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Diario de Serendipia en Sitges 2023: Tercera cápsula

8 noviembre 2023 Deja un comentario

Fotos: Serendipia

Primer fin de semana de festival y las cosas se van calentando. Ya se dejan ver algunos de los más esperados invitados y homenajeados y termina, en cierto modo, la tranquilidad con el máximo de pases que nos permite nuestra acreditación…¡Y nuestra salud! Este sábado será el día en el cual Serendipia podrá comprobar por qué tenía tantas ganas de ver la última de Pablo Berger, Robot Dreams, también descubrirá una perla oculta, Moon Garden (Ryan Stevens Harris) y revisará una, bastante mal envejecida, Siesta (1987), de Mary Lambert. Mientras tanto, Oriente Medio volvía a temblar víctima de un terror del que no da cuenta la ficción, pero permanecíamos ajenos a todo ello desde la oscuridad de los cines. Sitges es la mejor de las burbujas, una fiesta en su sentido griego. Un tiempo fuera del tiempo en el que los villanos sólo son de cartón piedra y maquillaje.  Como los inofensivos muertos vivientes, protagonistas absolutos de la Zombie Walk, que llenaron las calles de la Blanca Subur la  misma jornada en la que volvía a temblar la paz del orbe.   

Este sábado, Serendipia se lo pasa íntegramente en la sala Tramontana, donde se dejará llevar por un maratón que irá de las 8,30 a cerca de las 17,30 horas. Nueve horas, pues, de buen cine que se inició de inmejorable manera con Moon Garden (Ryan Stevens Harris), una apuesta a la que no se apuntó demasiado público, que al parecer prefirió volcarse con nuevas entregas de las 30 Monedas de Álex de la Iglesia. Moon Garden está rodada con celuloide caducado de 35 milímetros, una elección que, pudiera parecer absurda pero que, vistos los resultados, resulta fundamental para obtener la textura y la atmósfera onírica que requiere este film con sabor a cuento clásico, protagonizado por una niña y que cuenta con sus hadas y villanos. Un universo feérico en el que la protagonista se ve inmersa tras sufrir un terrible accidente y entrar en coma. Un mundo industrial, oscuro, y surrealista  en el que es atormentada por un espectro de pesadilla que se alimenta de sus lágrimas. Deberá seguir la voz de su madre para encontrar el camino de regreso a la vida.

La mejor baza de la cinta es haber sabido penetrar en el mundo alucinado de la percepción durante un episodio de estado alterado de la mente. Ryan Stevens Harris parece saber cómo la realidad, en situaciones cerebrales extremas, queda mezclada y confundida con los materiales irreales de la alucinación, y da cuenta de ello con un excelente dominio de los dos planos de la narración. La cinta se centra en la acción que no tiene correlato real fuera de la mente de la pequeña, pero tiene la habilidad de no ignorar qué está ocurriendo allá fuera. Más aún, logra ilustrar cómo una mente, casi desconectada de la conciencia, transforma lo acontecido en el mundo objetivo en construcciones oníricas que sirven a efecto de explicación y herramienta con las que elaborar estrategias de subsistencia. Vemos el debate entre la vida y la muerte como nunca antes lo habíamos conocido. Y la cinta nos mantiene en vilo durante los 93 intensos minutos de su duración.

Realizada con efectos especiales tradicionales, el director no duda en utilizar stop-motion en algunos pasajes de la cinta los cuales, lejos de resultar postizos, añaden aún más encanto y autenticidad a la cinta. Dirigida y escrita por Ryan Stevens Harris, si la película se hubiera presentado como un desconocido título perdido en los años ochenta y hallado dentro de un baúl, les aseguramos que nos lo hubiéramos creído. Bajo presupuesto pero muy bien utilizado, y sobre todo mucha fantasía y cine. Puro cine fantástico que vio su esfuerzo recompensado con el premio a mejor película en la sección Noves Visions.

