Archivo

Archive for 17 octubre 2024

Diábolo Ediciones: Novedades octubre 2024

17 octubre 2024 Deja un comentario

Mucha cultura popular, dibujos animados y cómic en esta nueva tanda de novedades de Diábolo Ediciones. Cómic con la ¡tercera edición! del primer tomo de Tales from the Crypt; Dibujos animados con Los ojos de Mr. Magoo. Los visionarios dibujos animados de la UPA, un libro realizado por el especialista Adrián Encinas; y finalmente mucha cultura popular con juguetes (la reedición del primer tomo de Informe Madelman), Cromos (la segunda edición de ¡Andá!, la merienda… y espectáculo popular con Gracias por venir. La revista musical en el cine y la televisión. Ahí es nada. Y que los fanáticos del cómic no se alarmen, pronto habrá buenas noticias para ellos. 

 

 

Diario de Serendipia en Sitges 2024: Tercera cápsula

17 octubre 2024 Deja un comentario

Ya está aquí el primer fin de semana del festival, lo que incluye la tradicional Zombie Walk. También, además de tres nuevas películas a sumar en nuestro itinerario: dos de Oficial Fantàstic Competició (El baño del diablo y Mads) y una de Sitges Collection (Bookworm) Serendipia inicia las actividades paralelas con una visita a los protagonistas y director de Terrifier 3. Un momento fan supremo. 


SÁBADO 5 DE OCTUBRE


La tercera jornada no podía empezar mejor para Serendipia que disfrutando desde la primera fila de la Tramontana del último trabajo de los austríacos Severin Fiala y Veronika Franz, tía y sobrino son responsables esta vez de haber cultivado uno de los mejores ejemplares de la cosecha cinematográfica de este 2024: El baño del diablo (Des Teufels Bad). Elegida como candidata a representar a Austria en la carrera por los Oscar, galardonada con el Premio a la mejor a la mejor fotografía (Martin Gschlacht) en la Berlinale, la última criatura de los directores de Buenas noches, mamá (Ich seh, Ich seh, 2014), está llamada a convertirse en un clásico de la exploración de las profundidades de la psique femenina como cruce perfecto que es del cine más psicologista de Bergman con el del Haneke más encarnizado. La Agnes (vibrante Anja Plaschg) de El baño del diablo tiene mucho en común con la Anne del Dies Irae de Dreyer, ambas jóvenes verán desasistida su sensualidad, prisioneras como están de un marido incapaz de corresponder a su demanda (y juzgadas por las respectivas suegras como causa de los males del hijo que ha caído bajo su influencia) y, aunque víctimas, a las dos les espera un trágico desenlace en el que lo religioso tiene un papel decisivo.

Elegante y pictórica, con tableaux vivants a la manera de Murnau, el film de Fiala y Franz ahonda en la incomprensión de las necesidades amatorias femeninas por parte de una sociedad que prácticamente las reduce a su función de futuras madres, una función que, en el caso de Agnes, va a ser imposible de cumplir pues cualquier esperanza de convertir el lecho conyugal en su propio edén privado se ve frustrada al final de su noche de bodas, cuando el novio le pide a su novia que se aleje de él para poder masturbarse, sombríamente, bajo las sábanas. No cumplir las expectativas que otros albergan sobre nosotros, decepcionar, es (antes y ahora) una de las principales causas de insatisfacción y autoinculpación, de frustración, y ésta nos arroja al abismo de la depresión. El baño del diablo es, sobre todo, el acompañamiento a una mujer desesperada a la que no le queda siquiera la escapatoria de darse muerte por mano propia. En la mente de Agnes está fijada la advertencia del sacerdote local sobre el destino de los suicidas, mueren sin confesarse, así que les espera un llanto y crujir de dientes. Si pone fin abruptamente a su tormento, sólo logrará condenarse a una eternidad en el infierno.

