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7 psicópatas: la (de)construcción de un guión
Si quieren disfrutar plenamente de la película, dejen de leer en este punto. Y no porque vayamos a hacerle una crítica negativa, todo lo contrario, pero es que 7 psicópatas (Martin McDonagh) es de esas películas que se gozan todavía más cuando acudimos a verlas como tábula rasa, desde la virginidad que da no tener datos previos.
¿Qué decir del argumento? Si acudimos a Google, además de encontrar la habitual proliferación de resúmenes idénticos, y de sospechar que algunos han escrito sin haber visto el filme, descubriremos que pretender resumir la trama es harto difícil. Nos encontramos por un lado con Marty (Colin Farrell), un guionista que no acaba de encontrar la inspiración para escribir un guión titulado, precisamente, 7 psicópatas. Por otro lado, está Billy (Sam Rockwell) su mejor amigo, actor en paro que se gana la vida secuestrando perros junto a su socio Hans (Christopher Walken). Billy está empeñado en ayudarle a toda costa a terminar ese guión. Todo va a complicarse cuando secuestren a Bonny, el perro de un mafioso sin escrúpulos que idolatra a su mascota (Woody Harrelson). Pero este bosquejo no le hace plena justicia porque lo que distingue al argumento de 7 psicópatas es cómo se va construyendo mientras se va desarrollando el guión de Marty, en un ejercicio de metareferencialidad que es casi un enlace de Möebius.
El arranque del último trabajo de Martin McDonagh (Perdidos en Brujas) se ampara bajo la estela de Tarantino, ya saben esos largos y exóticos diálogos entre matones (salvo que esta vez no es una hamburguesa sino la muerte por penetración en el globo ocular) que culmina en un acto de violencia extrema y pulp. Desde su inicio, pues, declara su intención de adentrarnos en el mundo de la comedia de acción con un humor radicalmente negro, propio de la raíz irlandesa del director. Delirio será la palabra que se instalará en nuestra mente porque hay mucho de ello en este ejercicio de cine dentro del cine que se va a caracterizar por los constantes giros de guión expuestos desde la ironía en su sentido propio, esa actitud de distanciamiento de la obra que nos permite mostrar su anverso y su reverso. En ella tienen cabida los gangsters enamorados de sus mascotas; los psicópatas que crían conejos blancos y se pasean con uno bajo el brazo; el actor metido a dar carne real al asesino-personaje para que el guionista encuentre material para su trabajo en la prensa; los anuncios por palabras; los efectos del peyote; los polacos, tan blancos, que son cuáqueros y se casan con negras; la inquietud por el más allá; las prostitutas que leen a Chomsky; y la necesidad de los sueños. Y lo vamos viendo surgir desde el guión que se escribe en la película, que bien podría ser el guión de la propia película.
Prostitutas que leen a Chomsky es la broma con la que se denuncia el escaso papel que tienen las mujeres en el cine de acción, en muchas de ellas son meros elementos decorativos en apariciones fugaces y sin peso en el desarrollo del filme. Así 7 psicópatas se burla de sí misma a la vez que es crítica con todo un género, a la vez que denuncia deficiencias de una sociedad como la nuestra, menos igualitaria de lo que desearía, a la vez que se cuestiona la razón de escribir historias, a la vez que va más allá y se plantea (nos hace plantearnos) qué sentido nos espera a nosotros mismos en nuestras vidas, la gran pregunta por el sentido a secas, si se quiere. Caja china o muñeca rusa, la película juega a muchos niveles, pero si funciona es porque parece no tomarse en serio a sí misma, es un juego de ingenio que puede decaer en algún momento pero que se rehace en su apelación continúa al absurdo, en su juego con el dentro y el afuera de la historia.
La película funciona también gracias al acertado trabajo de todo su elenco. Colin Farrell, que repite con el director, construye con efectividad su personaje, ese alcoholizado escritor que persigue una idea y se enreda vitalmente en ella. «De cuando en cuando, las palabras le van a la perfección a un actor. Es el caso de este guión.Te ofrece un remojo, un puntapié en las nalgas y un paseo inolvidable. Entonces, sin ninguna duda, no puedes rechazarlo», se entusiasma el intérprete irlandés. El mismo entusiasmo por los diálogos de McDonagh muestra Cristopher Walken: «Usted sabe, que los actores adoran los diálogos cincelados, y Martin escribe diálogos formidables»; por su parte Walken encarna el más tierno de los personajes, paradójicamente tierno dado que descubriremos que él es uno de los siete psicópatas, «Es solo un tipo que roba perros y que los devuelve a cambio de una recompensa», explica sobriamente el actor. Representante de la fe y sus dudas, la interpretación del veterano actor es posiblemente la más matizada. Encarnando a Billy nos encontramos con Sam Rockwell (a quien recordarán por su papel protagonista en Moon de Duncan Jones) muy convincente en su rol, esa réplica del guionista que nos recuerda al Chazz Palmintieri de Balas sobre Broadway (Bullets Over Broadway, 1994, Woody Allen). Cerrando el reparto de actores principales tenemos a Woody Harrelson dando cuerpo al mafioso adorador de su perro Bonny, a él debemos algunos de los episodios más hilarantes del filme.
Pero, obviamente, si 7 psicópatas resulta ser la película que es, es por la impronta indeleble que imprime en ella Martin McDonagh. McDonagh inició su carrera en el teatro especializándose en comedias negrísimas en las que ya se encuentra presente su universo abigarrado. Su salto al cine no pudo haber sido dado con mejor pie, su primera incursión fue el cortometraje Six Shooter y con él obtuvo el Óscar de 2005 en esa categoría, (puede verse completo en este enlace). Su debut en el terreno del largo vino con Escondidos en Brujas (In Bruges, )que quienes la hayan visto la recordarán también por su barroquismo (visual y formal) y su humor delirante (marciano, en coloquial), características que se encuentran presentes en esta su última obra hasta el momento. 7 psicópatas resulta difícil de calificar, es comedia, pero también película de acción, cine dentro del cine y hasta cierto punto es incluso fantástica (no en vano pudo verse en el último Sitges); habrá quienes resuelvan optar por resumirlo incluyéndola dentro de esa categoría difusa cine de autor.
Cine de autor, curiosamente Serendipia (que no había leído nada sobre la película y no sabía qué iba a ver) discutía entre sí sobre qué significa justo eso, cine de autor, y lo primero que asoció a tal denominación fue la de todo tipo de filmes extravagantes y plúmbeos (sobre todo cuando se dice así, en francés, auteur). Se podría considerar que denominamos así a toda producción que se presente como ajena a cualquier género (y de hecho en ese sentido se oye aplicar el término), pero eso sería una memez porque, ¿ acaso Ford, Hitchcock, o Wilder (por mencionar sólo algunos) no imprimían inconfundibles rasgos de autoría en sus películas por mucho que la práctica totalidad pusiera adscribirse a algún género (y en su pureza, además)? Digamos que sólo aceptamos pulpo como animal de compañía si por cine de autor se entiende aquellas obras que con sólo empezar a verlas ya sabemos quién está tras su dirección aunque lo desconociéramos antes de entrar. Si es así, sí, aceptamos que 7 psicópatas es también cine de autor.
Categorizaciones al margen, de lo que no nos cabe duda es de que quienes vean esta cinta la recordarán (algunos para odiarla) porque es un producto que se aparta de la media, tiene vida propia, ése alma que es tan difícil que posean las películas. Quien esto escribe intuye que 7 psicópatas estará entre sus diez películas favoritas vistas en este año que acaba en 13. Y si no, al tiempo.
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