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Diario de Serendipia en Sitges 2025: Sexta cápsula

Serendipia se disponía a pasar toda la mañana en Tramontana, su segundo hogar, donde le esperaban algunas películas marcianas más, dos de ellas Noves Visions. Pero lo más loco se lo encontró en l’Auditori ya por la tarde…

New Group fue una de las escasas películas japonesas que se pudieron ver en Oficial Fantàstic
Competició. Su director, Yûta Shimotsu, ya empieza a tener un nombre en Sitges después de haber debutado hace dos años en el festival con su opera prima Best Wishes to All, un excelente y atmosférico ejercicio de terror que hizo las delicias de Serendipia en aquella ocasión. Y aquí estábamos, en sesión despertador, con la intención de comprobar si nuestro juicio de entonces se confirmaba, la sinopsis argumental con la que presentaba New Group el programa. Si más no, era apetecible: «La estudiante de secundaria Ai comienza a observar comportamientos extraños de sus compañeros de clase. Poco a poco, los alumnos y profesores se convierten en una secta sin voluntad propia que transforma las rutinas de gimnasia en una aterradora danza de la muerte.» Como casi siempre, este resumen resultó impreciso e incompleto. Incompleto porque se omite un personaje central, el estudiante Yu Kobayashi, nuevo en el instituto, quien, además de tener un apellido con resonancias cinéfilas, va a representar el complementario de Ai (fíjense que fonéticamente los nombres de la pareja protagonista no son otra cosa que ‘tú’ y ‘yo’ en inglés), mientras ella es discreta y procura pasar desapercibida, incluso llega a pecar de falta de iniciativa cuando ve a un grupo chicas haciendo bullyng a otra, él, que viene de estar largo tiempo en EE.UU, se destaca por ir a contracorriente de las normas. La imprecisión de la sinópsis es que utiliza la palabra secta y no hay tal, o no exactamente, lo que hay es una pirámide humana que se ha ido montando poco a poco, esto no es un spoiler puesto que el propio cartel de la película lo muestra. ¿Qué tenemos pues? El marco de una comedia estudiantil como escenario de una cinta de terror corporal con intención de denuncia social. Y ahora hemos corrido mucho en la explicación. R-a-l-e-n-t-i-c-é-m-o-n-o-s.
La película comienza con una serie de imágenes agresivas que bombardean el subconsciente de Ai, una pareja de famosos es brutalmente golpeada por paparazzis con teclados y monitores. Una anciana se cae en la calle y los jóvenes sacan sus teléfonos con la esperanza de que su indefensión se haga viral. Un político con yenes asomando de los bolsillos de su traje pide el voto a personas sin hogar mientras ríe maniáticamente. Escenas que puntúan el tono del relato, nos estamos moviendo en el terreno de la extrañeza, una extrañeza que surge de deformar lo cotidiano hasta el absurdo. La extrañeza va entrando progresivamente, con verosimilitud, casi con naturalidad, podríamos decir. Así, la vida de Ai y Yu en el instituto es la habitual en las comedias adolescentes que tantas veces nos ha obsequiado el subgénero, hasta que un estudiante se dirige al campo de futbol y se pone a cuatro patas en el centro, y luego, son dos más, y luego más, hasta que se preocupan los padres y los profesdores deciden adoptar esa anomalía como actividad, fagocitar la práctica absurda y convertirla en un modo de orden, y se suman más alumnos, y profesores y padres, y… al final hay una enorme pirámide humana dispuesta a aniquilar al que no se sume. Como en Best Wishes to All, una situación cotidiana, doméstica, se convierte en una pesadilla que recuerda las atmósferas de Junji Ito. Es obvio, además que nos movemos en el ámbito de la metáfora, una muy clara: la pirámide, más allá de su impacto visual, representa la jerarquía y la obediencia ciega, aunque se presente como empoderadora en realidad implica una pérdida de identidad, ya que los individuos se rinden y se refugian en la comodidad de esta ordenación. El objetivo de New Group es la denuncia del conformirsmo y la alienación, el sometimiento a lo establecido y la renuncia al propio yo. Y es que la denuncia es lo que más interesa a su director, «mi interés reside en poder enfocarlos desde una perspectiva social donde siento que puedo aportar algún tipo de mensaje«; eso sí, siempre deesde los mimbres del género «Y sobre todo quiero darle importancia a la puesta en escena y todo lo que se ve, creando imágenes que puedan sorprender«.