Franz y Fiala inician su relato con un prólogo de impacto y, aberrantemente bello también (¿O debiéramos decir sublime?): una mujer camina por el bosque con un bebe hasta llegar a una cascada de un rio. Allí arroja al niño, que se precipita al vacío, y después acude al pueblo donde se declara culpable de asesinato. Una secuencia que la fotografía de Martin Gschlacht y la música de la propia Anja Plaschg convierten en premonición, un presagio de que sobre el filme se cierne una velada promesa de muerte, que cuando se materialice en el desenlace, pese a estar advertidos, nos repugnará. Nos aterrará. Y esto último quizás venga propiciado, paradójicamente, porque esa conclusión no está suavizada por el lenguaje del género (dato éste al que volveremos más adelante), así que nos resulta de un naturalismo que duele. Casi tanto como le duele el alma a Agnes. Igual que la iluminación de la cinta evoluciona desde la calidez de los ocres hasta la brumosa frialdad de los grises azulados, el proceso mental de Agnes es una caída en picado hacia la desesperación. Una desesperación que ninguno de sus pequeños ritos para volverle propicia la naturaleza (y aquí el filme toma tintes de Folk Horror) logrará reparar. No es de extrañar que Agnes, cada vez que tiene un momento libre, regrese de forma semiconsciente a la criatura sin cabeza (la homicida del inicio) que se encuentra en el bosque. Por espantoso que pueda ser su cuerpo en descomposición, con los dedos de las manos y los pies mordidos por la fauna silvestre o amputados en nombre de supersticiones esotéricas, al menos su alma está libre de las limitaciones terrenales de una mujer mortal. Larvadamente, de forma totalmente inconsciente, se va forjando en su interior una idea: para salir de su prisión interior no le va a quedar otra opción que pasar de ser víctima a ser victimaria. Si, como advierte el eclesiástico, el suicidio es el peor asesinato, quizás no lo sea emular a la descabezada del bosque y segar la vida de un inocente. Después de todo, quien puede matar a un niño, está dándole a Dios un santo que le acompañará en la corte de la Rosa Mística.

Lo que sigue es un episodio que nos vuelve a traer a Dreyer a la memoria. Pero en esta ocasión al de La pasión de Juana de Arco. La secuencia del encarcelamiento de Agnes y, sobre todo, el momento de confesar su crimen es el único que nos sitúa ante su rostro de plena felicidad. Agnes se nos muestra beatífica. El asesinato permite un suicidio con la bendición de Dios. Perder la vida mortal es una liberación de las cargas terrenales de una mujer. Alcanzar la libertad. Más aún, no sólo ser libre, sino gozar de la Gloria del cielo. Y aquí sería quizás pertinente aludir a las muradas, esas mujeres medievales que, arrastradas por una fe fuera de lo normal, elegían el camino de convivir en vida con su tumba. Emparedarse voluntariamente contra los muros de una iglesia, morir en vida, fue para ellas un culto a la libertad personal. Sin embargo, extendernos en ello sería una disquisición que, llevándonos al centro de El baño del diablo, según nuestra libre asociación de ideas, nos apartaría de los límites sensatos de un comentario. Baste decir que caer en el delirio del fervor extremo, ejecutando acciones que hoy en día nos aberran, fue alguna vez un acto revolucionario de liberación.

