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Javier Botet: de criaturas y hombres
Javier Botet es nuestro Lon Chaney. Dotado con un físico y unas cualidades interpretativas que sobrepasan el maquillaje, su cuerpo característico y especial, sus movimientos y su modo de interpretar le han servido para encarnar a un buen número de terroríficas criaturas. Imposibles seres surgidos de la imaginación de grandes creadores que han sabido ver en el actor al intérprete ideal para encarnarlos. Pero Javier Botet es muchísimo más que un modelo, un cuerpo. Sus facultades interpretativas van mucho más allá demostrando que es un excelente actor, también de comedia, y un ilustrador excepcional. Pero es en el cine fantástico donde está dejando una profunda huella con sus creaciones de pesadilla. Lo vimos como la espectral Mama en la cinta de Muschietti. Pero también como xenomorfo en Alien: Covenant; Set en La momia; Crooket Man en Expediente Warren: El caso Enfield; Keyface en Insidious: la última llave; Hobo en It; Faceless Man en The Crucifixion; Enola en La cumbre escarlata y, sobre todo siempre será la Niña Medeiros en [Rec].
Ahora, ante el inminente estreno de Slender Man, donde Javier interpreta un terrorífico personaje casi escrito a su medida, entrevistamos a este amable creador de seres, de criaturas. Este, como todos los grandes, humilde tipo del que todos los amantes al cine fantástico y del cine en general deberíamos sentirnos muy orgullosos de tener como vecino. Con ustedes… JAVIER BOTET
EL DESPEGUE: DE LA ILUSTRACIÓN AL CINE
Cuando terminé Bellas Artes (2002) me vine a Madrid y estuve dibujando ilustraciones en editoriales y para una empresa de dibujos animados. Por otro lado, junto a David Pareja, que es un amigo con el que tengo gran cantidad de pasiones en común, comenzamos a darle más vida a una de ellas, el cine, gracias a una nueva cámara que me compré.
Él y yo nos los guisábamos todo. Y pronto comencé a encontrar otra gente a la que apasionaba el cine. Hacían cortos, actuaban… vi que era una opción real de profesión, así que el cine comenzó a tomar más relevancia en mi vida.
Por entonces habíamos montado un estudio de ilustración Carlos Vermut, David Pareja, algún otro amigo y yo. Carlos Vermut es parte de mi vida profesional y personal. Es un poco familia. Lo conocí en una de esas empresas para las que trabajaba dibujando ilustración. Yo en esa época, como ya he comentado, además hacía muchos cortos por puro placer. Con los amigos rodaba tonterías que luego montaba rapidito con mi Adobe Premiere. Entonces no estaba tan de moda You Tube y lo colgaba en El Rellano. Canal + nos colgaba también tonterías… pura diversión. Y Vermut lo veía y decía “Jolines, Javier, yo quiero hacer esto”. Él ilustraba pero también le llamaba el cine así que le dije: “¡Coño, pues hazlo!”.
Presentó Maquetas (2009) en el Notodofilmfest y el cabrón ganó el premio del jurado, lo que le fue dando confianza así que, con un dinero que ganó como ilustrador decidió liarse la manta a la cabeza y autoproducirse una película, Diamond Flash (2011) en la que salimos algunos amiguetes y yo. Y en la segunda vuelvo a salir así que esperemos que siga contando conmigo en muchas más.
Un día los monstruos, las criaturas que yo había dibujado durante toda mi vida, se me presentaron desde un folleto de un curso de efectos especiales a base de protésicos y tal. En este curso podría aprender a hacerlos y por otra parte, en Madrid, había industria y esta gente también trabajaba, a nivel profesional, en proyectos en los que había que crear criaturas. Pedro Rodríguez, que era el que impartía el curso, había hecho algunas cosas con Alex de la Iglesia y Santiago Segura y vi claro que no solo iba a aprender: también me ofrecí. Le dije “Mira mi cuerpo. Dos metros y tan delgadito. Soy el sueño de cualquier maquillador para crear cierto tipo de criaturas” Y a él le pareció perfecto.
