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Las lecturas de Serendipia: ‘Shock SuspenStories’ Vol. 1

SHOCK SUSPENSTORIES VOL. 1


Diábolo Ediciones. Encuadernación en tapa dura. Formato magazine, 216 páginas a todo color


Llega una nueva entrega de la lujosa e imprescindible edición de los clásicos EC que realiza Diábolo Ediciones. Tras completarse las dos colecciones que tenía en curso (Tales from the Crypt y Weird Science), comienza Shock SuspenStories, una de las más interesantes de EC Comics (y ya es decir) por su crítica directa hacia una sociedad que daba muestras sobradas, (eso sí, de puertas para dentro), de estar en avanzado estado de descomposición.

Shock SuspenStories se inició como auténtico cajón de sastre (que no desastre) de EC Comics. Como cuentan los mismos editores en la presentación que acompaña al primer número, la intención inicial de la colección era que incluyera una historieta de terror, otra de ciencia ficción, una de crímenes y, finalmente, una bélica. Un popurrí compuesto por los cuatro géneros que le habían dado más rédito a la editorial, aunque potenciando el impacto final. El shock. Pero la fórmula solo se cumplió en el primer número, algo que no es extraño, pues cuando hablamos de los cómics E.C., hablamos de, casi, un único género: el terror, alrededor del cual se desarrollan los diferentes géneros. Lo más importante es que, ya a partir del segundo número, se dio paso a incluir historietas que, vistas hoy, pero mucho más entonces, ponían el dedo en la llaga al señalar algunos de los trapos sucios del paraíso capitalista: racismo, paranoia anticomunista, linchamientos, abuso policial… temas que no eran habitualmente tratados en ningún otro medio y que encontraron su lugar natural en los E.C. Comics contribuyendo a, por un lado, educar a los jóvenes lectores (instruir deleitando), pero también a desatar las iras de los guardianes de la moral que muy pronto, tal y como vimos en otro capítulo, acabarían cuestionando, acusando y contribuyendo al fin de los revolucionarios cómics de Gaines.

El equipo creativo que se encontraba tras Shock SuspenStories no podía ser mejor: Al Feldstein a los guiones, a menudo en colaboración con Bill Gaines; y el arte de Jack Kamen, Wally Wood, Joe Orlando, Graham Ingels y Jack Davis. Sin duda un equipo ganador que consiguió sacar adelante los 18 números que con cadencia bimensual llegaron a los quioscos norteamericanos de febrero de 1952 a enero de 1955.


William Maxwell «Bill» Gaines (1922 – 1992)

William M. Gaines en su oficina de New York en mayo de 1990. (David Cantor)

Nacido en Brooklyn (NY), el padre de Bill, Max C. Gaines, fue uno de los creadores de la industria del cómic, cuyo inesperado fallecimiento en 1947, obligó a Bill a hacerse cargo del negocio familiar. Hasta entonces, al nuevo editor, los cómics no le habían interesado lo más mínimo, pero poco a poco se aficionó al medio y  decidió realizar algunos cambios en la editorial fundada por su padre, que pasó de ser Educational Comics y publicar títulos como Historias ilustradas de la Biblia, a convertirse en Entertaining Comics, sello que cambiaría la historia del medio con la edición de sus tres títulos dedicados al terror: Tales from the Crypt, The Haunt of Fear y The Vault of Horror; los dos de ciencia ficción: Weird Science y Weird Fantasy (más tarde unidos en Weird Science-Fantasy); los dedicados a crímenes: Shock SuspenStories y Crime SuspenStories; el de género bélico:  Front line combat; y de aventuras, Two-Fisted Tales y Piracy. A los que se les sumaron dos de carácter cómico: Mad y Panic. Un conjunto de títulos y un estilo que fue copiado pero nunca igualado por la competencia, y que a los buenos guiones, sumaba grandes ilustradores.

Pero a finales de la década de los cuarenta, la industria del cómic fue convirtiéndose, al igual que la del cine, en blanco de crecientes críticas debidas a su contenido violento y sexual, que se pensaba podía influir en los niños, lectores potenciales de cómics. El problema llegó a un punto crítico en 1948 con la publicación por el Dr. Fredric Wertham de dos artículos: Horror in the Nursery (en Collier) y La psicopatología de los cómics (en Revista Estadounidense de Psicoterapia). Como resultado, en 1948 se fundó la Asociación de Editores de Revistas de Cómics, con el fin de auto-regularse, pero resultó ineficaz y  E.C. abandonó la asociación en 1950. 