Pronunciarnos sobre si este último filme de nuestra pareja austríaca favorita es pertinente o no de ser seleccionada por un festival como Sitges es también un excursus. Pero este si nos parce pertinente. El baño del diablo hay cosechado elogios allá donde se ha proyectado, su excelencia está fuera de dudas. La crítica generalista, que mira al fandom por encima del hombro, celebra que la dupla haya desestimado el camino del cine de terror. Para ellos, seguramente, su valía le viene precisamente por haber realizado un trágico drama rural sobre la enfermedad mental femenina ambientado en el siglo XVIII y basado en hechos reales. Los prejuicios siempre son nocivos. También son muy tiernos los intentos de la crítica especializada en el género de englobarla sí o sí entre sus terrores favoritos, sus gotas de Folk Horror pueden permitirle a algún crítico hacer cabriolas para emparentarla con Midsommar (2019, Ari Aster), del mismo modo que, al ser el suicidio por poderes una práctica no inusual entre las mujeres del Siglo XVIII, podría ser motivo suficiente como para considerarla una brillante incursión en el true crime tan en boga. ¿Qué piensa sobre ello Serendipia? Que no importa demasiado, a la hora de ponerla en valor, el género al que se adscriba, tratar de encasillarla sería un intento tan vano como el de las hermanastras de Cenicienta por calzarse los zapatitos de cristal. Poliédrica y inclasificable, fue la mejor cinta exhibida en esta 57 edición. Y además, y sin duda, la más aterradora de las películas de los austríacos, porque nada matiza, ni estiliza, el horror de lo que nos muestra. Serendipia aún no lo sabía, pero, la entonces futura DANA, le haría patente que lo terrible cuando es real no tiene nada de liberador. Los horrores inherentes a la existencia no tienen nada de catárticos. Y de ello quisieron hablarnos al dar cuerpo a El baño del diablo. Una cinta excelente que no tiene nada que probarle a nadie y de la que, siendo su favorita, tampoco sabía aún Serendipia que lograría el triplete en el palmarés, emulando la gesta que ya consiguieron en la edición de 2014 en la que su opera prima se alzó con el Méliès d’Argent y el premio de la crítica. Quizás en 2014 eran una promesa, ahora, diez años después Severin Fiala y Veronika Franz ya han demostrado con creces que están entre los realizadores más inquietantes e interesantes que pueblan el paisaje cinematográfico de la actualidad. En el terror y más allá.

Y ahora, después de la intensa experiencia de acompañar a Agnes, tocaba cambiar de sala y cambiar de registro. La cita era con Ant Timpson, en esta ocasión el productor de The ABCs of Death, Turbo Kid, Deathgasm y The Greasy Strangler, se arrancaba, no por bulerías, sino por una cinta apta para todos los públicos, una especialidad pocas veces servida en Sitges más allá de alguna cinta de animación. Al director de Come to daddy, su reciente paternidad le ha conmovido y enternecido, a la vez que le ha hecho descubrir uno de los mayores temores humanos: no saber estar a la altura de las necesidades y demandas de los hijos. Y eso es, entre otras cosas, lo que indaga y expresa en Boookworm, casi un cruce de buddy movie y relato de crecimiento en el que, el director, repite tándem con Elija Wood, pero en un registro radicalmente distinto al que los uniera en el debut del neozelandés. De la comedia negra al entretenimiento blanco que (casi) siempre son las películas con niño.  Nell Fisher es Mildred, una niña de once años (el gusano de biblioteca del título) precoz y superdotada, que no ha conocido nunca a su padre. Cuando un accidente doméstico deja en estado de coma a su madre, Mildred tendrá que aceptar los cuidados de ese padre que ha estado ausente, un mago fracasado que interpreta con solvencia Wood. La carga del humor en Bookworm cae del lado de las chanzas a ese padre neófito que se esfuerza en vano en sorprender a la pequeña, una pátina de fracaso perfuma sus comportamientos y despierta nuestra simpatía, y poco a poco la de su propia hija. ¿El elemento fantástico? Aparece en el MacGuffin, padre e hija salen de excursión para fotografiar a un animal legendario como el Monstruo del lago Ness, una bestia mitológica conocida como la pantera de Canterbury. Y un poco más. La verdadera magia es tener fe en el otro y dejarse sorprender. En un episodio central de la cinta ambas circunstancias coincidirán y la película nos querrá sembrar la duda sobre si ha habido o no prodigio sobrenatural. Si ha habido o no magia real. Una inclusión en el género un poco forzada que se le perdona a una cinta que se aspira como una bocanada de aire fresco. E intrascendente. Pero lo liviano también es necesario y el visionado de Bookworm es como aquellos dulces que no amargan a nadie. Una deliciosa experiencia en la que Serendipia entró de grado.