Y ya tenemos la respuesta a nuestras expectativas, New Group consolida a Shimotsu como un narrador anárquico y experimental que aborda temas universales de forma sumamente poco convencional. Primera satisfacción matutina, si tuviésemos que poner un pero no sería a la película sino a su ubicación en la parrilla de la edición. Si lo que tenemos es una cinta fuera de lo común que no sólo usa de la alegoría sino de la experimentación con las formas de narrar, ¿No debiera haber figurado en Noves Visions?
A Noves Visions pertenecía la siguiente cinta de este día, y pronto descubriríamos que cambiábamos de país, Japón por Hungría y de sección del festival, pero seguíamos moviendonos en el terreno del cine comprometido, aquel que mediante la metáfora hermana el terror con la crítica social mordaz. Sin olvidar unas gotas de humor.
Feels Like Home del debutante Gábor Holtai fue toda una grata sorpresa para Serendipia. Holtai se estrena en el largo con un trhiller psicológico que, tomando forma de alegoría, es una ácida crítica social de un país, el propio, que abandonó el comunismo para elegir una nueva forma de totalitarismo con la figura del fascista Viktor Orbán. No es, sin embargo, una película localista, este drama de cámara tiene la virtud de mantenernos en tensión durante todo el metraje porque sabemos que nos está apelando a nosotros, a nuestro presente polarizado y convulso, y a un posible futuro próximo en el que la realidad húngara de hoy puede ser la nuestra. Y Feels like Home parte de la su circunstancia nacional, pero se edifica sobre un sustrato que sentimos universal pues retrata cómo, a pesar del vano anhelo de libertad, la mayoría de las personas se sienten seguras dentro de un sistema, por más distorsionado que sea. Su final es demoledor, pero empecemos por su principio.
Y el principio es resumir su trama: la vida de Rita da un vuelco cuando la secuestran durante la noche. Despierta en un extraño apartamento, donde la familia Árpád afirma que es Szilvi, su hija perdida hace mucho tiempo. Aunque Rita conoce su verdadera identidad, poco a poco se da cuenta de que solo podrá sobrevivir en ese grotesco y hermético entorno si sigue las reglas y acepta el papel que le han asignado. Holtai condensa en un entorno familiar claustrofóbico y delirante la lógica de los sistemas políticos basados en la sumisión a la voluntad de los mandatarios. El tirano con piel de cordero, en el film, es Papá, su palabra es ley, su voluntad determina quién puede pertenecer a la «familia» y quién no. Todos quieren someterse a él, aunque aparentemente todos le temen. Esta microsociedad funciona como una secta cerrada y extraña: tras la apariencia de amor se esconde un control absoluto, tras el orden, la desintegración. Rita-
Szilvi se va perfilando como la oposición silenciosa, sabedora de que el poder nunca reside en un solo hombre, sino también en quienes le sirven obedientemente, la protagonista va haciendo trabajo de zapa, ayudando a los otros miembros a desenmascararse y tejiendo alianzas. La acción alcanza su climax con la muerte de papá en una escena en la que, al estilo de Asesinato en el Orient Express, todos participan en la venganza. Pero el clímax no es el final, Feels Like Home no deja margen a la catarsis. Tras la liberación viene el desconcierto y la dolorosa toma de conciencia de que la recién estrenada libertad no basta por sí misma para invertir un sistema, aquí ya el capitalista, que se basa en la desigualdad. La conclusión perturbadora y, a la vez, profundamente lacerante es que, a pesar de nuestro deseo de libertad, la mayoría nos aferramos a un sistema, porque creemos que es la única manera de darle sentido a nuestros días.
Con un buen trabajo de guion en el desarrollo del arco de transformación de los personajes y unas actuaciones solventes, la película evita el problema de las piezas de cámara, no gira en torno a la repetición de los mismos giros argumentales, sino que la tensión es un crescendo. Destaca por su fuerza visual. Las frías y geométricas imágenes del director de fotografía Dániel Szőke, junto con la música del propio Holtai, contribuyen a la sensación de confinamiento. La atmósfera es densa, pero nunca gratuita: cada composición sugiere que nada ocurre por casualidad. El ritmo es lento por momentos, pero eso forma parte de la tensión; la película se basa en la paciencia, no en el impacto. Por eso, llegado el final, nos muerde con más fuerza la desesperanza.

Hay pesimismo en el joven Holtai, «la humanidad ha desarrollado una terrible necesidad de comodidad a través del estilo de vida capitalista. Dado que este es uno de los principales objetivos en la vida de las personas, también es la principal fuerza que nos impulsa a ignorar tanta injusticia y negatividad, y a renunciar a nuestro propio sistema de valores por ello». Pero también combatividad, busca un cine que golpee conciencias, un cine denuncia que resulta especialmente arriesgado en Hungría porque, como dijo él mismo en su presentación de la proyección, Orbán no quiere saber de críticas. La suma de pesimismo y fortaleza le lleva a abrazar la fórmula del absurdo, para él «una gran oportunidad para hablar con claridad sobre cuestiones morales y humanas que de otro modo serían difíciles de comprender«. Gábor Holtai es
también un autor vehemente que se implica emocional e intelectualmente con su obra, «si solo iba a hacer una película en mi vida, tenía que ser esta». Realizada sin el apoyo del Fondo Nacional de Cine, la cinta tardó cinco años en llegar a término y fue posible gracia a la colaboración y financiación independientes, en una coproducción de FP Films y CineSuper, con la participación de los productores Péter Fülöp, Zoltán Mártonffy y Ádám Farkas.
El esfuerzo mereció la pena, la sátira absurda y claustrofóbica de Holtai fue de las mejores y más recomendables cintas que pudieron verse durante el certamen, aunque su pasó por el mismo fuese de manera bastante desapercibida. Afortunadamente no se fue de vacío, regresa a Hungría con el Méliès de Plata bajo el brazo, esperemos que eso sea un reclamo para el público húngaro y no pierdan la ocasión de verla cuando se estrene el 19 de febrero de 2026.
Con el corazón latiendo y la mente efervesciendo, nos volvimos a sentar en nuestra butaca preferida de nuestra sala preferida para cambiar el color degradado por la paleta más saturada y chillona. Cambio de tercio radical, es el turno de
Fucktoys, también dentro de Noves Visions, una producción estadounidense dirigida, escrita y protagonizada por Annapurna Sriram en la que interpreta a una trabajadora sexual a tiempo parcial e imán del caos a tiempo completo llamada AP y que está convencida de que el universo la tiene en su poder. Y puede que tenga razón.
En este debut salvaje y sin filtros, AP busca un reinicio cósmico después de que una peculiar tarotista le diga que necesita mil dólares y un cabrito para romper su maldición. Para ello recorre en scooter los sórdidos bajos fondos de Trashtown, una mezcla de Luisiana del sur con un toque de Los Ángeles, con más barras de alterne que guarderías, y va encontrándose con extraños personajes por el camino. La cinta avanza sumergiéndonos en una sucesión de encuentros que podrían funcionar como tiras de viñetas independientes, pero que están unidas con lógica. Una lógica que no es lineal sino asociativa y que nos hace perseguir a AP por un universo continuamente sorprendente como si el suyo fuera el viaje de cualquier Alicia en una país de maravillas. Fucktoys es un paraíso distópico en sí mismo.
