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Diario de Serendipia en Sitges 2011: 0
Madrugón de rigor y la llegada a Sitges ha sido simplemente triunfal: tras cargar el maletón (creo que ya les hablé de él, pero… ¡Deberían haberlo visto!) y subirlo a pulso por las escaleras de la estación… ¡Sorpresa!: por fin han instalado un ascensor. Así que, ya saben, no sean tan burros como yo (y como el resto del pasaje) y búsquenlo.
Ya estamos en Sitges y uno tiene la sensación de autochoque solitario…ustedes ya me entienden. Lo están organizando todo y está lleno de operarios ¿Recuerdan?, gente con empleo y ocupación, raros especímenes en estos tiempos de emprendedores y otros seres de ciencia ficción , trabajadores que en temporadas altas o puntas de faena suelen ser mano recurrente. Yo también lo fui antes de olvidar lo que era un salario.
Nosotros, que en nuestra economía de guerra hemos abierto y cerrado tantos lugares turísticos ya conocemos esta sensación: desierto, desolación y en este caso, una calma chicha previa a la tempestad. Decirles que hemos estrenado con una necesaria cerveza la terraza del hotel Meliá, compartida con una pareja de otoñales (bueno, invernales) turistas de manual y unos graciosos gorrioncillos ignorantes de la hambruna y el estrés que les espera, mientras los amables empleados nos guardaban el equipaje. Y es que no, de momento lo de alojarse en ese hotel está algo magro…
Calor, calor y compra de avituallamiento. Y claro, también un rato de playa. Eso si, tras la siesta de rigor que fue de lo más accidentada: llamada de turno inoportuna que resultó ser salvadora, ya que la parte femenina de Serendipia había sido asaetada por 7 mosquitos, 7, que satisficieron en ella el ansia de sangre, curiosamente (o no tanto), ignorándome por completo.
Ahora, dispuestos a cenar tras escribir esta nota, disfrutamos de los pocos momentos de paz que nos quedan… y… ¡ganas que hay de que empiece el baile, oigan! Ya les contaré mañana, ya…
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