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Diario de Serendipia en Sitges 2023: Segunda cápsula

2 noviembre 2023 Deja un comentario

Miyazaki es mucho Miyazaki, no cabe duda, pero El chico y la garza es una de las más ricas y fantásticas películas que ha realizado el venerable responsable de Ghibli. Club Zero (Jessica Hausner), a pesar de las reticencias que tuvimos a la hora de reservarla, terminaría siendo, de largo, la gran favorita de Serendipia de la sección Oficial Fantàstic Competició. Finalmente, Wake Up, sin ser nada del otro mundo, no dejó de ser una entretenida cinta dirigida a seis manos por los responsables de Turbo Kid. Este fue el menú gourmet que deleitó las retinas de Serendipia en su segunda jornada de madrugón y fiambrera.

No amanece más temprano, pero, a quien madruga, Miyazaki le regala un magnífico universo de fantasía pintado con todos los colores de los estados anímicos. Algunas películas nacen con vocación de testamento, aunque sus autores no se la hayan planteado así conscientemente. Ocurría con la Fedora de Billy Wilder, el Eyes wide shut de Stanley Kubrick o, la más reciente, Cerrar los ojos de Víctor Érice; también El chico y la garza juega en esta liga. Obras creadas en verdadero estado de gracia a través de las cuales fluye lo mejor de la savia de sus autores. Películas obsequio llamadas a perdurar como broches de oro de toda una producción. Capturan los rasgos estilísticos, las obsesiones temáticas y los modos narrativos que han hecho grandes a sus creadores, y están tocadas, además, con el halo de la melancolía de quien sabe que su labor está culminándose sin que haya alcanzado todas las respuestas. Tal vez ninguna está llamada a ser la mejor del conjunto de una obra, pero todas comparten una aureola de acendrada espiritualidad que las hace inasibles. Eternas.

Hayao Miyazaki a sus 82 años levanta una cinta que es un verdadero derroche de imaginación a través del que circulan todas sus convicciones y todos sus anhelos. Una pieza vibrante que, de pura madurez, transmite lozanía  y en la que el fundador de Studio Ghibli crea un trabajo intransferible aunque esta vez haya partido de una novela ajena. ¿Cómo vives? (En japonés: Kimitachi wa Dō Ikiru ka, 君たちはどう生きるか) de Genzaburo Yoshino es la novela que Mahito, el niño de 12 años protagonista, lee en un momento crucial de la trama, auténtico ejercicio de meta-referencia pues es la misma pieza que inspira el guion de la película. Nos gusta observar que el japonés ha venido a construir su propia historia interminable, en la que al pequeño héroe le cabe la responsabilidad de mantener en pie un mundo de fantasía en el que la realidad encuentra su sentido. Miyazaki sigue siendo un mago desdoblando mundos como medio para trazar un coming of age que apunta más allá del propio individuo que crece, lo hizo en  El viaje de Chihiro y lo ha vuelto a hacer magistralmente en El chico y la garza. Porque esta última sirve a modo de relato que habla de cómo superar los duelos, pero también informa de qué supone Japón como cultura y como forma de estar y de ser en el mundo. La madre del protagonista muere en un incendio en plena Segunda Guerra Mundial, una pérdida que ve engrosado su dolor por el hecho de que el padre haya contraído segundas nupcias con su propia cuñada, Mahito no se sobrepondrá hasta que entre en una especie mundo subterráneo en el que los vivos y los muertos conviven, guiado por una misteriosa Garza que cumple la misma función que el conejo de Alicia en su caída en el país de las maravillas.  Una trama que el japonés añade de su propio magín al material literario original que le inspira y con la que aborda sus grandes obsesiones temáticas, que van desde la superación de las pérdidas y ausencias, hasta el repaso del legado cultural japonés y sus grandes hitos históricos (siempre la Meiji y la II Guerra mundial como raíces del Japón moderno), pasando por la condición mística de la naturaleza que carga de sentido universal y trascendente lo que, de otro modo, sería simple circunstancia individual.

