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¡Caramba! recopila en tomo ‘Eva hace lo que puede’ de Bea Tormo
Eva hace lo que puede
Bea Tormo
Cartoné. Color
120 páginas. 24 x 17 cm.
15 euros
A la venta el 5 de marzo
La supervivencia cotidiana de una treintañera mientras lidia con el trabajo, el sexo, la familia y su compañera de piso
Eva hace lo que puede nació en la revista digital Orgullo y Satisfacción
Eva vive en un piso de mierda, solo encuentra curros de mierda y sus relaciones son todas una mierda. Lo que viene siendo una vida de mierda. Por suerte, Eva tiene también mala leche suficiente como para sobrellevar todas las situaciones a las que ha de hacer frente, poniendo de paso un poco de orden en el mundo. En el suyo, al menos. O en todo caso, eso es lo que intenta. Eva no hace lo mejor que podría hacer: Eva hace lo que puede.
Eva hace lo que puede incluye material inédito de esta serie e historietas publicadas por Bea Tormo entre 2015 y 2017 en la revista digital Orgullo y Satisfacción. Muchas de ellas han sido redibujadas para la ocasión.
Bea Tormo
Es ilustradora, dibujante de cómics y otras cosas que no recuerda. Nació en La Rioja y se fue a vivir a Barcelona para ganarse el pan a base de dibujar lo que le mandan y (a veces) lo que le da la gana. Ha trabajado para editoriales infantiles como Anaya y SM, ha dibujado en webcómics, ha hecho páginas para un montón de publicaciones colaborativas, se ha editado fanzines, ha formado parte de revistas como El Jueves y Orgullo y Satisfacción, y hoy en día sigue dibujando todo lo que le sea posible. Invierte un tiempo absurdo en barrer los pelos del perro/gato que tiene en casa. Y odia peinarse.
La Aventura/Cameo trae ‘Parásitos’ hoy a nuestros hogares
Parásitos es una buena película y nos parece muy bien que se le reconozca. No entramos en si provocará interés real hacia el cine oriental, tan maltratado en nuestras pantallas, o si no pasará de moda efímera. Hoy mismo, que sale a la venta en formato doméstico de la mano del pequeño sello barcelonés La Aventura Audiovisual, vuelve Parásitos también a los cines, en los que su presencia era poco menos que testimonial, mientras el público acudía en masa a verla al día siguiente de haber obtenido las merecidas estatuillas.
PARÁSITOS (Gisaengchung, Bong Joon-ho, 2019) DVD/Blu-ray Editado por La Aventura Audiovisual/Cameo
- Corea del Sur. Duración: 132 min. Guion: Bong Joon-ho, Jin Won Han Música: Jaeil Jung Fotografía: Kyung-Pyo Hong Productora: Barunson / CJ Entertainment / TMS Comics / Tokyo Movie Shinsha (TMS) / CJ E&M Film Financing & Investment Entertainment & Comics
- Reparto: Song Kang-ho, Lee Seon-gyun, Jang Hye-jin, Cho Yeo-jeong, Choi Woo-sik, Park So-dam, Park Seo-joon, Lee Jeong-eun, Park Keun-rok, Hyun Seung-Min, Andreas Fronk, Park Myeong-hoon, Jung Hyun-jun, Ji-hye Lee, Joo-hyung Lee, Jeong Esuz, Ik-han Jung, Seong-Bong Ahn, Dong-yong Lee, Hyo-shin Pak
Características técnicas. Imagen: 2.35:1 1080p Audio: Coreano – DTS-HD Master Audio 5.1/Castellano – DTS-HD Master Audio 5.1 Coreano – DTS-HD Master Audio 2.0/Castellano – DTS-HD Master Audio 2.0 Subtítulos: Castellano
Extras: Featurette (5 min.)/Tráiler/Caja negra, libreto y carátula reversible
Sinopsis: Toda la familia de Ki-taek está en el paro y se interesa mucho por el tren de vida de la riquísima familia Park. Un día, su hijo logra que le recomienden para dar clases particulares de inglés en casa de los Park. Es el comienzo de un engranaje incontrolable, del cual nadie saldrá realmente indemne.
