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VAMOS DE ESTRENO * Viernes 3 de febrero de 2023 *

LLAMAN A LA PUERTA (Knock at the Cabin, M. Night Shyamalan,2023)

USA. Duración: 100 min. Guion: M. Night Shyamalan, Steve Desmond, Michael Sherman. Novela: Paul Tremblay Música: Herdís Stefánsdóttir Fotografía: Jarin Blaschke, Lowell A. Meyer Compañías: Universal Pictures, Blinding Edge Pictures, Filmnation Entertainment, Perfect World Pictures, Wishbone Entertainment Inc. Distribuidora: Universal Pictures Género: Terror

Reparto: Dave Bautista, Jonathan Groff, Rupert Grint, Ben Aldridge, Nikki Amuka-Bird, Abby Quinn, William Ragsdale, Kristen Cui, Satomi Hofmann, Kat Murphy

Sinopsis: Durante unas vacaciones en una cabaña en un bosque alejada de todo, una niña y sus padres se convierten en rehenes de cuatro desconocidos armados que obligan a la familia a tomar una decisión imposible, pero necesaria para evitar un mal mayor.

El pensamiento es lenguaje. Cuando encuentro la palabra que resume mi idea, puedo explicarme; cuando identifico la palabra que resume la idea de quien me habla, puedo entenderlo. Vamos a aceptarlo así, aunque pueda problematizarse, y vayamos a la analogía: el cine también es lenguaje, sólo que en este caso los monemas son imágenes. Saltémonos las premisas y vayamos a la conclusión: cuando identificamos la sintaxis de imágenes que está en la base de su puesta en escena, entendemos la película. Y ello sería así aunque el argumento fuera incomprensible o incoherente. En un filme importa más el cómo nos lo cuenta mediante la gramática de la imagen, que el qué nos cuenta su trama literaria. El dominio de la puesta en escena es lo que distingue la calidad de un director. Y en esto M. Night Shyamalan es maestro. Después de argumentar la petición de principio, procedamos al comentario.

Es notorio que, desde su opera prima, el cine de Shyamalan tiene el giro de guion como bandera, aunque algunos ya vieron venir que Malcolm Crowe está muerto desde el principio. Y es que la cámara no ha mentido, a pesar de que el montaje (efecto kuleshov mediante) lo haya enmascarado. No hay trampa ni cartón, solo buen manejo de la gramática del plano. El director de El protegido parece saber (sabe) siempre qué recurso utilizar para que sea el espectador mismo el que se engañe, las imágenes le fuerzan siempre a formularse hipótesis plausibles que el propio avance en la cinta, antes o después, revelará erróneas. Si el suspense se establece gracias a que el espectador ve lo que no ven los personajes, Shyamalan le da al código una vuelta de tuerca, la intriga avanza conforme el respetable va modificando sus lecturas, sólo en la reflexión sobre lo visto somos capaces de comprender qué ha pasado ante nuestra mirada. Somos sujetos de la propia trama. Llaman a la puerta no es un caso aparte, desde su arranque empieza el juego de la reinterpretación y, antes de que la acción se encierre dentro de la cabaña, habremos tenido que cambiar de posicionamiento tres veces. Dónde creíamos ver una cinta de invasiones, el propio cartel ya nos había predispuesto a ello, pronto se instalará una situación en la que los personajes (todos) deben elegir una acción en medio de dos alternativas en conflicto, sin que ninguna de ellas resulte del todo aceptable o rechazable desde un punto de vista moral. Lo terrorífico viene de la mano de un dilema ético.

El llamado dilema del tranvía es el esqueleto que sostiene la historia. Un armazón en el que se imbrican las nociones de sacrificio, milagro y fe. Y tan bien construido que, incluso los que salgan diciendo que no han entrado en la historia y que no se creen el final, habrán comprado el relato y dado internamente el último giro que propone el filme. Como en la novela que adapta, La Cabaña del Fin del Mundo de Paul Tremblay, lo que está en juego sobre el tablero es la hipótesis sobrenatural, la factibilidad o no de creer lo imposible. Quienes hayan leído la novela descubrirán que la de Shyamalan es una adaptación con licencias, el director toma el conflicto de ella, pero lleva la premisa y su resolución a su propio universo. Como el Kierkegaard de Temor y Temblor, la cinta maneja sus elementos para plantear el salto mortal de la fe, un salto que daremos, o no, según cómo entendamos el peso del azar y la casualidad. No creernos el final es ya un modo de haber aceptado lo sobrenatural como presupuesto.

Serán muchos los que viéndola recordarán a Yorgos Lanthimos y su El sacrificio de un ciervo sagrado, serán menos los que sepan que el griego revisaba a otro griego más clásico y, por tanto, pocos alcanzarán a ver que es el espíritu de Eurípides el que planea sobre el relato. Ifigenia en Áulide es una de las más hermosas reflexiones sobre la aceptación del fatum, Ifigenia se somete de grado a lo que el destino le ha deparado, dejándose sacrificar es como ejerce su libertad y derrota a los Hados. Shyamalan comparte la idea de sacrificio como acto de abnegación inspirado por la vehemencia del amor. La ofrenda voluntaria es una celebración del hecho de amarnos. La vida es el auténtico milagro.

Quien haya leído hasta aquí ya habrá cometido el error de no enfrentarse a la película limpio como tabula rasa. Olviden los spoilers encubiertos, acudan dispuestos a dejarse enamorar por Kristen Cui en su estreno como actriz y disfruten de la acción, pero sobre todo entreténganse en contemplar el cómo está siendo narrada. Ni sus detractores podrán negar que Shyamalan es uno de los más diestros cuentacuentos que posee el cine actual.

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