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VAMOS DE ESTRENO (o no) * Viernes 14 de febrero de 2020 *

EL AMOR ESTÁ EN EL AGUA (Kimi to, Nami ni Noretara, Masaaki Yuasa, 2019)

Japón. Duración: 94 min. Guion: Reiko Yoshida Música: Michiru Ohshima Productora: Science SARU / Fuji TV / KDDI Corporation / Lawson Entertainment / Shogakukan-Shueisha Productions / Toho. Distribuida por: Toho Género:  Fantástico

Sinopsis: Tras entrar en la universidad, la joven Hinako se muda a una ciudad costera. Le encanta surfear y cuando cabalga las olas no tiene miedo de nada, aunque aún se siente insegura acerca de su futuro. Un día, un incendio siembra el caos en la ciudad y la joven surfista conoce a un bombero llamado Minato. Conforme surfean y pasan tiempo juntos, Hinako se siente atraída por el joven, que vive entregado a ayudar a los demás. Por desgracia, una inesperada tragedia arrebata la vida a Minato dejando a la muchacha completamente devastada. Incapaz incluso de mirar a su querido mar, un día, Hinako canta la canción de ambos y Minato se le aparece en forma de agua. Hinako está feliz de volver a tenerlo a su lado, pero, ¿podrán permanecer así juntos para siempre?
Premios:
2019: Festival Internacional de Shanghai: Mejor película de animación
2019: Sitges Film Festival: Mejor película de animación

No podría haberse escogido mejor fecha que San Valentín para estrenar esta película de Masaaki Yuasa, director de las premiadas Lu over the Wall (mejor película en el festival de Annecy) y Night is ShortWalk on Girl (Mejor película de animación en los Premios de la Academia Japonesa). El amor está en el agua, acertado nombre que ha otorgado la productora española al filme, es una historia de amor juvenil con toques de fantasía que obtuvo el premio al mejor largometraje de animación en la sección Anima’t del festival de Sitges.

Aunque en algunos momentos peligra nuestra integridad ante el riesgo de una subida de azúcar, esta historia de amor y pérdida tiene al agua como motor protagonista entre los dos jóvenes enamorados, destacando su presencia mediante lluvia, charcos, embotellada o en el mar, donde su protagonista vuela con ayuda de su tabla de surf. Cuando la tragedia llegue a su vida, ella creará una fantasía para superar la pérdida… ¿o no será fantasía? : deberán verla para averiguarlo.

SCIENCE SARU es un estudio de animación fundado en 2013 por Masaaki Yuasa y Eunyoung Choi cuyo objetivo no es sólo crear obras de gran calidad, sino también mejorar la productividad, y uno de sus métodos es la animación Flash, que ha supuesto un incremento productivo. Este hecho ha permitido al estudio crear un gran número de obras animadas en tan sólo seis años entre las que figuran películas, series y cortos. El amor está en el agua contiene una mezcla de animación 2D y 3D repleta de textura y magia.

EL HUEVO DEL DINOSAURIO (Öndög, Wang Quan’an, 2019)

Mongolia. Duración: 100 min. Guion: Wang Quan’an Fotografía: Aymerick Pilarski Género: Drama
Reparto: Dulamjav Enkhtaivan, Aorigeletu, Norovsambuu
Sinopsis: Una mujer es hallada asesinada en la estepa de Mongolia. Durante una noche, un policía joven e inexperto tiene que custodiar la escena del crimen. Dado que desconoce los peligros del lugar, le envían a una pastora lugareña para protegerle a él y al cadáver. Se trata de una resuelta mujer, de unos treinta y tantos años, que sabe cómo manejar un rifle y ahuyentar a los lobos. Ella se encarga de encender una hoguera para combatir el frío. El alcohol también ayuda a este propósito, así como la cercanía de los cuerpos que la mujer propicia.
Premios:
2019: Festival de Berlín: Sección oficial
2019: Festival de Valladolid – Seminci: Espiga de Oro mejor película, mejor fotografía

El huevo del dinosaurio (Öndög, Quan’an Wang, 2019) no es una película fácil, pero el director consigue levar al espectador donde quiere y como quiere. Aparece un cadáver y la víctima ha sido asesinada, pero no es un thriller. Hay un desierto, pero no hace calor. Hay una heroína, pero es totalmente atípica. Es una película extraña, pero también hipnótica. Es El huevo del dinosaurio y es totalmente inclasificable.

