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Archive for 27 marzo 2024

VAMOS DE ESTRENO * Miércoles 27 de marzo de 2024 *

MILLI VANILLI: GIRL YOU KNOW IT’S TRUE (Girl You Know It’s True, Simon Verhoeven, 2023)

Alemania. Guion: Simon Verhoeven Música: Segun Akinola. Canciones: Milli Vanilli Fotografía: Jo Heim Compañías: Wiedemann & Berg Filmproduktion, Leonine, Seven Pictures, Mediawan, Sentana Filmproduktion Género: Drama

Reparto: Tijan Njie, Elan Ben Ali, Matthias Schweighöfer, Bella Dayne, James Flynn, Thorsten Krohn, Graham Rogers, Natasha Loring, Lara Mandoki, Tijan Marei, Darlene Tejeiro, Joshua Kantara

Sinopsis: Milli Vanilli, el dúo formado por el alemán Rob Pilatus y el francés Fab Morvan, se convirtió en un fenómeno musical a finales de los 80 y principios de los 90. Con canciones enormemente populares, arrasaron en las listas de éxitos de todo el mundo. Fab y Rob parecían tener una gran carrera por delante, hasta que la verdad fue revelada: no eran ellos quienes cantaban sus canciones. Lo que siguió fue uno de los mayores escándalos en la historia de la música. Su ascenso meteórico a la fama acabó siendo eclipsado por su devastadora caída.

Las historia de Milli Vanilli es la tan habitual historia de los juguetes rotos, destrozados por la fama y la industria. Ya sea esta la musical como la cinematográfica. Una tragedia en la cual el público también tiene gran parte de responsabilidad. Ese público voraz, que como un niño malcriado hoy apoya un producto y mañana otro, olvidando el anterior. Que consume lo que le ponen ante sus narices. Algo que en estos tiempos de consumo convulsivo, no hace más que aumentar. Y no hay nada nuevo. El Rock & Roll iba a dar el gran bombazo, pero no podía presentarse como música de negros e interpretada por negros. Había que buscar una presencia blanca y manufacturar el producto para hacerlo aceptable y venderlo a quien interese, en este caso a los blancos, que son los que disponen de más presupuesto para ocio. En los sesenta, si los ingleses tenían a los Beatles, Estados Unidos creó a Los Monkees, dando igual si cantaban ellos o no. Spice Girls y todos los boys y girls bands fueron productos creados mediante casting. Hoy día nos topamos con cantantes que no saben cantar, que recurren a medios electrónicos para modular su voz, haciendo que todos suenen igual.

La tragedia de Milli Vanilli es un perfecto ejemplo de esa voracidad del mercado. En tan solo dos años, los que van de 1988 a 1990, llegaron a lo más alto y cayeron de la forma más estrepitosa. Y de la mano de su creador, cual criatura del Dr. Frankenstein. Al destaparse el fraude, su caída fue fulminante. Tanto que incluso les fue retirado el Grammy que ganaron en 1990 al mejor artista revelación. Y es la historia de estos dos jóvenes europeos, unidos por el azar y el amor por la danza, la que narra este correcto biopic, que dirigido por el cineasta  alemán Simon Verhoeven, llega a nuestras pantallas. Un film biográfico que no por ello se convierte en el manido relato al que estamos acostumbrados, los personajes se dirigen al espectador directamente cuando conviene, y son ellos los que se ocupan de contar esos enfebrecidos años de sueños, baile, sexo, MTV, drogas y playback.

Se nota que tras el relato se encuentra uno de los protagonistas, Fab Morvan, el superviviente del dúo, pues es claramente el que sale mejor parado de todos. Narrado con la misma velocidad meteórica con la que sucedió todo,  el film está interpretado por dos debutantes, Tijan Njie y Elan Ben Ali, que dan vida, de forma solvente, a Rob Pilatus y Fab Morvan, los dos bailarines, uno alemán y otro francés que, bajo el mando del productor alemán Frank Farian, famoso por su trabajo con Boney M. e interpretado en la película por Matthias Schweighöfer (Oppenheimer), lograron vender más de 7 millones de copias a nivel mundial de su single Girl You Know It’s True.

