La noche del demonio, ¿hay cosas que es mejor no saber?
John Holder (Dana Andrews) es un psicólogo americano que viaja a Inglaterra llamado por el profesor Harrington (Maurice Denham), que intenta desenmascarar a un misterioso ocultista. A su llegada Holden recibe la noticia de la muerte del profesor, que ha sido encontrado salvajemente mutilado tras electrocutarse.
Holden, con la ayuda de Joanna (Peggy Cummins), sobrina del difunto profesor Harrington, iniciará una investigación que le llevará a conocer al doctor Karswell, el enigmático personaje que había sido desafiado por el profesor Harrington. De forma extraña llegará a las manos de Holden un viejo pergamino escrito con caracteres rúnicos sobre el que descubrirá que, si no lo devuelve antes de tres días a la persona que se lo hizo llegar, morirá víctima de un encantamiento.
“¿Escéptico? No saque conclusiones precipitadas hasta haber visto esta obra maestra de lo macabro”
(Frase promocional de La noche del demonio)
La noche del demonio (Night of the Demon, Jacques Tourneur, 1957) está lejos del cine de terror que produjo la Universal durante los años treinta y cuarenta, en el que los protagonistas eran los monstruos, hoy clásicos, que tantos dividendos rindieron al estudio y tan buenos momentos ofrecieron al espectador. El filme de Tourneur se encuentra más en sintonía con ese otro fantástico ambiguo, apoyado en lo sobrenatural que gusta más de sugerir que de mostrar y que nos dejó memorables títulos durante los años cuarenta, varios de ellos producidos por Val Lewton, como La mujer pantera (Cat People, 1942) y Yo anduve con un zombi (I Walked with a Zombie, 1943), ambas dirigidas también por Jacques Tourneur, o La maldición de la mujer pantera (The Curse of the Cat People, Robert Wise y Gunther von Fritsch, 1944), además de otros filmes anteriores y posteriores como The Uninvited (Lewis Allen, 1944), The Haunting (Robert Wise, 1963), Village of the Damned (Wolf Rilla, 1960) o Suspense (The Innocents, Jack Clayton, 1961). Películas muy distintas a los productos de serie B en los que degeneraron tanto el cine de terror como el de ciencia-ficción, que inundó los cines norteamericanos durante los años cincuenta a base de alienígenas y mutantes gigantes.
La noche del demonio parte de El maleficio de las runas (Casting the Runes), un relato corto incluido en la antología Collected Ghost Stories del inglés Montague Rhodes James (1862-1936), medievalista, lingüista y estudioso de la Biblia aficionado a escribir deliciosos cuentos de fantasmas. De El maleficio de las runas se transcribe la esencia al adaptarlo al cine, pero se introducen significativas variaciones que amplían la acción y, sobre todo, intensifican la intriga. Así el nigromante, del que en el relato solo tenemos información mediante terceros, tiene desarrollo propio cobrando mucha más entidad. Se añade una subtrama que tendrá gran importancia en la narración: el episodio que protagoniza un acólito de la secta acusado de asesinato y que permanece en estado catatónico tras ser encarcelado. También son modificados los personajes (e incluso se añade uno, el de la madre del mago): si en el relato los principales son dos hombres, en la película uno de ellos pasa a ser mujer, lo que introduce un interés romántico. Finalmente al protagonista se le cambia la nacionalidad, pasando de ser inglés a americano, y se le da el carácter de científico escéptico; de ese modo se introduce un nuevo interés temático a la trama, pues en su desarrollo se enfrentarán la actitud crítica contra la crédula y fanática. Lo que sí se habría conservado, de no ser por las injerencias del productor (como veremos más adelante), habría sido la ambigüedad sobre lo sobrenatural, con lo que la película, probablemente, habría sido más redonda de lo que ya es.
La escritura del guion contó con el concurso de varios escritores, aunque la voz cantante la tuvo Hal E. Chester, quien se impuso por ser productor de la película. Chester se inició en el cine produciendo una larga serie de filmes basados en el boxeador Joe Palooka, personaje de tira de prensa creado por Ham Fisher, pero su figura nos interesa más porque, además del filme que estamos tratando, también se encargó de co-producir la memorable El monstruo de tiempos remotos (The Beast from 20,000 Fathoms, Eugène Lourié, 1953).
