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Las brujas sobrevuelan México

La iconografía del diablo y la brujería en México es heredera directa del catolicismo impuesto (a fuego y sangre) por los conquistadores españoles. Así, en el cine mexicano podemos ver imágenes de brujería y juicios de la Inquisición con brujas y brujos condenados a la hoguera a imagen y semejanza de Europa en diversas películas, algunas de las cuales incluyen al mismísimo Satanás en el extenso inventario de monstruos y villanos del cine popular mexicano. Así, el barón Vitelius d’Estera (Abel Salazar) en El barón del terror (Chano Urueta, 1962) es juzgado por una larga lista de crímenes que incluyen brujería, necromancia y… adulterio, delitos por los que es condenado a la hoguera, de la que retornará 300 años después ya en la época contemporánea para vengarse de los descendientes de los jueces que lo condenaron convirtiéndose, cuando ha de matar, en un extraño y bizarro personaje que se alimenta de los cerebros de sus víctimas. En Atacan las brujas (José Díaz Morales, 1964), una de las tan encantadoras como torpes aventuras del chaparro luchador mexicano Santo, el enmascarado de plata, este se las verá con un grupo de satanistas comandados por Mayra, la Reina de las Brujas (interpretada por la siempre espectacular Lorena Velázquez), que querrán sacrificar a la heroína y al luchador en honor a Satán, su amo. Santo luchará contra ellas armado con la cruz, ante la que las brujas estallarán en llamas.
Dentro de una producción más importante como es Satánico Pandemónium (Gilberto Martínez Solares, 1975), podemos ver la figura del diablo tentando con las delicias de la carne a la atractiva hermana María (Cecilia Pezet), que entre delirios verá en el convento a todas las monjas poseídas y danzando desnudas en blasfemo aquelarre.
Pero como el espacio es el que es, vamos a centrarnos en tres de las más importantes producciones que sobre el tema nos ha legado la cinematografía azteca: El espejo de la bruja, Alucarda y Veneno para las hadas.
El ESPEJO DE LA BRUJA
Año: 1962 Director: Chano Urueta Guión: Alfredo Ruanota, Carlos Enrique Taboada Música: Gustavo César Carrión Fotografía: Jorge Stahl Jr. Duración: 73 min. Blanco y negro.
Reparto: Rosita Arenas, Armando Calvo, Isabel Corona, Dina de Marco, Carlos Nieto, Alfredo Wally Barrón
Sinopsis: Sara (Isabel Corona) es ama de llaves en el caserón habitado por su ahijada Elena (Dina de Marco) y el marido de esta, Eduardo (Armando Calvo). Sara es, además, una poderosa bruja que comparte su secreto con Elena. Juntas verán a través de un espejo mágico un futuro en el que Eduardo asesina a Elena para casarse con una joven mujer, Deborah (Rosita Arenas). Sara tratará por todos los medios de evitar el fatal acontecimiento, pero los espíritus ancestrales se lo prohibirán …
Los espejos siempre han casado bien con lo oculto, con lo fantástico. Desde el mágico espejo que consulta la pérfida madrastra de Blancanieves al espejo que libera la imagen de Balduin, El estudiante de Praga, los espejos pueden tanto devolvernos imágenes deformadas como ser puertas a otros mundos. En El espejo de la bruja, este ejercerá de estación de tránsito hacia otros mundos e instrumento mágico con el que bucear por el pasado y el futuro.
El espejo de la bruja está producida por Abel Salazar, actor metido a productor que quiso probar suerte con el cine de terror realizando fundamentales aportaciones al género como El vampiro, El ataúd del vampiro, o la delirante El barón del terror (1962), de la que ya les hemos hablado antes, dirigida también por Chano Urueta.
