaborada, distinguiendo entre angustia, miedo y terror. Si el miedo es el temor a un peligro presente, conocido, y la angustia la señal de alarma de la mente, que lo anticipa sirviendo de entrenamiento, el terror está relacionado a un estado en que se encuentra el sujeto cuando se ve sorprendido por un peligro para el cual no estaba preparado. Según esta lógica, aterrarse es estar al borde del colapso, enfrentarnos a una adversidad, tan grande, que quedamos paralizados y, en el peor de los casos, condenados a repetir mentalmente el trauma que hemos vivido (algo que Freud observó entre los veteranos de la Gran Guerra). El miedo nos cualifica, el terror nos incapacita. Así las cosas, deberíamos concluir que los que ven cine de terror somos unos absolutos masocas. Pero es que la cosa no es tan simple. Si disfrutamos del género es porque mientras vemos estas producciones nuestro cuerpo está tensionado y libera cortisol, una hormona que está relacionada con el estrés, por eso, asustarse con una película mejora el estado de ánimo y ayuda a sentirse mejor. El miedo que vivimos en la sala oscura nos activa, nos despierta, hasta nos enardece. Definiéndolo coloquialmente: vivimos un “subidón” químico que nos provoca una euforia
momentánea. Sobre todo si el final es catártico. Se disfruta del terror que no paraliza, que es tanto como decir que no aterra, ergo no puede existir algo así como películas de terror puro. De haberlas nos lisiarían, nos dejarían traumatizados (en el sentido fuerte del término) de por vida. Casi muertos. Defender la pureza del género es defender algo que no lleva a parte alguna. Lo puro es lo que está libre y exento de toda mezcla de otra cosa. Lo que es fiel a una esencia imperturbable, impermeable a cualquier cambio. Pero el terror es también un reflejo de la sociedad, de los miedos de una época, por eso no puede ser invariable. Cada momento histórico vive sus propios espantos y los expresa bajo formas narrativas acordes. En definitiva, no es más puro, ni menos, el terror gótico de Walpole que eso que llaman horror elevado. Sólo son distintos rostros del miedo. Bienvenidas sean todas las manifestaciones del monstruo.
Comenzar la jornada con Pedro Olea está más que bien. Si es en el Prado y sin ningún tipo de restricción para ocupar la butaca que se deseé, mejor. Y si lo que se proyecta es una versión remasterizada (gentileza de Mondo Macabro) de una de sus más oscuras cintas, eso, ya no tiene precio.
Daniel (Toni Isbert), que busca trabajo e instalarse en Bilbao. Ya en la propia estación averigua la dirección de una pensión económica y conoce a un extraño individuo, con el que se topa en diversas ocasiones (José Orjas), que se ofrece a facilitarle un contacto para conseguir un empleo. Una vez en la dirección que le ha sido dada recibirá el encargo de localizar a Lucía Alfaro (Geraldine Chaplin), antigua integrante de la misteriosa organización que le ha contratado y que se hace llamar La casa sin fronteras. Absoluto fracaso en su momento, lo que le costó tener que cerrar su productora, Amboto Producciones Cinematográficas, pese al éxito obtenido con su anterior film, la película ha permanecido semioculta entre la producción del bilbaíno hasta que el sello norteamericano Mondo Macabro se ha animado a editarla remasterizada para su óptimo visionado, como pudo comprobar el público del Prado y el propio Olea, que no perdió la ocasión de ver su película restaurada.
protagonizada por una familia norteamericana, los Nordheim, que retorna a sus raíces tras heredar una casa en las montañas de Noruega. Los productores de
Hora de volver al Prado y al mejor cine clásico con
considerada bruja en el pueblo y sobre la que se cernirá la sospecha de ser la artífice de los infanticidios. Una escena de alta intensidad dramática, pavorosa por su crudeza y violencia, pues no en vano es una película de Lucio Fulci. Esa brutalidad que se respira desde el propio montaje, contrasta con la sensualidad de otras tomas y otras escenas, como aquella de desnudo y seducción a un menor protagonizada por Patrizia, el personaje que interpreta la Bouchet, escena que todavía hoy llama la atención y escandaliza, por lo cual es una pregunta recurrente en las entrevistas que le hacen al actriz el saber cómo se pudo rodar esa secuencia, así que Barbara Bouchet no esperó a que se la hiciera el público y explicó directamente que los planos en los que se ve a las dos figuras juntas, con el niño de espaldas, este era sustituido por un enano. Amable y diva, en el buen sentido del término, Barbara Bouchet se mostró cercana y accesible con sus fans y no dejó de recordar que se encuentra todavía en activo, como demuestra el gran número de películas y series en las que ha participado desde los años sesenta a este mismo año.
las simpatías de los espectadores en la edición de 2021 con su debut, 
mecanismo de relojería bien afinado y rebosa talento, incluso para sacar rédito significativo de la localización, ese río que se pone de relevancia en el título original (que podría traducirse como No dejes que el río fluya). El río no es solo el escenario sino la inspiración de la evolución de la trama. Símbolo del cambio continuo y, a la vez, de la permanencia constante (mismo cauce, distintas aguas) es toda una metáfora de la transformación personal como desarrollo de las propias características que nos definen. Sin ningún efecto especial, todo a base de un buen uso de cámara y cambios de plano para representar el salto en el pliegue, esta repetición con variaciones de un mismo tema es grácil y ligera. Divertida. También profundamente seria. 




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