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Premios:
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2019: 4 Premios Oscar: Mejor película, director, película internacional y guion original2019: Festival de Cannes: Palma de Oro al Mejor largometraje2019: Globos de Oro: Mejor película de habla no inglesa. 3 nominaciones2019: Premios BAFTA: Mejor película extranjera y guion original. 4 nominaciones2019: Círculo de Críticos de Nueva York: Mejor película extranjera2019: National Board of Review (NBR): Mejor película de habla no inglesa2019: Asociación de Críticos de Los Angeles: Mejor película, director y actor sec.2019: Festival de Toronto: 2ª finalista mejor película2019: Critics Choice Awards: Mejor director (ex aequo) y película extranjera. 7 nomin.2019: American Film Institute (AFI): Premio Especial AFI2019: Premios Independent Spirit: Mejor película extranjera2019: Sindicato de Productores (PGA): Nominada a mejor película2019: Sindicato de Directores (DGA): Nominada a mejor director2019: Sindicato de Guionistas (WGA): Mejor guion original2019: Sindicato de Actores (SAG): Mejor reparto2019: British Independent Film Awards (BIFA): Mejor película internacional2019: Asociación de Críticos de Chicago: 4 premios, inc. Mejor película. 7 nom.2019: Círculo de Críticos de San Francisco: 3 premios, incl. mejor director. 7 nom.2019: Satellite Awards: Nominada a Mejor director, guion y película internacional2019: Premios César: Nominada a mejor película extranjera2019: Premios Guldbagge (Suecia): Mejor película extranjera
Existen las buenas películas, obras redondas que lo son por el perfecto engranaje de sus partes, guion, dirección, interpretación… Luego están las que directamente juegan en otra liga, elevadas por encima de la media porque han alcanzado el estatus de universales, de clásicos, desde el mismo momento de ser concebidas. Existen las mejores películas del año y luego está Parásitos. A primera vista nos enamora, las siguientes veces que vuelves sobre ella descubres que nunca se acaba, que cada visionado te permite descubrir otro matiz que la hace excepcional. Y eso solo pasa con las obras maestras.
Todo empieza con el suseok. Piedras que toman forma a partir de elementos naturales, como el viento y el agua, las más deseables son las piezas con forma de oleaje como la que recibe la familia Kim en la película. Se dice de ellas que atraen la fortuna, son un amuleto al que se le atribuye la capacidad de subir de estatus a quien la posea y de alcanzar el aire de sofisticación propio de las clases altas. Todo empieza a venirles de cara a los protagonistas cuando llega a sus manos, marca el pistoletazo de salida de su ascenso hacia la abundancia, pero termina siendo la herramienta que apresura el camino de violencia con la que culmina la cinta. Porque eso es Parásitos, un relato de ascenso y caída con el que Bong Joon-ho pinta un fresco despiadado sobre la sociedad coreana. Y más allá, aunque no le faltan pinceladas de color local, su pintura es extensible a toda sociedad capitalista, es por eso por lo que nos vemos representados en su excusa argumental.
Los Kim son una familia de baja condición, pero astutos e ingeniosos como los protagonistas de las novelas picarescas. Sus avatares despiertan nuestras simpatías, porque su pillería los hace entrañables y nos reímos con sus tretas para prosperar. Son como esos timadores que nos caen en gracia porque con sus artimañas no dejan de estar haciendo justicia poética, la catadura moral del timado tiene más miseria que la del embaucador. Frente a nuestros antihéroes está la familia Park, los adinerados que ejercen su dominación con la misma naturalidad con la que respiran. Y con la misma inconsciencia. Para ellos es tan sencillo aprovecharse de los demás que ni siquiera actúan con verdadera maldad. Simplemente están arriba sin preguntarse ni preocuparse por el efecto de sus demandas. Solo deambulan por su palacio de cristal ajenos a lo que ocurre más allá de sus dominios.