Con El chico y la garza (君たちはどう生きるか), Miyazaki añade un nuevo eslabón a su universo de fantasía, aportando a su ya rica mitología personal nuevos personajes y seres maravillosos. En esta ocasión la galeria se llena con una pléyade de animales antropomórficos que van desde la garza del título español a unos aviesos y glotones periquitos que van siempre pertrechados con sus servilletas y sus cuchillos. Mención especial merecen los Warawara, pequeños seres de luz que se hinchan y flotan cuando un infante está próximo a su nacimiento y que nos hizo pensar en el Mito de Er que cierra La república de Platón en el que se da cuenta de cómo las almas eligen su propio fardo de hados cuando están prestas a reencarnar. Un plantel de criaturas que hará las delicias de quienes los adquieran una vez se hayan convertido en merchandising.  Esta muestra de puro cine repleta de humanismo tiene múltiples lecturas y está salpicada de detalles, tanto que puede parecer críptica en muchos momentos cuando nos acrecamos a ella en un primer visionado. Desbordante, casi apabullante, siempre fascinante, El chico y la garza es una de esas películas que llega al corazón y nos hace (aunque sea por un breve lapso de tiempo), mejores personas. Habríamos apostado por ella como caballo ganador de no haberse presentado fuera de competición.

Sí pertenecía a la Sección Oficial Fantático Competición la siguiente parada fílmica: la última obra de la austríaca Jessica Hausner, Club Zero (2023). Parte de la cosecha recolectada por los organizadotres en el Marché du Film por excelencia, el Festival de Cannes.

La sinopsis argumental de Club Zero no nos terminaba de llamar, pero, casi por meras razones de cuadrar otros títulos que sí nos interesaban a priori,  acabó incluida en nuestra selección. Cosas del bendito azar. Quizás por eso la sorpresa al verla, de quien escribe esto, fue máxima. Cuando no esperas nada y te plantas delante de un trabajo saldado con la excelencia con la que Hausner borda su último largo, no puedes por más que caer rendido de admiración. No haberla descartado, acabó revelándose como una sabia decisión.

Esa sinopsis rezaba:  «Mia Wasikowska interpreta a Miss Novak, una maestra nutricionista en una escuela de élite, la cual establece un vínculo muy estrecho con cinco de sus alumnos, que comienzan a referirse a sí mismos como el Club Zero. Pronto, la verdadera naturaleza del grupo se revela y las alarmas saltan entre el resto del profesorado». Poco (o nada) hacía sospechar que el filme iba mucho más allá de abordar los excesos que pueden provocar los nuevos hábitos alimenticios en un grupo de jóvenes. Lo que se presentaban como thriller psicológico se desplegó como amarga y aterradora reflexión sobre el  hoy que nos toca vivir. La austriaca nos enfrenta a nuestro mundo devorado por fanatismos de nuevo cuño que enarbolan las banderas del mesianismo, en este caso, centrados en los discursos sobre la alimentación responsable y sostenible. Y la cinta es eficaz porque todo es abordado desde una pátina de aparente asepsia formal, con una frialdad que ya es marca de la casa, recuérdese Little Joe (2019) -con la que comparte también el uso del color con valor narrativo-, una desafección aparente por lo mostrado que nos hace sentir que, las consecuencias nefastas de los actos de los personajes, caen inapelables sobre ellos (y nosotros) a modo de sentencias derivadas de la propia coherencia de la acción. Una acción que nos resulta próxima, pues la percibimos en el entorno que nos envuelve, cuando no hemos comulgado directamente con alguno de sus principios sin casi quererlo. Al fin y al cabo, la directora nos habla de la necesidad perentoria de creer en algo, aunque se intuya a leguas que hay un timo detrás, como hacía en Lourdes (2009). Ahora, con un humor nada blanco, nos mueve a sonreír durante buena parte de la proyección, con esos adolescentes negándose a comer como vía para la ascesis, con esas madres a dieta perpetua, o con esos padres que, o bien repiten el modelo masculino de ordeno y mando, o bien son progres necios que contratan a gurús de moda para quitarse la culpa de no saber cómo educar a sus hijos. Pero poco a poco, conforme avanza el metraje, la sonrisa se nos va congelando y convirtiéndose en mueca. Nos adentramos en la senda de la captación sectaria por parte de iluminados que se valen de nuestras debilidades en horas críticas (y la adolescencia es pura crisis) para onnubilarnos y anularnos, conduciéndonos a un punto sin retorno racional posible. Club Zero es un auténtico ejemplo de cómo el verdadero terror de nuestros días no cae del lado de zombies, poseídos, infectados, y otras figuras de la retórica del género (las cuales, muchas veces, lo que logran es evadirnos de la realidad), sino que pasa por la disección irónica, casi cínica, del presente y sus premisas ideológicas. Porque lo que puede darnos miedo real es ver cómo las derivaciones de nuestros pequeños actos adscritos a las últimas tendencias, por moda, en muchos casos, por fanatismo, en otros tantos, se cernirán sobre nosotros arrollando las bases de la convivencia. Sumiendo a la humanidad en el mar del desastre colectivo. Así, inapelablemente y sin ornamento ficcional, bajo su ropaje de triller psicológico late un corazón que es puro terror, aunque no sea terror puro.