De la fantasía más desbordante al terror más extravagante con Where the Devil Roams, la última barrabasada de la familia Adams. Y no nos referimos a la deliciosa creación de Charles Addams que dio pie a una inolvidable serie (y unas más olvidables películas), nos referimos a John y Zelda Adams y Toby Poser, directores, interpretes y compositores a los que conocimos con Hellbender (2021) y que se sumergen con Where the Devil Roams en el American Gothic, representado por las decadentes ferias de fenómenos en plena Gran Depresión. Y lo hacen a su modo, respetando los lugares comunes del género, pero llevándolos a su propia estética, en la que intercalan momentos con tempo de videoclip que realzan la banda sonora de la que son autores (casi como si asistiéramos a un recital), con otros en los que la oscuridad es reina reforzando un horror que huele a descomposición. Los rituales posteriores a los asesinatos implican de todo, desde tomar fotografías de las escenas del crimen hasta tocar un ukelele junto a los cadáveres, inyectando a las muertes una apariencia extrañamente bizarra.

Where the Devil Roams es una road movie que acompaña a la familia protagonista en su periplo sangriento, el cual coincide con el progresivo éxito de su número de feria. Un éxito que aumenta proporcionalmente a la escalada de violencia de los protagonistas. Hábil es su tratamiento de la fotografía, que se vale por sí mismo para situarnos en el contexto temporal de la acción. Esa América de la Gran depresión, cuya desesperanza lo tiñe todo de desolación y añoranza, se deja retratar bien con los modos digitales que reproducen la textura de los daguerrotipos, esa antesala de la fotografía que nos ha llegado desvaída como si hubiera capturado un mundo espectral. Las imágenes van cambiando gradualmente del color al blanco y negro para reflejar el descenso de la propia familia en el horror y la putefracción, esto último literalmente, además.

Supersticiones, brujería, religión, música y una matriarca que entre sus tareas del hogar está incluido asesinar a todo el que estorba. Y amor. Seven, Maggie y Eve, así se llaman los integrantes del grupo familiar, manifiestan una delicada atención los unos por los otros. Así, la película intercala sus interludios más sangrientos con escenas de tipo doméstico: los vemos lavando la ropa, cenando alrededor de una fogata y quejándose de los ronquidos de los demás. Puede que sean asesinos descompuestos, pero también son extrañamente adorables, y eso es lo que nos mantiene atentos. Casi cómplices.

Un cóctel variopinto es Where the Devil Roams, levantado con un presupuesto más que ajustado, pero bien rentabilizado, que le da un inequívoco sabor a película indie con un resultado marciano. Una aproximación al American Gothic particular y moderna.

Y, de lo actual, marchamos de vuelta al sabor del cine de los ochenta, ahora real, con Siesta (1987), una producción que en España se estrenó, directa a video, como Relación fatal, por aquello de aprovecharse del éxito de la Fatal Attraction de Adrian Lyne (1987) que puso en boga en su momento los thrillers eróticos, subgénero en el que no todos los acercamientos resultaron igual de afortunados. Siesta no estuvo llamada a figurar entre los mejores ejemplos.

Rodada en España, resulta involuntariamente divertida por el modo de retratar nuestro país, en donde todo el mundo parece estar en constante sopor (a lo que pudiera contribuir la banda sonora de Miles Davis). Tampoco el paisanaje patrio sale bien parado, su más representativo exponente es un taxista sucio y de aviesas intenciones interpretado por el británico Alexei Sayle, al que los más viejos del lugar recordarán por sus locas intervenciones en la serie de culto The Young Ones (Els joves / Los jóvenes, 1982-84) donde interpretaba al inefable Balowski. La trama nos lleva de nuevo por terrenos oníricos cuando su protagonista (Ellen Barkin) despierta en una carretera cubierta de sangre que no es suya, sin recordar nada de las últimas 24 horas y con la convicción de que ha asesinado a alguien. Así que seguiremos sus pesquisas para recomponer ese último día. Con una abultada filmografía a sus espaldas, Ellen Barkin se ganó el cielo con esta interpretación, bien acompañada por figuras como Gabriel Byrne, Isabella.  Rossellini, Jodie Foster, Martin Sheen, Grace Jones o el recientemente fallecido Julian Sands, algunos de los cuales parecen preguntarse qué diablos hacen allí. Además de algunos rostros autóctonos como los de Daniel Martín, Santiago Álvarez, Blaki, Frank Braña o José María Cañete, que realizan pequeños papeles. Destaca la participación de la pareja de flamenco Lole y Manuel, mucho antes de que Tarantino escogiera una de sus canciones para Kill Bill, ante los que la Barkin nos sorprende con sus dotes de funambulista.

Con este hilarante engendro debutó en el cine Mary Lambert, eficaz directora de algunos de los videoclips más célebres de Madonna, The Go-Go’s o Janet Jackson que tiene su lugar en el fantástico por ser la primera mujer en dirigir un film de terror y que este fuera, con permiso de Stanley Kubrick,  la mejor adaptación de una novela de Stephen King, El cementerio viviente (Pet Sematary, 1989), y su secuela en 1992, tras lo cual su labor se limitó, principalmente, a la televisión. La directora fue homenajeada con un  premio  Màquina del Temps.

Serendipia finaliza esta tercera jornada con la encantadora Robot Dreams de Pablo Berger, que participaba tanto en Oficial Fantàstic Competició, como en Anima’t y acabó alzándose con el Premio del Público. Una deliciosa película de animación sobre la vida y el amor que se mira en la tradición del anime japonés a la hora de poner en movimiento a sus personajes. Protagonizada por Dog, un perro solitario que vive en Manhattan y que decide comprarse un robot armable para tener compañía. No sabemos si los androides sueñan con ovejas eléctricas, pero el de Berger sí tiene inquietudes y sentimientos: se sorprende y se entusiasma con todo lo que descubre en sus primeros pasos; se emociona hasta la risa con lo divertido y se entristece con lo infortunado, colmando los días de Dog con una amistad que va más allá de lo que éste había esperado. La que les une es, como la Annie Hall de Woody Allen, casi una historia de amor. Viven momentos mágicos que afianzan sus vínculos en un crescendo de felicidad que se diría no va a conocer fin. Pero toda comedia que se precie tiene su punto de inflexión dramático. Por un accidente Dog debe abandonar a su robot en la playa la última tarde del verano, la burocracia impedirá que vuelva con ayuda hasta el siguiente, y lejano, verano. Las estaciones se suceden parsimoniosas y la suerte que correrá cada uno juega en contra del feliz reencuentro. Ambos acabarán reiniciando su vida con nuevas compañías. Habrá un momento en el que sus caminos están a punto de volver a cruzarse, pero ¿Acaso sería deseable y justo que ello sucediese? El primer amor existe para vivir en nuestra memoria, idealizado e intocable, mientras lo sensato se impone, como si fuera ese beso que Peter Pan dejó prendido en las comisuras de los labios de Wendy.

Basada en el cómic de idéntico título de Sara Varon, editado por Norma, Pablo Berger traslada la acción a Nueva York (en la historieta no se concreta la ubicación) que, a la postre, se convierte en un protagonista más. Y firma el guion junto a la autora de la novela gráfica, a la que prometió que “respetaría el espíritu y el alma de la obra original”, algo con lo que Sara Varon está totalmente de acuerdo, llegando incluso a afirmar que “la película es más divertida”. El director también habló en la rueda de prensa sobre la banda sonora de Alfonso de Vilallonga, con el que vuelve a trabajar, y de cómo en una película que no tiene diálogos, “la música es la voz de los personajes”. Para el director era muy “importante que la banda sonora representara a la perfección la ciudad de Nueva York.” Earth, Wind & Fire y su canción September nunca ha sonado tan bien y ha trasmitido tanto buen rollo como en Robot Dreams. A pesar de que suene admonitoriamente con las torres gemelas de fondo.

 

Y tras Robot Dreams Serendipia se recoge, con una sonrisa agridulce, y abandona, después de nueve horas de cine, su Sitges particular por hoy. No sin dejarles un nuevo video con otra cara del festival, la más pública con los oropeles y el lujo; las alfombras rojas y las reuniones de industria. Dos días condensados en cuatro minutos y medio por Quim Crusellas y su estupendo equipo.

 

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