Si en grupo funcionan como concreción particular de un fenómeno global, tomados de uno a uno los personajes tienen la misma entidad. La pluma de Bong Joon-ho los dibuja con el detalle propio de las filigranas. Mientras Ki-woo (Woo-sik Choi) es ejemplo del entusiasmo del travieso, su hermana, Ki-jeong (So-dam Park), actúa con mayor perfidia, es más consciente de su indigencia y, en consecuencia, mueve sus fichas con la astucia del que sabe lo que se está jugando sobre el tablero. La madre, Chung-sook (Hye-jin Jang), es una mujer más cautelosa, con menos iniciativa, pero siempre dispuesta a secundar las decisiones del resto. Y sobre ellos Kim Ki-taek (Kang-ho Song), el patriarca que ha enseñado a los demás a moverse como peces en el agua en el mundo de la picaresca, aportando la seguridad de que todo está dominado y sujeto a un plan. Del lado de los Park nos encontramos con un plantel de caracteres que van desde el candor rayano a la bobería de la señora, Park Yeon-kyo (Yeo-jeong Jo), la altivez clasista del esposo, Park Dong-ik (Sun-kyun Lee), la hija, Da-hye (Ji-so Jung), se nos presenta como adolescente enamoradiza y, ocupando un papel destacado, está el hijo menor, Da-song (Hyun-jun Jung), un niño hipercativo y malcriado, que es el centro de toda la atención y acabará siendo determinante en el desenlace.
Parásitos parte de un guion consistente cuya solidez no recae exclusivamente en el esmerado diseño de personajes, sino también en el calibrado pormenor con el que se describen las situaciones. Ello hace que los giros entren con naturalidad sin poner en ningún momento en riesgo la verosimilitud del relato, permitiendo, así, que el filme vaya cambiando de género sin fragmentarse. Y también el ritmo está bien medido. La curva de interés no decae en todo el metraje, ni sufre altibajos. Su tempo es ágil sin ser precipitado, consiguiendo que la acción se module y desarrolle con la precisión de un ingenio de relojería. Una armazón de la que solo podría derivarse lo que la cinta es, un ejemplo de narración vigorosa, calculada y deslumbrante pues, paradójicamente si se quiere, su planteamiento matemático es el que deja espacio a la sorpresa. Un texto al que se rinde nuestra atención desde su primera frase hasta su último punto.
Ahora bien, lo que hace grande al filme es la perfecta traducción de la palabra al lenguaje audiovisual. Si como guionista es hábil, como director, Bong Joon-ho, es sencillamente magistral. Nada chirría en la puesta en escena, en ningún momento cae en la aparatosidad, de modo que a primera vista se diría que la cámara es invisible, es en el análisis cuando descubrimos la inteligencia con la que cada movimiento está pensado. El coreano juega con los planos con la destreza de un prestidigitador, esconde el truco en su propia materialización. La composición del encuadre, el trabajo de la profundidad de campo, la decisión del punto de vista, el escalado, el ángulo, la iluminación, en suma, todos los elementos de la imagen cinematográfica, están presentes con una sutileza tal que logran evadir nuestra vigilancia y así nos fluye la historia como si entre ella y nosotros no estuviera la mediación del autor. Resulta difícil elegir un ejemplo concreto sin destripar el argumento, tal es su grado de implicación, por eso nos limitaremos a exponer el uso significativo de los escenarios.