Rodada antes de la irrupción generalizada del cine de luchadores enmascarados que infantilizaría el género, El espejo de la bruja juega con elementos terroríficos y sobrenaturales: puertas que chirrían, corrientes heladas, música fantasmal o castillos de cartón piedra. Todo es excesivo y bello en esta producción que contiene unos tan sencillos como efectivos trucajes. Fuertemente influida por el cine norteamericano de la época, El espejo de la bruja es también una historia de tintes góticos con Mad Doctor y referencias a Las manos de Orlac (Orlacs Hände, Robert Wiene, 1924) y Los ojos sin rostro (Les yeux sans visage, 1960) de Georges Franju, que tanto influiría a su vez a Jesús Franco y su Gritos en la noche, realizada el mismo año que El espejo de la bruja.
En la cinta, ‘Satanaya’ y ‘Lucifudo’ son invocados por la bruja para que abran ‘todas las puertas de la infamia’ en esta historia escrita por los prolíficos Alfredo Ruanova y Carlos Enrique Taboada, que más tarde dirigió algunas de las obras capitales del cine de terror mexicano, como Hasta el viento tiene miedo (1968) y la que también trataremos en detalle aquí, Veneno para las hadas (1984).
Entre los actores protagonistas destaca un sobreactuado Armando Calvo; la venezolana Rosita Arenas, que también participa en La maldición de la llorona y un buen número de cintas mexicanas, entre ellas las dedicadas a la momia azteca; Isabel Corona, actriz que interpreta a la bruja y que estaba especializada en papeles dramáticos, y Dina de Marco, que desarrolló su carrera sobre todo en televisión.
El espejo de la bruja es encantadoramente naif, tiene desagradables maquillajes, efectos especiales artesanales y un ambiente gótico de pesadilla que la convierten en una pieza capital del cine fantástico mexicano.

ALUCARDA, LA HIJA DE LAS TINIEBLAS
Año: 1977 Director: Juan L. Moctezuma Guión: Alexis Arroyo, Juan López Moctezuma (Novela: Joseph Sheridan Le Fanu) Música: Anthony Guefen Fotografía: Xavier Cruz Duración: 85 min. Color.
Reparto: Claudio Brook, David Silva, Tina Romero, Susana Kamini, Lili Garza, Tina French, Birgitta Segerskog, Adriana Roel
Sinopsis: Justine (Susana Kamini) llega a un internado regido por religiosas y allí conoce a la extraña Alucarda (Tina Romero) con la que iniciará una profunda amistad. Paseando por el bosque encontrarán un extraño zíngaro (Claudio Brook) que les mostrará unos talismanes y el carácter de las chicas irá cambiando. Se volverán rebeldes y blasfemas, proclamando ante las monjas a Satanás como su maestro. Las monjas prepararán un exorcismo durante el cual fallecerá Justine. El doctor Oszek (Claudio Brook) rescata a Alucarda y la llevará a su casa. Pero Alucarda pronto poseerá, como hiciera con Justine, a Daniela (Lili Garza), la hija ciega del doctor, con la que vuelve al convento, donde se producirá el sangriento clímax de la historia.
No anda desencaminado Guillermo Del Toro cuando define al director Juan López Moctezuma como un pionero, un poeta maldito. Fuertemente influenciado por el polifacético Alejandro Jodorowsky, al que asistió en dos de sus radicales largometrajes: Fando y Lis (1968) y El topo (1970), Moctezuma fue contagiado con la visceralidad del chileno, su afán provocador, su capacidad de plasmar imágenes delirantes, en suma, su libertad.