 

THE BEAST (LA BESTIA) (La Bête, Bertrand Bonello, 2023)

Francia/Canadá. Duración: 146 min. Guion: Bertrand Bonello. Historia: Henry James Música: Bertrand Bonello, Anna Bonello Fotografía: Josée Deshaies Compañías: Les Films du Bélier, My New Picture, Sons of Manual, arte France Cinéma, Eurimages Género: Ciencia ficción

Reparto: Léa Seydoux, George MacKay, Dasha Nekrasova, Julia Faure, Guslagie Malanda, Tiffany Hofstetter, Lukas Ionesco, Parker Henry, Martin Scali, Lottie Andersen, Kester Lovelace, Thomas Hayward, Jiselle Henderkott, Joa Jappont, Veronica Szawarska

Sinopsis: En un futuro cercano en el que reina la inteligencia artificial (IA), las emociones humanas se han convertido en una amenaza. Para librarse de ellas, Gabrielle (Léa Seidoux) debe purificar su ADN en una máquina que la sumergirá en sus vidas pasadas. En ellas se reencuentra con Louis (George MacKay), su gran amor. Pero el miedo la invade y presiente que se avecina una catástrofe.

En las antípodas del Libro de las mil y una noches, para Borges, La bestia en la jungla se manifiesta como ejemplo por excelencia de la novela psicológica. Henry James nos pone ante una obra en la que la peripecia está ausente, el acontecimiento no sucede fuera de la conciencia, y la acción de los personajes sólo puede concretarse bajo la forma de la espera, del aguardo de un suceso imposible de predecir porque no pertenece al tiempo cronológico, ese que viene determinado por el calendario y el reloj, sino que apunta al kariológico, esa temporalidad contenida en el instante determinante que cambia el destino del hombre. Lo que atienden es un fin del mundo. Un apocalipsis que no coincide con el de la escatología cristiana pues no es indeterminado sólo en su fechación sino que tampoco es posible conocer bajo que manifestación se presentará. Esa doble indeterminación es la culpable de que el protagonista, John Marcher, no tenga conciencia de que el suceso ya ha acaecido hasta que ya es irremediablemente tarde para actuar en consecuencia. La “bestia” acechante de Marcher no era otra cosa que el amor incondicional de May Bartram, la mujer abnegada que ha esperado con él. La tragedia de Marcher es haber perdido la ocasión de amar, que es tanto como decir que ha perdido la oportunidad de vivir. Ha sobrevivido al fin del mundo que tanto esperó, pero lo ha sobrevivido para nada.

La bestia en la jungla se deja definir como tragedia de nuestro tiempo pues nunca como en nuestra época había estado presente la amenaza de alcanzar el advenimiento de un mundo sin sentimientos, tan dominado por la tecnología que puede acabar siendo mecánicamente aséptico. Quizás eso explique que haya sido objeto de dos adaptaciones cinematográficas que han coincidido en el tiempo (e incluso han competido en los mismos festivales), ambas francesas: La bestia en la jungla de Patric Chiha y La bestia de Bertrand Bonello. Es difícil traducir en imágenes una novela que escatima la acción, que apenas describe el entorno y que se desarrolla casi exclusivamente en la conciencia del protagonista, Chiha opta por desplazar temporalmente el relato, ubica la trama entre la década de los 70 hasta los primeros 2000, y encierra a sus personajes en una boîte en la que el mundo danza a su alrededor, sucediéndose hechos históricos que marcan el devenir humano, pero que no responden al acontecimiento aguardado. Chiha, pues, es fiel al espíritu del relato, todo se centra en la espera, pero no alcanza la finura filosófica del texto literario, sobre todo en su desenlace, torpemente desarrollado, que no proporciona al espectador la experiencia trágica de la novela de James. Por su parte, Bonello confiesa que el relato de James le perturbó durante mucho tiempo, pero su adaptación dista mucho de ser fiel a la letra, el autor toma la metáfora central del texto (“Algo se ocultaba, acechándole, entre el ir y venir de los meses y los años, como una bestia agazapada en la jungla. Poco importaba si la bestia agazapada estaba destinada a matarle o a morir. El punto decisivo era el inevitable salto de la criatura; y la lección decisiva que había que extraer era que un hombre con sensibilidad no se hace acompañar por una dama a una cacería de tigres”) y la proyecta sobre el miedo al amor, ese miedo que es el más desgarrador de los sentimientos. El director de La bestia destila los motivos del relato escrito hasta convertirlo en un filme en el que pretende entrelazar lo íntimo y lo espectacular, el clasicismo y la modernidad, lo conocido y lo desconocido, lo visible y lo invisible. Más que adaptar, persigue dejarse inspirar para crear una nueva obra original capaz de extender los planteamientos de James a nuestra actualidad.