Igual que la familia Kim se contrapone a la familia Park, sus residencias lo hacen también, y de un modo en que ambas cobran simbolismo narrativo. El semisótano de los Kim, un habitáculo de pocos metros en los que se acumulan de forma abigarrada sus pertenencias, describe ya su lugar y su actitud en el mundo. Casi siempre los vemos reunidos en el comedor, la única pieza que tiene luz exterior gracias a la ventana a ras de calle que se abre a la altura de su techo, los Kim contemplan el exterior como el espectador de un cine, en desigualdad (inferioridad) de condiciones, pero con una actitud de buen ánimo y curiosidad. Como si todo se abriera ante ellos como promesa de mejoría. La vivienda de los Park, en cambio, es una mansión de amplias dimensiones, nada se amontona, al contrario, todo ocupa el lugar justo aumentando la sensación de espaciosidad. Es una casa diseñada para extraer las mejores condiciones de comodidad, un enorme ventanal abre el salón a la luz exterior, pero no mira hacia la calle, sino que se abre a su propio jardín. Los Park usan el mundo casi sin mezclarse con él, ya están en la cima, si su vida fuera un cine, ellos serían los que lucen en la pantalla, siempre por encima de quienes los contemplan.
Parásitos recorre el camino de los Kim hacia el asalto de los Park, por eso más de su primera mitad nos muestra a los personajes o bien subiendo o bien contemplando la pendiente hacia arriba. Ese ascenso es servido a modo de comedia jovial hasta que los Kim están todo lo arriba que pueden estar en la cumbre, ocupando la casa de sus patrones en su ausencia de fin de semana. Pero la casa de los Park esconde un secreto, está toda ella construida sobre un búnker; cuando en pleno asalto, en medio de la tormenta se presente Moon-gwang (Jeong-eun Lee), la antigua ama de llaves que ha sido despedida gracias a las artimañas de nuestros protagonistas, quedará al descubierto una realidad ignorada, la de los desposeídos que ni siquiera son contemplados por los poco favorecidos. La realidad de aquellos que están tan al margen que viven en el subsuelo. Y ahí irrumpe el horror. La jovialidad da paso a la amargura y la cinta se convierte en una sátira negrísima que culminará en un apoteosis de violencia a la par cartoonesca y dolorosa.
La caída de los Kim se escenifica en su descenso, bajo la lluvia, desde la mansión al cuchitril. Uno de esos momentos cinematográficos que pasarán a las antologías. La lluvia, que sólo es un contratiempo en la zona alta, hace estragos cuanto más bajamos. Para los ricos el efecto de esta es la llegada de un nuevo día soleado más limpio que el anterior por el efecto del agua. Para los pobres supone la pérdida de sus existencias. El genio de nuestro director consiste en narrar este drama si caer en los tintes de lo dramático, la comedia se mantiene, aunque cambie su tono, y la risa es el mejor aliado de la toma de conciencia y la denuncia. Sin hacernos sentir culpables, Parásitos pone frente a nosotros toda la crueldad de nuestro sistema, una economía que no planifica, que no controla más variables que las del lucro, la oferta y la demanda, y que, para funcionar, necesita que exista la indigencia como mal inevitable.
Parásitos es una poderosa fábula satírica sin héroes ni villanos puros. Su enseñanza es que la distribución de la riqueza en los entornos capitalistas corrompe el entramado social en todas sus capas. En la cima de la pirámide están los Park, todos los Park del mundo, aislados en su opulencia, acostumbrados a ser servidos como si ese fuese el orden natural de las cosas, explotadores que lo son de nacimiento sin cuestionarse ni por asomo si de sus actos se desprende un sistema que se sostiene en la desigualdad. Conforme avanzamos hacia la base nos encontramos a los infortunados, en una gradación que llega hasta los desposeídos, hasta el lumpen, que vive más de su ingenio que de sus recursos. Desunidos e insolidarios, los pobres no aspiran a un mundo mejor sino a tocar a más parte del pastel, a medrar. Sin conciencia de clase, son buscavidas con la mirada puesta en su propia conveniencia. De un modo u otro, todos viven a costa de los demás, son los parásitos a los que alude el título. Pero algo hace que la relación de fuerzas no sea par, el abuso de los de arriba se manifiesta a modo de desprecio y humillación, de marcar distancias y establecer fronteras que no deben ser cruzadas ni siquiera por circunstancias involuntarias. Incluso el olor es límite que revela la inferioridad que hay que mantener a raya.
