VAMOS DE ESTRENO * Viernes 12 de febrero de 2021 *
LA CHICA DEL BRAZALETE (La fille au bracelet, Stéphane Demoustier, 2019)
Francia. Duración: 95 min. Guion: Stéphane Demoustier Música: Carla Pallone Fotografía: Sylvain Verdet Productora: Petit Film, France 3 Cinéma, Frakas Productions Género: Drama
Reparto: Melissa Guers, Roschdy Zem, Anaïs Demoustier, Annie Mercier, Pascal Garbarini, Chiara Mastroianni
Sinopsis: Lise, de 16 años, está acusada de haber asesinado a su mejor amiga. Durante el juicio, sus padres la defienden de manera inquebrantable. Sin embargo, a medida que su vida secreta comienza a desvelarse, la verdad se convierte en algo discutible. ¿Quién es realmente Lise? ¿Conocemos bien a las personas que amamos?
El de Melissa Guers es un debut rutilante, pues un alto porcentaje del atractivo e interés de La chica del brazalete viene dado por su capacidad de mostrar ese rostro de esfinge, impenetrable pero no inexpresivo, que refuerza el carácter de misterio que posee la cinta. Ella da vida a Lise, una joven adolescente, más misteriosa que opaca, acusada del asesinato de su mejor amiga, la película no nos dará antecedentes, ni de su amistad ni de las circunstancias del crimen, nos pone en la misma tesitura en la que se ve el jurado, el acopio de pruebas y las intervenciones de las letradas serán los únicos hilos de los que podremos tirar para hacernos un juicio sobre lo que pudo haber ocurrido. Mientras, acompañamos a sus padres (Roschdy Zem y Chiara Mastroianni) en un proceso de descubrimiento que lo que va a revelarles es que su joven hija es, en verdad, una auténtica desconocida para ellos.
Y es que La chica del brazalete no es, ni mucho menos, una película de juicios aunque prácticamente toda su acción transcurra en uno. Se trata de otro asunto. Stéphane Demoustier usa esa estructura formal para enmarcar una narración que nos habla de la tensión entre parentesco e individualidad, entre herencia e independencia, comunión e incomunicación, que está en el centro mismo de la relación padre-hijo. La chica del brazalete exacerba esta tensión natural preguntando: ¿Hasta qué punto podemos conocer a nuestros propios hijos? ¿Cuánto los entendemos realmente? ¿Hay límites para el amor que podemos sentir? ¿Es incondicional el amor de los padres? Preguntas todas ellas que tienen mucho que ver con la posibilidad de acceder al fondo de ese humano que ha sido traído a la vida sin que lo haya requerido, la posibilidad y el derecho, porque el hijo no es nuestra propia carne por mucho que haya nacido de nosotros, es un otro, y como tal su derecho a intimidad debiera ser inalienable. Un juicio por asesinato es una situación límite que, por sus características, se convierte en un medio ideal para indagar cuánto podemos llegar a saber de otro.
Es ideal porque, aunque se le este juzgando para establecer la culpabilidad o no, el acceso a lo ocurrido es indirecto. Y aquí resulta especialmente acertada la decisión del director de no narrarlo desde el punto de vista del acusado, ya que este sí conoce la auténtica verdad. Desde los bancos del público, desde los del jurado, en cambio, la verdad debe ser encontrada, descubierta y revelada. Y sin embargo, en el transcurso de su revelación, la verdad a menudo cambia. Y cambia de forma significativa. En este juicio en particular, los bloques de construcción básicos de la verdad, los hechos (¿Lisa mató a Flora?) han desaparecido. Los padres no saben lo que pasó; y al apelar al tribunal para obtener respuestas, se les dejará creer en el único tipo de verdad que un tribunal puede proporcionar: un veredicto.
La ausencia de pruebas concluyentes deja margen a la apelación a la duda razonable y esta debe ser tenida en cuenta a la hora de pronunciarse sobre la presunta culpabilidad. Un veredicto, por tanto, no es una epifanía de los hechos. Es una suposición. Lo auténticamente ocurrido se da siempre fuera de los muros de cualquier tribunal. Traducido al lenguaje fílmico, los hechos se han dado en off, en un momento fuera de cámara, por tanto, son invisibles. Como espectadores solo asistimos a una recreación formal dada en el discurso regulado de la ley. Demoustier juega la baza del suspense que rodea lo judicial, para dejarnos con las expectativas suspendidas en el aire, como se deja colgando a los protagonistas mientras esperan su destino. La chica del brazalete no nos da certezas, no nos responde los interrogantes, solo nos hace más conscientes de que cada individuo vive en su insularidad y su fondo es inalcanzable. Incluso para unos padres.
LA SRA. LOWRY E HIJO (Mrs. Lowry & Son, Adrian Noble, 2020)

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