Diario de Serendipia en Sitges: Año de la pandemia. Séptima cápsula
Un nuevo día y tres nuevas películas pertenecientes cada una de ellas a diferente sección. Respectivamente serán Oficial Fantàstic Competició, Anima’t y Noves Visions. Y después de comer cerraremos la jornada con un clásico programado dentro de la sección Seven Chances como homenaje al recientemente fallecido José Mojica Marins, uno de nuestros cineastas favoritos que estuvo en varias ocasiones en el festival, tanto en sus inicios en los años setenta, como en el nuevo milenio presentando su Encarnação do Demônio (2008). Un menú equilibrado y surtido, como debe de ser.
Wendy es una película muy bella, es lo primero que cabe decir, con cadencia suave pero sin perder tiempo y con una planificación que nos sumerge en su escena como si fuera una experiencia inmersiva. Después de todo, nos va a hablar de qué supone vivir y qué papel ha de tener la imaginación en nuestro desarrollo. Habla del niño y del anciano que hay en cada uno de nosotros y de cómo se deben retroalimentar para adentrarnos en la aventura que es vivir. Con ella Benh Zeitlin sigue demostrando que sabe rodar con niños como nadie. Después de la sorprendente Bestias del sur salvaje (Beasts of the Southern Wild, 2012), ahora aborda Peter Pan dándole un enfoque totalmente diferente y libre, pues la perspectiva de nuestro director (u hombre orquesta, pues es el autor del guion y de la banda sonora, además) no está lejos de la de su primer largo, pero manteniéndose fiel al espíritu de la novela de Barrie. Una oda a la imaginación como acto de rebeldía frente al gris destino que nos aguarda, a vivir y aprovechar el tiempo mientras nos pertenezca. Pero Zeitlin no entona un simple canto a la despreocupación, como tampoco Peter Pan es una criatura que se niega a crecer solo por no madurar. No se trata de dejarnos ir como si no hubiera un mañana sino de sacar provecho del tiempo, y Peter es el diablillo que despierta la perspicacia de Wendy, con el doble valor de ingenio y picardía. Por eso, la película nos hablará de los sueños frustrados y de la pérdida de la ilusión, pero también del acto de crecer como una gran aventura que merece la pena vivir. Se trata de saber cuándo pasa el tren. Con Wendy (una maravillosa Devin France) como protagonista absoluta del relato (hay que recordar que el título de la novela cuando se publicó en 1911 era Peter and Wendy), Peter Pan e incluso el Capitán Garfio tomarán su lugar en esta original e inspirada adaptación del gran clásico, que nunca envejecerá mientras haya quien quiera vivir. Y volar.
Maravillado, Serendipia cambia de sala y de chip para tomar unas dosis de Beauty Water (Gi-Gi-Goe-Goe Seong-Hyeong-Su, Kyung-hun Cho, 2020) un terrorífico anime para adultos (de origen coreano) sobre los cánones de belleza y la influencia que tienen sobre nosotros. Un mal día, Yae-ji se convierte en el objetivo de una campaña de odio en redes sociales. Es la gota que colma el vaso de toda una vida siendo ridiculizada por su aspecto. Decidida a dar una vuelta a la situación, la joven prueba Beauty Water, un producto de maquillaje que permite moldear la piel hasta alcanzar el ideal de belleza deseado. La protagonista de Beauty Water será capaz de vender su alma al diablo para conseguir tener el aspecto que ella y los demás desean de ella y una vez conseguido, gracias a ese agua de belleza, mantenerlo. Pero lo que no sabe es que alguien se ha fijado en sus bonitos ojos… La cinta no tarda en ponernos en situación y, aunque no está exenta de comicidad, pronto se manifiesta como un sobrecogedor thriller psicológico que acabará abrazando el terror más descarnado (y nunca mejor dicho). El trazo seco de su dibujo le da una crudeza visual acorde con el tono del relato y la despiadada crítica social que contiene. Kyung-hun Cho nos advierte sobre el carácter mostrenco de nuestra sociedad consumista fundamentada en el narcisismo y la dependencia del juicio del otro, factor que la Web ha elevado a la enésima potencia. Y lo hace con una cinta que habría hecho las delicias del Cronenberg de la nueva carne aunque alejada de la asepsia del canadiense, aquí se exponen los cuerpos maltratados con minuciosidad pues ese lujo de detalle sirve de espejo de la deshumanización paulatina de su protagonista. Basada en un webcómic, Beauty Water, que podría haber concursado perfectamente en Sección Oficial, supone el debut de su director en el campo del largometraje. Una muy interesante propuesta, proveniente del país donde la fijación por la belleza y la eterna juventud resultan especialmente obsesivas y opresivas (Corea es una auténtica Meca de la cirugía plástica, casi el 30% de las mujeres se somete a ella ya antes de los 20 años).