Entrar en el universo de Moctezuma es sumergirse en un mundo fascinante, decadente, repleto de luces y sombras que resaltan los tétricos decorados casi orgánicos en los que habitan las jóvenes internas y la orden religiosa, que viste unas irreales túnicas a base de gasas que casi las asemeja a momias y que también nos evocan la pintura Muerte de Marat de David. Y es que Alucarda tiene una puesta en escena pictórica, las secuencia se suceden como auténticos tableaux vivants, y los siniestros decorados casi evocan las Carceri d’Invenzione de Piranesi. Es este tratamiento de la fotografía, la escenografía y el vestuario, el que la eleva por encima de otras producciones de su momento, y ello a pesar de que es fiel a las estrategias narrativas de los 70s (zooms, filtros, cámara lenta). Igualmente setentero es el desarrollo de lo erótico con ese efecto flow, pero, aunque sus escenas de fino erotismo estén rodadas con un filtro a lo Hamilton, resultan mucho más carnales que las del fotógrafo y cineasta inglés. Son unas escenas poderosamente sexuales, en especial el fascinante beso sangriento entre las dos jóvenes protagonistas. Gran parte de su sensualidad es responsabilidad de Tina Romero en la piel de Alucarda, con sus largos cabellos, su mirada penetrante, y sus ropajes negros, la joven encarna perfectamente la condición de bella y réproba tentadora que exige su personaje. De
hecho, el trabajo actoral de Tina está por encima del de sus compañeros de reparto, aunque merece mencionarse a Claudio Brook, actor habitual de Luis Buñuel que aquí interpreta dos papeles totalmente diferentes demostrando una versatilidad digna de Lon Chaney, y a Tina French, que interpreta a la hermana Angélica, la cara opuesta de Alucarda.
Definir Alucarda resulta complicado. Dentro del cine de terror puede encuadrarse entre la serie de películas de posesiones satánicas que desató por todo el mundo la celebérrima El exorcista (The Exorcist, William Friedkin, 1973); teniendo además bastantes puntos en común con The Devils (Ken Russell, 1971), que asimismo trajo tras sí una larga estela de imitaciones; pero también tiene mucho de película de vampiros, porque López Moctezuma adoraba a estos seres: “(…) la historia es cercana a esta tradición y su protagonista es una vampira, aunque no en el sentido de bebedora de sangre. De hecho, ella tiene todo el poder y los atributos del vampiro clásico, excepto que no bebe sangre”. También puede y debe inscribirse entre los títulos que conforman la denominada nunsploitation. Finalmente, el filme tampoco desaprovecha otras referencias y adscripciones. Así, por ejemplo, el nombre de la amante de
la protagonista es Justine, clara voluntad de citar a Sade y su Justine o los infortunios de la virtud, pieza en la que el Marqués se vale de la protagonista para simbolizar la virtud y manifestar su pesimista tesis según la cual, la virtud es sistemáticamente aplastada por el vicio; mientras que el vicio, libre de valores y principios, cobra ventaja y prospera. Semejante es el valor de ese personaje homónimo en el filme, Justine sería la virtuosa seducida por la demoníaca y vampírica Alucarda, sin embargo, la Justine de Moctezuma resulta un poco desleída por contraste con la protagonista, “es el tipo de personaje que resulta ridículo al lado de una criatura apocalíptica como Alucarda”. No queríamos concluir este recorrido por sus antecedentes y filiaciones sin mencionar que para su distribución en video en Estados Unidos no dudaron en presentarla como tercera secuela de la exitosa (y algo olvidada) Las torturas de la inquisición (Hexen bis aufs Blut gequält, Adrian Hoven/Michael Armstron, 1970). Ignoramos si la triquiñuela funcionó. En cualquier caso, y más allá de sus referentes, Alucarda es un filme mágico, extraño, surrealista.
Alucarda fue presentada en el Festival de Cine Fantástico de París y en el décimo Festival de Sitges, donde recibió buenas críticas y fue nominada a mejor película, pero solo obtuvo un reconocimiento genérico por su aportación al fantástico. El director llegó a plantearse una secuela de su película cuyo nombre no dejaba dudas sobre la afición de López Moctezuma por las películas de vampiros: Alucarda Rises from the Tomb, cinta que lamentablemente nunca se realizó.
A partir de ahí la carrera de Moctezuma, que nunca llegó a formar parte de la industria cinematográfica mexicana ya que no le admitieron en el poderoso sindicato de directores (STPC), fue bastante errática. Su siguiente filme, el thriller To Kill a Stranger, lo rodó diez años después. La cruda historia de canibalismo El alimento del miedo (1994), fue su película póstuma. Se estrenó once años después de su muerte, que le sobrevino en 1995, en el sanatorio mental en el que estuvo recluido los últimos años de su vida.
Como suele suceder, llegó la reivindicación de su figura y su cine. Tarde, pero siempre oportuna. “Hay quienes piensan que son filmes de culto, algunos más los aprecian y hay un pequeño grupo que lo considera seriamente como director. Pero la mayoría de los críticos lo desdeñan y eso le ha ganado una reputación de poeta maldito. Creo que a él le hubiera gustado esa clasificación”. Guillermo Del Toro (Sitges, 2002)

VENENO PARA LAS HADAS
Año: 1984 Director: Carlos Enrique Taboada Guión: Carlos Enrique Taboada Música: Carlos Jiménez Mabarak Fotografía: Guadalupe García Duración: 90 min. Color.
Reparto: Ana Patricia Rojo, Elsa María Gutiérrez, Leonor Llausás, Carmen Stein, María Santander, Lilia Aragón
Sinopsis: Las historias de brujería que cuenta la cocinera de su casa despierta la imaginación de la pequeña Verónica (Ana Patricia Rojo), quien presume de que ella misma es una bruja ante su condiscípula Flavia (Elsa María Gutiérrez). Debido a la incredulidad de su amiga, Verónica aprovecha una serie de circunstancias fortuitas para convencerla de que ha sido ella quien las ha provocado, valiéndose de sus artes mágicas. La inocencia de estos juegos adquiere un cariz macabro cuando Verónica insiste en que Flavia la invite a unas vacaciones en el rancho de su familia, en donde podrá preparar un veneno para las hadas.
“Las brujas lo pueden todo” es la frase que inflamará la, ya de por sí, fértil imaginación de Verónica. La sentencia prende sus juegos y su modo de relacionarse con las otras niñas, y, así, se presentará como bruja a Flavia, la compañera de clase que se incorpora empezado el curso. Taboada nos propone un descenso al trascendental mundo del juego infantil. El juego puede parecernos algo superfluo pero si lo analizamos de la mano de Huizinga constatamos que “la existencia del juego corrobora constantemente, y en el sentido más alto, el carácter supralógico de nuestro lugar en el cosmos (…), jugamos y sabemos que jugamos; somos, por tanto, algo más que meros entes de razón, puesto que el juego es irracional”. La virtud de Veneno para las hadas es saber instalarse en el universo de lo lúdico y su gravedad, a ello debe su adscripción al género fantástico, a su acendrada observación de la fantasía de unas niñas que incardinan su juego a la realidad, con funestas consecuencias.
Y decimos observación porque la cámara de Taboada es una auténtica voyerista de la actividad de las dos pequeñas. El mexicano nos sumerge en su mundo poniendo, de entrada, la cámara a la altura de sus ojos, un modo de colarnos en su absoluta intimidad, en la burbuja que su actuar representa respecto al mundo de los adultos. Y no solo se vale del punto de vista de la cámara para ello, la construcción de los encuadres, además, excluye totalmente del protagonismo a los adultos: cuando entran en plano lo hacen de modo que solo se les ve en parte, ya
sea por un escorzo, ya sea porque ocupan un lugar no relevante y, sobre todo, porque nunca vemos sus rostros; son meras presencias fantasmales excluidas del universo de significación de la acción. Maticemos, sí vemos rostros adultos en el filme, pero siempre desde el punto de vista de Flavia, por virtud del montaje, vemos por sus ojos y vemos con la distorsión, el sesgo, que las patrañas que Verónica le insufla introducen sobre su percepción. Este acertado trabajo de la imagen deja para la posteridad bellos cuadros que retendremos en la memoria, por citar solo uno, nos quedamos con el plano de Flavia en el entierro de su profesora de piano (cuya muerte la niña atribuye a un conjuro de Verónica): llueve, los adultos visten de negro riguroso y Flavia de blanco, en un leve picado se nos muestra a la niña en el centro de la imagen como único personaje al que vemos el rostro, enmarcada por la aureola que los paraguas de los adultos construyen sobre ella. El terror que ella siente casi se nos antoja una presencia física.
