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Diario de Serendipia en Sitges: Año de la pandemia. Novena cápsula

11 noviembre 2020 Deja un comentario

 

El festival avanza con un día ligero en cantidad de visionados, pero intenso en cuanto a los mismos. Ya es viernes y comienza el último fin de semana de festival, preveyéndose, otra vez, el incremento habitual de afluencia de público. Pero el desarrollo de la pandemia obliga a tomar nuevas medidas al Govern de la Generalitat que tocan de lleno al festival: se cierran bares y restaurantes, con todo lo que conlleva para el público asistente, y el aforo a las salas, hasta entonces del 70%, deberá reducirse al 50%. Todo lo cual obliga al festival a adaptarse a estas nuevas normas en tiempo record. 

Breeder (Jens Dahl, 2020) es una muestra de terror nórdico que mezcla el aséptico mundo de los laboratorios de experimentación genética, Mad Doctor incluida, con el más sarnoso WIP (Woman in preson). La Doctora Ruben, interpretada por una gélida Signe Egholm Olsen, considera que la vejez es un a afección antinatural resultante de varias enfermedades, un proceso al cual la científica busca detener en alas de la eterna juventud, algo a lo que, naturalmente, tan solo estará al acceso de las élites.  Obviamente, los métodos utilizados en el experimento no serán precisamente los más éticos, tal y como descubrirá Mia (Sara Hjort Ditlevsen), nuera de la doctora y heroína de la función. A partir de ahí el film cambiará de registro y pasará a tener un muy agradable regusto grindhouse con mujeres encarceladas en hediondos calabozos que serán tratadas como ganado, pues no en vano la doctora resulta ser veterinaria y sus ayudantes, un personal nada cualificado que, en lugar de llevar un maletín médico, portan sucias cajas de herramientas. Este debut en el largo de su director no pretende moralizar, ni siquiera abrir un debate sobre la relación entre moral y tecnología, pero sí que con su trama se hace preguntas interesantes sobre el hecho de hasta dónde podría llegar nuestra cultura en busca de una promesa de bienestar incumplida y con todas las posibilidades de hacerse realidad. Altas dosis de insania en una cinta que picotea también del torture porn y resulta de lo más entretenida, aunque no exista unanimidad de la crítica sobre su valía. Incluida en la selección de Panorama Fantàstic, quizás hubiese merecido haber formado parte de la Sección Oficial Fantàstic Competició. 

Sí estaba a competición, quizás porque el Festival ofrecía su premiere mundial, la segunda (y última) cinta de nuestra jornada. Una pieza argentina que nos supuso pasar de la eterna juventud a la vida eterna. Inmortal (Fernando Spiner, 2020) narra la existencia de un universo paralelo al que se puede viajar, al igual que se descendía a los infiernos en El corazón del ángel, en ascensor. Un ascensor que permite viajar a una dimensión, el «país» de los muertos, en el que la protagonista podrá reencontrarse con su padre, recién fallecido. Pero pronto descubrirá que la eternidad en ese paraíso artificial y totalmente ficticio tampoco es la panacea. La premisa conceptual del último film de Spiner es de lo más interesante, pues maneja una hipótesis que le hace militar en esa lectura del fantástico tan propia del imaginario argentino, no pocas veces nos hace pensar en la obra de Adolfo Bioy Casares especialmente significada en su popular novela La invención de Morel, que muchos recordarán por su relación con El año pasado en Marienbad y por su adaptación italiana en manos de Emidio Greco y protagonizada por Anna Karina. Sin embargo, Immortal no logra del todo plasmar su concepto en imágenes, bien llevada en el terreno de la ambientación en un Buenos Aires de lo más actual, Leteo (la dimensión de los muertos vivos) no acaba de estar bien diseñado, como tampoco el dibujo de sus personajes llega a ser plenamente satisfactorio. Interesante, pero no brillante.

Con un cierto regusto de insatisfacción abandonábamos la Sala Tramuntana, fuera nos esperaba un Sitges fantasmal golpeado por el cierre de bares y restaurantes. La pandemia hacía mella en el ánimo de todos y pintaba un paisaje distópico en la realidad que nos circundaba (y circunda todavía  ahora desde hace ya ocho meses). Una imagen del Port de Aiguadolç vale más que todas nuestras palabras para describir la situación.

 

Poco más, les dejamos con el último (esta edición no ha dado para más que cuatro) de los estupendos making of del festival que realiza Quim Crusellas y su equipo. Un mundo y un festival que nosotros no vivimos, como ya hemos indicado en otra de estas reseñas. Un mundo de cócteles, alfombras rojas y famoseo que, como en Inmortal, se desarrolla en otra dimensión paralela a la de Serendipia.

Categorías: Sitges Film Festival
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