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Novedades Diábolo: noviembre-diciembre 2025

25 noviembre 2025 Deja un comentario

El frío ha llegado y con él las fiestas. Época de pagas dobles -el que las tenga- y de regalos. Y Diábolo Ediciones lo sabe. Así que llega con un buen número de novedades para todos los gustos. Veamos si no: vuelve EC Comics y con dosis doble con el cuarto tomo de ‘The Haunt of Fear’ y el segundo de ‘Two-Fisted Tales’. Anime con el volumen 2 de  ‘Mujeres de Ghibli’. Y cuatro muy interesantes libros: ‘Historias de la magia del caos’ (Más allá de Alan Moore y Grant Morrison); ‘Los primeros superhéroes’ (Todos los personajes de la Edad de Oro del cómic norteamericano); ‘Con permiso de la reina’ (El humor inglés. De los bufones  a la sitcom) y finalmente, el primer volumen de ‘Siempre nos quedará Lovecraft’ (La influencia del horror cósmico en la cultura popular). Como vemos unas novedades muy apetitosas entre las que cuesta escoger cual será nuestra próxima lectura, si una, otra o…¡todas! 

Diario de Serendipia en Sitges 2025: novena cápsula, la separata

25 noviembre 2025 Deja un comentario

La adaptación de Frankenstein por Guillermo del Toro: entre la reinterpretación y la infidelidad

Abstract

En el texto analizamos la nueva adaptación de «Frankenstein» dirigida por Guillermo del Toro, cuestionando las libertades creativas tomadas respecto a la obra original de Mary Shelley. Se destaca cómo la novela de Shelley es mucho más que una historia de terror, siendo una reflexión profunda sobre los límites del conocimiento y la condición humana desde la perspectiva romántica. Sostenemos que la versión de del Toro se aleja de la esencia del clásico, perdiendo parte de su espíritu y convirtiéndose en una interpretación fallida, a pesar de ser una película interesante dentro del género de monstruos.

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Guillermo del Toro es un Monster Kid, como lo es la cabeza de Serendipia que en la pildora novena acaba de elogiarle. El director leyó la ópera prima de Mary Shelley con once años, demasiado niño para entender la profundidad de lo que pone sobre la mesa esa novelita, que literariamente tiene más de un pero (qué quieren, su autora era apenas una adolescente), pero que conceptualmente es puntera.

Dejen que les resuma su importancia.

Los románticos reunidos en Villa Diodati no eran boy scouts contándose historias de miedo a la luz de la hoguera. Eran la cabeza de lanza de la vanguardia intelectual de su momento, y aquella noche del 16 de junio de 1816 estaba en juego algo más ambicioso que el mero entretenerse con criaturas góticas de la noche. Como les hace decir Gonzalo Suárez en su Remando al viento (el mejor Frankenstein hasta el momento, aunque sea espurio y camuflado) el afán titánico que les inspiraba era el de ser capaces de crear el poema que ponga en pie a la materia. Dos fueron los relatos que surgieron de esa noche, El vampiro de Polidori, y el Frankenstein de Mary Shelley. La novela de la joven adolescente tiene un subtítulo,  Moderno Prometeo, eso nos da ya la pista de sus pretensiones: es una respuesta directa al Prometeo Liberado, es decir, no se trata de una simple novela de terror, es su propio posicionamiento y reflexión sobre los límites del conocimiento humano. Además de su propósito gnoseológico, la novela de Mary es un testimonio de cómo se ven los románticos a sí mismos, y una introspección de la autora sobre sí misma. Así los personajes principales son auténticas máscaras del genio romántico, cada uno en un estadio: Víctor Frankenstein nos pone ante la ciencia que se ha invertido a sí misma por haber llegado demasiado lejos, Robert Walton está tocado por el mismo afán fáustico de avanzar sin fin, pero en el momento antes de haber rebasado el límite, su regreso sobre sí mismo es la única esperanza que la autora concibe para el avance de la humanidad; por último, la criatura sin nombre es también un ítem de la percepción que tiene Mary Shelley de lo científico. Aquí el personaje es ejemplo de los resultados que se pueden llegar a obtener, con sus rasgos positivos y sus aspectos nefastos. La reconciliación en el polo entre la criatura y su creador equivale al ajuste de cuentas que hace la autora con todo lo que ha supuesto la transgresión romántica, la máxima crítica y la máxima esperanza que nos queda si invertimos el rumbo y regresamos con Robert Walton para volver a empezar. Así, el resplandor de la pira funeraria en el polo norte del conocimiento será el único faro capaz de guiar la aventura humana hacia la tierra firme de la sabiduría. Kenneth Branagh lo supo ver, pese a los desmanes de su tercer acto, y su Mary Shelley’s Frankenstein sigue siendo la adaptación más fiel del espíritu de la letra de la novela y sabe regalarnos imágenes destinadas a convertirse en icónicas dentro de la tradición. Nada de ello aparece ni por asomo en la versión de Guillermo del Toro.

Un sexagenario del Toro ha logrado consumar su sueño infantil, adaptar Frankenstein, proyectando sobre él todo lo que la obra le ha inspirado a lo largo de su vida. Libre es de hacerlo, como libre soy yo de replicarle, cual si me hubiera convertido en Gadamer (o todavía fuese una profesora de filosofía corrigiendo el comentario de texto de un alumno) que no toda lectura es una lectura. Del Toro no interpreta, directamente inventa. Voy a resumir mi postura ante su filme en cuatro preguntas (una por cada WTF que me provocó la película) y una conclusión-consejo.


1,- ¿Una Elizabeth entomóloga?

Mia Goth es un valor en alza en el mundo del fantástico. Llamarla reina del grito sería quedarse muy corto, porque no haría justicia con sus dotes como actriz capaz de ponerse soberbiamente en la piel de la villana de la función, como demuestra su interpretación de las protagonistas de la trilogía de Ti West (X, Pearl, Maxxime). Nada como pez en el agua en la piel de la Elizabeth que ha escrito del Toro, una mujer con carácter que se mueve a sus anchas en un espacio copado por varones, la alimenta la misma curiosidad científica que a ellos y es muy capaz de pinsar un insecto con tal de poder estudiarlo. Pese a esa inclinación, pese a comprender que una cierta crueldad es necesaria para progresar científicamente, no aprueba el experimento de Víctor, no porque se haya arrogado el rol divino, sino porque le niega la humanidad a la criatura que ha creado, lo desprecia. Allí está ella y su sensibilidad femenina para subsanar esa carencia, ella sí admira al recién creado, le comprende porque se identifica con él, no son aceptados en lo que son, pero, además, ve en él toda la virtud de lo humano y ninguno de sus vicios, es la tabula rasa de la inocencia, el lienzo en blanco desde el que se puede refundar lo humano. Y se enamora del monstruo, claro. Y Mia Goth lo borda. Y del Toro se muestra moderno porque da a la mujer una buena ración de empoderamiento. Y podríamos comer todos perdices, salvo por un detalle: se supone que estábamos en una adaptación de la novela de una mujer con el suficiente criterio como para diseñar a sus personajes en consonancia con lo que ella quería narrar, que no era el mito de la bella y la bestia, precisamente.

Elizabeth Lavenza está en las antípodas de ésta que hemos descrito, también es una mujer idealizada, es presentada como un ser casi perfecto, hermosa, virtuosa y devota. Su destino está intrínsecamente ligado al de Víctor, al que ama incondicionalmente, y para quien ella representa la estabilidad emocional y el hogar que él casi sacrifica en su búsqueda de conocimiento. Su muerte, por venganza, en manos de la criatura simboliza la pérdida de la inocencia y la bondad en la historia, como resultado de la desobediencia y el orgullo de Víctor. Es la mayor penitencia que podría imponérsele para castigar su desmesura: Mary Shelley no le escatima ni un dolor a su personaje, desea que su novela tenga valor moralizante. Su Moderno Prometeo ha de estar encadenado, por la peligrosidad de sus actos, pese a su valía, pese a lo que hay de loable en su voluntad, pese a que fuera un trasunto de dos hombres a los que admiraba, Lord Byron y su propio esposo, Percy B. Shelley. Ha de pasar por el Hades, al menos por un momento.

2,- ¿Un Víctor Frankenstein mad doctor de feria?

Oscar Isaac ya tenía experiencia en el rol de máscara de Prometeo, Alex Garland le puso en esa tesitura en su primera película, Ex machina (2014), así que no debió de resultarle difícil entender a Víctor, si a la postre ha acabado siendo el Frankenstein más malcarado de la historia, algo tendrá que ver la poca simpatía que muestra del Toro a la hora de guionizar al personaje. Todo el esmero que el mexicano pone en retratar a la criatura es directamente proporcional a la inquina con la que caracteriza a su creador. Al menos si lo comparamos con el original de la novela. Mary hace de Víctor un sosias del impulso romántico de transgredir los límites de la Ilustración, de su ansia por nombrar el Absoluto, de la decisión de priorizar la imaginación sobre la razón. En del Toro es casi un embaucador de feria (esa escena de la demostración en la universidad), movido por una ambición ciega que puede llegar a empujarle a aniquilar a todo aquel que vaya a obstaculizar sus propósitos (véase el destino del padre de Elizabeth), representa todo lo peor de las pasiones humanas (¿se dan cuenta de que sería incluso capaz de birlarle la novia a su propio hermano?). No queda ni rastro del personaje de Mary, porque aquél cae en la desmesura, pero su bondad intrínseca no es borrada, por eso Elizabeth puede devolverle al mundo, con su amor, y redimirle de su culpa, como consecuencia de su muerte.

3,- ¿Una criatura que revive como las cabezas de la Hidra de Lerma?

Jacob Elordi, después de mover las caderas para Sofia Coppola como Elvis, ya demostró dos cosas, que es un actor versátil y que sus dotes y su 1,93 de altura hacen de él un serio candidato a galán, así que no es de extrañar que la suya sea una de las mejores interpretaciones del film. Y es que él es el auténtico protagonista, aquello que mis padres llamaban el chico de la película, es decir, el galán de la función. Y, sí, sin duda la criatura es central en la novela de Mary, pero no deja por ello de ser el antagonista, el monstruo. Y como monstruo que es, es un ser bestial y despiadado, su brutalidad tiene razón de ser, es fruto de la humillación que los hombres, pero ya primero su Padre creador, han ejercido sobre él. En su origen es retratado como el buen salvaje, en el cual el problema del mal es introducido por la sociedad. La obra de Mary Shelley tiene ecos del Rousseau del “Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres”. El mundo ha maleado a la criatura, el desprecio del padre es su cruz, de todos es sabido que bajo esa caracterización la autora se está presentando a sí misma, pero bajo ninguna condición habría aceptado la exaltación del monstruo porque está ahí como advertencia de la maldad que puede nacer de nuestras mejores voluntades si no respetamos la ética del mundo. La criatura debe ser comprendida, eso sí, y perdonada, para después morir en paz. ¿Qué le habría parecido el don de la inmortalidad que por gracia le concede del Toro? ¿Era necesario convertirle en Lobezno?

4,- ¿Robert Walton un mero viejo lobo de mar?

No, ningún personaje responde a este nombre en la película, en su lugar Lars Mikkelsen interpreta a un tal capitán Anderson, patrón de la nave encallada en el polo donde Víctor y la criatura van a carearse. Y, no, no es un mero cambio de nombre, es sencillamente que el mexicano no le habrá otorgado relevancia alguna, por mucho que en la novela sea el narrador epistolar de los cuatro primeros capítulos.  Total un punto de vista, un recurso literario. ¿Que es mucho más que eso? ¿Que Mary Shelley se esfuerza en que su historia sirva como un marco para la narración de Victor y presente un paralelo con sus ambiciones y su búsqueda de conocimiento?  Paparruchas, que un alter ego de pacotilla no te arruine todo lo que has edificado, no vaya a parecer que tu adaptación es un baladí castillo de naipes.

5,- Zapatero a tus zapatos

En suma, del Toro ha hecho de su capa un sayo y de la novela de Mary Shelley una excusa para decir la suya. Amarás al monstruo por encima de todas las cosas, parece ser el mandamiento al que se rinde el director, y no es una premisa que le haya dado malos resultados, su filmografía es una de las más interesantes que ha dado el género fantástico, con alguna salvedad y con más de una obra maestra.  Pero como adaptador ha resultado ser todo un fiasco, pese a todas las ganas que ha empeñado en ello. No pasa nada, también Spielberg quiso siempre llevar al cine a Peter Pan y cuando lo hizo, le salió Hook (1991), la peor versión de la novela de J. M. Barrie y una de sus peores películas.


Cerremos y concluyamos. Desearía poder disfrutar de una tarde tomando el té con Mary sólo para escucharla, dice el mexicano en una entrevista concedida a La Vanguardia. Puede que sea sincero, pero de momento lo que ha hecho es un auténtico ejercicio de mansplaining a la autora enmendándole la plana hasta que la novela se vuelve irreconocible por momentos. Los clásicos lo son porque supieron capturar el espíritu de su tiempo (Zeitgeist) y, a la vez, universalizarlo haciéndolo extensible a lo que lo humano tiene de común en todas las épocas. Puede dialogarse con ellos, por supuesto, y hasta actualizarlos si se quiere, pero siempre desde el respeto a su esencia. Esto es algo que entendió muy bien Bernard Rose, su Frankenstein es actual, pero asume la base que Mary estableció hace ya más de doscientos años. En suma, del Toro nos deja una Monster Movie interesante, pero un Frankenstein impropio y fallido. Hasta copilot, la inteligencia artificial del Word, lo sabe bien: A lo largo de la historia del cine, numerosas adaptaciones de Frankenstein han intentado captar el complejo trasfondo filosófico y emocional que Mary Shelley plasmó en su obra. Sin embargo, pocas han logrado transmitir esa tensión entre el impulso creativo y el peligro de la hybris humana, que es el núcleo de la novela. La propuesta de del Toro, aunque visualmente atractiva y ambiciosa en su diseño de producción, parece centrarse más en la espectacularidad que en la profundidad temática, relegando los dilemas éticos y existenciales a un segundo plano.

Diario de Serendipia en Sitges 2025: Novena cápsula

25 noviembre 2025 Deja un comentario

Penúltimo día de cinefágia en Sitges y hoy hay platos fuertes: por, un lado ‘Frankenstein‘ de Guillermo del Toro, con la que Serendipia pasaría dos horas y media de metraje hibernado en l’Auditori tras otra de las esperadas ‘Black Phone 2‘. El resto, todas en l’Auditori, serían películas sorpresa de las que, como es habitual en Serendipia, poco o nada habíamos leído más allá de una pequeña sinopsis y ficha artística. Vamos. Vamos, que todavía queda un poco de energía…

Basada en un relato de Joe Hill (osease, el hijo de Stephen King), Black Phone fue un pequeño éxito hace cuatro años  entre los fans del cine de terror, entre los cuales Serendipia se cuenta. Ahora, la fórmula se repite con el mismo director, Scott Derrickson, y los mismos protagonistas:  los dos hermanos, que eran niños en la primera entrega y ahora son, Finn (Mason Thames), un adolescente problemático y Gwen (Madeleine McGraw), una adorable jovencita que ya tiene novio y todo. El padre ha pasado de ser un borracho inútil y maltratador a una bella persona que no toma ni bolitas de anís. Y Ethan Hawke sale algo menos, pues sospechamos que tras la máscara de The Raptor no siempre está el actor titular. Y ¿Cómo han sacado punta a la concluida primera entrega? Pues reviviendo a El Raptor, claro, que quiere vengarse de Finn desde la tumba y escoge como objetivo a Gwen, su hermana pequeña. Una adolescente de 15 años con mucho carácter que empieza a recibir llamadas de un teléfono negro en sueños, acompañadas de inquietantes visiones de algo o alguien acechando a tres chicos en el campamento de invierno de Alpine Lake. Decidida a resolver el misterio y a acabar con el tormento de su hermano, Gwen convence a Finn para ir al campamento durante una tormenta de nieve. Juntos, los dos hermanos deberán enfrentarse a un asesino aún más poderoso desde la muerte. ¿El resultado? Una secuela puramente alimenticia y bastante rutinaria, quizás por la presencia constante de la nieve inundando la pantalla hasta conseguir cierto grado de aburrimiento, quizás achacable al cansancio que Serendipia ya tenía encima desde primera hora de la mañana. Será cuestión de verla con más calma… o no.

El plato fuerte del día era Frankenstein, con la que Guillermo del Toro, según declaró, se despedía, eso sí, a lo grande, de este tipo de superproducciones, pues le apetece hacer un cine menos barroco. Por lo pronto Frankenstein recupera el goticismo de la novela con un resultado que, si  hiciera falta comparar, la acerca a la versión que realizó Branagh. Un film con un diseño de producción espectacular, muy inspirado en las ilustraciones que para la novela realizara BernieWrightson,  y varias estrellas en su reparto como son Oscar Isaac como Víctor, Jacob Elordi como la criatura, Mia Goth como Elizabeth y Christoph Waltz que, por cierto, también era el Van Helsing del Drácula de Luc Besson. Del Toro incluso se permite dar un pequeño guiño (o al menos la parte más entusiasmada de Serendipia ha querido verlo) al maquillaje de Karloff en un pequeño experimento de reanimación que Víctor presenta en público.

El Frankenstein de Guillermo del Toro es un film apabullante, espectacular, agotador, que personalmente el que esto les narra vio con la boca abierta durante toda su duración, pero que al terminar le dejó francamente frío, quizás contagiado por el gélido ambiente que había salido de la enorme pantalla de l’Auditori en Black Phone 2 y que prosiguió con Frankenstein. Esta sí que habrá que volver a verla. Pero de momento les dejo con la parte más reflexiva de Serendipia, que como gran conocedora de la novela original y de todo aquel universo de románticos que veranearon en Villa Diodati, tiene otra opinión sobre la fidelidad del film de del Toro a la novela original de Mary Shelley y a su espíritu. Y como soy invocada en mi rol de sabihonda les invito a seguirme a la separata donde les desarrollaré mi argumentario. Advertidos están, eso sí, de que van a encontrarse spoilers.

Si ninguna de las dos que había visto Serendipia participaban en competición, todavía apabullado y agotado tras esas intensas dos horas y media, Serendipia se aventura a ver Scarlet (果てしなきスカーレット) un nuevo anime de Mamoru Hosoda que sí participaba en la sección Anima’t y que nos narra las aventuras de una princesa medieval experta en el manejo de la espada que se embarca en una peligrosa misión para vengar la muerte de su padre. Tras fracasar en su misión y despertarse gravemente herida en un «Otromundo», conoce a un joven idealista de nuestro presente que no solo la cura, sino que le muestra la posibilidad de un futuro libre de amargura y rabia. Cuando se enfrenta de nuevo al asesino de su padre, Scarlet se enfrenta a su batalla más difícil: ¿podrá romper el ciclo del odio y encontrar un sentido a la vida más allá de la venganza? Como vemos el estupendo anime de Hosoda tiene una lección de vida que se desarrolla en una tierra de nadie entre la vida y la muerte, un extraño intersticio espacial, una especie de purgatorio en el que los muertos pueden comunicarse e interactuar con los vivos.