Johnny Craig, Al Feldstein y Bill Gaines

En 1954 todo se tambaleó con un nuevo ataque al medio, ahora en forma de libro, escrito nuevamente por el Dr. Fredric Wertham, La seducción del inocente, que terminó provocando una investigación del Subcomité del Senado sobre Delincuencia Juvenil, siendo los cómics que publicó Gaines los que más llamaron la atención del Congreso de Estados Unidos. En 1954, Gaines tuvo que testificar ante el subcomité, al mismo tiempo que una investigación federal provocaba una reorganización en las empresas de distribución de cómics y revistas pulp en todo Estados Unidos, conflicto que terminó provocando el desplome de las ventas y el cierre de varias editoriales. 

Aunque los cómics salieron bien parados de la investigación, Gaines  convocó una reunión con sus colegas editores y sugirió que la industria del cómic se reuniera para luchar contra la censura externa y ayudar a reparar la reputación dañada de la industria. Formaron la Asociación de Revistas de Cómics de América y su Autoridad del Código de Cómics. Pero el nuevo código CCA y sus reglas parecían haber estado creadas para terminar, en especial, con los cómics de Gaines: amplió las restricciones del ACMP y, a diferencia de su predecesor, el código CCA se aplicó rigurosamente y todos los cómics requerían la aprobación del código antes de su publicación. Al no ser esto lo que Gaines pretendía, se negó a unirse a la asociación, que, entre sus nuevas reglas figuraba el prohibir las palabras «horror», «terror» o «raro» en la portada de los comic books. Así que cuando los distribuidores se negaron a gestionar muchas de sus cabeceras, que se publicaron sin el sello del Comic Code, Gaines puso fin el 14 de septiembre de 1954 a la publicación de sus tres títulos de terror y los dos SuspenStories. Pero eso solo fue el principio del fin.

Mirando de salvar su editorial, EC cambió de enfoque iniciando lo que se llamó New Direction, con una línea de cómics más realistas y que comprendían historias de médicos (M.D. y Psicoanálisis) y periodistas (¡Extra!), pero también aventuras (Aces High y Valor) y un equivalente de SuspenStories que se tituló Impact. La ciencia ficción en un cómic con otro nombre. Dado que las ediciones iniciales continuaban sin llevar el sello del Comics Code, los mayoristas se negaron a distribuirlos, así que, después de consultar con su personal, Gaines comenzó a regañadientes a enviar sus cómics al Comic Code, que llevaron a partir del segundo número, bien visible, el sello en portada.

A pesar de la calidad que seguían teniendo las propuestas de E.C, este intento de renovación fracasó comercialmente y después del quinto número, todos los títulos de la New Direction fueron cancelados. Como recordaba el propio Gaines, «Saqué los seis primeros números, seis bimensuales, y vendieron entre el 10 y el 15 por ciento. No puedes creer lo horrendas que fueron las ventas. Y más tarde descubrí que era porque los mayoristas habían dicho: «¡a por él!» Y  me atraparon»

La salvación vino de un lado inesperado. Gaines convirtió Mad en revista en 1955, en parte para mantener en plantilla a su talentoso editor, Harvey Kurtzman, que había sido tentado con ofertas de otros lugares, y también para evitar las restricciones del Comic Code. De todos modos, Kurtzman dejó Mad un año después y fue reemplazado por el prolífico Al Feldstein, mano derecha de Gaines, que supervisó Mad desde 1955 hasta 1986. 

En 1961 Gaines vendió Mad a Premier Industries, un fabricante de persianas venecianas, pasando de mano en mano hasta llegar a formar parte del grupo Warner Communications, pero el viejo editor prosiguió siéndolo hasta el día de su muerte, que se produjo a los 70 años, mientras dormía plácidamente en su casa.

