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Sitges 2012: cuando la realidad es lo terrorífico,The Tall Man y Compliance

En The Tall Man (2012, Pascal Laugier), el nuevo film del responsable de Martyrs (2008), se nos ofrece , esta vez en coproducción entre Francia y Canadá, un argumento con pueblos semidesiertos que se derrumban, niños que desaparecen y la encarnación del mal en un hombre del saco al que llaman The Tall Man. En el rol protagonista una eficaz Jessica Biel –a la que también podemos ver en el remake de Desafío Total (Total Recall, 2012  Len Wiseman) y  en la (como mínimo curiosa) Hitchcock, donde recreará a Vera Miles– sabe pasar perfectamente del papel de víctima al de culpable con su actuación temperada, nada histriónica.

Efectivamente, en The Tall Man nada es lo que parece y el juego de espejos distorsionadores nos desliza hacia giros inesperados que obligan al espectador a reinterpretar las imágenes una y otra vez hasta conducirle a una encrucijada moral. Y ello sin que las vueltas de tuerca, tan de moda en el cine actual, chirríen un sólo momento. Esa efectividad se consigue con la puesta en escena y, sobre todo, con su meticuloso montaje: Laugier juega con los encuadres salpicándolos con detalles de fondo a los que habrá que estar muy atentos porque acabarán cobrando significación cuando cambie radicalmente el punto de vista de la narración, pequeños detalles como fotos en las paredes que interpretamos de un modo cuando los vemos por primera vez y de otro cuando vuelvan a aparecer gracias a como se han montado los hechos en la trama.

Otro elemento, pues, que juega a su favor es la desecuenciación del tiempo. La película empieza in media res: vemos a la policía cercando la salida de una mina (tras unos rótulos que hablan de la desaparición de niños en EE.UU) e inmediatamente pasamos a un primer plano del rostro de Jessica Biel lleno de heridas, sumando ambos detalles pensamos que la protagonista ha sido víctima de uno de esos secuestros. Y durante el primer tercio, el flashback, seguimos pensándolo. La primera hipótesis es que alguien está secuestrando a los niños del pueblo amparándose en la superstición del hombre del saco, pero conforme avanzamos en el flashback (ojito con el SPOILER) pasamos a pensar que son los mismos lugareños los que  llevan a cabo los raptos, hasta descubrir que la culpable es la propia protagonista (fin del SPOILER). Si en su primer tercio la película avanza a modo de whoduit en el último acto ese interrogante es sustituido por el por qué lo ha hecho. Y cuando se revele (después de habernos hecho una hipótesis que el film vuelve a desmentir), nos encontraremos ante una encrucijada moral: ¿es lícito practicar el mal para conseguir un bien mayor?  

El film de Laugier funciona, por tanto, como un juego de escaques en el que todos los movimientos están pensados para llevarnos desde la confusión a la luz y a la reflexión. Conducido todo ello por una voz en off que resulta ser la del único personaje silente, clara metáfora de que es posible devolver su relevancia a los que han sido silenciados por la injusticia social. Es posible que a los más fanáticos del género y, sobre todo, a los que estén esperando otro ejercicio como Martyrs, se vean decepcionados, sin embargo, nosotros pensamos que este es un film de brillante factura, aunque las dos partes de Serendipia no llegan a un acuerdo sobre el ritmo. Mientras una insiste en que es el que más favorece a la precisión de la trama, la otra indica que es excesivamente pausado, lento hasta la exasperación. Lo que está claro es que The Tall Man no es una cinta pensada para entretener, es una película que le habla a la inteligencia más que a la emoción, y eso no será de agrado para todos los públicos. En todo caso, no os la perdáis porque dará que hablar.

The Tall Man se estrenará en España con el dudosamente bien elegido título de El Hombre de las Sombras, esperamos que si la cinta de Craig Zobel (de la que vamos a hablar a continuación) se estrena en nuestra tierra no traduzcan su título, porque el campo semántico del ‘compliance’ inglés va desde el acatamiento hasta la complacencia, y la acción de la película no se explicaría si ese actuar desde la conformidad que obtiene placer en la observancia.