En ese momento él estaba trabajando para Filmax en Bajo aguas tranquilas (Beneath Still Waters, Brian Yuzna, 2005) y casualmente había una criatura, un humanoide, que todavía estaba por definir. Así que entre David y yo hicimos un fotobook para que Pedro Rodríguez lo presentara a Brian Yuzna en una reunión que tenían ese jueves. Y enseguida dieron el visto bueno y así fue, rápido y fácil, como aparecí en mi primera película.
Fue como desvirgarse. Llegué a casa agotado, pero me había colado en un sueño increíble. Había encarnando a una criatura tras seis horas de maquillaje en un día duro y frío, saliendo y entrando en el agua… pero vamos, ¡Yo llevaba un calentón por la pasión…! Además, ¡con Brian Yuzna! un director con el que había gozado de jovencito con mis amigos comiendo hamburguesas viendo películas como Re-Animator (Stuart Gordon, 1985). Pues yo estaba ahí con Brian Yuzna maquillado por Pedro de Diego, no por Pedro Rodriguez, que fue el que me metió en el proyecto y que a estas alturas tiene como tres Goyas, pero que en aquel momento estaba empezando. Y es que, como siempre he dicho, los maquilladores han sido siempre mis mejores agentes, ellos han sabido ver las posibilidades de crear con la estructura de mi cuerpo, que yo he sabido explotar con mis movimientos.
Aunque soy autodidacta, de siempre he visto mucho cine, he sido analítico y he entendido el proceso de hacer cine por todo el tiempo que he trabajado con mis cortos, así que trabajar frente a la cámara no supuso ningún problema. Todo iba fácil y rápido, así que los propios maquilladores eran los que me proponían para nuevos proyectos. Uno de los chicos que trabajaba en la película haciendo otros efectos especiales me vio y poco después me ofrecieron [Rec] (Jaume Balagueró y Paco Plaza, 2007). Muchos maquilladores cuando tenían una criatura que yo podría encarnar pedían a Javier Botet. Y fue así como empezó a coger impulso mi carrera. Yo seguía dibujando, pero cada vez me llamaban más para el cine y tenía menos tiempo para dibujar. También era más difícil comprometerme con trabajos que no me permitieran la libertad que necesitaba como actor, que igual debía estar una semana aquí y otra allí. Así que poco a poco fui dejando la ilustración de forma profesional y ahora dibujo a ratos, por placer, pasando a ser mi profesión el cine. Y con mucha suerte, porque con lo poquito de cine fantástico que se hace en España pues…
En los cortos que dirigí había mucha comedia. Me encuentro muy cómodo con mis amigos haciendo cortos cómicos, muchos de los cuales han sido presentados a festivales, pero a nivel profesional tan solo hice un par de cosas cómicas en series como La que se avecina o en Matrimoniadas hasta que Pedro Rodríguez, que trabajaba en la serie Pluton B.R.B. Nero (2009), habló con su director, Alex de la Iglesia, y le dijo que conocía a un actor que resultaría perfecto para interpretar al alienígena cachondo que estaban haciendo. Me presenté allí y a Alex le parecí perfecto. Rodamos la primera escena y todo el equipo se partió de risa, así que encontraron que tenía una importante vis cómica y Alex finalmente me incluyó en tres capítulos de la serie. Luego también contó conmigo para hacer pequeñas intervenciones en La chispa de la vida (2011), Balada triste de trompeta (2010) y Las brujas de Zugarramurdi (2013)…. Y seguiremos trabajando juntos.
También he trabajado en la serie El fin de la comedia (2014-2017) y Algo muy gordo (Carlo Pardial, 2017), así que sí, la gente ha ido descubriendo esa vis cómica que tengo. Pero lo importante es tener un éxito haciendo un tipo de papel para que mucha gente te vea y más gente abra los ojos y comience a darte más opciones. Eso me ha pasado en el cine de terror. En la comedia no termina de pasar porque es más complejo. Fíjate que todo lo que he hecho con Alex de la Iglesia ha sido siempre súper maquillado y claro, así se pierde la referencia del actor.
A mí me encantaría que me propusieran más proyectos. El terror me encanta, pero me gusta hacer de todo.
