VAMOS DE ESTRENO * Viernes 17 de enero de 2025 *

BABYGIRL (Halina Reijn, 2024)
USA/Holanda. Duración: 114 min. Guion: Halina Reijn Música: Cristobal Tapia de Veer Fotografía: Jasper Wolf Compañías: 2AM, Man Up Film, A24. Distribuidora: A24 Género: Drama
Reparto: Nicole Kidman, Harris Dickinson, Antonio Banderas, Sophie Wilde, Esther McGregor, Anoop Desai, Leslie Silva, Victor Slezak, Vaughan Reilly, Maxwell Whittington-Cooper, Gaite Jansen, Robert Farrior, Bartley Booz
Sinopsis: Romy (Nicole Kidman), una alta ejecutiva que inicia una ardiente aventura de sexo extremo con su joven becario, Samuel (Harris Dickinson) a espaldas de su marido Jacob (Antonio Banderas). Romy invertirá su rol habitual en el trabajo, pasando de ser quien da las órdenes a disfrutar siendo sometida en la cama. Esta tórrida relación extramatrimonial le permitirá encontrar el camino hacia su libertad sexual, a pesar del riesgo y los prejuicios.

¿Es el masoquismo femenino un constructo nacido en las fantasías sexuales masculinas? Erika Kohut, la profesora de piano severa, directa, represora, casi cruel con sus alumnos, encontraba en la voluntad de sumisión sexual una vía de escape y liberación de ese cerco constrictor con el que la sociedad, extremamente simbolizada por su sobreprotectora madre, busca ceñir el deseo femenino, domeñarlo y volverlo gobernable para que nunca afecte al correcto orden de lo doméstico. En ese marco referencial, lo (auto)lesivo es transgresor, subvierte lo establecido y reconvierte las reconvenciones que ordenan la precaución a la mujer, la cautela, más aún, el recato (decencia, pudor), siempre con la amenaza de la violación si se incumplen las reglas del decoro, las reconvierte en armas en manos de la mujer que a través de la búsqueda activa del dolor transforman al violador en esclavo al servicio del apetito sexual femenino. Tras el retrato psicológico de Erika estaba el incisivo bisturí de Michael Haneke, inspirado siempre por su mirada gélida y cruel sobre las emociones humanas. La pianista incomodaba, precisamente, por su frialdad, una frialdad de alto voltaje que ponía el trastorno en el corazón de la pasión como condición de posibilidad de la subversión revolucionaria que sólo puede llegar del sexo cuando es llevado a lo más extremo. La película de 2001 fue una patada directa al estómago de lo biempensante que puso en jaque los principios de la defensa de la liberación sexual femenina al obligar a contemplar lo enfermo como verdadero camino de emancipación. Hacia el fin de la represión a través de la voluntad de sometimiento o el masoquismo femenino como herramienta de empoderamiento, pero sin final feliz, pues, si acaso había triunfo, sólo se daba a través de la práctica del sacrificio más radical.
La Romy de Halina Reijn tiene algo de Erika, pero la directora no tiene nada del austríaco. La actriz holandesa debutaba en la dirección en 2019 con Instinto (Instinct) ya con la atracción por el abuso y la sumisión en el horizonte, y entonces alguna crítica señaló que, a pesar de su puesta en escena interesante y cuidada, la cinta carecía de profundidad y fuerza para diseccionar lo escabroso de su propuesta. Babygirl juega en la mima liga. Es como si Reijn flirteara con lo oscuro sin llegar a poner nunca toda la carne en el asador. O, mejor dicho, sin llegar a poner verdadera carne. Quizás es porque vivimos en la era de lo healthy y lo más arriesgado que nos podemos permitir es combinar el aguacate con lo más insospechado en busca de la tosta más exótica. A Romy, mujer dominante que ha escalado hasta lo más alto en un mundo fundamentalmente de hombres, la atrae negarse a sí misma en la cama, su sueño lúbrico es ponerse al servicio de la voluntad del amante y que ésta pase por el dominio y el menosprecio, por eso no le basta con el esmero de un esposo que la ama, no la sacia su sexualidad amable y respetuosa, y, aunque lo finja cuando está con él, el orgasmo sólo lo alcanza con la masturbación estimulada con vídeos pornográficos online. Ese es el arranque de la cinta, in media res, poniendo el conflicto en la frase inicial como el manual del buen escritor recomienda, pero si el “Hoy mamá ha muerto” con el que Albert Camus presentaba a Meursault nos intrigaba y nos hacia sospechar el nihilismo provocador de autor y personaje, el planteamiento de la primera secuencia de Babygirl lo que nos hace intuir es que el tono va a ser el propio de un producto que no habría sido más aséptico si tras su confección estuviera la mano de una IA. De impecable factura estética, pero sin capacidad para golpear, como si de un boxeador con estilo pero sin fuerza se tratara. Mientras Erika buscaba la venganza contra la represión mediante la aniquilación de su voluntad (mutilación mediante si es necesario), Romy lo que pretende