Inicio > Cómic y Manga, LA BIBLIOTECA DE BABEL, Las lecturas de Serendipia > Las lecturas de Serendipia: ‘El amante de lady Frankenstein’

Las lecturas de Serendipia: ‘El amante de lady Frankenstein’

EL AMANTE DE LADY FRANKENSTEIN

Patricia Breccia y Hernán Migoya

Sapristi, 2021. Tapa blanda con solapas, 120 pgs. Blanco y negro.

Sinopsis: En algún momento del siglo XVIII Elizabeth, la prima huérfana de Victor von Frankenstein, llega al castillo ginebrino de éste para casarse con él, tal como dispusieron sus padres. Para su sorpresa, Victor lleva vida de misántropo: entregado al estudio de las más revolucionarias Ciencias Naturales, su pasión como científico le hace pasarse día y noche encerrado en su laboratorio, inmerso en una extraña investigación que consiste en tratar de dar vida a los seres inanimados. Sintiéndose abandonada por su marido, Elizabeth se fija en Adam, el guardabosques, con quien comienza una romance que acabará de manera fatal.

Según los cánones actuales, mis padres no estaban capacitados para serlo, pues mi padre me transmitió unos valores nefandos contagiándome sus perniciosas lecturas y unas aficiones cinematográficas nada recomendables para un niño. Y mi madre no se mantuvo atenta y lo permitió.

Me explico.

Mi padre no era un hombre culto. Fue un niño de la guerra que levantó a su familia con un solo brazo. Pero era muy aficionado al cine y a la lectura en sus variantes más populares: películas de género y  bolsilibros del oeste. Y en cine, especialmente el de terror, del que desde bien joven (como vemos él también fue producto de otros padres descuidados con la educación de sus hijos), disfrutó en los cines de barrio. Allí conoció a Boris Karloff, Bela Lugosi y Lon Chaney (Sr. y Jr.). Y todo esto me lo trasmitió. Y con todo esto me enseñó a soñar.

Si, mi padre era un hombre sin escrúpulos.

Progresivamente fue combinando la lectura de novelitas (que le cabían perfectamente en el bolsillo trasero del pantalón) con cómics «de guerra» y «del oeste», que poco interesaron a aquel niño hasta que entró en casa el primer tomo de Dossier Negro (1968), un cómic (por entonces tebeo) que ya desde la portada me (nos) cautivó.

Y solo fue el principio.

Poco a poco, además de cambiar de formato a revista y abrirse al catálogo Warren (pero eso lo sabría luego), Dossier Negro fue la auténtica puerta de entrada del cómic de terror en España, que se afianzaría durante la primera mitad de los años setenta, con Vampus, Rufus y Vampirella, que adaptaban también el material de las norteamericana Creepy, Eerie y Vampirella, de  Warren (con mucho suministrado desde Catalunya por Selecciones Ilustradas, algo que también averiguaria más tarde) y sus hermanos bastardos, de menor calidad pero innegable encanto, realizados enteramente en España como Pánico, Escorpión, Macabro y otros títulos editados por sellos menores, como Ursus (Toray), Vilmar, Producciones Editoriales o Petronio, que se apuntaron visto el éxito de las pioneras. Y Ediciones Vértice con Espectros y Fantom, entre otras. Un buen número de publicaciones que coleccioné mes tras mes después de que mi padre me las pasara tras haberlas leído él, muchas veces dobladas para que le cabieran en el bolsillo trasero del pantalón, algo que comencé a recriminarle conforme me hacía mayor.

Aunque como era mi padre, hacía lo que le daba la gana.

Y así transcurrieron los años setenta y así fue expuesto aquel niño al nocivo virus del cómic de terror, hasta que el diablo decidió llevarse al infierno al dictador y España reaccionó con una fuerte concienciación política y una ola de erotismo que invadió todos los ámbitos. También los kioscos. Así, mientras mi padre se decantaba por el cómic erótico proveniente de Italia (Odeón, Horror, Hessa, Blancanieves y los siete enanos viciosos, Lucifera, Zara la vampira y Paco Pito, que sí me hacía gracia), el niño se decantaba, ya con 12 años, en 1978 por la nueva 1984 y poco más tarde Creepy, ilustradas por autores noveles y viejos conocidos de Warren. Lo cual no significaba que no ojeara muchos de los tebeos que su «viejo» compraba. Ya saben, los picores inconfesables ya estaban más que presentes…

¿Y todo este rollo, para qué?

LADY FRANKENSTEIN cartel norteamericano realizado por Joseph Smith (nótese el detalle que señalamos en el texto)

Pues porque todas estas cosas son las que me ha venido a la cabeza al leer El amante de Lady Frankenstein, cómic de reciente aparición editado por Sapristi en glorioso blanco y negro (como todos aquellos cómics de los que he hablado) y que mezcla dos narraciones clásicas como son Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley, de profunda raigambre en el Romanticismo; y El amante de Lady Chatterley de D. H. Lawrence, editada ya en pleno siglo XX y perseguida y censurada por su esplícito contenido erótico. Y lo hace como solo Hernán Migoya es capaz de hacerlo, metiéndose en los entresijos de ambas obras, pero teniendo muy presente también en su imaginario el cómic y el cine de terror, este con altas dosis de erotismo, de la Hammer.

Personalmente, su lectura me trajo a la cabeza, además, una película italiana, La figlia di Frankenstein (Mel Welles y Aureliano Luppi, 1971), o mejor dicho, su sugerente póster norteamericano, con el que estrenada allí como Lady Frankenstein, sugería claramente el «poder» con el que el «solo el monstruo que ella hizo podría satifacer sus extraños deseos».

Ya en la novela original, Mary Shelley especifica que el doctor selecciona los miembros de mayor tamaño para su creación, porque «la pequeñez de las partes constituía un gran obstáculo para la rapidez de mi trabajo». Así que la mente de Hernán (calenturienta a veces, brillante siempre), ha mezclado todo ello dando como resultado una obra libre y desatada por la pasión, tanto de los personajes como del escritor. Pasión que ha contagiado a la ilustradora argentina Patricia Breccia y que esta ha trasladado al papel, con tanta belleza como horror. Un horror no emana de los «monstruos» enamorados, sino del hombre, del creador egoista y de la masa, siempre dispuesta a borrar lo que le desagrada. Lo que no comprende. Lo que es diferente.

Horror, sangre, semen, vísceras, ternura y pasión en un dibujo que unas veces se asemeja a detalladas ilustraciones decimonónicas y en otras se transforma en descarnadas viñetas con regusto a las que desde la revista italiana Orror ofrecían los dibujos de Birago Balzano y Giuseppe Pederiali (aquí como Horror, uno de los tebeos eroticoterroríficos que agradaban a mi padre, por cierto). Patricia Breccia, hija y hermana de artistas y en activo desde 1974, ha sabido interpretar lo que pedía Migoya, adaptándo sus versátiles lápices, que han dibujado desde humor a ilustración infantil y erotismo, y demostrando con su trabajo en El amante de Lady Frankenstein, si es que tenía algo que demostrar, que su pluma no se amilana ante nada.

Definitivamente el cómic de Breccia y Migoya es otra cosa. En blanco y negro en un mundo a todo color. Áspero, provocador y sincero en un universo de laureados dramas familiares y recuerdos nostálgicos para toda la familia. Pasional y descarnado en un universo digital.

Definitivamente, El amante de Lady Frankenstein también le habría gustado a mi padre.

Más información: Sapristi

 

  1. No hay comentarios aún.
  1. No trackbacks yet.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: