Diario de Serendipia en Sitges 2025: novena cápsula, la separata

La adaptación de Frankenstein por Guillermo del Toro: entre la reinterpretación y la infidelidad
Abstract
En el texto analizamos la nueva adaptación de «Frankenstein» dirigida por Guillermo del Toro, cuestionando las libertades creativas tomadas respecto a la obra original de Mary Shelley. Se destaca cómo la novela de Shelley es mucho más que una historia de terror, siendo una reflexión profunda sobre los límites del conocimiento y la condición humana desde la perspectiva romántica. Sostenemos que la versión de del Toro se aleja de la esencia del clásico, perdiendo parte de su espíritu y convirtiéndose en una interpretación fallida, a pesar de ser una película interesante dentro del género de monstruos.
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Guillermo del Toro es un Monster Kid, como lo es la cabeza de Serendipia que en la pildora novena acaba de elogiarle. El director leyó la ópera prima de Mary Shelley con once años, demasiado niño para entender la profundidad de lo que pone sobre la mesa esa novelita, que literariamente tiene más de un pero (qué quieren, su autora era apenas una adolescente), pero que conceptualmente es puntera.
Dejen que les resuma su importancia.
Los románticos reunidos en Villa Diodati no eran boy scouts contándose historias de miedo a la luz de la hoguera. Eran la cabeza de lanza de la vanguardia intelectual de su momento, y aquella noche del 16 de junio de 1816 estaba en juego algo más ambicioso que el mero entretenerse con criaturas góticas de la noche. Como les hace decir Gonzalo Suárez en su Remando al viento (el mejor Frankenstein hasta el momento, aunque sea espurio y camuflado) el afán titánico que les inspiraba era el de ser capaces de crear el poema que ponga en pie a la materia. Dos fueron los relatos que surgieron de esa noche, El vampiro de
Polidori, y el Frankenstein de Mary Shelley. La novela de la joven adolescente tiene un subtítulo, Moderno Prometeo, eso nos da ya la pista de sus pretensiones: es una respuesta directa al Prometeo Liberado, es decir, no se trata de una simple novela de terror, es su propio posicionamiento y reflexión sobre los límites del conocimiento humano. Además de su propósito gnoseológico, la novela de Mary es un testimonio de cómo se ven los románticos a sí mismos, y una introspección de la autora sobre sí misma. Así los personajes principales son auténticas máscaras del genio romántico, cada uno en un estadio: Víctor Frankenstein nos pone ante la ciencia que se ha invertido a sí misma por haber llegado demasiado lejos, Robert Walton está tocado por el mismo afán fáustico de avanzar sin fin, pero en el momento antes de haber rebasado el límite, su regreso sobre sí mismo es la única esperanza que la autora concibe para el avance de la humanidad; por último, la criatura sin nombre es también un ítem de la percepción que tiene Mary Shelley de lo científico. Aquí el personaje es ejemplo de los resultados que se pueden llegar a obtener, con sus rasgos positivos y sus aspectos nefastos. La reconciliación en el polo entre la criatura y su creador equivale al ajuste de cuentas que hace la autora con todo lo que ha supuesto la transgresión romántica, la máxima crítica y la máxima esperanza que nos queda si invertimos el rumbo y regresamos con
Robert Walton para volver a empezar. Así, el resplandor de la pira funeraria en el polo norte del conocimiento será el único faro capaz de guiar la aventura humana hacia la tierra firme de la sabiduría. Kenneth Branagh lo supo ver, pese a los desmanes de su tercer acto, y su Mary Shelley’s Frankenstein sigue siendo la adaptación más fiel del espíritu de la letra de la novela y sabe regalarnos imágenes destinadas a convertirse en icónicas dentro de la tradición. Nada de ello aparece ni por asomo en la versión de Guillermo del Toro.
Un sexagenario del Toro ha logrado consumar su sueño infantil, adaptar Frankenstein, proyectando sobre él todo lo que la obra le ha inspirado a lo largo de su vida. Libre es de hacerlo, como libre soy yo de replicarle, cual si me hubiera convertido en Gadamer (o todavía fuese una profesora de filosofía corrigiendo el comentario de texto de un alumno) que no toda lectura es una lectura. Del Toro no interpreta, directamente inventa. Voy a resumir mi postura ante su filme en cuatro preguntas (una por cada WTF que me provocó la película) y una conclusión-consejo.
1,- ¿Una Elizabeth entomóloga?