Una encomiable economía de medios para lograr profundas cargas de efectividad es la que se manifiesta en el trabajo del director. Y donde no alcance la imagen, la música de Carlos Jiménez Mabarak vendrá en su auxilio. En la pieza, el compositor alterna temas rítmicos, apoyados en la percusión, incluido el uso percutante del piano, con otros de carácter lírico y orquestal. Los primeros refuerzan los temores de Flavia, mientras que el que acompaña al deambular de las dos niñas en la hacienda, cuando buscan los ingredientes del supuesto veneno para las hadas, tiene timbres ensoñadores que nos hacen saborear esa Arcadia feliz que la infancia parece en (y solo en) la memoria de los adultos. Que no hay idilio en lo infantil lo pone de manifiesto también la banda sonora. En el desenlace, cuando la morena Flavia se libra del acoso de Verónica, justo cuando el espectador toma consciencia de que para la rubia Verónica todo es una simple invención, cuando la encierra en el granero para quemarla por bruja, la película se cierra con un plano fijo del rostro de Flavia (excelente ahí el trabajo de Elsa María Gutiérrez) iluminado por las llamas, con una expresión difícil de definir que oscila entre la satisfacción y el alivio. Y ahí la música que suena es precisamente el tema romántico que las acompañaba en los momentos más inocentes. Taboada concluye, así, que la infancia es tortuosa y oscura, fantasiosa y terrible, porque es el momento en el que más receptivos somos a todos los estímulos y especialmente a los de la imaginación. Las brujas lo pueden todo y los niños son sus esbirros.

«Dangerous Animals» tendrá su premiere mundial en el próximo Festival Internacional de Cannes- EN CINES EL 6 DE JUNIO

DANGEROUS ANIMALS tendrá su premiere mundial en el Festival de Cannes, dentro del Director’s Fortnight Special Screenings. Tras su paso por el prestigioso festival francés, SELECTAVISIÓN estrenará el esperado thriller de terror en nuestros cines el 6 de junio, a la vez que su estreno en Estados Unidos.
Sinopsis: Zephyr (Hassie Harrison), una surfista inteligente y de espíritu libre, es secuestrada por un asesino en serie que capitanea un viejo barco pesquero donde organiza tours de aventura a inocentes turistas interesados por bajar en jaula a observar peligrosos tiburones. Raptada en el barco, Zephyr deberá averiguar cómo escaparse en pleno mar abierto antes de que el obseso asesino lleve a cabo su sádico ritual para alimentar a los tiburones.
Dirigida por Sean Byrne (The Devil’s Candy, The Loved Ones), esta nueva apuesta de terror que combina el género de asesinos en serie con la amenaza de tiburones está protagonizada por Jai Courtney (Escuadrón Suicida), Hassie Harrison (Yellowstone) y Josh Heuston (Dune: Prophecy).

SELECTAVISIÓN ESTRENARÁ DANGEROUS ANIMALS
EL PRÓXIMO 6 DE JUNIO EN CINES
Tráiler disponible de ’28 años después’. En cines el 20 de junio de 2025
Nuevo tráiler de 28 AÑOS DESPUÉS, la nueva y aterradora historia ambientada en el mundo creado en 28 días después, en la que se unen de nuevo el ganador del Oscar® a mejor director Danny Boyle (Slumdog millionaire, 127 horas) y Alex Garland (Civil War, Men) nominado al Oscar® a mejor guion, que llegará en exclusiva a todos los cine el 20 de junio de 2025.