Ateo convencido desde los 12 años, William M. Gaines se casó tres veces: la primera vez con su prima segunda Hazel Grieb mediante un matrimonio concertado por su madre. En 1947 se divorciaron. En 1955 Gaines se casó con Nancy Siegel, con quien tuvo tres hijos, Cathy (1958) , Wendy (1959) y Christopher (1961) y de la que se divorció en 1971. Finalmente, en 1987 se casó con Anne Griffiths, con la que permaneció casado hasta su fallecimiento cinco años después.


Un repaso pormenorizado de los contenidos de Shock SuspenStories Vol. 1 

(Guiones: Al Feldstein)



SHOCK SUSPENSTORIES #1: febrero-marzo de 1952. 

Inaugura la nueva colección Al Feldstein con una impactante portada que no hace referencia a ninguna de las historietas que contiene el cuaderno y que, temáticamente, podría pertenecer perfectamente a Crime SuspenStories. El resto de portadas de los siguientes números, todas relacionadas con alguna de las historietas del interior, serían ilustradas por Wally Wood.

Como ya hemos indicado, el plan original es que cada comic book incluyera cuatro historietas de cuatro géneros diferentes: policíaco, terror, ciencia ficción y bélico. En el relato criminal ¡Un trabajo limpio! (The Neat Job!) Jack Kamen retrata a una abnegada ama de casa que tiene como marido a un puntilloso maníaco del orden. El final no se lo pueden imaginar, pero todo terminará en impecable orden, al gusto del marido. ¡Cobarde! (Yellow!) es la historieta bélica, pero tal y como EC entiende el género, con el terror como ingrediente principal. Jack Davis se encarga de dibujarla. ¡Los monstruos! (The Monsters!) es la historia de ciencia ficción y corre a cargo de Joe Orlando, cerrando Graham Ingels con una terrorífica ¡La alfombra! (The Rug!) en la que sucede algo al protagonista que muchos desearíamos sucediera a los defensores de la caza como deporte.


SHOCK SUSPENSTORIES #2: abril-mayo de 1952. 

Palabras mayores. Aún mayores. El número se abre con una impactante portada de Wally Wood que hace referencia directa a la historieta que ilustra Jack Davis. Una imagen que podría suceder hoy mismo y no solo en Norteamérica: el linchamiento del diferente. Del disidente.

El cuaderno se inicia con ¡Sin salida! (Kickback!), una historia criminal ilustrada por Jack Kamen protagonizada por una joven y bonita esposa que cuida a su anciano (y millonario) marido, impedido e inmovilizado por un ataque cardíaco. Ustedes no pueden imaginarse el plan que pasará por la cabeza de la esposa cuando conozca a un atractivo joven. O si. Deja de deshojar la margarita (Gee, Dad…It’s a Daisy!) es una historia de ciencia ficción que demuestra que, donde las dan, las toman. ¡Los patriotas! (The Patriots!) es una de las historietas más influyentes del cómic. Se celebra un desfile militar para celebrar el retorno de los soldados de la guerra de Corea. Todos los vitorean menos un individuo, actitud que llama poderosamente la atención de algunos de los ciudadanos que hay a su alrededor. Que pasarán a reaccionar cuando pase la bandera y este no salude ¿el resultado? una de las historietas icónicas de E.C. Comics y en general del noveno arte. Ghastly ilustra ¡Halloween!, con la que termina el número, una historia de terror que solo podría ilustrar Graham Ingels. Curiosamente, en la página de presentación del primer número se consultaba a los lectores sobre si estas últimas historias de terror deberían estar presentadas por alguno de los tétricos host de la editorial, algo que, al parecer, no importó al lector. También, en este número, los editores mostraron su interés de conocer la opinión de sus lectores sobre ¡Los patriotas!, sabedores de que por su temática, este tipo de historias podrían impactar a los aficionados.


SHOCK SUSPENSTORIES #3: junio-julio de 1952.

