VAMOS DE ESTRENO * Viernes 14 de noviembre de 2025 *

GAUA (Paul Urkijo Alijo, 2025)
Paul Urkijo es un viejo conocido de Proyecto Naschy. Ya con sus cortometrajes llamó la atención de Serendipia por su factura y por su rico imaginario. Ahora, la carrera del vasco ya es una realidad con tres largometrajes que han recibido excelentes comentarios de crítica y público. Todos ellos han profundizado en el folklore y la tradición vasca estando ubicados en el pasado, donde se ha nutrido el director de ese rico saber popular para fabular con sus historias en las que la brujería y el diablo siempre estan presentes. Pero se diría que ha sido con Gaua donde Urkijo se ha arremangado y ha penetrado hasta las orejas en la magia negra y el satanismo, montando un film que culmina con un akelarre, una misa negra, tal y como se ha representado en obras e ilustraciones de aquella época, pues en Gaua está la iluminación de interiores de los maestros holandeses y las pinturas negras de Goya. Todo con tal de trasmitir al espectador las sensaciones de estar presentando tableaux vivents de las ilustraciones de misas negras y reuniones de brujas tantas veces vistas en libros y tratados de magia.DIE MY LOVE (Lynne Ramsay, 2025)
- USA. Duración: 118 min. Guion: Lynne Ramsay, Enda Walsh, Alice Birch. Libro: Ariana Harwicz Música: Raife Burchell, Lynne Ramsay, George Vjestica Fotografía: Seamus McGarvey Compañías: Black Label Media, Excellent Cadaver, Sikelia Productions. Distribuidora: MUBI Género: Drama
- Reparto: Jennifer Lawrence, Robert Pattinson, Lakeith Stanfield, Sissy Spacek, Nick Nolte
- Sinopsis: Una pareja joven y enamorada, cargada de ilusiones (Grace y Jackson), se muda de Nueva York a una casa heredada en el campo. Grace intenta encontrar su identidad con un nuevo bebé en ese entorno aislado. Pero al redescubrirse a sí misma tras un periodo de desmoronamiento, no lo hace en la debilidad, sino en la imaginación, en la fortaleza y en una impresionante e indómita vitalidad.
Ocho años han pasado ya desde el estreno de En realidad, nunca estuviste aquí, Lynne Ramsay se prodiga poco, pero nunca ha dado puntada sin hilo. Inició su carrera al final del siglo XX con Ratcatcher, una ópera prima que ya la revelaba como una directora con un universo propio. Cuando este siglo ha cumplido ya su primer cuarto, estamos en condiciones de decir que la escocesa es una de las cineastas más interesantes del siglo XXI. Su cine se aparta de los códigos establecidos por la narrativa clásica, no se apoya en los diálogos ni en la exposición explícita de la historia, trabaja lo sensorial trazando historias en las que lo que construye el relato son las imágenes, los detalles vívidos, la música y el diseño de sonido. Asidua del Festival de Cannes, siempre ha conquistado el corazón de la crítica profesional. Siempre hasta el estreno de Die my love, aquí la radicalidad de sus modos ha sentado el disenso, mientras algunos la consideran su obra más madura, otros han visto un absoluto dislate en el que ha sucumbido a la voluntad de su protagonista, Jennyfer Lawrence, a la sazón productora de la cinta. Y aunque no es una película fácil, no había razón en los aspavientos, al fin y al cabo esta historia de amor y desquiciamiento es coherente con los presupuestos de su directora.