Cerramos la mañana con Ich-chi (Kostas Marsaan, 2020) una cinta rusa perteneciente a la sección Noves Visions cuya acción se desarrolla en la desolada región de Yakutia (lugar de origen del director), situada en el noroeste de Rusia, en plena Siberia, donde tan solo vive una familia, pues al parecer, alguna desgracia sucedió en el pasado que causó que todos abandonaran el lugar a toda prisa. En la granja vive un matrimonio y su hijo menor, un día a día austero aferrado a la dura vida del campo. Cuando reciben la visita del primogénito, que ha emigrado a la ciudad y vive allí juntos a su esposa y su hijo, todo se desestabilizará. Su objetivo es obligar a sus padres a vender la granja para poder pagar una fuerte deuda, una venta que dejaría al menor sin su modus vivendi y, más aún, desubicado en el mundo. A partir de ahí entramos en el seno de una historia cainita en la que la rivalidad de los hermanos tendrá graves consecuencias. Esta trama dramática y costumbrista, casi propia del naturalismo de Zola, pronto se verá surcada por elementos sobrenaturales, inexplicables, apariciones de dobles siniestros y apariciones de esqueletos que hacen retornar espectros del pasado, con la leyenda del Ich-Chi, el jinete que protege de los malos espíritus, como vehículo conductor. Si bien la trama se vuelve confusa cuando irrumpe el fantástico, se trata de una cinta de una gran belleza, a la que contribuyen unos solitarios parajes naturales que casi están pidiendo ser llevados al no tiempo de las leyendas. Sin ser redondo, resulta de lo más interesante este filme que nos trae un ejemplo del tan en boga folkhorror desde una cinematografía poco frecuente en nuestros lares.
Y de nuevo Serendipia cierra la jornada con el mejor cine clásico desde el mejor marco, el cine Prado, que ya totalmente reformado, pero respetando tanto la arquitectura como los frescos del techo, se convierte en la sala más idónea para disfrutar de una película como À meia-noite levarei sua alma (José Mojica Marins), la primera incursión de Zé do Caixao (que no de su alter ego y director) en el cine. Una artesanal y tercermundista película con la que nace una blasfema encarnación del mal llena de un carisma localista que ha trascendidos océanos y épocas aglutinando una amplia legión de seguidores (entre los que nos contamos). Ese carisma se debe totalmente a su director, José Mojica Marins, un hombre de cine recientemente fallecido que ha dejado tras de si una extensa filmografía dedicada, en su mayor parte, al cine fantástico y de terror. Proyectada en 35 mms., À meia-noite levarei sua alma representó el broche ideal para esta jornada de cine atípico.
Con buen sabor de boca finalizaba una jornada que se remató con la degustación de las excelentes tapas del nuevo restaurante de la sociedad El retiro, en la que fue casi la única interacción social a mascarilla quitada que Serendipia se permitió en esta edición en tiempos de pandemia. Una plaga que se ha llevado por delante muchas de las citas obligadas del festival como la, ya tradicional, Zombie Walk aunque sí hubo tráiler y la promesa de los muertos andantes de volver el próximo año a recorrer las calles de la Blanca Subur.
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