es ser domada con una galletita como si de una perra desbocada, pero con dueño, se tratara. Así es, precisamente, presentado el personaje que habría de poner totalmente patas arriba el idílico mundo de Romy, un becario, último eslabón en la empresa (con un sorprendente parecido a Íñigo Errejón), amansando a la autoritaria cabeza de la pirámide jerárquica. Y, seremos nosotros que aún llegamos a conocer de primera mano una dictadura, pero toda esa leña se nos antoja carboncillo para alimentar una barbacoa dominical en familia. Babygirl es blanca (¿O sería mejor decir vainilla?), mero diseño, que quiere abarcar mucho, pero aprieta muy poco: unas pinceladas de crítica a la mecanización, de advertencia sobre el futuro bajo la robótica y de defensa de la necesidad de fomentar la inteligencia emocional, todo ello como andamiaje de ese tema central que se pretende polémico en la sociedad post Me Too. A las chicas nos puede gustar que nos den caña, reivindica, pero lo hace a través de una Romy que no se desaliña ni cuando se desmelena, apenas un mechón fuera de lugar cuando vuelve de madrugada de poner en juego toda la estabilidad de su entorno. Ni que decir que ese mechón esquivo al orden es de lo más favorecedor. Reijn lo pretende, pero no lo logra, al menos no con todos, porque somos bastantes los que no percibimos en sus imágenes la pulsión del deseo ni, menos, el empuje del peligro. Aclarar que a esta Bovary del Siglo XXI le espera un final feliz, no debiera ser tenido por un destripamiento de la trama, al fin y al cabo, a quien sepa mirar el tráiler no le va a caber duda alguna. Sociedad 2.0 de debate en redes, encendido, acalorado, puede, pero perfectamente acomodado en la rebotica del hogar de cada uno. Sin más mácula ni peligro que el de padecer síndrome del túnel carpiano. Es lo que tiene ejercer el empoderamiento a través de la mano.
Podríamos acabar el comentario comparando el trabajo de Isabelle Huppert con el de Nicole Kidman, pero tampoco se trata de hacer sangre, no vaya a ser que los únicos sádicos de la función vayamos a ser nosotros mismos. Además, y al fin y al cabo, a la australiana sólo se le ha pedido que interprete a una babygirl. Una niñita, no una auténtica mujer.
HOMBRE LOBO (Wolfman, Leigh Whannell, 2025)
USA. Duración: 103 min. Guion: Leigh Whannell, Corbett Tuck, Rebecca Angelo, Lauren Schuker Blum Fotografía: Stefan Duscio Compañías: Blumhouse Productions, Motel Movies, Universal Pictures, Waypoint Entertainment. Distribuidora: Universal Pictures Género: Terror
Reparto: Christopher Abbott, Julia Garner, Sam Jaeger, Matilda Firth, Ben Prendergast, Benedict Hardie
Sinopsis: Blake (Christopher Abbott), un hombre casado y padre de familia residente en San Francisco hereda la remota casa donde creció, en una zona rural de Oregón, tras la desaparición de su propio padre, dado por muerto. En plena crisis de pareja con su enérgica esposa Charlotte (Julia Garner), Blake la convence para tomarse un descanso de la gran ciudad y visitar la propiedad con su hija Ginger (Matilda Firth). Todo se tuerce cuando, de camino a la granja y en plena noche, la familia sufre el brutal ataque de un animal al que no consiguen ver y, en un intento desesperado por huir, se atrincheran dentro de la casa mientras la criatura merodea por la zona. Pero, con el paso de las horas, Blake comienza a comportarse de un modo extraño y a convertirse en algo irreconocible, y Charlotte se verá obligada a decidir si esa monstruosidad es más letal que el peligro que acecha en el exterior.
El hombre que se vuelve bestia siempre ha tenido múltiples lecturas. La doble personalidad oculta bajo la piel. La parte de nosotros que no nos gusta exhibir. Todo ello fue el punto de partida de una de las grandes obras de la literatura, Dr. Jekyll & Mr. Hide, de R. L. Stevenson, quizás el acercamiento literario más certero al ser oculto que habita en nuestro interior, pues el hombre lobo es la única figura del pandemonio de los monstruos clásicos que no tiene origen literario, como sus compañeros, el insaciable chupasangre y el simpático trasplantado. Para ello hubo que esperar a novelas que a posteriori se han basada en la rica mitología del personaje, al que el cine dio razón de ser precisamente, desde el mismo sello que distribuye este Hombre Lobo, Universal Films.
En esta ocasión nuestro licántropo es un padre de familia que ha recibido una severa educación patriarcal, exenta de muestras de cariño y en la que ha aprendido que el hombre es el cabeza de familia y que como tal, su misión es proveer y cuidar de los suyos. Ante ello se revela nuestro protagonista Blake (Christopher Abbott), escritor que cría a su hija en el cariño pero que, al retornar al escenario de su niñez, verá como la bestia primigenia vuelve a dominar a la razón.