Mia Goth es un valor en alza en el mundo del fantástico. Llamarla reina del grito sería quedarse muy corto, porque no haría justicia con sus dotes como actriz capaz de ponerse soberbiamente en la piel de la villana de la función, como demuestra su interpretación de las protagonistas de la trilogía de Ti West (X, Pearl, Maxxime). Nada como pez en el agua en la piel de la Elizabeth que ha escrito del Toro, una mujer con carácter que se mueve a sus anchas en un espacio copado por varones, la alimenta la misma curiosidad científica que a ellos y es muy capaz de pinsar un insecto con tal de
poder estudiarlo. Pese a esa inclinación, pese a comprender que una cierta crueldad es necesaria para progresar científicamente, no aprueba el experimento de Víctor, no porque se haya arrogado el rol divino, sino porque le niega la humanidad a la criatura que ha creado, lo desprecia. Allí está ella y su sensibilidad femenina para subsanar esa carencia, ella sí admira al recién creado, le comprende porque se identifica con él, no son aceptados en lo que son, pero, además, ve en él toda la virtud de lo humano y ninguno de sus vicios, es la tabula rasa de la inocencia, el lienzo en blanco desde el que se puede refundar lo humano. Y se enamora del monstruo, claro. Y Mia Goth lo borda. Y del Toro se muestra moderno porque da a la mujer una buena ración de empoderamiento. Y podríamos comer todos perdices, salvo por un detalle: se supone que estábamos en una adaptación de la novela de una mujer con el suficiente criterio como para diseñar a sus personajes en consonancia con lo que ella quería narrar, que no era el mito de la bella y la bestia, precisamente.
Elizabeth Lavenza está en las antípodas de ésta que hemos descrito, también es una mujer idealizada, es presentada como un ser casi perfecto, hermosa, virtuosa y devota. Su destino está intrínsecamente ligado al de Víctor, al que ama incondicionalmente, y para quien ella representa la estabilidad emocional y el hogar que él casi sacrifica en su búsqueda de conocimiento. Su muerte, por venganza,
en manos de la criatura simboliza la pérdida de la inocencia y la bondad en la historia, como resultado de la desobediencia y el orgullo de Víctor. Es la mayor penitencia que podría imponérsele para castigar su desmesura: Mary Shelley no le escatima ni un dolor a su personaje, desea que su novela tenga valor moralizante. Su Moderno Prometeo ha de estar encadenado, por la peligrosidad de sus actos, pese a su valía, pese a lo que hay de loable en su voluntad, pese a que fuera un trasunto de dos hombres a los que admiraba, Lord Byron y su propio esposo, Percy B. Shelley. Ha de pasar por el Hades, al menos por un momento.
2,- ¿Un Víctor Frankenstein mad doctor de feria?
Oscar Isaac ya tenía experiencia en el rol de máscara de Prometeo, Alex Garland le puso en esa tesitura en su primera película, Ex machina (2014), así que no debió de resultarle difícil entender a Víctor, si a la postre ha acabado siendo el Frankenstein más malcarado de la historia, algo tendrá que ver la poca simpatía que muestra del Toro a la hora de guionizar al personaje. Todo el esmero que el mexicano pone en retratar a la criatura es directamente proporcional a la inquina con la que caracteriza a su creador. Al menos si lo comparamos con el original de la novela. Mary hace de Víctor
un sosias del impulso romántico de transgredir los límites de la Ilustración, de su ansia por nombrar el Absoluto, de la decisión de priorizar la imaginación sobre la razón. En del Toro es casi un embaucador de feria (esa escena de la demostración en la universidad), movido por una ambición ciega que puede llegar a empujarle a aniquilar a todo aquel que vaya a obstaculizar sus propósitos (véase el destino del padre de Elizabeth), representa todo lo peor de las pasiones humanas (¿se dan cuenta de que sería incluso capaz de birlarle la novia a su propio hermano?). No queda ni rastro del personaje de Mary, porque aquél cae en la desmesura, pero su bondad intrínseca no es borrada, por eso Elizabeth puede devolverle al mundo, con su amor, y redimirle de su culpa, como consecuencia de su muerte.
3,- ¿Una criatura que revive como las cabezas de la Hidra de Lerma?