Menos satisfactoria le resultó Mads, la última propuesta de David Moreau. Y ello a pesar de que el Nuevo extremismo francés ocupa un lugar de honor en los anaqueles de Serendipia dedicados al terror moderno y de que la propuesta de Moreau, a priori, resultaba atractiva. Sangrienta y efectista, poco se habló de ella en los burladeros suburenses y casi siempre para tildarla de película que logra el entretenimiento pero no acaba de ser redonda, en otros auditorios, sin embargo, fue mejor acogida, como lo prueba su puntuación en Rotten Tomatoes. Lo sugerente de la propuesta de Moreau viene sobre todo desde la perspectiva de su apuesta formal: rodar toda la acción en una única toma continua, un ambicioso ejercicio técnico que obliga a tenerlo todo muy planificado, a la vez que deja mucha libertad a los actores para la improvisación. Y el recurso se adecúa, además, al relato que se quiere contar. ¿El problema, pues?  Aunque Serendipia le reconoce el mérito de haber logrado con ese artificio una experiencia sensorial realista e inmersiva, le critica a Moreau haber desaprovechado un tanto la fuerza de su historia al haber dejado pocas dudas sobre qué es alucinación y qué es real en la cinta. Nos hubiera gustado un tratamiento más ambiguo que nos dejara en suspenso y aturdidos como a los protagonistas del filme. Porque se nos sugiere que vamos a bucear en el estado alterado de conciencia del protagonista, que vamos a movernos dentro de su alucinación, pero acabamos saliendo del recinto de ese yo para aterrizar en lo objetivo y así es como Mads se convierte en otra cinta más de infectados. Cuenta la historia del primer día de un brote mortal a través de la ilusión de una toma continua, y no está mal, pero habríamos deseado que cumpliera su promesa de sumergirnos en la experiencia y el aturdimiento del personaje principal. Pudo ser mejor.

Con ese regusto a pequeño desengaño, terminaba la mañana, no habrían más proyecciones en esta jornada, pero aún quedaban más experiencias. Desde cruzarse con huidizos muertos vivientes, hasta escuchar con atención al mismísimo Art the Clown. El Festival de Sitges es siempre un pozo de sorpresas y un recital de emociones.

EN SITGES CON ART THE CLOWN

Tras alimentarse, fue el momento para que Serendipia se encontrara con los responsables de que Terrifier se haya convertido en todo un repulsivo para los fans del género: el director Damien Leone, los actores David Howard Thornton (Art the Clown) y Samantha Scaffidi y la diseñadora de producción, Olga Turka. En el festival también estuvo presente la actriz protagonista, Lauren LaVera, pero no participó en esta charla, teniendo una propia dentro de la sección Woman in Fant.

La charla, que estuvo moderada por Xavi Sánchez Pons, versó sobre diferentes temas relacionados con el film. El director indicó que siempre investigan «muertes» y efectos no vistos en otros slashers, siendo este uno de los  elementos innovadores de la saga. Una saga en la que no ha tenido que censurarse nada y que está abierta a la improvisación. Así, cuando el payaso Art está en la tienda de disfraces en la segunda parte, el director tan solo tuvo que decirle a su actor: «Dave, just acting» quedando una toma perfecta. Por su parte, David Howard Thornton confesó que a veces ha llegado a asustarse de su propio reflejo como Art. Un maquillaje y unos efectos que se ha intentado que, en su mayor parte, sean físicos y no generados por ordenador.

Terminada la charla el equipo atendió amablemente a todos los asistentes, que no dejaron pasar la oportunidad de hacerse con el autógrafo o fotografiarse con los miembros del equipo.

Y feliz, Serendipia marcha a descansar, pues al siguiente día le aguardan cuatro películas más, mientras que en el pueblo los zombis rugen en libertad con diversas dificultades para hallar su alimento: cerebros.

Categorías: Sitges Film Festival