Rodada en la desolada estepa de Mongolia, el espectador será testigo de los hechos que se narran desde la distancia o a través de ventanas. Desde el otro lado. Una distancia que le permitirá admirar la inmensidad del paisaje, bello, marciano, pero también le ayudará a sentir la soledad de los personajes.

El cuerpo desnudo de la mujer en medio del campo es, sin duda, una anomalía en el paísaje, pero no desentona con la belleza general que desprende el plano. Casi llega a convertirse en un elemento natural más. En ese entorno vive la protagonista, apodada dinosaurio, posiblemente porque como aquellos, es una especie en peligro de extinción que se desenvuelve en un mundo raro, extraño, que está a punto de desaparecer algo que, como veremos, no será así pues la mujer, en íntimo contacto con la naturaleza y sus ciclos, tiene muy claro que entre ellos figura como uno de los principales el de perpetuar la especie.

Con esta séptima película, de las que tan solo había una estrenada en nuestras pantallas, La boda de Tuya (Tuya de hun shi, 2007), el director chino Wang Quan’an se posiciona como uno de los más interesantes e innovadores realizadores actuales.

SINÓNIMOS (Synonymes, Nadav Lapid, 2019)

Francia/Israel. Duración: 123 min. Guion: Nadav Lapid, Haim Lapid Fotografía: Shai Goldman Productora: SBS Films / arte France Cinéma / Pie Films Género: Drama

Reparto: Tom Mercier, Quentin Dolmaire, Louise Chevillotte, Uria Hayik, Olivier Loustau, Yehuda Almagor, Gaya Von Schwarze, Gal Amitai, Idan Ashkenazi, Dolev Ohana, Liron Baranes, Erwan Ribard, Yawen Ribard, Iman Amara-Korba, Sébastien Robinet, Damien Carlet, Ron Bitterman, Naor Nachmani, Yahalom David, Herut Cohen, Valentine Carette, Catherine Dénécy, Léa Drucker, Christophe Paou
Sinopsis: En París, las cosas no comienzan bien para Yoav. Un joven israelí que llega a la capital francesa con grandes expectativas, decidido a deshacerse de su nacionalidad lo más rápido posible. Para él, ser israelí es como un tumor que debe ser extirpado. Convertirse en francés, por otra parte, simplemente significaría su salvación. Para borrar sus orígenes, Yoav primero decide no hablar una sola palabra de hebreo. El diccionario se convierte en su mejor compañero. Las visitas a la embajada israelí le molestan. Pero el proceso también tiene sus trampas. Y la joven pareja francesa de la que se hace amigo tiene algunas ideas bastante extrañas sobre cómo ayudarlo… Basándose en sus propias experiencias, el director Nadav Lapid explora los desafíos de tratar de empezar en un nuevo país.
Premios
2019: Festival de Berlín: Oso de Oro (mejor película) y Premio FIPRESCI
2019: Festival de Sevilla: Mejor dirección

El principal defecto de la última obra de Nadav Lapid es su duración. Cinta episódica, con el inconveniente de que no todos los fragmentos lucen al mismo nivel, rompe con la línea dramática tradicional sin dejar de ser un relato que va de un inicio a un desenlace cronológico, su presentación es impecable, pero su desarrollo es digresivo y se enreda en la manifestación de conceptos que se repiten y se repiten hasta caer en el exceso. Pese a su buen arranque, su intensidad va decayendo hasta llegar con muy poco gas a su desenlace.