Jacob Elordi, después de mover las caderas para Sofia Coppola como Elvis, ya demostró dos cosas, que es un actor versátil y que sus dotes y su 1,93 de altura hacen de él un serio candidato a galán, así que no es de extrañar que la suya sea una de las mejores interpretaciones del film. Y es que él es el auténtico protagonista, aquello que mis padres llamaban el chico de la película, es decir, el galán de la función. Y, sí, sin duda la criatura es central en la novela de Mary, pero no deja por ello de
ser el antagonista, el monstruo. Y como monstruo que es, es un ser bestial y despiadado, su brutalidad tiene razón de ser, es fruto de la humillación que los hombres, pero ya primero su Padre creador, han ejercido sobre él. En su origen es retratado como el buen salvaje, en el cual el problema del mal es introducido por la sociedad. La obra de Mary Shelley tiene ecos del Rousseau del “Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres”. El mundo ha maleado a la criatura, el desprecio del padre es su cruz, de todos es sabido que bajo esa caracterización la autora se está presentando a sí misma, pero bajo ninguna condición habría aceptado la exaltación del monstruo porque está ahí como advertencia de la maldad que puede nacer de nuestras mejores voluntades si no respetamos la ética del mundo. La criatura debe ser comprendida, eso sí, y perdonada, para después morir en paz. ¿Qué le habría parecido el don de la inmortalidad que por gracia le concede del Toro? ¿Era necesario convertirle en Lobezno?
4,- ¿Robert Walton un mero viejo lobo de mar?
No, ningún personaje responde a este nombre en la película, en su lugar Lars Mikkelsen interpreta
a un tal capitán Anderson, patrón de la nave encallada en el polo donde Víctor y la criatura van a carearse. Y, no, no es un mero cambio de nombre, es sencillamente que el mexicano no le habrá otorgado relevancia alguna, por mucho que en la novela sea el narrador epistolar de los cuatro primeros capítulos. Total un punto de vista, un recurso literario. ¿Que es mucho más que eso? ¿Que Mary Shelley se esfuerza en que su historia sirva como un marco para la narración de Victor y presente un paralelo con sus ambiciones y su búsqueda de conocimiento? Paparruchas, que un alter ego de pacotilla no te arruine todo lo que has edificado, no vaya a parecer que tu adaptación es un baladí castillo de naipes.
5,- Zapatero a tus zapatos
En suma, del Toro ha hecho de su capa un sayo y de la novela de Mary Shelley una excusa para decir la suya. Amarás al monstruo por encima de todas las cosas, parece ser el mandamiento al que se rinde el director, y no es una premisa que le haya dado malos resultados, su filmografía es una de las más interesantes que ha dado el género fantástico, con alguna salvedad y con más de una obra maestra. Pero como adaptador ha resultado ser todo un fiasco, pese a todas las ganas que ha empeñado en ello. No pasa nada, también Spielberg quiso siempre llevar al cine a Peter Pan y cuando lo hizo, le salió Hook (1991), la peor versión de la novela de J. M. Barrie y una de sus peores películas.
Cerremos y concluyamos. Desearía poder disfrutar de una tarde tomando el té con Mary sólo para escucharla, dice el mexicano en una entrevista concedida a La Vanguardia. Puede que sea sincero, pero de momento lo que ha hecho es un auténtico ejercicio de mansplaining a la autora enmendándole la plana hasta que la novela se vuelve irreconocible por momentos. Los clásicos lo son porque supieron capturar el espíritu de su tiempo (Zeitgeist) y, a la vez, universalizarlo haciéndolo extensible a lo que lo humano tiene de común en todas las épocas. Puede dialogarse con ellos, por supuesto, y hasta actualizarlos si se quiere, pero siempre desde el respeto a su esencia. Esto es algo que entendió muy bien Bernard Rose, su Frankenstein es actual, pero asume la base que Mary estableció hace ya más de doscientos años. En suma, del Toro nos deja una Monster Movie interesante, pero un Frankenstein impropio y fallido. Hasta copilot, la inteligencia artificial del Word, lo sabe bien: A lo largo de la historia del cine, numerosas adaptaciones de Frankenstein han intentado captar el complejo trasfondo filosófico y emocional que Mary Shelley plasmó en su obra. Sin embargo, pocas han logrado transmitir esa tensión entre el impulso creativo y el peligro de la hybris humana, que es el núcleo de la novela. La propuesta de del Toro, aunque visualmente atractiva y ambiciosa en su diseño de producción, parece centrarse más en la espectacularidad que en la profundidad temática, relegando los dilemas éticos y existenciales a un segundo plano.
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