Mamoru Hosoda ha dicho que esta película es su respuesta a El rey león (1994) como Belle (2021) lo fue a La bella y la bestia (1991) . Tanto  El rey león como Scarlet se inspiran libremente en Hamlet, siendo la versión nipona más madura y compleja. Hosoda toma de la tragedia shakespeariana el motivo de la venganza para interpelar al mundo postpandémico de nuestro hoy, a nuestro presente polarizado y crispado, donde la paz mundial está en peligro atrapados como estamos en un ciclo de odio. La película explora y defiende la búsqueda de un propósito más allá de la venganza. Mezcla de estilos de animación, combinando el artesano tradicional de Japón con elementos de CGI, Scarlet abre un resquicio de esperanza con secuencias mágicas como la del baile en Shibuya, que nos muestra un mundo feliz y en paz.

Cofundador del Studio Chizu (2011), Mamoru Hosoda ha ganado cuatro veces el Premio a Mejor Largometraje de Animación en Sitges: en 2006, 2009, 2012 y 2018 y es, sin lugar a duda, el más claro competidor de Miyazaki y sus Studios Ghibli.

Y finaliza Serendipia la jornada con una película Oficial Fantàstic Competició  a una hora  que le es atípica, a las 19.30, pues la última película seleccionada, Chien 51, tiene dos horas de duración. La película francesa, dirigida por Cédric Jiménez es una distopía social futurista que lamentablemente nos resulta muy cercana y reconocible, pues nos lleva a un París que se divide en tres zonas separadas por clases sociales en la que nadie puede escapar de ALMA, una IA predictiva que ha revolucionado las fuerzas del orden. Tras el asesinato del creador de ALMA, Salia (Adèle Exarchopoulos), una agente de alto rango, y Zem (Gilles Lellouche), un policía hastiado, se ven obligados a colaborar para resolver un caso que podría revelar los oscuros secretos del sistema al que sirven. “No quería hacer una película sobre el futuro, sino sobre un presente amplificado”, explica Cédric Jimenez y añade, “vivimos rodeados de sistemas que ya deciden por nosotros, algoritmos que nos clasifican, cámaras que nos observan«. 

Un muy interesante thriller con un París repleto de drones que monitorizan la ciudad controlándolo todo. Allí los dos policías, el duro y desencantado de la zona 3, y la metódica de la zona privilegiada encarnarán a una extraña pareja que descubrirá todos los secretos del (ALMA) programa policial realizado por IA que detiene a los delincuentes acusándolos en base a un cálculo de probabilidades. “Podríamos haber hecho una película de acción pura, pero me interesaba más el conflicto interior. Zem y Salia son dos personajes que ya están rotos. En un mundo donde todo está decidido por una máquina, ellos representan la última chispa de libre albedrío”, declaraba el director sobre la particular pareja de compañeros. Estamos ante una cinta de denuncia y advertencia que reflexiona sobre los dilemas éticos que puede llegar a suscitar el uso indiscriminado de la IA.  Asegura el director que cuando la inteligencia artificial se convierte en juez, la línea entre justicia y control se desdibuja, cree que lo peligroso no es la máquina en sí, sino la tendencia del ser humano a delegar en ella. Chien 51 habla de ese riesgo: de cómo, por miedo o comodidad, los humanos ceden su libertad sin apenas darse cuenta.

Y tras este interesante thriller que combina espectáculo, reflexión y emoción, Serendipia se prepara para el que será último día de cinefágia. El Sitges Film Festival comienza a cerrar y pronto todos volveremos a casa…

Categorías: Sitges Film Festival