Grosera, cruda y desquiciada, esta hilarante aventura punk está dirigida por una alumna aventajada de John Waters que juega a las texturas filmando en glorioso formato de 16 mm. Fucktoys es tanto una provocación estética como moral a las convenciones del cine independiente. Una patada en el estómago de esa América que ha tolerado que se aliente el movimiento MAGA, una crítica feroz al capitalismo con espíritu grindhouse. Se oyeron quejas por haber sido seleccionada sin ser género, ¿De verdad no lo es? No importa la respuesta, no a Serendipia al completo esta vez. Fucktoys es una joya del kitsch más verdaderamente transgresor.
Esta jornada estaba resultando grande y original, poco sabíamos que cuando llegaramos a l’Auditori el delirio iba a tocar cotas máximas.

Ben Wheatley y su Màquina del Temps (Foto: Serendipia)
Cerramos el día con Bulk película que también formaba parte de la sección Oficial Fantàstic Competició y que sería otro de los momentos más memorables del festival. Bulk está dirigida por Ben Wheatley, un rostro habitual en el festival desde que presentara Kill List en 2011, Turistas en 2012 y A Field in England un año después, entre otras. La propuesta de este año la definió el propio director británico como «jodidamente rara«, tras lo cual deseó suerte a los espectadores, entre los cuales estuvo él mismo, ya que se quedó junto con su equipo a ver la película. El director antes de la presentación del film recogió el premio Màquina del Temps de la mano de Ángel Sala, director del festival.
Bulk, rodada en color y blanco y negro con un reducido equipo artístico, artesanales efectos especiales y en formato 16.9 es una locura en forma de thriller negro (retro)futurista del que es bastante complicado especificar su argumento: cuando un científico lleva sus experimentos con la teoría de cuerdas demasiado lejos, algo sale mal, provocando la explosión de su enigmático invento, el colisionador cerebral, y la propia desaparición del científico. Nuestro héroe Corey Harlan (Sam Riley) es enviado para arreglar el desastre generado por el doctor Anton Chambers (Noah Taylor), y recibirá la ayuda de Aclima, un ser multidimensional. Enigmática sinopsis de la que sin duda es la película más anticomercial del británico hasta la fecha. Pero igualmente, esta locura, este híbrido de thriller de conspiración, ciencia ficción con viajes en el tiempo y parodia de género absurda, tiene más inspiración que casi todo lo que ha hecho hasta aquí. Una delicia repleta de recovecos narrativos de tan solo noventa minutos y llena de referencias metatextuales que van desde la fantasía artesanal de la clásica serie británica Thunderbirds, hasta la
opaca y minimalista construcción de mundos de ciencia ficción de Alphaville de Godard, pasando por la paranoia exagerada de películas de serie B de mediados de siglo pasado como El experimento del dr. Quatermass. Del mismo modo que integra referencias dispares, Wheatley combina estilos diversos en su realización, dando como resultado un catálogo desordenado de modos y técnicas de género del siglo pasado. Planea sobre este abigarrado conjunto una sensación: todos se han divertido muchísimo en su ejecución.
Con sus efectos croma premeditadamente evidentes, Bulk es una carta de amor al cine de bajo presupuesto con ecos lynchianos, tan extraña como fascinante, que culmina con unos créditos finales que les recomendamos que no se pierdan. Una película de las escasas de esta edición que a Serendipia le gustaría volver a ver de nuevo en la intimidad de su hogar para intentar desentrañar sus misterios.
Y ya estaba bien de películas para ese martes. Ahora tocaba ir a ruedas de prensa y encuentros, que no solo de películas vive el cinéfago en los festivales. Les dejamos con el tráiler de Bulk, a ver si les entran ganas de entrar en sus misterios y recovecos.
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