La reacción de los lectores ante la «arriesgada» (en palabras de los editores) historieta publicada en el anterior número no tarda en llegar. Tanto entusiastas «es importante que tengamos cuidado de no acusar a la gente sin pruebas. Se puede causar un daño irreparable a personas inocentes. Los Patriotas ilustra bien esta peligrosa tendencia que ahoga nuestra democracia«. Como en forma de crítica a los editores, «¡Creo que es terriblemente injusto representar al americano medio como una bestia salvaje y viciosa! Toda la historia me resultó muy exagerada. No creo que algo así pueda llegar a ocurrir«. E.C. no se amilana ante todo ello y tanto en este número, como en los siguientes, volverá a añadir historietas en esta linea. En esta ocasión Wally Wood ilustrará ¡El culpable! (The Guilty!), una historia sobre racismo, linchamientos y abuso policial que, naturalmente, creará también división de opiniones entre los lectores. Pero antes, Kamen presenta su historia criminal con una reunión muy especial. Como para perder la cabeza en ¡El postre justo! (Just Desserts!), una historia que se caracteriza por tener una viñeta-shock final a toda página. Wood se encarga de la ciencia ficción en ¡El gran chasco! (The Big Stand-Up!) una historia de amor interplanetaria que resultará ser imposible. Cierra Graham Ingels con ¡Mala pata! (Stumped!), la historieta de la portada, protagonizada por tramperos a la búsqueda de pieles en parajes helados, donde uno de ellos tendrá, como reza el título, muy mala pata…


SHOCK SUSPENSTORIES #4: agosto-septiembre de 1952.

Continúan llegando a la editorial felicitaciones por las historietas «arriesgadas», de algunas de las cuales se reproducen fragmentos en la página de contacto con los lectores, Shock Talk. Kamen abre el número con ¡Un buen partido! (Split Second!), una historia criminal protagonizada por otra de las mujeres fatales que tan bien sabe retratar el artista y que, como es habitual, pagará su maldad con la vida. La Shock SuspenStory del número es Confesión (Confession) en la que la gran protagonista será la corrupción policial y el abuso de autoridad. Ahí es nada. Wally Wood se encarga de ilustrarla, mientras Joe Orlando lo hace en ¡Estrictamente comercial! (Strictly Business!), la habitual historia de ciencia ficción con final (in)feliz que precede a la de terror de, en este caso, Jack Davis, que con ¡Golpe bajo! (Uppercut!) nos lleva a un ring de boxeo ¿tendrá el lector estómago para llegar hasta el final? Ya lo veremos.


SHOCK SUSPENSTORIES #5: octubre-noviembre de 1952.

Shock Talk, el correo de los lectores, pasa a ocupar el habitual espacio interior en la revista, como en las otras publicaciones, y allí van llegando las reacciones a las historias «comprometidas», tanto favorables como, en contra. Veamos dos de estas últimas: (…) «la historia del negro me resultó intolerable. No tengo prejuicios contra ninguna raza, pero la historia me impactó… me di cuenta de que podía llegar a ocurrir. Pero no creo que sea el tipo de historia que debe publicarse en un cómic«. O esta, quizás más furibunda: «He leído El culpable… Me parece que es la historia más desagradable, degradante y gratuita que ha llegado a mis manos. No encuentro el sentido a su cómic… ¡Cada vez que se plantea un problema de minorías, se pone como ejemplo a los negros!». Pues como si fuera en respuesta a estas dos cartas, este quinto número nos lleva desde de su portada a un nuevo escenario desolador: el de un lichamiento realizado por unos hombres con armas y sin escrúpulos. Una de las mejores portadas de E.C. Comics y de Wally Wood. A continuación, tras un anuncio de Mad, revista que, paradójicamente, será la única que sobrevivirá de la editorial, Kamen ilustra su habitual historia criminal, ¡Vía Crucis! (Well-Traveled!), protagonizada por un marido que verá materializados dos de sus sueños… para desgracia de su esposa. ¡Odio! es la Shock SuspenStory del número que se referencia en portada. También realizada por Wally Wood, en ella se demuestra que el antisemitismo no es algo que sea patrimonio exclusivo de la Alemania nazi. La ciencia ficción llega de la mano de Joe Orlando con A flor de piel (What Fur?!), que tiene un argumento bastante similar a Deja de deshojar la margarita, historieta incluida en el segundo número. El mensaje es idéntico: hay que respetar la naturaleza y a todas las especies. Jack Davis nos trae el terror (aunque también podría funcionar como Crime SuspenStory), con ¡Un fiambre muy sabroso! (Cold Cuts!), cuyo título en español deja bien poco a la imaginación.