Para dirigir la película, producida por Columbia Pictures y que se rodaría en Inglaterra entre noviembre y diciembre de 1956, se contrató al eficiente Jacques Tourneur (1904-1977), responsable de que estemos hablando de este filme casi sesenta años después. Hijo del también cineasta Maurice Tourneur, Jacques trabajó a caballo entre el cine norteamericano y francés. En 1942 dirigió La mujer pantera, que fue seguida por Yo anduve con un zombie y The Leopard Man (ambos de 1943) , ingeniosos filmes producidos por Val Lewton para RKO que, a pesar del éxito que obtuvieron, no deportaron mayores réditos al director, quien tuvo que contentarse con seguir realizando diversas producciones navegando entre géneros con varias perlas entre ellas, como Retorno al pasado (Out of the Past, 1947) o El halcón y la flecha (The Flame and the Arrow, 1950). Afortunadamente sus obras han sido lo suficientemente reivindicadas como para que se le haya dejado de considerar un simple artesano.
Antes de iniciar el rodaje de La noche del demonio, Jacques Tourneur se documentó eficazmente, entrevistándose en Londres con espiritistas y magos, visitando casas encantadas y leyendo varios tratados de demonología. Para encarnar a John Holden, papel por el que se mostraron interesados otros actores como Robert Taylor y Dick Powell, el director escogió a su amigo Dana Andrews, eficiente actor curtido en papeles secundarios hasta que llegó su oportunidad de oro con el que posiblemente sea su filme más popular, Laura (Otto Preminger, 1944). El resto del elenco fue, en su extensa mayoría, contratado en Inglaterra, como es el caso de la bella actriz galesa Peggy Cummings, ya retornada de su aventura en Hollywood tras cinco años en los cuales protagonizó, entre otras, la película de culto El demonio de las armas (Gun Crazy, Joseph H. Lewis, 1950). Para el tercer papel en importancia, el del elegante y luciferino satanista Karswell, se escogió a Niall McGinnis. El personaje de Karswell estaría basado, según Jesús Palacios[1], en el mago inglés Aleister Crowley, pero no vemos demasiados puntos en común entre ambas figuras. Mientras La Gran Bestia se dedicó a difundir su filosofía fundando su propia orden e instalándose con sus
seguidores en Cefalú (Sicilia), donde se entregó al consumo de drogas y la promiscuidad bisexual, el literario y ambiguo Karswell, vive plácidamente con su dulce madre organizando fiestas para niños en las cuales realiza trucos de ilusionismo disfrazado de payaso.
La noche del demonio ocupa un lugar destacado en la filmografía de Tourneur, y si no se encuentra en escalones más elevados es por culpa directa del productor Hal E. Chester, que se entrometió en la labor del director de tal forma que Dana Andrews amenazó con abandonar si no lo dejaba trabajar en paz. La última jugada del productor se produjo ya en ausencia de Tourneur y con la película finalizada: la inclusión de ciertos planos que cambian totalmente el tono de la cinta.
Jacques Tourneur ya tenía gran parte de los deberes hechos cuando se hizo cargo de la dirección de La noche del demonio. La experiencia adquirida junto a Val Lewton y los excelentes resultados obtenidos con los tres filmes que dirigió para él, en especial La mujer pantera, le demostraron que a veces menos es más y que es mejor sugerir que mostrar. Entender que el espectador es un ser -en muchos casos- inteligente que puede sacar sus propias conclusiones y lecturas tras ver un filme. Porque, ¿Quién necesita ver a Simone Simon transformándose en pantera? De acuerdo, tiene su gracia ver, por ejemplo, a un gorila hembra convertirse en Acquanetta en los dos delirios que produjo Universal[2], pero estamos hablando de otro tipo de fantástico muy diferente. Así que comprendemos que no le hiciera ninguna gracia a Tourneur que se incluyeran en el filme, sin su consentimiento, esos planos insertados por el productor que mostraban a un simpaticote demonio, echando a perder en parte la verosimilitud de una historia que, tal y como estaba narrada, permitía que fuera el propio espectador quien decidiera si los sucesos acontecidos tenían, o no, base sobrenatural. El mismo Tourneur aclaró que “Las escenas en las que se ve al demonio fueron rodadas sin mí. Todas excepto una. Yo rodé la secuencia en los bosques donde Dana Andrews es perseguido por una especie de nube. Esa técnica debiera haber sido usada en las demás escenas. El público nunca habría visto por completo al demonio (…) Pero después de haber acabado [la película] y de vuelta a Estados Unidos, el productor inglés hizo esa cosa horrible”.[3]
Y gracias precisamente a esos planos, el campechano diablo protagonizó toda la cartelería del filme, y el estudio pudo añadir una nueva y sensacionalista frase promocional prometiendo “Un monstruo llegado del infierno que se materializa ante los aterrorizados ojos de los espectadores.” Y ante los también aterrorizados ojos del director, añadiríamos.