En el film la mayor parte de la acción trascurre durante una única noche, con una criatura que se aleja de otras encarnaciones del personaje que han inundado de aullidos la pantalla. Como las tan elaboradas de los años ochenta que se acercaban más al animal, optando en esta ocasión por un maquillaje más clásico, más cercano a la encarnación humana, tanto que han hecho a este hombre lobo consciente de su maldición, como mostró nuestro Jacinto Molina/Paul Naschy en algunas de sus interpretaciones lupinas de los setenta y ochenta, en las que estaba condenado a ser ejecutado-liberado por aquellos que lo amaban.
Para encarnar a la bestia se ha escogido a Christopher Abbott, un actor proveniente del cine independiente y hombre ordinario, normal, que encarna a la perfección al torturado personaje y a su cruz, responsable de su pasión. Julia Garner encarna a su empoderada esposa, mujer independiente y de éxito profesional cuya relación con el marido no atraviesa sus mejores momentos. El tercer vértice del trío protagonista es la joven actriz Matilda Firth, con la que el padre conecta mejor que la madre, en este matrimonio de roles «cambiados». Completan el reparto Sam Jaeger (El cuento de la criada), Ben Prendergast y Benedict Hardie (El hombre invisible), junto con Zac Chandler, que debuta en la gran pantalla, Beatriz Romilly (Shortland Street) y Milo Cawthorne (Shortland Street). Escrita y dirigida por Leigh Whannell, que se encargó de El Hombre Invisible (The Invisible Man, 2020), está producida, como aquella, por Blumhouse.
LA SEMILLA DE LA HIGUERA SAGRADA (The Seed of the Sacred Fig, Mohammad Rasoulof, 2024)
Alemania/Francia/Irán Duración: 168 min. Guion: Mohammad Rasoulof Música: Karzan Mahmood Fotografía: Pouyan Aghababayi Compañías: Run Way Pictures, Parallel 45, arte France Cinéma, Parallel45, Filmförderung Hamburg Schleswig-Holstein, L’Aide aux Cinémas du Monde, Moin Films Género: Drama.
Reparto: Soheila Golestani, Setareh Maleki, Missagh Zareh, Mahsa Rostami, Niousha Akhshi, Reza Akhlaghirad, Shiva Ordooie, Amineh Mazrouie Arani
Sinopsis: Irán, otoño 2022. La vida universitaria en Teherán se ve sacudida por las revueltas en las calles y las escuelas al grito de «Mujer, vida y libertad». A medida que los disturbios políticos aumentan, la responsabilidad profesional en la vida de un juez de instrucción empieza a afectar a su plácida vida familiar junto a su mujer y a sus dos hijas adolescentes. Cuando la pistola que el gobierno le había entregado para mantener su seguridad desaparece, sólo le queda sospechar de las mujeres que lo rodean. Mientras las normas sociales empiezan a desmoronarse a su alrededor, lo hace también su familia.

Antes de que la ultraderecha descubriera que las redes sociales son el lugar ideal para plantar la semilla de la mentira, hubo un tiempo en el cual servían como reducto de la resistencia ante las falsedades oficiales, tal y como se muestra en La semilla de la higuera sagrada, una historia que se sitúa en Teherán, en otoño de 2022 con la ciudad sacudida por las revueltas en las calles, y especialmente en las escuelas, al grito de «Mujer, vida y libertad». Un escenario en el cual la población más joven se rebeló contra las mentiras oficiales, siendo la más sangrante el asesinato de Mahsa Amini de 22 años, que fue arrestada por la «policía de la moral» por llevar mal el velo y de la que se dijo que tuvo un paro cardíaco repentino en comisaría.
El ganador del Oso de Oro por la aclamada y reivindicativa La vida de los demás (Sheytan vojud nadarad, 2020), Mohammad Rasoulof, regresa cuatro años después con una nueva película sobre el régimen iraní. En esta necesaria y laureada cinta su director, condenado a ocho años en su país natal y que se encuentra actualmente en el exilio, una familia, padre, madre y dos hijas adolescentes, atravesarán todo un arco de transformación durante el cual veremos el camino al extremismo que recorre el, hasta entonces, cabal padre de familia cuando es ascendido a juez de instrucción y obligado a firmar penas sin llegar a leerse los expedientes. La madre de las dos adolescentes protagonistas, que de creer ciegamente en «lo que dice la tele» o justificar las detenciones porque «algo habrán hecho» deberá cuestionarse sus convicciones cuando llamen a su propia puerta. Y las dos jóvenes hijas cuando vean la realidad en sus propios móviles y la contrasten con la verdad oficial que difunden los medios. Una realidad que de enfrentamiento generacional pasará a ser toda una transformación personal.
Destaca su tramo final. Tras toda una historia desarrollada en interiores, casi a escondidas, los personajes se desplazarán a un pueblo abandonado, una localización perfecta, una tierra de nadie donde se producirá el perfecto desenlace, como si de un duelo se tratara.
Últimos comentarios