SHOCK SUSPENSTORIES #6: diciembre de 1952-enero de 1953.

Sin ningún tipo de sutileza y demostrando mucho valor, tras una portada que ofrecía los efectos de un linchamiento en el número anterior, en este nos encontramos con otra que hace una nada velada referencia al Ku-Klux-Klan, también realizada por Wally Wood, y que corresponde a ¡Bajo la máscara! (Under Cover!), una historia también ilustrada por Wood en la que una mujer es castigada (y ejecutada) por relacionarse con «los elementos más viles de nuestra sociedad«. Un alegato anti racista que no se queda tan solo en eso, pues muestra como este grupo de encapuchados está compuesto por las propias fuerzas vivas del sistema, que «¡A salvo bajo sus máscaras de prejuicios, estos traficantes encapuchados de odio racial, religioso y político siguen actuando!» (…)»¡Es hora de denunciar a estos usurpadores de nuestras libertades constitucionales!«.

Kamen abre con una impactante escena de bella y bestia para ¡Acierto mortal! (Dead Right!) en la que la protagonista descubrirá, muy tarde, que no hay que dejarse llevar por los vaticinios y cantos de sirena de pitonisas y adivinas, aunque de hacerlo, hay que  interpretar bien las señales si no se quiere llevar una muy desagradable sorpresa. En ¡Ablandado! (Not so Tough!), Joe Orlando nos lleva nuevamente a una misión espacial que, en este caso, finaliza de modo sorprendente por culpa del abuso de autoridad del despótico comandante de la nave. El horror cerrará, una vez más, la publicación, y ¿quién mejor que «Ghastly» para hacerlo? junto a él conoceremos a Una vieja muy dulce (Sugar ‘n Spice ‘n) nada amiga de los niños…


De los árboles del Sur cuelga una fruta extraña,
sangre en las hojas y sangre en la raíz,
cuerpos negros balanceándose en la brisa del Sur,
extraña fruta colgando de los álamos.

Billie Holiday cantaba en Strange fruit (extraña fruta) de Abel Meeropol, sobre una extraña fruta que crecía en los árboles del Sur, una fruta extraña creada provocada por turbas de paletos racistas que temían la pérdida de sus privilegios. Y lo cantaba en una canción que el sello habitual de la artista, Columbia, se negó a grabar, lo que obligó a que Billie Holliday la registrara para otro sello, Commodore. Una canción que terminó convirtiéndose en estandarte de la campaña contra los linchamiento y canción protesta del colectivo negro en su lucha por los derechos civiles.

El linchamiento, la muerte de personas por la acción extrajudicial de una muchedumbre, ha existido en Estados Unidos sobre todo desde finales del siglo XVIII hasta la década de los 60 del siglo xx. Así, entre 1880 y 1970, se linchó a 3265 negros, 1082 blancos, 71 mexicanos, 38 indios, 10 chinos, y un japonés.​

El linchamiento en los estados del sur se asocia con la reimposición de la supremacía blanca tras la Guerra de Secesión y alcanzó su punto álgido a finales del siglo XIX y a principio del XX, tras la retirada del Sur de las tropas federales, y la toma de control de las asambleas legislativas estatales por parte de los demócratas sureños: se aprobaron nuevas normas constitucionales y electorales para evitar que los negros y muchos blancos pobres se inscribieran en el censo electoral. Los inscritos fueron castigados con violencia si votaban, o para evitar que votasen. Se promulgaron una serie de leyes de segregación racial para restablecer la supremacía blanca y se instauró la segregación racial entre negros y blancos, otorgando un estatus de segunda clase a los ciudadanos de piel negra. También se produjeron linchamientos por el control de las tierras. Tan alto fue el índice de violencia que se vivía, que entre 1910 y 1970 se produjeron dos grandes oleadas de migraciones de ciudadanos negros hacia las ciudades del norte y del medio oeste. Así, 6,5 millones de negros americanos abandonaron el sur.