La maternidad tradicionalmente se ha visto como uno de los pilares más sólidos de la sociedad. El amor de una madrecita del alma querida siempre estuvo fuera de toda duda. Madre no hay más que una y se caracteriza por su entrega y su amor incondicional. Y, por supuesto, es el objetivo vital de todas las mujeres, excepto de las desnaturalizadas. Pero los mitos no son para siempre, desde que las mujeres han optado a roles de responsabilidad hasta en las artes creativas y han empezado a hacer oír su voz, la maternidad ha dejado de ser sacrosanta y han empezado a proliferar relatos que hablan de sus aspectos menos idílicos, por citar alguno, ahí está en clave de thriller psicológico la Salve María de Mar Coll, y también dentro de los
parámetros del género, pero con mucho humor, Amy Adams nos regalaba un retrato feroz en Canina. Grace, la protagonista del último film de Ramsay, está un punto más allá de la depresión postparto, su vida se ha desnortado, no tiene problemas con el bebé sino con todo lo demás, como le confiesa ella misma al psiquiatra. Su relación con Jackson (Robert Pattinson, genial en su réplica a Lawrence) siempre fue pasional, y los encuentros sexuales entre ambos eran constantes, el embarazo y la llegada del hijo (sin nombre, es un detalle) lo interrumpe todo, y se va sumiendo en la soledad. Así pues, la película trata sobre la manera en que una mujer se redefine a partir del nacimiento de un hijo y de la soledad que este proceso conlleva. El aislamiento maternal ya estaba en Tenemos que hablar de Kevin (2011), pero si el personaje interpretado por Tilda Swinton guardaba su tensión en su interior, Grace, al redescubrirse a sí misma tras un periodo de desmoronamiento, no lo hace en la debilidad, sino en la imaginación, en la fortaleza y en una impresionante e indómita vitalidad. Sin duda el personaje se beneficia de la enérgica impetuosidad de Jennyfer Lawrence cuya interpretación merece un aparte propio.
Los ojos violetas de Liz Taylor fueron en 1958 los de Maggie Pollitt, una mujer joven y hermosa, frustrada por la falta de intimidad con su esposo, que lucha contra la mendacidad y la opresión social en el sur de Estados Unidos. «¿Sabes cómo me siento? ¡Me siento todo el tiempo como un gato en un tejado de zinc caliente!«. También vemos a Lawrence, con sus acuosos ojos claros, gatear entre las hierbas antes y después del nacimiento del bebé, primero atrayendo a Jackson hacia ella, para ser ignorada por él después del
natalicio. La insatisfacción personal hace reaccionar a ambos personajes femeninos, pero la deriva de Grace es más errática. Y más dramática. Lawrence, como la Taylor, se muestra como una actriz de personalidad arrolladora, capaz de abrirse en canal prestando su carnalidad al personaje. La deriva de Grace en manos de la ganadora del Óscar en 2012 (con sólo 22 años), tiene algo de hipnótico, nos fascina y nos abruma como esas escenas de accidentes mostradas en cámara lenta. Frente a una cámara exigente e invasiva, su interpretación es física y extrema, pero dista mucho de darnos un personaje plano por exceso, al contrario la actriz (junto con el trabajo de la directora) obra con esmero para extraer de Grace una inocencia infantil que nunca resulta condescendiente. Los destellos de ira y violencia de Lawrence se equilibran con su sutil sentido del humor en escenas clave. Lawrence se desnuda física y emocionalmente, entregándose por completo a Grace, y formando un excepcional tándem con Ramsay. Así, visceral, desgarradora y con un humor muy negro y muy ácido, Die my love impacta como un mazazo gracias a la visión implacablemente sombría de la vida doméstica. «¡Pues salta del tejado, salta! ¡Los gatos pueden saltar de los tejados y aterrizar sobre sus cuatro patas sin hacerse daño!«, sólo queda luchar por ser, aunque eso implique no permanecer más en el tejado. Grace definitivamente huye hacia adelante.
La forma en que Ramsay explora la maternidad va mucho más allá de lo superficial, adentrándose en los matices emocionales y físicos que acompañan este proceso. No idealiza ni demoniza, sino que muestra la ambivalencia de sentimientos. Y es que Die my love no pretende ser entendida, por eso no vacila a la hora de complicar la línea temporal del relato, llegando a tener por momentos un aire onírico de irrealidad, Die my love lo que busca es ser sentida emocionalmente en nuestro interior. Después de todo habla de amor, en palabras de la propia Ramsay: “en el corazón de esta historia está la complejidad del amor y cómo puede cambiar y transformarse con el tiempo. Mi objetivo era mantenerlo con los pies en la tierra, humano, espontáneo y divertido a veces, capturando los momentos que parecen pequeños pero que tienen mucho peso. Esta película es para cualquiera que haya estado en una relación: hay angustia y belleza en la vulnerabilidad”. Estamos ante una obra que desafía los convencionalismos, presentando un retrato valiente y sincero de la maternidad y la identidad femenina, dejando una huella imborrable en quien se atreve a mirar más allá de la superficie.
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