La hermandad, buenas intenciones, escasos resultados
No se le puede negar a La Hermandad su carácter voluntarioso. El valenciano Julio Martí Zahonero ha sabido cuidar en esta su ópera prima la ambientación, con tintes góticos pero sin muchos de sus tópicos, no cae en la acumulación de sustos sino que se esfuerza por transmitir una atmósfera enrarecida y misteriosa. Su voluntad de huir del susto fácil se hace notar también en la banda sonora (probablemente lo mejor de la cinta) para la que tenía claro que no debía tratar de anticipar las situaciones de mayor terror con golpes de efecto musicales, pretendía más bien que hubiera una melodía que diera razón de la obra en su conjunto, que cautivara al espectador y le condujera por la historia como si se deslizara. Afortunadamente el también valenciano Arnau Bataller ha sabido comprender las demandas del director y ha compuesto una partitura que satisface las expectativas; hay que añadir que se contó con la Orquesta de Liceo para la grabación, sin duda todo un lujo.
Un argumento cuya sinopsis lo hace parecer inquietante: En la fría y silenciosa oscuridad de un apartado monasterio del norte de Italia, La Hermandad, monjes benedictinos que siguen al pie de la letra unas estrictas normas de pobreza y obediencia, curan las heridas de Sara, una afamada escritora de novelas de terror que acaba de sufrir un grave accidente. Sara deberá guardar cama en el monasterio, donde la electricidad o el teléfono carecen de sentido. Su curiosidad de escritora no tarda en despertar con ciertos detalles que llaman su atención. Extrañas manchas en el techo, llantos infantiles en la noche, una vieja fotografía, un escalofriante libro sobre la Hermandad, sus inquietantes costumbres… Algo se mueve entre los muros del monasterior. Un oscuro secreto se encierra en su interior y ahora está a punto de salir a la luz… Y la recomendación de su director: Si me preguntas por las razones por las cuales un espectador debería ir a ver La Hermandad te diría que son numerosas. En primer lugar, se van a encontrar con una historia muy emotiva, llena de sorpresas hasta el minuto final. La Hermandad es visualmente un regalo para todos los sentidos. Descubrir cada uno de los rincones, aposentos y corredores de esta lúgubre abadía repleta de pasadizos y senderos ocultos, es una sensación tan inquietante como lo es para el personaje protagonista. La recreación de todas las estancias ha sido un trabajo excepcional. En el apartado de las intenciones la película funciona muy bien, pero, ¡ay! Los resultados ya son otro cantar.
Pese a los empeños por lograr una revisitación del terror de corte clásico, la película hace aguas en su guión. Ni los monjes resultan sospechosos o enigmáticos ni está claro por qué ya desde el primer día en el que la protagonista empieza su recuperación, por muy escritora que sea, se pone a investigar. Tampoco se nos hace comprender porque permanecieron en el convento haciéndose pasar por monjes si al final va a resultar que ellos fueron las víctimas. El esmerado diseño de producción no puede ocultar que Lydia Bosch actúe como quien no sabe realmente dónde está metida, y no nos referimos al convento sino a la trama. Su actuación es mecánica y forzada, lo que revela que el debutante no domina aún la técnica de la dirección de actores. El resultado es una cinta bienintencionada pero inefectiva. Huye del susto y del gore, pero tampoco la intriga hace aparición y eso en una película de estas condiciones es un problema muy grave.
Es muy fácil sentarse ante el ordenador y echar por tierra el trabajo de muchos meses, por eso hemos querido empezar este comentario con los pros del filme de Julio Martí. Es su primer largo y aunque sea fallido esos aciertos que hemos referido nos permiten decir que esperamos que no se desaliente y vuelva a intentarlo. Después de todo no son pocas las veces en las que aprendemos más de nuestros errores que de nuestros logros.
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