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39 Escalones edita en DVD el Quijote de Orson Welles / Jesús Franco
Ya está a nuestra disposición este DVD doble que, bajo el título de Orson Welles, memoria de España, nos ofrece El inacabado Quijote de Orson Welles que montó Jesús Franco,con motivo de la Exposición Internacional de Sevilla, además del documental Orson Welles y Goya.
Ya desde los inicios del cine la figura de Don Quijote ha cabalgado por las pantallas, con peor suerte que buena, pero siempre estando presente. Sin ánimo completista ya en 1908 tenemos una española de Antonio Cuyás; pasando por versiones de lugares tan exóticos como Italia (Don Chisciotte, 1911), Francia /Reino Unido (Don Quixote, G. W. Pabst 1933) o Finlandia/Hungría (Don Kikhot, Grigori Kozintsev 1957). En tono de comedia tenemos a Cantinflas por medio con Un Quijote sin mancha (Miguel M. Delgado, 1969) o versiones más o menos oficiales como la de Rafael Gil de 1947, super producción Cifesa («la antorcha de los éxitos») que contó con la plana mayor de la interpretación «nacional» o la posterior serie televisiva rodada a principios de los noventa. Sin olvidar la versión musical El hombre de La Mancha (Man of La Mancha, Arthur Hiller, 1972), que contó con la presencia de una neumática Dulcinea encarnada (y mucho) por Sophia Loren. Muchas versiones sí, pero… la interpretación más apasionada del personaje tenía que haber venido de Orson Welles, un rebelde a su época que también luchaba contra los elementos para mantener vivo su sueño, circunstancia que le hizo huir de la misma fábrica de sueños que lo encumbró.
Y ¿Qué tendrá esta inmortal narración que se convierte en pesadilla cuando es afrontada por directores talentosos?, con esta tienen un ejemplo, pero por el camino también se quedó el proyecto de Terry Gilliam, The Man Who Killed Don Quixote , del que queda como testigo el documental Lost in La Mancha.(Keith Fulton y Louis Pepe, 2002).
Welles mantuvo el sueño de Don Quijote vivo durante 14 años de su vida, hasta su propio fallecimiento. Tanta pasión puso en el inconcluso proyecto como cariño sentía por esa España cambiante en la que quiso que reposaran sus cenizas. Emperrado en terminarla rodó miles de metros de celuloide que finalmente se desperdigaron por varios lugares haciendo más que difícil su reconstrucción. Principalmente porque el montaje de su película únicamente lo conocía el propio Welles.
Para este film, contó con dos excepcionales actores para los papeles principales, Francisco Regueira, un actor español exiliado en México que no pudo rodar escenas en España. Y Akim Tamiroff, que ya había actuado para Welles en Mister Arkadin (1955), Sed de mal (Touch of Evil, 1958) y Campanadas a medianoche (1965) (y a la postre con Jesús Franco en Marquis de Sade: Justine, 1969). En cuanto al argumento… no puede saberse como habría organizado Orson Welles todo este material, ya que lo que comienza como un film de época al uso, pronto demuestra sus ingredientes surrealistas cuando Quijote se enfrenta a una mujer (la propia esposa de Welles) que va pilotando una Lambretta. A partir de ahí uno ya empieza a no sorprenderse de lo que sucede en la pantalla, llegando incluso los dos protagonistas a no chirriar en la España de los cincuenta, que ya de por sí era todo un anacronismo. También puede verse una alarmante falta de medios, que no son un problema tan grande cuando hay detrás un gran talento.
Así que, un gran marrón y del oscuro fue aceptar un encargo como el encomendado a Jesús Franco, que fue: primero localizar rollos de celuloide y darles una continuidad lógica y segundo, intentar montarlos de forma coherente unicamente con unas pocas indicaciones escritas que parece ser han sobrevivido. Ante esto dos opciones: intentar emular a Welles (tarea imposible) o hacer una película con ese material de forma personal y que salga el sol por antequera, opción que sin lugar a dudas fue la escogida por el director madrileño, dado que, vista la película, contiene el indudable sello de Jesús Franco. Opción que fue duramenten criticada en su momento, auque quizás vistas las cosas en perspectiva habría que respetar su trabajo y entender la difícil tarea que aceptó. Lo dicho, un marrón de la más oscura tonalidad.
¿Porqué Jesús Franco? pues porque conoció al orondo realizador y trabajó con él como director de segunda unidad de Campanadas a Medianoche y otros trabajos inconclusos. El director americano lo seleccionó despues de ver un par de sus films tal y como narra en propio Franco en sus Memorias del tio Jess «Sus colaboradores, sobre todo Juan Cobos, le habían hablado de mí y parece que había visto en París un cacho de La muerte silba un blues y le había gustado. Emiliano (Piedra, el productor) le dijo que yo era muy mal director y que le iba a pasar mi última película, Rififi, producida por su socio, y que era un auténtico desastre. Emiliano ignoraba que la película era un homenaje total a Welles. Al cabo de media hora de proyección, se levantó y le dijo a Emiliano: Llámale ahora mismo»
El montaje se realiza para estrenarla con motivo de la Exposición Internacional de Sevilla, así que como si de molinos se tratara, Jesús Franco acomete la labor y para ello reúne imágenes de la serie documental Nella terra di don Chisciotte, que rodó el propio Welles
para la televisión italiana y donde aprovechaba para ir adelantando y financiando su propio proyecto. El doblaje castellano es sencillamente terrorífico y a veces irritante, con esos acentos vascos o andaluz que ponen la piel de gallina por lo falso que suenan. Las licencias de Franco llegan incluso a poner a Sancho Panza ganándose unas pesetillas en un rodaje cinematográfico, lo que facilita que se incluyan escenas del propio Welles dirigiendo a Tamiroff. También tenemos escenas de archivo adquiridas por el propio director a No-do para la serie italiana y que Franco aprovecha, además de imágenes rodadas durante los Sanfermines que ponen la piel de gallina por su crudeza dejando los actuales encierros a la altura de una piscina de bolas. Quizás esta parte es la más surrealista de toda la película, el momento en el que el escudero busca a su señor y descubre la televisión. Incluso hay una escena rodada que no pudo utilizarse porque no la cedieron, con la que seguro hubiera disfrutado Jesús Franco y que mostraba a Quijote embistiendo una pantalla cinematográfica…
Lo dicho, arduo trabajo el del director madrileño que, en mi humilde opinión, encaró de la mejor forma posible el milagro de intentar reunir todo el desperdigado material y darle una coherencia. Para ello contó en el montaje con su esposa R. M. Almirall y Fátima Michalczik, además de su colaborador Daniel J. White para la banda sonora.
Ahora 39 Escalones pone a nuestra disposición esta versión en un pack que se acompaña del documental Orson Welles y Goya, de Emilio Ruiz Barrachina. En él se defiende una tesis arriesgada: las semajanzas biográficas y estilísticas entre el director y el pintor, para lo que el director contará con la opinión de diversos especialistas como los escritores Manuel Rico, Felix Grande y Juan Bolea o los cineastas Jorge Meyer y José Luis García Sánchez, entre otros. Aún tratándose de una hipótesis interesante, en nuestra opinión no llega a demostrarse por la poca solidez de algunos de los argumentos expuestos. Con todo, no deja de ser un documento valioso porque muestra la querencia de Welles por España y porque, además, es un excelente recopilatorio de las imágenes rodadas durante sus estancias y por descontado un perfecto complemento para acompañar al largometraje, que junto el ensayo escrito por Rubén Higueras Flores nos ayuda a comprender la obra de Orson Welles en nuestro país.
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