VAMOS DE ESTRENOS * Viernes 21 de junio de 2024 *
DESCANSA EN PAZ (Håndtering av udøde, Thea Hvistendahl, 2024)
Noruega/Suecia. Duración: 97 min. Guion: Thea Hvistendahl, John Ajvide Lindqvist. Novela: John Ajvide Lindqvist Música: Peter Raeburn Fotografía: Pål Ulvik Rokseth Compañías: Einar Film, Zentropa International Sweden, Filmiki Etairia. Distribuidora: Neon Género: Terror
Reparto: Renate Reinsve, Anders Danielsen Lie, Bahar Pars, Bjørn Sundquist, Bente Børsum, Jan Hrynkiewicz, Olga Damani, Inesa Dauksta, Kian Hansen
Sinopsis: En un caluroso día de verano en Oslo, los muertos despiertan misteriosamente. Tres familias se ven sumidas en el caos cuando sus seres queridos fallecidos vuelven a ellos. ¿Quiénes son y qué quieren?

¿Cuál si no la muerte y todo lo relacionado con ella es nuestro mayor miedo? Un miedo que hemos enfrentado, muchas veces, gracias a los relatos de terror. En ellos damos cuenta del horror que nos produce proyectándolo sobre un reguero de figuras a través de las cuales expresamos los distintos aspectos que nos aterran de ella. Máscaras que nos ayudan a delimitar los lindes entre lo vivo y lo muerto, como si encerrándolos en los márgenes de un relato no fuera a alcanzarnos la herida ominosa de la Parca. Pero en las historias de miedo pululan toda una serie de personajes que, si nos asustan, es precisamente porque son capaces de cruzar esa línea divisoria. Son los no muertos, con el vampiro a la cabeza seguido muy de cerca por el retornado de la muerte, sea un fantasma, un espectro o un revenant, el muerto que renace y vuelve a habitar entre los vivos. Si en Baudelaire el revenant es el yo enamorado que regresa para llenar a la amada de besos fríos como la luna, de caricias de serpiente, en un ejercicio extremo de pasión romántica en la que lo siniestro profundiza la excelsitud del amor, en George A. Romero es aquel que ha perdido su identidad y, como anónimo, se convierte en trasunto de nuestro miedo a la masificación, a la masa como monstruo amorfo y descontrolado. En Descansa en paz, John Ajvide Lindqvist vuelve al revenant con nombre y apellido, podríamos decir, al muerto próximo, a nuestros muertos. El nórdico nos presenta un ejercicio de terror metafórico en el que se sirve de elementos fantásticos y sobrenaturales para hablar de la psicología de unos personajes atravesados por un duelo lacerante. Una reinterpretación de la figura del zombi moderno, igual que su Déjame entrar lo fue de la del vampiro.
Lindqvist firma también los guiones que adaptan sus novelas al séptimo arte, en el caso de Descansa en paz lo hace junto a Thea Hvistendahl, la novel directora que está detrás de la adaptación. La debutante nos regala una puesta en escena en la que el preciosismo está puesto al servicio de la narración, con lo que logra un trabajo de orfebrería visual, en el que tiene no poca importancia la fotografía de Pål Ulvik Rokseth, que imprime a la acción el ritmo justo. Un tempo pausado que permite dar cuenta de las múltiples capas del relato. Un relato con tantos matices y donde tanto acontece. Un relato que nos habla de cómo la muerte nos inflige el dolor de la separación, y en el que la hipótesis sobrenatural nos habla del deseo de recuperar lo perdido. ¿Qué pasaría si se trastocara el orden de las cosas y los finados pudieran regresar de la tumba? Tres historias independientes, pero unidas por la acción de un mismo fenómeno, indagan la respuesta a ese interrogante, y Hvistendahl sabe entretejerlas utilizando los recursos de la narrativa visual, esos montajes en paralelo en los que una canción sonando de fondo hermana las
tres vivencias. Y destaca también por su inteligente utilización del fuera de campo. Es fuera de campo donde se produce el giro de guion, un giro que no ha sido recibido con consenso por la crítica, para algunos malbarata todo el trabajo de los dos primeros actos en los que la noruega ha sido capaz de trazar sutil y sugerentemente los aspectos más íntimos del duelo. Pero aquí la crueldad de los renacidos no es debida a su carácter monstruoso, ni la llegada de la sangre busca el efectismo gore de las cintas de zombis al uso. Aunque pueda parecerlo. Porque su sed de carne humana no es sino la consecuencia de haber regresado de la muerte arrebatados de su humanidad. Prisioneros en su no vida, que no les permite el descanso, ya no pueden corresponder al sentimiento más que con su deformación que los conduce al acto atroz.
Aléjense de esta opera prima quienes busquen la pirotecnia habitual a la que nos ha acostumbrado el subgénero. También aquellos que al ver una cruz invertida sólo piensen en lo satánico. La cruz cristiana nos habla de la promesa de salvación. No es símbolo de otra cosa que del seguro triunfo sobre la muerte. Porque el Cristo resucita al tercer día. Padecer la agonía en el Huerto de Getsemaní y todas las vejaciones de su pasión, fue el precio a pagar para redimir a los humanos, como hermanos suyos que son, de su ineluctable mortalidad. También nosotros resucitaremos, al final de la Historia, para vivir en cuerpo y alma en el reino eterno del amor. Los cuerpos resucitados no serán perecederos sino gloriosos. “Se siembra algo corruptible, y resucita incorruptible. Se siembra una cosa despreciable, y resucita gloriosa; se siembra una cosa débil, y resucita con fuerza. Se siembra un cuerpo animal, y resucita un cuerpo espiritual” les dijo San Pablo a los corintios en su primera epístola. Los personajes de Descansa en paz también son unos resucitados. Pero su cuerpo no es glorioso. Se levantan con su mismo cuerpo animal que ha sufrido los estragos de la putrefacción de haber sido confinados a dos metros bajo tierra. La película nos pone ante una resurrección de la carne inversa a la que sugería el Nuevo Testamento. Por eso la cruz se invierte en el cartel, porque se nos está hablando de cómo aceptar la muerte es la única manera de alcanzar nuestra culminación como humanos. La gloria reside en el amor capaz de renunciar a lo eterno. Sólo los muertos descansan en paz.
No sólo está acendradamente dirigida, Descansa en paz también está perlada por un recital de buenas actuaciones, entre las que destacan las ofrecidas por Renate Reinsve y Anders Danielsen Lie (conocidos por sus papeles en las películas de Joachim Trier, especialmente en la nominada al Óscar La peor persona del mundo), sí, pero que vienen circundadas por la solvencia actoral de quienes los acompañan en el reparto, a los que no tenemos registrados en nuestros parajes, Bjørn Sundquist, Bente Børsum, Bahar Pars e Inesa Dauksta. Todo el elenco en su conjunto compone unos personajes llenos de matices psicológicos en los que nos podemos reconocer. Nunca el terror estuvo mejor servido como metáfora, que es, de todo lo que nos duele.

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