Y es que la pobreza huele. Un olor que une en los momentos más desesperados y moviliza una rabia que brota incontenible y ciega como un ajuste de cuentas. No cambia nada, pero al menos atisba una rebeldía momentánea que por un instante es subversiva. Sin final feliz, pero sin desesperanza.
VAMOS DE ESTRENO (o no) * Viernes 14 de febrero de 2020 *
EL AMOR ESTÁ EN EL AGUA (Kimi to, Nami ni Noretara, Masaaki Yuasa, 2019)
Japón. Duración: 94 min. Guion: Reiko Yoshida Música: Michiru Ohshima Productora: Science SARU / Fuji TV / KDDI Corporation / Lawson Entertainment / Shogakukan-Shueisha Productions / Toho. Distribuida por: Toho Género: Fantástico
- Sinopsis: Tras entrar en la universidad, la joven Hinako se muda a una ciudad costera. Le encanta surfear y cuando cabalga las olas no tiene miedo de nada, aunque aún se siente insegura acerca de su futuro. Un día, un incendio siembra el caos en la ciudad y la joven surfista conoce a un bombero llamado Minato. Conforme surfean y pasan tiempo juntos, Hinako se siente atraída por el joven, que vive entregado a ayudar a los demás. Por desgracia, una inesperada tragedia arrebata la vida a Minato dejando a la muchacha completamente devastada. Incapaz incluso de mirar a su querido mar, un día, Hinako canta la canción de ambos y Minato se le aparece en forma de agua. Hinako está feliz de volver a tenerlo a su lado, pero, ¿podrán permanecer así juntos para siempre?
- Premios:
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2019: Festival Internacional de Shanghai: Mejor película de animación2019: Sitges Film Festival: Mejor película de animación
No podría haberse escogido mejor fecha que San Valentín para estrenar esta película de Masaaki Yuasa, director de las premiadas Lu over the Wall (mejor película en el festival de Annecy) y Night is Short, Walk on Girl (Mejor película de animación en los Premios de la Academia Japonesa). El amor está en el agua, acertado nombre que ha otorgado la productora española al filme, es una historia de amor juvenil con toques de fantasía que obtuvo el premio al mejor largometraje de animación en la sección Anima’t del festival de Sitges.
Aunque en algunos momentos peligra nuestra integridad ante el riesgo de una subida de azúcar, esta historia de amor y pérdida tiene al agua como motor protagonista entre los dos jóvenes enamorados, destacando su presencia mediante lluvia, charcos, embotellada o en el mar, donde su protagonista vuela con ayuda de su tabla de surf. Cuando la tragedia llegue a su vida, ella creará una fantasía para superar la pérdida… ¿o no será fantasía? : deberán verla para averiguarlo.
SCIENCE SARU es un estudio de animación fundado en 2013 por Masaaki Yuasa y Eunyoung Choi cuyo objetivo no es sólo crear obras de gran calidad, sino también mejorar la productividad, y uno de sus métodos es la animación Flash, que ha supuesto un incremento productivo. Este hecho ha permitido al estudio crear un gran número de obras animadas en tan sólo seis años entre las que figuran películas, series y cortos. El amor está en el agua contiene una mezcla de animación 2D y 3D repleta de textura y magia.
EL HUEVO DEL DINOSAURIO (Öndög, Wang Quan’an, 2019)
- Mongolia. Duración: 100 min. Guion: Wang Quan’an Fotografía: Aymerick Pilarski Género: Drama
- Reparto: Dulamjav Enkhtaivan, Aorigeletu, Norovsambuu
- Sinopsis: Una mujer es hallada asesinada en la estepa de Mongolia. Durante una noche, un policía joven e inexperto tiene que custodiar la escena del crimen. Dado que desconoce los peligros del lugar, le envían a una pastora lugareña para protegerle a él y al cadáver. Se trata de una resuelta mujer, de unos treinta y tantos años, que sabe cómo manejar un rifle y ahuyentar a los lobos. Ella se encarga de encender una hoguera para combatir el frío. El alcohol también ayuda a este propósito, así como la cercanía de los cuerpos que la mujer propicia.