Los motivos para que se produjera un linchamiento eran de lo más variados. Solo un tercio de las víctimas negras eran acusadas de violación o intento de violación (aunque se alegaban infracciones sexuales muy a menudo para justificar el crimen). La acusación más habitual era asesinato o intento de asesinato, seguida por una lista de infracciones que incluían agresión verbal o física, competencia desleal o independencia mental. Se formaron multitudes blancas de linchamiento para restaurar lo que se consideraba orden social. La «política» de linchamientos solía conducir al asesinato de las víctimas por multitudes blancas. En ocasiones, las fuerzas de seguridad participaban directamente, o mantenían al sospechoso en la cárcel hasta que se formaba un gentío que perpetraba el crimen. Con frecuencia las víctimas morían a manos de pequeños grupos de vigilantes blancos a altas horas de la noche. No obstante, en ocasiones los linchamientos se convirtieron en un espectáculo de masas con un ambiente circense destinado a poner de relieve el poder de la mayoría. A menudo los linchamientos se anunciaban antes en periódicos, y se sabe que se organizaban para que los periodistas tuvieran tiempo de escribir sus artículos. Incluso los fotógrafos aprovechaban para realizar fotos y venderlas a los periódicos y editores de postales. Los linchamientos se solían publicitar como amenaza velada para afroamericanos y para cualquiera que incumpliera las normas sociales.

Menos del 1% de los participantes en turbas de linchamiento fueron condenados por tribunales locales. A finales del siglo XIX, los jurados de la mayoría de los estados del Sur estaban compuestos solo por blancos, porque los afroamericanos habían sido eliminados del censo electoral y solo los votantes registrados podían formar parte de un jurado. Gracias a los jurados, estos delitos rara vez iban más allá de la investigación.

​A comienzos del siglo XX, los linchamientos eran un deporte fotográfico en Estados Unidos. La gente enviaba postales de linchamientos que había presenciado. Esta práctica era tan indigna que un colaborador de Time escribió en el año 2000 que «ni siquiera los nazis cayeron tan bajo como para vender recuerdos de Auschwitz, sin embargo, las escenas de linchamiento se convirtieron en un floreciente departamento de la industria de las postales. Hacia 1908, el comercio había crecido tanto, y la práctica de enviar postales de las víctimas de estos asesinatos se había hecho tan repugnante que el Director General de Correos de EE.UU. prohibió enviarlas por correo».​

En 1915, tres sucesos resaltaron las tensiones raciales y sociales: el juicio y linchamiento de Leo Frank, el estreno de la película El nacimiento de una nación (The Birth of a Nation, D.W. Griffith, 1915) y el resurgimiento del Ku Klux Klan, que entre 1910 y 1930 adquirió poder y popularidad en las ciudades con mayor ritmo de crecimiento, alcanzando su máximo número de miembros e influencia alrededor de 1925. ​

El asesinato en 1915 cerca de Atlanta (Georgia) de Leo Frank, judío americano director de una fábrica, adquirió gran resonancia. Al principio, los relatos de los periódicos sensacionalistas hicieron que la ira popular se concentrase en Frank, declarado culpable del asesinato de Mary Phagan, una joven empleada en su fábrica. Frank fue condenado después de un juicio plagado de defectos en Georgia, y sus apelaciones fueron desestimadas. Cuanto el gobernador conmutó la pena de muerte impuesta a Frank por cadena perpetua, una turba autodenominada «Caballeros de Mary Phagan» lo sacó de la prisión de Milledgeville (Georgia) y lo linchó.

En la década de los 30 varias organizaciones comunistas se unieron para apoyar la eliminación del linchamiento. Muchos sureños se sentían agraviados por lo que consideraron una «interferencia» en los asuntos locales. Según uno de los investigadores, un blanco de Tuscaloosa dijo: «Lo único que faltaba eran judíos de Nueva York entrometiéndose y propagando ideas comunistas».​

Varias obras literarias y películas retrataron algunos de estos asesinatos cometidos por turbas furibundas, destacando cintas como Furia (Fury, 1936), la primera película norteamericana de Fritz Lang; Matar a un ruiseñor (To Kill a Mockingbird, 1962) de Robert Mulligan, basada en la novela de Harper Lee; o  Conspiración de silencio (Bad Day at Black Rock, 1955) de John Sturges, pero los cómics de E.C., se adelantaron en la denuncia contra el racismo y los linchamientos por religión o raza. Su denuncia sigue abierta y su mensaje vigente hoy en día.

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