Tal y como escribió Pablo Herranz, “Tourneur es más bien un esteta, cuyo cuerpo de creencias y convencimiento en la existencia del más allá no requería de efectos pirotécnicos, sino que se apoyaba en un recurso tan sutil como la ambigüedad”[4]. Una ambigüedad sugerente que es construida por la propia puesta en escena en la que todos los elementos están puestos al servicio de crear una atmósfera altamente expresiva. Tourneur habla con los signos del lenguaje audiovisual, todos ellos inciden en la trama, desde los decorados a la iluminación pasando, sobre todo, por la construcción de los encuadres, esa forma de componer los planos en la que hasta los ángulos son significativos (recurriendo a la inclusión del techo si es necesario, en la línea de Welles y Toland). En La noche del demonio todo estaba pensado para que entraran en debate la racionalidad y la superstición, el escepticismo y las creencias ocultistas, un debate en el que se contemplaban los límites de ambos polos. Con clara conciencia de que el sueño de la razón también genera monstruos, por una parte, y de que en lo oculto también puede haber sentido, de la otra (es por eso que en el filme pueda resultar más siniestra una sesión de hipnosis controlada científicamente que una sesión de espiritismo). Tourneur quería que cada espectador se forjara su propia lectura no sin dejar una suave advertencia de que tal vez hay cosas que es mejor no saber.
En todo caso, con o sin diablo, el filme de Tourneur está situado, por méritos propios, entre los más importantes del cine de terror de los años cincuenta, y su demonio es todo un personaje icónico que incluso ha tenido el honor de ser retratado por el sin par Basil Gogos para protagonizar la portada de la revista Famous Monsters.
Tras La noche de demonio, Jacques Tourneur no volvió a colaborar con el productor Hal E. Chester. Regresó a Estados Unidos, donde compaginó el cine con la televisión y no volvió al fantástico hasta el final de su carrera, dirigiendo La ciudad sumergida (The City Under the Sea, 1965) y La comedia de los terrores (The Comedy of Terrors, 1963), filme en el que tuvo ocasión de trabajar con Boris Karloff, Peter Lorre, Basil Rathbone y Vincent Price.
La noche del demonio se estrenó en Inglaterra formando programa doble con 20 Million Miles To Earth (Nathan Juran, 1957), mientras que en Estados Unidos lo hizo con la producción Hammer Revenge of Frankenstein (Terence Fisher, 1958), aunque con el título Curse of the Demon y recortada en doce minutos que suprimían importantes escenas, como la de la visita de Holden a Stonehenge, imagen que, curiosamente, se recogía en el cartel con el que se promocionó allí el filme.
BIBLIOGRAFÍA
-Anónimo. “La maldición del demonio” Famosos ‘Monsters’ del Cine. Barcelona, Garbo Editorial, 1975.
-Díaz Maroto, C. La noche del demonio. Madrid, Notorious Ediciones, 2010.
-Herranz, P. “La noche del demonio”. Quatermass, Bilbao, verano 2004.
-Palacios, J. “Apéndice II: Crowley Superstar”. Satán en Hollywood. Madrid, Valdemar, 1997.
NOTAS
[1] Palacios, J. “Apéndice II: Crowley Superstar”. Satán en Hollywood. Madrid, Valdemar, 1997. Pág. 319.
[2] Captive Wild Woman (Edward Dmytryk, 1943) y Jungle Woman (Reginald Le Borg, 1944)
[3] Díaz Maroto, C. La noche del demonio. Madrid, Notorious Ediciones, 2010. Pág. 22-23
[4] Herranz, P. “La noche del demonio”. Quatermass, Bilbao, verano 2004. Pág. 103
Últimos comentarios