- Premios:
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2019: Festival de Berlín: Sección oficial2019: Festival de Valladolid – Seminci: Espiga de Oro mejor película, mejor fotografía

El huevo del dinosaurio (Öndög, Quan’an Wang, 2019) no es una película fácil, pero el director consigue levar al espectador donde quiere y como quiere. Aparece un cadáver y la víctima ha sido asesinada, pero no es un thriller. Hay un desierto, pero no hace calor. Hay una heroína, pero es totalmente atípica. Es una película extraña, pero también hipnótica. Es El huevo del dinosaurio y es totalmente inclasificable.
Rodada en la desolada estepa de Mongolia, el espectador será testigo de los hechos que se narran desde la distancia o a través de ventanas. Desde el otro lado. Una distancia que le permitirá admirar la inmensidad del paisaje, bello, marciano, pero también le ayudará a sentir la soledad de los personajes.
El cuerpo desnudo de la mujer en medio del campo es, sin duda, una anomalía en el paísaje, pero no desentona con la belleza general que desprende el plano. Casi llega a convertirse en un elemento natural más. En ese entorno vive la protagonista, apodada dinosaurio, posiblemente porque como aquellos, es una especie en peligro de extinción que se desenvuelve en un mundo raro, extraño, que está a punto de desaparecer algo que, como veremos, no será así pues la mujer, en íntimo contacto con la naturaleza y sus ciclos, tiene muy claro que entre ellos figura como uno de los principales el de perpetuar la especie.
Con esta séptima película, de las que tan solo había una estrenada en nuestras pantallas, La boda de Tuya (Tuya de hun shi, 2007), el director chino Wang Quan’an se posiciona como uno de los más interesantes e innovadores realizadores actuales.
SINÓNIMOS (Synonymes, Nadav Lapid, 2019)
Francia/Israel. Duración: 123 min. Guion: Nadav Lapid, Haim Lapid Fotografía: Shai Goldman Productora: SBS Films / arte France Cinéma / Pie Films Género: Drama
- Reparto: Tom Mercier, Quentin Dolmaire, Louise Chevillotte, Uria Hayik, Olivier Loustau, Yehuda Almagor, Gaya Von Schwarze, Gal Amitai, Idan Ashkenazi, Dolev Ohana, Liron Baranes, Erwan Ribard, Yawen Ribard, Iman Amara-Korba, Sébastien Robinet, Damien Carlet, Ron Bitterman, Naor Nachmani, Yahalom David, Herut Cohen, Valentine Carette, Catherine Dénécy, Léa Drucker, Christophe Paou
- Sinopsis: En París, las cosas no comienzan bien para Yoav. Un joven israelí que llega a la capital francesa con grandes expectativas, decidido a deshacerse de su nacionalidad lo más rápido posible. Para él, ser israelí es como un tumor que debe ser extirpado. Convertirse en francés, por otra parte, simplemente significaría su salvación. Para borrar sus orígenes, Yoav primero decide no hablar una sola palabra de hebreo. El diccionario se convierte en su mejor compañero. Las visitas a la embajada israelí le molestan. Pero el proceso también tiene sus trampas. Y la joven pareja francesa de la que se hace amigo tiene algunas ideas bastante extrañas sobre cómo ayudarlo… Basándose en sus propias experiencias, el director Nadav Lapid explora los desafíos de tratar de empezar en un nuevo país.
- Premios
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2019: Festival de Berlín: Oso de Oro (mejor película) y Premio FIPRESCI2019: Festival de Sevilla: Mejor dirección
El principal defecto de la última obra de Nadav Lapid es su duración. Cinta episódica, con el inconveniente de que no todos los fragmentos lucen al mismo nivel, rompe con la línea dramática tradicional sin dejar de ser un relato que va de un inicio a un desenlace cronológico, su presentación es impecable, pero su desarrollo es digresivo y se enreda en la manifestación de conceptos que se repiten y se repiten hasta caer en el exceso. Pese a su buen arranque, su intensidad va decayendo hasta llegar con muy poco gas a su desenlace.