Y es que Lapid vuelve a armarse con los mimbres de su experiencia personal y ello da fuerza a su relato, pero su dilación a la hora de cerrarlo hace que pierda fuelle y el entramado se tambalee hasta casi desmoronarse. Si no lo hace totalmente es por la conjunción de dos elementos, su planteamiento y, sobre todo, su actor protagonista, un debutante Tom Mercier. Porque parte de la propia experiencia de Lapid, el director declaró “Me tomé un avión y aparecí en París, sin ningún plan ni amigos ni parientes ni nada. Lo único que sabía era que quería morir como israelí y renacer como francés. Y me puse a aprender el idioma, obsesivamente. Leía diccionarios, iba por la calle diciendo palabras en francés, buscándole sinónimos a las palabras”, justo la idea central de Sinónimos, con dos imágenes muy poderosas. De una parte, la de querer morir a la identidad de origen para renacer a una nueva forma de expresión, un renacimiento de uno mismo. Y así, su protagonista, Yoav se queda desnudo como un recién nacido a su llegada a París, todo un símbolo de su nueva encarnación. De otra, está ese bucear en el idioma, recorriéndolo a la vez que se recorre la ciudad que lo habla. Uno de los mayores aciertos de puesta en escena es esa cámara dinámica que nos trae el apresurado andar del personaje, casi subjetiva, con la “mirada” puesta en el suelo que se pisa, plasmando el afán por deshacerse de lo viejo para adherirse lo nuevo. Esas son las dos ideas fuerza que sostienen la acción, su doble punto de partida que se resume en la necesidad de readueñarse del mundo y de uno mismo bajo una piel distinta.

Imágenes intensas que son reforzadas por la intensidad de Mercier. El debutante demuestra ser capaz de pasar de cero a cien en décimas de segundo sin arrugarse. Una actuación a la altura de lo que exige un personaje tan extremo como traumatizado, como lo es el de Yoav, la versión amargada del director, un joven que tras cumplir el servicio militar abandona su país, en viaje a una nada a la que deberá llenar de contenido. Él es, con mucho, lo mejor de la función. Porque es cierto que Lapid sabe lo que quiere, pero le pierde su ambición, querrá decir tantas cosas en su filme que las palabras quedarán difusas, lamentablemente difusas.

Sinónimos, que mereció ser reconocida con el Oso de oro en la pasada Berlinale, no puede ser despachada con juicios precipitados, despectivos y categóricos. No se nos antoja una película redonda, como venimos argumentando, pero nos deja imágenes poderosas y algunas ideas dignas de ser enmarcadas. Siendo la historia de un joven israelita traumatizado por su paso por el ejército, es importante destacar cómo la cinta es crítica con el país de origen, pero también son denunciadas las carencias del país de acogida. La Francia real topa con la que había imaginado Yoav, pues no cumple los ideales que predica. Yoav es como un azote para ambas patrias, él plasma la denuncia del autor. Si este es su lado combatiente, a Sinónimos no le faltan reflexiones más poéticas sobre el cuerpo y la palabra. Un concepto guía es que todos tenemos un cuerpo que es a la vez erótico y tanático, responde al intento de Lapid de crear películas en las cuales la muerte esté tan presente como el sexo, a cada instante. Pero si algo singulariza a Sinónimos dentro de la producción del israelita es la defensa del carácter fílmico de la palabra. Las palabras tienen sentido y también tienen música, por eso considera el autor que ha de ser un elemento fundamental dentro del hecho cinematográfico, un recurso que nunca debe faltar.

Excesiva. Es la palabra que mejor define a Sinónimos, quiere decirnos tantas cosas que al final su discurso se vuelve confuso casi hasta el rechazo. Sin embargo, una cosa hay que reconocerle a Lapid, es un autor con voz propia y con una poderosa impronta que convierte a su cine en personal e intransferible.

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