Sinopsis: Han pasado casi tres décadas desde que el virus de la rabia escapó de un laboratorio de armas biológicas, y ahora, todavía bajo una cuarentena brutalmente impuesta, algunos han encontrado formas de existir en medio de los infectados. Uno de estos grupos de supervivientes vive en una pequeña isla conectada al continente por una única carretera fuertemente defendida. Cuando uno de los miembros del grupo abandona la isla para adentrarse en el oscuro corazón del continente, descubre secretos, maravillas y horrores que han mutado no sólo a los infectados, sino también a otros supervivientes.
Casas encantadas: un espacio de terror en la literatura y el cine
«Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada«. Así concluye el que es, posiblemente, el cuento de Cortazar más veces analizado: Casa tomada. Quizás a alguien le sorprenda que lo tome como punto de partida para este breve esbozo de un subgénero del fantástico como es el de las casas encantadas, pero lo hemos estimado oportuno porque en este cuento de Cortazar es donde más claro queda que la casa no es un mero escenario, sino un personaje más y el más importante narratológicamente hablando.
Su argumento es sencillo, la anécdota del cuento se resume diciendo que una pareja de hermanos que viven sin preocupación alguna en la casa heredada por sus antepasados, son forzados a vivir en la mitad de la casa primero, y después son expulsados totalmente, por una presencia intrusa que se traduce en “un sonido impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación«. No están presentes, pues, los elementos que la literatura gótica ha dejado como tópicos del subgénero, sin embargo expresa como ninguno la conversión del espacio de la seguridad en fuente de hostilidad. Efectivamente, en nuestra lógica humana, nuestra casa es nuestro refugio, aquello que nos pone a salvo de las amenazas del exterior, así una casa encantada supone uno de los espacios más terroríficos que pueden imaginarse, porque nos hiere en nuestro flanco más vulnerable. Es normal, así, que las casas encantadas hayan tenido amplia cabida en el género fantástico y de terror, llegando a configurar un auténtico subgénero, tanto en la literatura como en el cine.
Casa tomada pertenece al fantástico porque cumple la condición de aportar una visión mágica de la realidad cotidiana. Se trata eso sí de un fantástico interior (o mental) en el que lo sobrenatural más que verse se siente, se inserta directamente en la evolución del relato fantástico producida en el siglo XX. En su origen, el fantástico se asentaba en la fantasmagoría visionaria (ver visiones o apariciones), se ajustaba a un estilo destinado a entrar por los ojos, a concretarse en una serie de
imágenes impactantes. En la narrativa fantástica el elemento espectacular es esencial, no es pues de extrañar que el cine se haya inspirado tanto en ella y el género fantástico y de terror sea uno de los más fructíferos.
El arte cinematográfico nació como entretenimiento de feria, quizás por ello, por su condición de espectáculo, lo fantástico ha estado presente en su desarrollo desde sus inicios. Y el subgénero de las casas encantadas, más concretamente, ha sido uno de los más prolíficos. Ya Méliès nos dejó varias piezas, pero, entre los pioneros, la obra más destacada es El hotel eléctrico (Hôtel électrique, 1908, 1924) de Segundo de Chomón, filme que algunos quieren ver como el que inaugura el cine de terror español. En esos momentos iniciales lo fantasmagórico fue abordado desde la comicidad, primero a base de objetos que aparecían y desaparecían gracias al truco del paso de manivela, después con obras consagradas al lucimiento de las estrellas cómicas del momento; sirva de ejemplo El castillo de los fantasmas (Au secours!) de Abel Gance puesto al servicio del cómico Max Linder. Dado el éxito de este estilo cinematográfico, se crea la llamada mystery comedy, o sea, comedia de trama siniestra en la que acecha casi siempre un criminal, el cual oculta sus intenciones mediante tretas de aire fantasmagórico. Así es en The Bat (Roland West, 1926), la cinta inaugural, aunque quizás la más remarcable sea El legado tenebroso
(The Cat and the Canary, 1927) del expresionista Paul Leni. En estas mystery comedy el encantamiento es falso dentro de la propia ficción, pero ya no es así en La caída de la casa Usher (La chute de la maison Usher, 1928), adaptación del clásico de Poe por parte de Jean Epstein. Es interesante subrayar su final, con la mansión pasto de las llamas como símbolo de purificación y único destino posible para parar el encantamiento que se cierne sobre la casa, algo que será utilizado en multitud de títulos que vendrían después.