Con seis personajes y tres situaciones distintas, La bestia desarrolla una única historia de amor, engarzada por la memoria y envuelta de catástrofe en todos sus segmentos. Toma del relato original tanto como invierte. La inversión más evidente es el cambio de sexo del personaje principal, con Bonello, la que tiene la intuición de que el futuro le ha de deparar un acontecimiento capaz de subvertir su mundo, es una mujer, un cambio que incide en el carácter de lo temido, parece claro que esa subversión va a venir del ámbito del sentimiento. O de su ausencia. No menos notable es la diferencia de género narrativo entre el texto literario y el fílmico: si James se expresaba mediante la novela psicológica, Bonello se adentra en una narración que mezcla gotas de melodrama con mayores dosis de ciencia ficción. En el relato original el tiempo tiene un papel relevante, a los personajes les pasa la vida en su espera, Bonello rompe la linealidad y directamente nos pone frente a un viaje temporal desde el presente de la acción (2044), que es para nosotros un futuro distópico, hasta dos episodios pasados separados entre sí por un siglo (1910; 2014). Cada periodo tiene su propia dinámica, sus propios retos, su propio terror, su propia gestión de los sentimientos, pero todos apuntan a un mismo concepto, a una misma premisa, el miedo al compromiso amoroso, la percepción del amor como aquello que introduce el peligro y nos desestabiliza. Bonello sostiene que “se podría decir que en la película, en 1910, los sentimientos se expresan; en 2014, se reprimen; y en 2044, desaparecen”, una gradación que se deja ver también en los oficios que desempeña la protagonista en cada uno de los segmentos. Si estuvieran cronológicamente distribuidos, en el primero es una pianista célebre que huye de la música romántica y posromántica (esa que tenía en el sentimiento su objeto y su objetivo), en el segundo sigue dedicándose a una labor creativa, pero bajo la forma de actriz en paro que subsiste vigilando casas ajenas, en el último, en ese momento en el que la Inteligencia Artificial domina al mundo, queda relegada a trabajos anodinos que no se corresponden con sus capacidades y, si quiere escalar socialmente, tendrá que renunciar a sentir emociones.  Para deshacerse de sus sentimientos, tiene que volver a sus vidas pasadas y así limpiar los viejos traumas que contaminan su inconsciente, mediante un proceso de purificación de su ADN que es, casi tanto, como dejarse convertir en una inteligencia evolucionada, capaz de tomar siempre la decisión correcta pues es ajena a toda obnubilación sentimental. El de 2044 es un tiempo sin problemas, todo es resolutivo, la individualidad y la singularidad se han diluido y todo fluye. En un mundo tan tecnificado todo está lleno de una nueva serenidad que es tranquilizadora, al menos, en el exterior. Sin embargo, el mismo proceso de purificación de ADN ha puesto a la protagonista en condiciones de tomar conciencia de que el miedo que siempre sintió era el de amar. Pero ya es demasiado tarde. La catástrofe temida era, precisamente, la ausencia de catástrofes alcanzada a costa de desterrar la emoción. Cuando lo descubre, igual que en la novela, el mal ya se ha dado, pues, si ella ha desarrollado la memoria, en su amado a lo largo de las sucesivas épocas, la experiencia de la purificación produce amnesia emocional. Y eso pone fin a todo. La nueva serenidad es aterradora en el fondo.

Compleja en su estructura formal, La bestia no es una película difícil pese a lo que podría parecer. No lo es porque es precisa a la hora de definir su punto de partida, la premisa que aúna los fragmentos alternantes, “ese miedo a amar, a abandonarse, a ser dañado, a perder el equilibrio, a ser devastado, impregna todas las épocas” en palabras de Bonello. Múltiple, pero única, son varios los recursos a los que acude para orientarnos en su montaje discontinuo: los personajes mutan sus roles y sus circunstancias, pero mantienen siempre el mismo nombre, primera señal de que estamos ante el otro que es el mismo; y, más allá de los personajes, hay motivos evolutivos que aparecen en todas las partes, la adivinación, las palomas, las muñecas, en su repetirse, en su convertirse en constantes, se nos indica que, aunque los episodios están separados en el tiempo cronológico, son segmentos de una misma historia. Y esos motivos evolutivos desgranan los significados del subtexto, las ideas secundarias que acompañan al tema central. Fijémonos en las muñecas, si primero, en 1910, son las clásicas de porcelana y celuloide, después son ya autómatas en 2014, y en 2044 son ciborgs animados por Inteligencia Artificial. Las muñecas le sirven a Bonello para ponernos frente al afán humano de crear objetos a su imagen y semejanza, imitaciones cada vez más perfectas, tanto que, al final, los androides son versiones mejoradas de lo humano. O aparentemente mejoradas, al menos, porque en ellos los sentimientos reales han sido sustituidos por su concepto. Y ese es el drama, que parecemos abocados a un mundo en el que se prescinde del afecto. Bonello nos propone un viaje de dos horas y veinticinco minutos, no sólo temporal sino también mental, físico, emocional y sensorial, hacia el descubrimiento de que la bestia que nos acecha es la frialdad catastrófica de la deshumanización, el advenimiento de una sociedad que posiciona al individuo en la imposibilidad de amar.

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