CONSTRUYENDO PESADILLAS
Como las criaturas vienen de la nada, no existen, requieren un proceso creativo más original. Para interpretar a una persona deprimida o enfadada dispones de mil referentes, pero cuando es un espectro, un fantasma, una criatura, inventas el origen, las razones, la energía. Intentando hallar algo original en el movimiento si es, por ejemplo, una criatura marina. O si lleva mucho tiempo inmóvil. Hay un trabajo de imaginería que se puede hacer entre todos, aportando todos algo. A veces el director tiene unas ideas preconcebidas sobre lo que quiere, pero me está pasando, cada vez más, que conociendo mi background cada vez los directores conocen más mi trabajo y ven que he compuesto cosas, así que me dan bastante libertad. Me preguntan y me hablan tanto del diseño artístico como del origen, del alma y las motivaciones de las criaturas y sobre qué opino yo de ello, qué puedo aportar. Siempre me dan tiempo para que haga mi trabajo, para que aporte, piense y proponga cosas. Hay películas en las que por tiempo se pueden hacer más cosas y en otras menos, pero hay algunas en las que me han dado tanta libertad que he podido diseñar los movimientos, las trayectorias de los mismos, ocasionando cambios en el escenario planeado por tener que instalar cuerdas. Me dan libertad para, como si fuera un mago, hacer mis trucos.
He encontrado siempre gente muy abierta a escuchar, pues conozco mi cuerpo mejor que nadie y ya que me estoy especializando en esto. Les propongo y me preguntan mucho.
En el cine de terror una forma clásica de mostrar una criatura es hacerlo poco a poco, insinuando, y las manos son el preludio de esa criatura, como la antesala del terror. Lo primero que vemos de un zombi cuando sale de la tierra es su mano, como adelanto de lo decrépito que va a estar y de las ganas de guerra que traerá.
Por si solas las manos son muy sugerentes a la hora de expresar. Son el preludio de lo que vendrá después.
En los pósteres de, por ejemplo, Insidious:The Last Key (Adam Robitel, 2018) o Don’t Knock Twice (Caradog W. James, 2016), las manos resultan lo suficientemente sugerentes como para atraer al espectador insinuando, sin mostrar más, lo que puede venir luego.
Mis manos son muy expresivas. Las sé explotar pero, por si solas, por ser tan largas y tan delgaditas y tener una propiedad, aracnodactilia, resultan muy expresivas y comprendo que levanten tanta atención para el cine de terror ¡Adoro mis manos!
HACIENDO LAS AMÉRICAS
En Estados Unidos el cine es un gran negocio que mueve mucho dinero y del que vive mucha gente. Allí se respeta y se cuida mucho a la gente. Se entiende y se valora su situación y hay un mayor nivel de respeto a la industria en sí, ya no al arte, esa es otra discusión, pero a la industria sí. Aquí en España el nivel industrial es más pequeño y requiere de más amor y pasión. Y luego, claro, económicamente es diferente. Allí se respeta más la profesión de actor porque hay más trabajo y hay más gente dedicada a ello. Es más respetable y todos son súper profesionales. Y cuando traen a un actor de fuera para unos papeles concretos te tratan como alguien relevante, importante. Te cuidan y están encima. Además del dinero, que marca la diferencia.
Antes de rodar Mamá (2013) con Guillermo del Toro como productor y Andy Muschietti de director hicimos por nuestra cuenta, para ir al rodaje con ideas, un test de movimiento sin ningún tipo de trucaje digital en el que salgo con un vestidito, como muy creepy, muy desagradable, incómodo, extraño, pero un bonito ejercicio de expresión corporal que quedó grabado. Y cuando se estrenó Mama a Guillermo del Toro le decían que estaba muy bien, pero que se trataba de otra criatura creada en 3D. Y lo único que había en 3D era el pelo, así que me preguntaron si me importaba que compartieran en las redes el test de movimiento, en el cual puede verse perfectamente que soy yo y punto. Dije que sí, que no me importaba, y a raíz de ese video, que se hizo viral entre la gente de la industria, fue cuando noté un punto de inflexión en mi carrera y todo el mundo que hacía cine de terror fuera de España comenzó a incluir en sus planes criaturas con esas características, por lo que noté un aumento en la cantidad de ofertas de trabajo que me llegaban. Así que durante estos últimos tres años no he parado de trabajar, y todo fuera de España.