Lucidez, inteligencia y sobriedad son las constantes que definen el cine de esta directora austríaca, una autora que domina el arte de la puesta en escena y la dirección de actores a partes iguales.  Si se acerca a lo fantástico siempre es con la mirilla puesta en los códigos que nos atosigan como sociedad, por eso el terror que nos lega está ligado a nuestra psique. Club Zero es quizás su ejemplo más maduro hasta la fecha. Cuando su luz en la pantalla incidió sobre las retinas de Serendipia, lo primero que impresionó fue su punto de vista. Una planificación que golpea por su pura precisión, una precisión que hace a las imágenes autosuficientes (los diálogos son continuación de lo visto, nunca sustitución) y que es la que traba la fatalidad que espera a los personajes. Su ritmo no tiene tacha, sincopado y lacerante, completado en una banda sonora percutante que mereció el galardón del jurado. Su cinismo formal nos cautiva. Su belleza nos acompañaría hasta el final del certamen en un puesto de honor en nuestras preferencias.

Serendipia finalizaba, después, la jornada con otro de los títulos de la sección Oficial Fantàstic Competició, Wake Up, película dirigida por RKSS (Roadkill Superstars) o lo que es lo mismo, el trío de zumbados canadienses François Simard, Anouk Whissell y Yoann-Karl Whissell, responsables de los largometrajes Turbo Kid (2015) y Verano del 84 (2018), ambos títulos deudores del cine de los ochenta. En esta ocasión llevarán al espectador a una enorme tienda de muebles y complementos del hogar llamada -ejem- HOMEIDEA, que un grupo de activistas medioambientales asaltará de noche como protesta política. No obstante, lo que no esperan es que allí dentro se encuentra un sanguinario guardia de seguridad con severos problemas de control de la ira, un sosias de Bud Spencer que intentará cazarlos uno a uno antes de que la noche termine. Esta sí una propuesta de género desacomplejada, que respeta la fórmula sin, por ello, dejar de aportar elementos personales a la misma.

Así, la habitual cinta de adolescentes que mueren sucesivamente uno tras otro en manos del psicópata de turno, aquí se materializa como una refrescante versión del cine de cazadores de hombres. Es como si fuera algo así como una adaptación para la Generación Z de clásicos como el influyente cuento  de 1924 escrito por Richard Connell, The Most Dangerous Game (el cual, desde 1932, con una pieza que se conoció en España como El malvado Zaroff, se ha ido versionando para el séptimo arte con distinta calidad en sus resultados). Prima su aire cartoonesco, pero asentado sobre un fondo oscuro; después de todo la cinta nos dejará sin catarsis, con un plano casi final que tiene mucho de desolador (máxime cuando a continuación vemos que el mundo sigue sin haberse inmutado). El filme es una golosina para los amantes de las muertes vistosas y rezuma humor, un humor negrísimo, pero dejándonos clara conciencia de que lo que les sucede a los anarquistas pro animales y anticorporativos es inmerecido y demasiado violento. Wake Up da la impresión de ser una barra de chocolate con una hoja de afeitar en el centro. Una salvajada divertida, pero con suficiente personalidad como para deslindarse de la media.

Con guion de Alberto Marini (Mientras duermes, El desconocido, Summer Camp), fue para Serendipia  una entretenida locura. Perfecta para culminar una poderosa jornada.


Mientras tanto, comenzaba a calentar motores (y vísceras) la Zombie Walk 2023, que se celebraría al día siguiente, con pregón de Mary Lambert y donde los incansables RKSS presentarían, dentro de los maratones nocturnos Midnight X-Treme, otra película más, We Are Zombies (2023), muy indicada para esa noche…

 

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