Y es que Lapid vuelve a armarse con los mimbres de su experiencia personal y ello da fuerza a su relato, pero su dilación a la hora de cerrarlo hace que pierda fuelle y el entramado se tambalee hasta casi desmoronarse. Si no lo hace totalmente es por la conjunción de dos elementos, su planteamiento y, sobre todo, su actor protagonista, un debutante Tom Mercier. Porque parte de la propia experiencia de Lapid, el director declaró “Me tomé un avión y aparecí en París, sin ningún plan ni amigos ni parientes ni nada. Lo único que sabía era que quería morir como israelí y renacer como francés. Y me puse a aprender el idioma, obsesivamente. Leía diccionarios, iba por la calle diciendo palabras en francés, buscándole sinónimos a las palabras”, justo la idea central de Sinónimos, con dos imágenes muy poderosas. De una parte, la de querer morir a la identidad de origen para renacer a una nueva forma de expresión, un renacimiento de uno mismo. Y así, su protagonista, Yoav se queda desnudo como un recién nacido a su llegada a París, todo un símbolo de su nueva encarnación. De otra, está ese bucear en el idioma, recorriéndolo a la vez que se recorre la ciudad que lo habla. Uno de los mayores aciertos de puesta en escena es esa cámara dinámica que nos trae el apresurado andar del personaje, casi subjetiva, con la “mirada” puesta en el suelo que se pisa, plasmando el afán por deshacerse de lo viejo para adherirse lo nuevo. Esas son las dos ideas fuerza que sostienen la acción, su doble punto de partida que se resume en la necesidad de readueñarse del mundo y de uno mismo bajo una piel distinta.
Imágenes intensas que son reforzadas por la intensidad de Mercier. El debutante demuestra ser capaz de pasar de cero a cien en décimas de segundo sin arrugarse. Una actuación a la altura de lo que exige un personaje tan extremo como traumatizado, como lo es el de Yoav, la versión amargada del director, un joven que tras cumplir el servicio militar abandona su país, en viaje a una nada a la que deberá llenar de contenido. Él es, con mucho, lo mejor de la función. Porque es cierto que Lapid sabe lo que quiere, pero le pierde su ambición, querrá decir tantas cosas en su filme que las palabras quedarán difusas, lamentablemente difusas.
Sinónimos, que mereció ser reconocida con el Oso de oro en la pasada Berlinale, no puede ser despachada con juicios precipitados, despectivos y categóricos. No se nos antoja una película redonda, como venimos argumentando, pero nos deja imágenes poderosas y algunas ideas dignas de ser enmarcadas. Siendo la historia de un joven israelita traumatizado por su paso por el ejército, es importante destacar cómo la cinta es crítica con el país de origen, pero también son denunciadas las carencias del país de acogida. La Francia real topa con la que había imaginado Yoav, pues no cumple los ideales que predica. Yoav es como un azote para ambas patrias, él plasma la denuncia del autor. Si este es su lado combatiente, a Sinónimos no le faltan reflexiones más poéticas sobre el cuerpo y la palabra. Un concepto guía es que todos tenemos un cuerpo que es a la vez erótico y tanático, responde al intento de Lapid de crear películas en las cuales la muerte esté tan presente como el sexo, a cada instante. Pero si algo singulariza a Sinónimos dentro de la producción del israelita es la defensa del carácter fílmico de la palabra. Las palabras tienen sentido y también tienen música, por eso considera el autor que ha de ser un elemento fundamental dentro del hecho cinematográfico, un recurso que nunca debe faltar.
Excesiva. Es la palabra que mejor define a Sinónimos, quiere decirnos tantas cosas que al final su discurso se vuelve confuso casi hasta el rechazo. Sin embargo, una cosa hay que reconocerle a Lapid, es un autor con voz propia y con una poderosa impronta que convierte a su cine en personal e intransferible.
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