Recuerdo estar charlando con Alexandre Aja cuando rodaba The Other Side of the Door (Johannes Roberts, 2016) en la India que me decía, “tengo un montón de amigos que han visto tu video y todos quieren trabajar contigo”. A raíz de ese video vino un cambio y mi nombre, por sí solo, se va defendiendo. Tengo la sensación de que en América y en el resto del mundo han empezado a valorar mi nombre y para este tipo de personajes recibo constantemente ofertas y proyectos. Todo lo cual da una tranquilidad y una felicidad.
Gracias a las redes cuando tienes un nombre deja de ser necesario vivir en Los Ángeles. Bien es cierto que el vivir allí te permite llegar más rápido a depende qué trabajos en los cuales los productores no tienen tan claro el contar contigo. Pero tener un físico y un perfil tan concreto, tan específico, hace que note en qué proyectos el personaje debo de ser yo. Es como que ciertos directores y maquilladores ya piensan en mí. Y me van llamando o escribiendo. Entonces no veo la necesidad de instalarme en Los Ángeles. Primero porque la mitad de las películas las hago en Londres y la otra mitad entre Canadá y Estados Unidos, así que da igual donde esté porque las ofertas vienen de todos lados. Voy allí, trabajo, marcho al otro lado.
El año pasado hice una película en África; otra en Canadá; otra en Los Ángeles; otra en Boston; otra en Londres y un trocito en España. O sea, viva donde viva voy a tener que viajar.
En El renacido (The Revenant, Alejandro G. Iñárritu, 2015), hubo un maquillaje especial que no se incluyó finalmente para una escena que representaba una pesadilla del protagonista. Algo terrorífico y angustioso. Un plano secuencia que estuvimos dos días rodando con la luz exacta del atardecer. Ese momento justo en el que se ponía el sol. Ya que Inárritu lo quería todo con luz natural y esta escena debía suceder justamente en ese momento de crepúsculo, estuvimos varios días rodando tan solo durante veinte minutos al día porque se rodaban cuatro tomas y cuando la luz ya no era exáctamente la requerida y Emmanuel Lubezki decía “No, ya no” y entonces debíamos esperar a otro día para rodar otras cuantas tomas.
La película estaba prácticamente terminada e Iñarritu estaba experimentando y probando cosas que pensaba que podrían enriquecer la pesadilla del personaje interpretado por Leonardo diCaprio.
Cuando me llamó y me contó lo que pretendía hacer ya me dio la sensación de que estaba experimentando, y fue fantástico estar allí probando cosas y rodando con Leonardo y Tom Hardy, compartiendo escena, ¡la locura! pero al final la escena no se incluyó. Una lástima no compartirla con todo el mundo en la pantalla.
Desde que se dio a conocer el extraño Slender Man por internet mucha gente desde las redes, y yo mismo, pensamos que yo encajaría bien y resultaría ideal, así que no es de extrañar que cuando surgió el proyecto ellos mismos se pusieran en contacto conmigo. Terminamos de rodar Slender Man (Sylvain White, 2018) en Boston hace unos cuatro meses y este año hay una serie de proyectos en los que quieren contar conmigo así que, si Dios quiere, haremos otros cinco o seis pelis, entre otras cosas.
Me gusta la interpretación en general, la dirección… me apetece probar otras cosas y disfruto con la comedia. Me gusta el drama y me apetece hacer de todo. Pero a mí lo que más me ha gustado siempre han sido las criaturas. Me han fascinado desde niño. Mis primeros recuerdos son de verlas en El retorno del Jedi (Richard Marquand, 1983), en la que todo era a base de criaturas y más criaturas: el templo de Jabba; los Ewoks; Chewbacca… era un amalgama de creatividad y de criaturas entrañables que fueron la base de lo que mí me ha motivado e inspirado. Así que tanto en Ciencia-Ficción como aventuras o terror, yo estaba siempre deseando ver criaturas. También quería saber como se hacían, como se diseñaban y cobraban vida así que estoy donde siempre he deseado estar (…) ¿Que me encasillan? ¡Pues benditos sean! ¿Cómo podría quejarme? Mi encasillamiento es una bendición.
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