Compliance se vio envuelta de controversia en su paso por Sundance, no tanto por sus imágenes, como por su aparente falta de verosimilitud y, sin embargo, la cinta está basada en hechos reales (y los internautas han podido comprobar que lo narrado aconteció en un McDonalds de Kentucki).  Se nos cuenta la historia de Becky (Dreama Walker) quien acude a otro anodino día de trabajo en el restaurante de fast food en el que trabaja. Todo es totalmente normal hasta que se recibe una llamada telefónica, supuestamente de la policía, en la que se la acusa de haber robado a una cliente, desatándose desde ese momento una pesadilla en la que el abuso de poder campa a sus anchas y en el que vemos que la pérdida de los derechos puede depender de, simplemente, una llamada de teléfono. Un hilo argumental que posiblemente hubiera agradado al Hitch de Falso culpable (The Wrong Man, 1956). La pérdida de la cotidianidad que corta el hilo del presente y amenaza el futuro de la protagonista. Y no sólo por el tema del falso culpable habría satisfecho a Sir Alfred, también le habría complacido el uso del suspense que no procede de elementos sobrenaturales sino de miedos muy ordinarios como el temor a perder el trabajo (en una situación como la actual puede ser una auténtica catástrofe) o la aprensión que nos produce todo lo que guarde relación con la policía. Compliance demuestra que para construir a un villano no se necesitan colmillos ni rasgos monstruosos, basta con un elemento tan habitual como un simple un teléfono móvil en manos de una mente perversa.

La cámara de Craig Zobel se entretiene en detalles mínimos en la obertura del film, es una mañana fría en algún lugar de Estados Unidos, nieve en la calzada, la trasera de un camión, objetos típicos de un fast food abandonados en el suelo… Compone así auténticas naturalezas muertas que tienen por objeto situarnos en un paisaje que nos resulta conocido por corriente. Sandra (una efectiva Ann Dowd), la directora del restaurante de la franquicia se dispone a encarar un día duro, un descuido con el congelador la ha dejado sin suficientes provisiones para servir sus especialidades justo en un día en que habrá supervisión.  Todos van a tener una carga de trabajo extra para salir con éxito de la prueba, pero nada de eso mina la camaradería habitual. Con muy pocos elementos Zobel describe a sus principales personajes, Sandra es una mujer madura que sigue siendo bonachona e ingenua pese a su cargo y Becky es una joven adolescente algo frívola que no ha acabado de perder su inocencia. Estos rasgos de carácter ahondarán el drama cuando empiece a trastornarse todo.

A media jornada se recibe la llamada del agente Daniels (Pat Healy), que informa de que una de las trabajadoras ha sido acusada de robo y ordena a Sandra que sea su intermediaria en el interrogatorio e inspección de la sospechosa. En todo momento la cámara es cercana a los personajes, se diría que actúa como un narrador que, aún siendo omnisciente, está contaminado del punto de vista de los protagonistas de la acción; siempre firme en su trípode realiza sutilísimas correcciones de encuadre que nos imbuyen el nerviosismo que se vive en la escena. Como en los mejores filmes de suspense el espectador intuye que los personajes están siendo víctimas de un engaño, así descubre con satisfacción que el autor de la llamada no es más que un vulgar bromista que nada tiene que ver con la policía. Durante el primer tercio de la película no vemos al villano Daniels, de modo que cuando aparece en pantalla, nosotros como «detectives» aficionados, nos felicitamos por nuestra perspicacia.

La extorsión de Daniels se asienta sobre los mecanismos del timo, es decir, todos son sus víctimas, no sólo Becky, pero Sandra y quienes colaboran con ella, no dejan de obedecer al supuesto agente con complacencia incluso cuando les instiga a darle a la adolescente un trato vejatorio. Y como todo buen film de intriga hace al público cómplice del delito porque todos esperamos ver hasta dónde van a ser capaces de llegar y casi nos alarmamos tanto como el falso oficial Daniels cuando está a punto de perder la comunicación (igual como cuando deseamos que Norman Bates pueda ocultar el cadáver en Psicosis).

Lo dicho, Compliance,  habría complacido al bueno de Hitchcock. Y el aficionado también saldrá satisfecho, porque, más allá de que esta hiperrealista cinta (Zobel se apoyo en grabaciones reales), pueda en ocasiones resultar paradójicamente inverosímil, hay que reconocerle su capacidad de mantenernos en tensión durante todo el metraje.

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