La línea cómica no se pierde y seguirá ofreciéndonos títulos en épocas más tardías, ahí está el recientemente estrenado en España Los Huespedes (The Innkeepers, 2011) de Ti West, pero queremos centrarnos ya en aquellos filmes en los que la dimensión sobrenatural y terrorífica se muestra en toda su plenitud. Para ello (y por razones de espacio) daremos un salto histórico y nos dirigiremos a la década de los setenta que nos dejará tres de los títulos más relevantes. No sin antes detenernos en The Haunting (1963) de Robert Wise, sin duda una de las obras más emblemáticas en este tema junto a la anterior a ella House of Hauntet Hill (1959) de William Castle o la posterior Al final de la escalera (The Changeling, 1980) de Peter Medak. Con su blanco y negro preciosista, The Haunting nos enfrenta a la casa maldita que lo es en sí y por ella misma, es decir, la cadena de sucesos trágicos relacionados con ella son anteriores a haber sido habitada. La casa es una entidad omnipresente en todos los planos, excelentemente diseñados por Wise para dar una imagen distorsionada y desquiciante. Esa casa sin ángulos rectos, de abigarrada decoración rococó y multiplicada por sus numerosos espejos, es una auténtica fuerza viva y absorbente. A destacar especialmente el plano en el que la fuerza sobrenatural se manifiesta tras una puerta (no hay ni una sola aparición en el filme) dando la sensación de que la casa respira. Todo un clásico.

Volviendo a los títulos setenteros, el primero es La leyenda de la mansión del infierno (The Legend of Hell House, John Hough, 1973). La película está basada en el libro de Richard Matheson La casa infernal, no en vano en el guión colabora el propio Matheson. En segundo lugar, nos encontramos con Pesadilla diabólica (Burnt Offerings, 1976) del televisivo Dan Curtis. Parte igualmente de una novela: Holocausto de Robert Marasco. Se trata de un filme harto perturbador y acongojante con una terrible casa acosando a sus nuevos inquilinos: una familia que verá sus vidas tornarse en absoluta pesadilla. Y el tercero (aunque quizás no sea la mejor artísticamente hablando) es la más célebre: Terror en Amityville (The Amityville Horror, Stuart Rosenberg, 1979). Adapta la supuesta historia real de la familia Lutz que vivió
en la célebre casa maldita. Unos años antes Ronald DeFeo, el hijo mayor de la anterior familia propietaria de la casa, asesinó a sus hermanos y a sus padres una fatídica noche de noviembre, a partir de ahí empieza la leyenda del encantamiento de la mencionada casa. La película de Rosenberg abrió paso a una auténtica saga con las entregas de sus secuelas, sin embargo, ninguna de ellas es verdaderamente interesante excepto la más reciente La morada del miedo (The Amityville Horror, Andrew Douglas, 2005) que entrega una revisión bastante inquietante de la historia original.
