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Pierrot en la Mostra de Super-8: Anacronismo y modernidad
Ruinas y vidrio, modernidad y antigüedad. Así se pueden contemplar los cortos que se han proyectado como homenaje a Pierrot en el moderno, casi futurista Patí Llimona, centro cívico edificado sobre unas ruinas romanas con las que comparte entorno dentro de la 3ª Mostra de Super-8.
Los cortos, vestigios vivos de los años setenta, audaces para una época en la que nuestro pasado todavía era presente. En 1973, el dictador casi estaba enterrado, pero toda su infraestructura seguía vigente y vigilante ante la relajación de costumbres que el país comenzaba a desarrollar y que eclosionaría poco después. Si el destape dio carne para el obrero, la homosexualidad todavía continuó culpabilizada como delito con la ley de vagos y maleantes.
Vistos ahora, los cortos de Pierrot se ven modernos y anacrónicos a la vez. Rodados en Super-8, reflejan todas las inquietudes de un artista que mezcla su afición por el terror con su forma de ser. Mezcla que se antoja moderna. Como símbolo de una modernidad, ya también anacrónica fue la presencia de Alaska, artista que aprovechó su estancia para rodar imágenes para el programa de televisión que protagoniza con su marido Mario, circunstancia esta que será bienvenida si difunde la obra del protagonista de la velada, Antonio Grácia José, Pierrot.
La velada, ilustrada con carteles, publicaciones y recuerdos pertenecientes a la colección del organizador, Eduardo Gión, nos ofreció unos cortos que, a pesar del tiempo que pesa sobre ellos, se conservan en buen estado: despertaron respetuosas sonrisas cuando tocaba y mantuvieron atenta a la concurrencia que abarrotaba la sala de proyección.
Miss Drácula contra el Imperio dela Leche (1973), es un chascarrillo sobre una vampira travesti que en vez de alimentarse del fluido vital acostumbrado, lo hace de semen. Y todo ello con el añadido de imágenes rodadas en Transilvania durante un viaje que Pierrot realizó.
Repleto de escenas rodadas en el límite permitido, queda ahora como un ejercicio camp inocente, aunque mantiene dosis de la transgresión que se le quiso inyectar en unos tiempos en los que las cosas no estaban para bromas.
Tal y como nos comenta Eduardo, a Pierrot no únicamente le prohibieron y cerraron una exposición en el Festival de Sitges en 1972 por utilizar símbolos católicos, sino que además, el propio alcalde le hizó arrojar al mar las «ofensivas» obras. Un acto de inquisición en toda regla al que únicamente faltó la ejecución del sacrílego artista.
En cuanto a La muñeca, se trata de una slasher movie con altas dosis de perversión y gotas de satanismo al final, que sorprende por su más que correcto montaje y la selección musical, que va de Pink Floyd a Bernard Herrmann.
El festival-homenaje, terminó con algunos fragmentos de actuaciones transformistas de Pierrot. De nuevo anacrónicos pero… modernos ante el renacer que el burlesque y el cabaret están viviendo.
Una velada deliciosa y un recuerdo emocionante que nos deja esperando el documental que está rodando Eduardo Gión sobre Pierrot y su faceta más fantástica en el que, por cierto, podrán escucharse las palabras de Paul Naschy: Lentejuelas de sangre.
Seguiremos informando…
(fotos: facebook Eduardo Gión)
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