Así, siguiendo las secuelas de Amityville, hemos llegado a nuestro presente en el que el subgénero de casas encantadas ha recibido un nuevo impulso revitalizador del cual, probablemente, el principal artífice sea James Wan. Antes de que llegara el aire fresco de Insidious (2010), con sus toques de comedia, dos piezas nacionales habían recuperado los mimbres del terror clásico: Los otros (2001) de Alejandro Amenabar y la ópera prima de J.A. Bayona, El orfanato (2007). La película de Amenabar sigue la estela de Suspense (The Innocents, 1961) de Jack Clayton (que adaptaba el relato de Henry James, Otra vuelta de Tuerca) sin alcanzar su excelencia; es, pues, más una gosht story que un relato de casa embrujada, pero sin duda ambos subgéneros están emparentados y, en muchos casos, uno implica al otro. Por su parte, El orfanato recupera con nota la atmósfera de los relatos góticos en los que la casa queda maldita por sucesos pasados, como aportación nos deja un final en el que una vez desvelado el misterio la casa sigue atrapando al personaje principal, pero esta vez como obra del bien y no de ninguna influencia maligna. En definitiva, ambas son piezas notables,
pero, a nuestro juicio, es James Wan el que mejor recrea los lugares comunes del terror gótico con su impecable The Conjuring (2013, Expediente Warren en español). Un relato con buen pulso que nos lleva a atravesar todos los estadios de una invasión paranormal en una casa encantada, desde su inicio (ruidos, puertas que se abren o se cierran, luces que se apagan, todo el rosario de poltergeist) hasta la posesión demoníaca, pasando por el miedo y la debilidad que sienten quienes lo viven en primera persona. Nada que no hayamos visto antes, pero eso no importa, al fin y al cabo las historias que componen los humanos son casi siempre las mismas, lo que les da valor no es tanto el qué nos cuentan sino el cómo. Y ahí, en los modos de narrar, James Wan aprueba con suficiencia.
Si empezábamos este texto con un relato atípico, queremos también terminarlo con un filme que tiene voz propia, Darkness (2002), el tercer largometraje (segundo de ficción y en solitario) de Jaume Balagueró. Jugando con el lugar común del caserón aislado en medio de la naturaleza y alejado de la civilización, Balagueró nos ofrece un filme que resulta inquietante ya desde sus créditos que parten del negro inicial para situarnos en un momento anterior al de la trama en el
que se esbozan las causas del encantamiento. Mientras veíamos como otros autores recuperan el terror clásico, el catalán nos enfrenta a una forma contemporánea y personal de entender el miedo y, en consonancia, la puesta en escena. Darkness surgió del deseo de realizar «una película en la que lo malo no fuera un asesino, un demonio o un extraterrestre, sino la oscuridad, porque la oscuridad es un miedo universal de todos los niños. La oscuridad es lo primero que asusta a un niño porque la percibe como tangible»(declaraba el director). Y la película se ajusta perfectamente al deseo que la precede porque la oscuridad (incluso más que la casa maligna en sí) tiene un papel protagonista actuando como símbolo del mal primigenio, del magma informe del caos. Es en los modos narrativos donde Darkness se muestra más innovadora, con esos movimientos de cámara que distorsionan la imagen y esos flashes de insertos casi subliminales que generan desasosiego sin necesidad de recurrir al susto fácil; juega siempre con la insinuación. Los recovecos de la trama son excusas para asomarnos al mal en abstracto personificado en esa oscuridad que engulle a los personajes y a los
espectadores con ellos. Nos asoma a un mal del que no se puede escapar, un mal ante el cual no podemos ponernos a salvo porque nos persigue hasta el seno mismo de nuestro hogar anulando a la única fuerza que podría combatirlo, el amor. Nada puede protegernos de la oscuridad.
Después de este repaso (que no se pretende exhaustivo) sólo podemos concluir que la casa encantada estará siempre anudada a nuestros miedos más atávicos. Al inmenso terror de sabernos perecederos y vulnerables incluso en los espacios donde más protegidos debiéramos estar. La casa como espacio de terror nos hace tomar conciencia de que, por mucho que busquemos abrigo, siempre estamos y estaremos condenados a la intemperie. La casa encantada nos deja sin mecanismo de defensa posible, con ella, convertida en tópico de la literatura y el cine, tomamos conciencia de que el adentro no es más que una ficción a la que nos agarramos para intentar sentirnos a salvo.
Montse Rovira (Proyecto Naschy)
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